Gottfried Benn: poemas

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Oh noche

¡Oh noche! Ya tomé cocaína
y está en marcha la distribución en sangre,
el cabello encanece, los años huyen,
tengo, tengo que florecer una vez más
en la euforia antes de la desaparición.

Oh noche, no es tanto lo que quiero,
una porcioncita de concentración,
una niebla de la tarde, una oleada
de espacio desplazado, de sensación del Yo.

Corpúsculos táctiles, borde de hematíes,
un ir y venir y con olores
trizados por aguaceros de palabras:
demasiado hondo en el cerebro, demasiado estrecho
en el sueño.

Las piedras vuelan cerca de la Tierra, chocan con ella,
el pez trata de atrapar pequeñas sombras,
sólo el ser-veleta imprevisible del cráneo
cruza tambaleándose el surgimiento de las cosas.

Oh noche! Apenas voy a molestarte.
Sólo una porcioncita, un prendedor
de sentimiento del Yo en la euforia,
florecer una vez más antes de la destrucción.

Oh noche, préstame frente y cabello,
derrámate alrededor de lo que el día marchitó.
Sé la que me devuelva del mito del nervio
al hogar, cáliz y corona.

¡Oh, calla! Siento ligeras sacudidas:
se me hace estrella; esto no es burla.
Visión, yo: a mí, dios solitario,
congregarse enorme alrededor de un trueno.

Tren expreso

Pardo como coñac, pardo como follaje, pardo rojizo, amarillo malayo.
Tren expreso Berlín-Trellenborg y playas del Báltico.

- Anuncio -Maestría Anfibia

Carne que se desnudó.
Bronceada por el mar hasta en la boca.
Madura, inclinada hacia la felicidad griega.
En anhelo de luz. Qué largo este verano.
Penúltimo día ya del mes noveno.

Rastrojos y última almendra arden en nosotros.
Despliegues. La sangre, los cansancios.
La cercanía de las dalias nos confunde.

Pardo de hombre se lanza sobre pardo de mujer.
Una mujer es algo para una noche.
Y si fue hermoso, para la próxima.
Y luego de nuevo este estar-consigo-mismo.
Estos mutismos. Este ser-compulsado.

Un mujer es algo con olor.
¡Indecible! ¡Muere allí! Reseda.
Contiene sur, pastor y mar.
En cada pendiente reposa una dicha.

Pardo claro de mujer se tambalea ante pardo oscuro
de hombre:

¡Sosténme! ¡Oye, me caigo!
Estoy tan cansado en la nuca.
Ah, este dulce, enfebrecedor,
último olor del jardín.

Cariátide

Escapa de la piedra. Haz estallar
la cavidad que te avasalla. Corre
impetuosa a los campos. Búrlate de la cornisa.
Mira: por la barba del sileno ebrio,
hecho de su eternamente arrebatada,
única y resonante sangre
está corriendo el vino hacia su sexo.

Escupe la obsesión de la columna. Ancianas
manos golpeadas por la muerte la estremecen
contra cielos nublados. Deja caer
el templo ante el anhelo de tus rodillas
que contienen la danza.

Extiéndete. Deshácete en flores. Ensangrienta
tu blando cantero con heridas inmensas:
mira, Venus con la paloma se está ciñendo
rosas en torno a la puerta de amor de las caderas.

Mira el último hálito azul de este verano
ir sobre mares de ásteres hacia las lejanas
playas pardas como árboles; alborear
mira esta última hora falaz de dicha
de nuestra condición meridional
arqueada hacia lo alto.

Amenaza

Entérate;
vivo días animales. Soy una hora de agua.
Al atardecer mis párpados dormitan como bosque y cielo.
Mi amor sabe sólo unas pocas palabras:
es tan hermoso cerca de tu sangre.

Réquiem

En cada mesa dos. Hombres y mujeres
en cruz. Cerca, desnudos, pero sin tormento.
El cráneo partido. El pecho abierto. Los cuerpos
paren ahora por última vez.

Cada uno tres cubetas: de cerebro a testículos.
Y el techo de Dios y la cuadra del diablo
ahora pecho contra pecho en el fondo de una tina
se ríen del Gólgota y el Pecado Original.

El resto en cajas. Puros renacimientos.
Piernas de hombre, pecho de niño y pelo de mujer.
De dos que antes fornicaron
lo vi allí, como salido de un seno materno.

Ciclo

La única muela de una prostituta
que no fue identificada
tenía un empaste de oro.
Las demás, como por tácito acuerdo
se habían marchado.
Aquella la arrancó a golpes el guardacadáveres,
la vendió y se fue a bailar.
Total, dijo,
solo polvo debe convertirse en polvo.

Pequeño áster

A un repartidor de cerveza ahogado
lo subieron a la mesa.
Alguien le había puesto entre los dientes
un áster lila claro-oscuro.
Cuando al cortar bajo la piel
subiendo desde el pecho
con un largo cuchillo
extraje lengua y paladar
debo haber empujado la flor, pues resbaló
hasta el cerebro adyacente.
La puse con cuidado en el tórax
entre la viruta
cuando iban a coser.
Bebe hasta saciarte en tu florero,
que duermas bien,
pequeño áster.

Hermosa juventud

La boca de una muchacha
que yació largo tiempo en un juncal
se veía como mordisqueada.
Cuando le abrieron el pecho
el esófago estaba agujereado.
Por último, en un pabellón bajo el diafragma
encontraron un nido de ratas jóvenes.
Una hermanita estaba muerta.
Las otras vivían de hígado y riñones,
bebían la sangre fría y allí
habían pasado una hermosa juventud.
Y hermosa y rápida les llegó la muerte.
Las echaron a todas al agua.
¡Uy, cómo chillaban aquellos hociquitos!

Cantos

I

Ah, si fuéramos nuestros remotos antepasados.
Un grumito de moco en cálido pantano.
Vida y muerte, fecundar y parir
se deslizaran de nuestros líquidos silenciosos.

Una hoja de alga, una colina en las dunas,
formada por el viento y pesada en su base.
Hasta una cabeza de libélula, un ala de gaviota
serían muy vastas y sufrirían demasiado.

II

Despreciables son los amantes, los burlones,
la desesperación, la nostalgia y el que tiene esperanzas.
Somos dioses dolorosamente contaminados
y aun así pensamos con frecuencia en el Dios.

La blanda ensenada. Los oscuros sueños de bosques.
Las estrellas, del tamaño de las flores del viburno y pesadas.
Las panteras saltan silenciosas de árbol en árbol.
Todo es orilla. Eterno llama el mar.


* Sobre la traducción: ver créditos.

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