Nunca agradecí este regalo en público. Respondí al aviso que María Antonia Cabrera Arús me hizo en Facebook, al mencionarme en un comentario de la publicación original, y fui a buscarlas en cuanto pude. Recibí mensajes que postergaba antes de responder que iría ese mismo día, urgente, que no se las dieran a nadie más. Estaban distribuidas en tres cajas de tamaños parecidos. Una caja decía Chewy. Otra caja decía Amazon. La dueña se estaba mudando y creyó que dármelas a mí después de yo reclamarlas, casi sin pensarlo, era una casualidad preciosa.
Iraida H. López lo anunció así, el 22 de abril de 2024 (este mes ha sido tanto que abril parece otro siglo): “¿Te interesan las Obras completas de José Martí? Mi hermana, quien vive en Miami, debe deshacerse de los veintisiete volúmenes de los que consta la edición de la Editorial de Ciencias Sociales del año 1975. Busca a alguien que sepa valorarlas y que pueda pagar el costo del envío”. Hace tiempo escribí un poema que hablaba de esa fecha: El día 22 de abril del año en curso / algunos agapornis vinieron a quitarme las gamarras / y como mi espíritu estaba moribundo / todo resultó accesible…
Yo creía que sabría valorarlas, a las Obras completas de José Martí, pero las tuve en la maleta del carro varias semanas, antes de subirlas por fin al apartamento. Quería hacer un lugar para ellas sin mezclarlas con el resto de los libros, un lugar especial, pero ese lugar no apareció hasta que las subí, obligándome a mover mis libros, a hacer espacio. “¿Dónde las vas a meter?”, preguntó Rogelio. La colección tan blanca da la impresión de ola, una gran ola de espuma que permanece estática, erguida, sobre la plancha firme de madera comercial. La biblioteca Billy está formada por tres estantes y cada uno tiene seis planchas, seis divisiones. Ahora una de esas divisiones es una ola de espuma formada por cierta mitología moderna. Al colocarlas, los veintisiete tomos cupieron de una forma tan exacta, que di un paso atrás, respiré. Aún sigo pensando.
El encuentro con la dueña de los tomos (la segunda dueña) fue inesperado. La mujer esperó que yo hablara con Iraida y que Iraida me trajera un ejemplar de Crítica madre (Rialta Ediciones, 2023) que había comprado por internet, para que se lo firmara. Eso tampoco me lo esperaba, me puse nerviosa. Tanto Iraida como su hermana hablaban en tono bajo, suave, sedoso. Me sentí extraña porque mi tono tiene la inercia del apurado, del que no le alcanza el tiempo. Recuerdo que pedí agua, acepté café. ¿Sin azúcar? Sí, sin azúcar. Luego la hermana de Iraida se acercó a mí y me dijo que había una historia fuerte detrás de las Obras completas.
A mí me brillaron los ojos, disimulé. ¿Cómo que había una historia fuerte? De nuevo la emoción ansiosa, la sensación increíble de recibir un libro, un objeto, algo, con una historia detrás que lo resignificara, que le añadiera valor, y al mismo tiempo, que me convirtiera yo en parte viva de eso. Imagínate si, encima, se tratara de las Obras completas de Martí. A partir de ese momento, los 27 tomos no serían ya más, simplemente, la colección enciclopédica de un autor determinado, sino el deseo, la vida y la muerte, alrededor de una poética sobre la humanidad.
Anduve con ese peso a todas partes a donde iba. De día y de noche. Nunca estaba sola. Hice entregas y recogidas acompañada. Las Obras completas hacían que el Chevy Trax se inclinara. El carro se rompió y lo llevé al dealer. Lo metieron al taller y lo arreglaron (1 600 dólares). Las Obras completas en el taller seguramente explotaron como una lluvia de estrellas, desparramándose sobre los clientes, los mecánicos y los vendedores, pero ninguno de ellos dijo nada. José Martí debió filtrarse en sus cerebros, como mínimo, aunque sé que el aceite impermeabiliza.
