Bohemia
Detalle de una imagen de portada de Armando Maribona, ‘Bohemia’, 3 de enero de 1915

¡Anúnciese en Bohemia!

La revista Bohemia. Revista ilustrada semanal es una de las publicaciones cubanas de más largo aliento. Fundada por Miguel Ángel de Quevedo en el año 1908 en la capital de la isla estuvo dirigida a un público de clase media-alta de corte familiar y misceláneo. El impreso republicano nació en un ambiente citadino de confluencias culturales, legitimación política de la naciente República de Cuba de 1902 y de una modernidad que aprehendía el modelo de consumo y progreso estadounidense. Como “aliado” en el proceso de reestructuración económica, política, educativa y cultural, los Estados Unidos influyeron notablemente en los imaginarios y sensibilidades epocales cual referente de nación y sociedad próspera. Este sistema de nuevas referencias que marcó las tres primeras décadas de la isla en el siglo XX puede rastrearse desde las trayectorias visuales y culturales de una forma discursiva[1] jerárquica en el contexto de los treinta primeros años de la República: la revista ilustrada y de variedades Bohemia. La representativa publicación se activa para las y los historiadores de hoy como una suerte de guía de expectativas que permite reflexionar sobre la modernidad habanera durante los inicios de siglo y como un indicador sintomático de la cultura moderna y las prácticas de sus usuarios, las cuales patentizaron la avidez por consumir publicaciones de entretenimiento, contenedoras de paratextos grafológicos, verbales e icónicos sugerentes para el gusto de sus lectores.

El afán de su director por convertir a Bohemia en una empresa próspera posibilitó que para 1914 el medio viviera una importante renovación que le aportó la estabilidad y popularidad por la que afanosamente trabajó Quevedo durante años. La consolidación de la revista se produjo a partir de la reforma del personal, la llegada de nuevos equipos técnicos, el aumento de la cantidad de páginas por tirada –de doce páginas a veinticuatro aproximadamente–, el uso de una atractiva tricotomía a color en las portadas y la variedad tipográfica en la cubierta de los diferentes números. Tras moverse del antiguo local hacia otra dirección más amplia ubicada en la calle Trocadero 89, 91 y 93 en el mismo año, el compromiso editorial de Bohemia advirtió una elocuente renovación. De la mano del director artístico Antonio Rodríguez Morey y posteriormente de Pedro A. Valer se le concedió gran importancia a la disposición de las imágenes en la revista, sobre todo a las ilustraciones publicitarias. El cambio en la fisonomía del medio contribuyó positivamente al ensanchamiento de la comunidad de lectores-consumidores habaneros, de provincias y en el extranjero. La incorporación de avisos e imágenes comerciales de diferente tipo y procedencia funcionó en ocasiones como una fuente económica que le otorgó estabilidad financiera y editorial. Por ello, y con motivo de los éxitos cosechados por Bohemia, en la sección de “Actualidades” del 28 de mayo de 1914 el equipo editorial afirmaba que:

La importancia de la publicación periódica se manifiesta por la cantidad de anuncios que aparecen en sus páginas. Bohemia constantemente publica anuncios de casas importantes francesas, inglesas, alemanas, italianas, españolas y americanas al punto de haber tenido que aumentar en diversas ocasiones las páginas anunciadoras […]. De anuncios locales es la Revista que los publica en mayor número e importancia […]. La razón de su eficacia anunciadora es obvia: su enorme circulación, el valor de sus trabajos artísticos y literarios y la seriedad de sus operaciones respaldada por su absoluta solvencia económica.[2]

Aun reconociendo en aquellas páginas la poca disponibilidad “de espacio para atender las solicitaciones” publicitarias, no faltaron las notas constantes que referían semanalmente: “anúnciese en Bohemia”.[3] Un primer acercamiento a la revista puede sugerir que la orientación editorial privilegiaba las “cuestiones femeninas”, al tener amplia cabida las tendencias de la moda o del buen vestir para mujeres. Sin embargo, valorando las secciones más estables en el tiempo como “Bibliografía y Artes”, “Deportes”, “Crónica”, “Crónica social de provincias”, “Sociales”, “Actualidades”, “De modas” o “Para las damas”, se comprende que presentaba un marcado perfil familiar. Su formato bien podía interesar al hombre jefe de familia con disposición económica o al sector femenino, jóvenes, amas de casa y madres de la clase media alta cubana.

