Para Andrea Muriel, Edgard Robles y Pierre Herrera
Para Alejandro Lámbarry
Hace mucho tiempo –hará dos años, o más–, con unos amigos fundamos un grupo virtual de lectura. Lo habíamos bautizado Literatura Enferma. La idea era leer un libro por mes y comentarlo, desmenuzarlo, hablar abiertamente de él sin los constreñimientos de la academia. La mayoría de los integrantes eran alumnos y profesores de las universidades en las que he trabajado: buena gente, seres de luz, personas de verdad, sin poses, que me siguió el juego y suspendió por un rato sus estudios de Kant y de Greimas, de Merleau-Ponty y de Coen, para acercarse a libros raros.
Se hicieron propuestas. Recuerdo que alguien, sin poder quitarse el tic académico aprendido en los cursos de metodología de la investigación, preguntó por la “delimitación del tema”: ¿qué era eso de literatura enferma? ¿A qué denominábamos enfermo? Yo tenía apenas algunos conceptos girando en la cabeza. Libros bizarros, distorsionados. Libros twisted. Libros weird. ¿Pero libros de autores enfermos, como Artaud o Lamborghini; o con historias enfermas, como las de Clive Barker o Poppy Z Brite; o con personajes enfermos, como los de Ian Banks y Matthew Stokoe?, quiso saber.
Todo eso. La idea era divertirnos. Que esas narraciones nos emocionaran y nos provocaran repulsión y hartazgo y miedo y revoltijo de tripas y de sesos.
Empezaron a salir nombres. Una amiga propuso a Dennis Cooper –de quien hasta entonces no tenía noticia, pero del que conseguí Contacto y después Cacheo (ambos en Anagrama), y luego, of course, le escribí un mensaje por Facebook, lleno de emoticones: “¡Eres una enferma!”. Otro nos apuntó a Sade, el divino marqués –no podía faltar–. Un michoacano, tapatío por adopción, propuso a Flann O’Brien y a Pablo Palacio. Dudé sobre Palacio, más por ignorancia que por voluntad, hasta que me citó un fragmento de Un hombre muerto a puntapiés. Un amigo gringo-poblano –profesor insigne, además de extraordinario narrador– me descubrió a Arthur Bradford, cuyo volumen de cuentos ¿Quieres ser mi perro? sigo rastreando por todos lados. Al final, acordamos comenzar con Asfixia, de Chuck Palahniuk, el libro que sucedió a Fight Club y que me parece superior en muchos sentidos –sólo hay que revisar el inicio, que pongo de ejemplo, cada vez que puedo, en cursillos de literatura: “Si vas a leer esto, no te preocupes. Al cabo de un par de páginas ya no querrás estar aquí. Así que olvídalo. Aléjate. Lárgate mientras sigas entero. Sálvate. Seguro que hay algo mejor en la televisión. O, ya que tienes tanto tiempo libre, a lo mejor puedes hacer un cursillo nocturno. Hazte médico. Puedes hacer algo útil con tu vida. Llévate a ti mismo a cenar. Tíñete el pelo.”
En la frase de Palahniuk se resumía buena parte de la actitud del Club de Libros Enfermos. Al cabo de un par de semanas, no querrás estar aquí. Aléjate. Sálvate.
Seguro hay algo mejor en la televisión.
Y así fue. La mitad se largó. No fue más allá. Los que nos quedamos alcanzamos, creo, a mencionar qué era lo que nos había gustado de Asfixia. El modo en que el protagonista, aun siendo un sociópata, actuaba como redentor. El modo en el que la madre le enseña a su hijillo pequeños actos anarquistas, como cambiar de caja los tintes para el pelo, en el supermercado.
Y no más. La verdad mi recuerdo es difuso. Ya no pasamos de ese libro. El siguiente iba a ser, creo, Vacas, de Stokoe. O Historia del ojo, de Georges Bataille. Con cualquiera de esos, se hubiera salido la segunda mitad.
Al final, cerré el grupo. Lo que sí me quedó, además del dulce recuerdo, fue la lista provisional, que recogía todas las primeras propuestas.
- Ballard, J.G.: Crash
- Banks, Iain: La fábrica de las avispas
- Barker, Clive: Libros de sangre (vol. 1)
- Bataille, Georges: Historia del ojo
- Bradford, Arthur: ¿Quieres ser mi perro?
- Brite, Poppy Z: El arte más íntimo
- Burgess, Anthony: La naranja mecánica
- Burroughs, William: El almuerzo desnudo
- Casey, Calvert: Cuentos (casi) completos
- Cooper, Dennis: Cacheo
- Cooper, Dennis: Contacto
- Dick, Philip K.: Fluyan mis lágrimas, dijo el policía
- Dick, Philip K.: Ubik
- Dick, Philip K.: Valis
- Easton Ellis, Bret: American Psycho
- García Saldaña, Parménides: Pasto verde
- Jose Farmer, Philip: ¡Cuidado con la bestia!
- Jose Farmer, Philip: La imagen de la bestia
- Lamborghini, Oswaldo: Tadeys
- Mishima, Yukio: Corrupción de un ángel
- O’Brien, Flann: El tercer policía
- Palacio, Pablo: Un hombre muerto a puntapiés
- Palahniuk, Chuck: Asfixia
- Palahniuk, Chuck: Fantasmas (por el cuento “Tripas”)
- Palahniuk, Chuck: Rant
- Piñera, Virgilio: Cuentos fríos
- Stokoe, Matthew: Vacas
- Sturgeon, Theodore: Más que humano
Ahora la releo, como si fuera la lista del súper, y me ataca la nostalgia.
Reavivemos el club. O armemos uno nuevo.
Quién dice yo.
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No sé como llegué a esta página. Me pareció un ejercicio muy noble. Por las prisas quise abandonar su lectura varias veces. Pude llegar al final, me encantó la redacción y la lista de libros enfermos. Felicitaciones Felipito.
Hola Omar, acá Felipe. Bienvenido al club, entonces. Gracias por darte el tiempo de leer.
La lista está fenomenal! Y conseguiste finalmente el libro de Bradford?
Estimado David: ¡No, aún no! ¿Tienes alguna pista de él?
Acabo de terminar mi primera lectura de la lista de «Literatura enferma»: Historia del ojo de Bataille.
Seguiré. Con convicción.
Listo «Cacheo» de Dennis Cooper. Entretenido pero superficial. Sigo con las lecturas.