* * *
Tengo que decir que paré de escribir y me dormí. Y me acabo de despertar soñando con un muchacho que no conozco, que tenía un demonio adentro y ese demonio era el Che Guevara. El Che Guevara podía invocarse a través de rituales que el muchacho llevaba a cabo con su cuerpo. Por ejemplo: en forma de cascada que le salía del pecho. Vi al Che Guevara en mi sueño saliéndole por el pecho a un muchacho en forma de remolino de agua. Todavía no puedo creerlo. Había una guerra a nivel de azoteas entre muchachos jóvenes que estaban muriendo de verdad. Una guerra al estilo de El Señor de los Anillos, pero en vez de Saruman o Sauron, la fuerza del mal era el Che Guevara. Estoy explicando el sueño sin habérmelo explicado. Voy a cumplir 40 años y esta es la primera vez que sueño con un personaje político. Nunca he soñado con personajes políticos. Creo que una vez soñé con Barack Obama, pero eso seguro fue porque Obama es atractivo, elegante y sabe hablar. ¿Pero de qué manera podría yo haber tenido una pesadilla con este hombre, este asesino, la madrugada en que me decido a escribir sobre Martí?
Siempre pienso en esa parte política de Martí, tendenciosa, imperativa, de mal gusto, en la que Martí abandona la escritura para entrar en un canal de leyes y constituciones. Y pienso que debe haber estado muy drogado, no drogado con sustancias naturales o químicas, aunque probablemente también, sino su propia mente drogada, en trance, porque la escritura hace eso en uno, lo lleva a un lugar de creación continua, de magia. Uno se pasa horas creando algo que brilla, algo que se mueve en la neblina o tiembla en el fuego o se tira de un puente como el último preso político cubano, que se tiró de un puente para ser, más o menos, libre. ¿Porque de qué manera un muerto es libre? Un muerto es el olvido. Dentro de algunas semanas, ya nadie se acordará.
Tampoco nadie se acuerda de Caridad Darias Burguet, la profesora que enseñaba gramática en el Instituto Pedagógico de La Habana, y que fue separada del claustro por negarse a delatar a sus colegas, durante turbias pesquisas de la Seguridad del Estado. A Caridad Darias Burguet le empezaron a hacer “la vida imposible”, la empezaron separar, a desaparecer. Era su obligación reportar cualquier infracción que se produjera, pero Caridad no tenía nada que reportar. Caridad Darias Burguet era homosexual y vivía con su novia, aunque nadie lo supiera, porque no podía saberse, pero la amenazaron con hacerlo público, la amenazaron con avergonzarla. Así y todo, no delató. Una guerra al estilo de El Señor de los Anillos, pero en vez de Saruman o Sauron, la fuerza del mal era el Estado. Coleccionaba Obras completas de José Martí como mismo se coleccionan los sellos filatélicos o el arte. María del Carmen López, la hermana de Iraida H. López, fue amiga íntima de Caridad Darias Burguet.
Cuatro días después del anuncio en Facebook, el 26 de abril, le respondí a Iraida por SMS, quien me había escrito antes, diciéndole que ya iba y preguntándole la dirección. Yo tenía que hacer una entrega lejos, al sur, y la dirección que me dio Iraida pertenecía a Kendall: 8875 SW 131st Ct. Así que además de hacerme ilusión, “me hacía camino”. Llegué en media hora al típico condominio de Miami formado por varios edificios iguales. Estacioné al frente del apartamento y me acerqué despacio. En el portal había sillas diferentes y plantas, y algún que otro juguete. Tomé una foto. Vi a la hermana de Iraida a través de una ventana, pero aún no sabía quién era.
María del Carmen López era la amiga íntima de Caridad Darias Burguet. La persona elegida por Caridad para cuidar su colección de tomos. Yo también conocí a una muchacha, hace tiempo, que coleccionaba eso. Decía que era martiana con el mismo orgullo que uno dice que escribe libros. Leía a Martí y lo entendía a su modo. Y cuando María del Carmen López empezó a hacerme la historia de Caridad Darias Burguet, tuve que acordarme inevitablemente de ella: la lectora que leía a José Martí con aquella sonrisa enorme llena de dientes enormes, no tan blancos, recién lavados. Una mujer que bailaba al ritmo de Obras completas de José Martí.
Caridad Darias Burguet le dio sus Obras completas a María del Carmen López en el año 1979, cuando María del Carmen regresó a Cuba por primera vez. Los 27 tomos fueron traídos a Miami como un pacto de amistad entre dos mujeres unidas, quizás, por la decencia. Es decir, Caridad Darias Burguet había sido marginada por decente, por leer Obras completas de José Martí, entenderlas más o menos, y actuar en consecuencia. Su suicido en el año 2009, después de estar ingresada en el Hospital Psiquiátrico, paranoica, destruida, fue un suicidio que la hizo, más o menos, libre. ¿Porque de qué manera un muerto es libre? Un muerto es el olvido. Dentro de algunas semanas, ya nadie se acordará.
En paz descanse.