La temprana aparición de ilustraciones y fotografías de mujeres fue un componente importante en el discurso de la revista. La preponderancia de este tipo de imágenes se ubicó en los anuncios, los cuales tomaron a las madresposas[4] como referente primario para asentar la venta de productos de mayoría estadounidense. Valga señalar que las ilustraciones con referencias a la maternidad, incluso aquellas que presentaban a las empleadas en calidad de nodrizas, estuvieron atravesadas por el principio de la “mirada blanca”,[5] predominante en la cultura occidental. Las mujeres negras o mestizas estuvieron ausentes del sistema de representación publicitario de la revista durante los primeros decenios del siglo XX, de modo que los anuncios respaldaron el afianzamiento de la cultura blanca, capitalista y moderna al margen del componente racial tan presente en Cuba desde el siglo XVII. Para la década de los cincuenta, las producciones de anuncios incluyeron a la mujer negra, pero en el rol tradicional de sometimiento como trabajadora doméstica siempre hacendosa y sonriente. Todo ello se explica, entre otros factores, porque “la idea de norteamericanizar Cuba no encajaba con la presencia de una población negra y mulata”,[6] que, por demás, constituía un símbolo de rebeldía heredado de las luchas independentistas del siglo XIX.

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Portada de Armando Maribona para ‘Bohemia’, 3 de enero de 1915

A las mujeres que temen la maternidad. La publicidad médica de Bohemia

A través de los múltiples anuncios semanales, el protagonismo de la madre dentro de las representaciones femeninas fue relevando la construcción de trayectorias maternas y su relación con la Modernidad. La revista se convirtió así en un espacio idóneo para enunciar patrones maternales y hacer llamados familiares sobre sus comportamientos y misión social. Una de las primeras publicidades anunciadas y sostenidas por décadas en Bohemia fue el compuesto Mitchella, patentado por el doctor J. H. Dye del Medical Institute de Nueva York. El texto del anuncio indicaba: “A las mujeres que temen la maternidad. Compuesto Mitchella, la mayor de las gracias para una mujer”. La imagen, aunque muy pequeña, muestra a una familia donde el bebé queda en brazos del padre sentado en su sillón y la madre observa reclinada sobre la figura paterna al recién nacido.

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Publicidad del compuesto Mitchella, ‘Bohemia’, 7 de febrero de 1915

El compuesto se presentó como una solución ante el dolor del parto, que favorecía a la madre novel en tan “crítica instancia” y al nacimiento sano del bebé según las “bondades” del producto. Con fecha del 7 de febrero de 1915, el anuncio deja entrever algunos cambios que, a nivel social y de imaginarios, operaban en la vida de las madres y de las mujeres. El eslogan del compuesto sugería una posible desafección de las mujeres hacia lo materno, aspecto que había sido señalado por el feminismo de carácter educacionista, sufragista y nacionalista de inicios del siglo XX en América Latina. El vínculo cada vez más notable de las féminas con la vida social en el continente, los espacios públicos y fuera de lo doméstico se reforzaba, evidenciando cierto “desasimiento del hogar y sobre todo una pérdida lenta del sentido de la maternidad”.[7]

En el caso de Cuba, desde finales del siglo XIX las mujeres fueron ganando espacios laborales, incluso en trabajos fuera del rango considerado como empleos feminizados. El auge de su empleabilidad fue también resultado del afianzamiento de su educación. Maestras, diseñadoras y comadronas con títulos facultativos,[8] enfermeras, tipógrafas, redactoras de prensa, periodistas o “cajistas” de empresas, por citar sólo algunos empleos en los que fueron incursionando, tejieron redes de sociabilidad profesional y acumularon saberes y tiempo de preparación intelectual. Quizás por eso, no es casual encontrar esta tipología de anuncios haciendo un llamado a la maternidad, desde la constancia médica como criterio de rigor y de verdad frente a la participación femenina fuera del hogar.

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Para evaluar los comportamientos sociales, la remisión a las fuentes primarias ha sido medular, pues pone en diálogo la lectura de la imagen y su correspondencia con el contexto histórico. Los trabajos del médico Jorge Le Roy y Cassá, nombrado “el padre de las estadísticas sanitarias” en Cuba, expresaron las conductas de los matrimonios, la nupcialidad y la natalidad de los isleños, desde finales del siglo XIX hasta la década del veinte de la pasada centuria. En el censo poblacional de 1907 y para los siguientes diez años se muestra que el comportamiento marital osciló entre doce mil y trece mil matrimonios, lo que arroja un importante descenso si lo comparamos con los datos registrados entre 1900 y 1906, que demarcan una notable diferencia de más de dos mil matrimonios, si lo cotejamos con la segunda década.[9]

La autoridad científica de un instituto o de un médico reconocido sirvió para estimular la procreación, la unión marital y despejar posibles recelos en las mujeres sobre las limitantes que el embarazo podía suponer en una vida laboral o profesionalmente activa. El producto farmacéutico de procedencia norteamericana que anunciaba Bohemia estaba avalado por la figura médica del Dr. Dye quien, según la propaganda, había dedicado toda su trayectoria a mejorar la calidad de vida de las madres y sus hijos. El compuesto Mitchella fue de los resultados médicos más importantes de su época, sus “componentes naturales” y beneficios para la salud, se reafirmaron por los testimonios de las madres estadounidenses que reconocían como esenciales tanto la obra del Dr. Dye como el fármaco.[10]

Mitchella fue aclamado por las soluciones que planteaba a los problemas femeninos del parto, la lactancia, los desarreglos menstruales y hasta los estados nerviosos y melancólicos que sufrían en tan “delicada instancia”. La sugestión del anuncio “Mujeres que temen la maternidad” trató de convertir al proceso biológico natural del parto en un tema solucionado gracias a manos de hombres farmacéuticos y de las ciencias exactas. En la información del anuncio se da por hecho que el alumbramiento es con temor y con dolor, así el acto de dar a luz, un hecho natural por el que la mayoría de las gestantes debían pasar, presenta una retórica médica de juicios negativos manifiestos en frases como: “No tema usted […] que los dolores del parto no son más de temer”. El trabajo anímico y subliminal del anuncio maximizaba el temor en la subjetividad femenina como opuesto al valor, de modo que las prácticas esencialistas publicitarias que rigieron aquellos “cuerpos temerosos” representaban la contraparte de lo masculino, cuyas representaciones potenciaban el valor y seguridad del hombre.[11] El “trastorno” vivencial del cuerpo de las madres quedaba determinado mediante la acción médica o farmacéutica, es decir, mediante el ejercicio profesional del clínico masculino, en este caso el Dr. Dye y su “efectivo” producto.

En la escena del anuncio de Mitchella se observa la consumación del placer familiar, un padre que aprueba y consiente al recién nacido y una madre satisfecha con su alumbramiento gracias a los consejos y la ingesta del compuesto Mitchella. La presencia de la familia completa aseguraba, a través del discurso visual, la afirmación de la maternidad, la paternidad, el matrimonio, la conyugalidad, la procreación y, por ende, la pervivencia de la institución familiar como destino volitivo para la madresposa. La mujer deviene todo un ícono de disponibilidad y de buen comportamiento para complacer a la familia. Al respecto, Pierre Bourdieu indicaba que las actividades maternales son aparentemente reconocidas e incluso celebradas ritualmente en algunas sociedades, pero sólo en la medida en que permanecen subordinadas a las actividades de producción, es decir, fuera del llamado “universo de las cosas serias” regido por los hombres.

Si bien en el imaginario colectivo y en las imágenes publicitarias se conectaba a las mujeres con el espacio íntimo o con la vida doméstica, existe una relación más compleja entre la maternidad y la esfera pública. Estos asuntos que Bourdieu analiza a nivel de campo de poder y patriarcado público, Georges Duby y Michelle Perrot, por su parte, lo entienden desde la “impronta transversal en la densidad social”[12] del cuerpo femenino y todo lo que circula en torno a él. La complejidad de conceptos como lo público o lo privado habrá que entenderla fuera de las simetrías tradicionales donde las esferas y los sexos, según reconocen estos dos autores, buscan tener una equivalencia. Es decir, la casa y quienes la habitan por antonomasia, las madresposas, entendidas como parte de lo privado, no solo están regidas y sostenidas económicamente por el hombre, sino que funcionan a partir de las normas de la sociedad civil que median en el parentesco familiar y la dinámica de la colectividad. Todo este universo tiene su necesario contraste en la configuración de repertorios visuales, que en el caso de la ilustración publicitaria resultó constante y efectivo.

“El parto pone el cuerpo de las mujeres en el centro del dispositivo social. El nacimiento se convierte en cuestión de Estado”.[13] Esta afirmación resulta clave para apuntar el vínculo mencionado entre los dos conceptos anteriores –público y privado– y la maternidad. Esta constituye una institución indispensable para la sociedad moderna, cada vez más vigilada por la política a través de diversos controles, como la medicina. Ya lo referían los investigadores franceses Jean Jacques Courtine y Alain Corbin, en Historia del Cuerpo,[14] el siglo pasado fue sin dudas el de una medicalización (femenina) sin paralelo.

En general, el discurso médico publicitario que emanó de la revista Bohemia durante los primeros treinta años de la República dotó a las mujeres de una sorprendente capacidad para albergar en su cuerpo un compendio de enfermedades y malestares hábilmente reproducibles. En torno al cuerpo y la psique femenina se identifica un halo permanente de incomodidad, malestar, enfermedades y ausencia de satisfacción que han construido históricamente estereotipos visuales y mentales sobre la maternidad o simplemente asociados al hecho de ser mujer. En ocasiones, los remedios que presentaba el producto al recurrir a fundamentos afectivos, más que científicos, despertaban el interés en el lector, aunque esto supusiera un daño a la representación clínica, alterando la realidad médica y adjudicando casi milagros a los productos.[15]

¿El savoir-faire de la maternidad o la condena femenina? Domesticación republicana desde el anuncio

Una norma esencial de la maternidad republicana para las mujeres era la de ser cuidadosa. Un infante enfermizo podía interpretarse como muestra de desafecto o despreocupación por parte de la progenitora, quien indiscutiblemente debía responder por sus cuidados como regla de primer orden. Desde el siglo XVII, tomando como punto de partida el proyecto ilustrado, la relación materno-filial se fortalece notablemente, mostrándose en representaciones plásticas y escultóricas europeas como un binomio inseparable e incluso dependiente. Por consiguiente, el hijo con todas sus dichas y enfermedades se reafirma como un encargo esencial a su madre. Así lo ilustran los anuncios del fármaco jarabe de higos California que aparecen en los números del 3 de junio de 1917 y del 26 de octubre de 1919 en la revista cubana.

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Jarabe de higos California, ‘Bohemia’, 3 de junio de 1917, Instituto de Historia de Cuba

El jarabe tuvo una fuerte presencia en la revista durante toda la década de 1910 quizás por el hecho latente de los males infantiles en la Cuba de la época. Desórdenes estomacales y alimenticios en apariencia menores, por ejemplo, podrían ser los primeros síntomas de fiebre tifoidea o enteritis, dos de las enfermedades que azotaron a los pequeños por aquellos años.[16] De algún modo, los productos anunciados denotaban ciertas problemáticas sociales y se dirigían a “canalizar”, a través de la compra de medicamentos o artículos diversos, los miedos, la desconfianza, las necesidades sociales reales o aquellas incitadas por los medios de comunicación. Incluso, para algunos padecimientos la publicidad “aseguraba” la validez total de los productos, aun cuando existían altos grados de desconocimiento científico sobre los mismos, y proponía “soluciones” antes que la ciencia. Frente a una posible enfermedad infantil, el ardid publicitario empleó a la madre, buscando empatía con los lectores y justificando lo imprescindible de algunos medicamentos, como el jarabe California, para vigorizar la salud de los pequeños.

La protagonista de la publicidad del jarabe se representa en el anuncio con la más recurrente y aprehendida idea de la maternidad. Vestida y peinada a la usanza tradicional que nos remite a los dibujos publicitarios decimonónicos, donde los rostros de las madres traslucen ese eterno desvelo y constreñimiento. El jarabe de higos California, recomendado para niños biliosos o hiperactivos, era la solución que las madres “debían atender”. Los referentes iconográficos de repertorios religiosos se articularon en las imágenes maternas de Bohemia. La mayoría de los anuncios a propósito de la temática evidencian ese candor mariano que desborda compromiso y dulzura. Los motivos maternales mencionados parecen reproducirse en imágenes que aportan la quietud femenina de una madre sentada sin desesperarse, que cobija en sus brazos al hijo como garantía de la estabilidad del infante.

“La dueña del hogar” se representaba muchas veces en estos espacios con ese halo candoroso que remite a la vigilancia y la observación constantes sobre todo cuando los párvulos se enferman. Una alegoría más explícita del ángel cuidador y guardián de los infantes es remitida en otro anuncio de jarabe de higos California.

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Jarabe de higos California, ‘Bohemia’, 26 de octubre 1919, Instituto de Historia de Cuba

En la imagen se presenta una figura femenina con grandes alas en su espalda, ambientada en un jardín de rosas comprensiblemente dividido: un lado que alude al florecimiento y la primavera, y el otro que sugiere el desvanecimiento y lo marchito. Las caritas de niños simbolizan “flores lozanas” y “flores marchitas”, según reza el texto anunciado, siendo colocadas en ambos lados del cartel donde dos infantes alegres responden a la mirada del ángel velador con rostros plenos y felices. Pero son estos los únicos que han sido vistos y han sostenido contacto visual con la mujer alada, pues del otro lado encontramos niños cabizbajos a los que parece no reconocer el ángel. Unos representan la sanidad y la vitalidad que produce la ingesta del jarabe aportado por las buenas madres. Por eso, “las madres deben ser muy cuidadosas”, según indica el texto, para evitar la pérdida y el agotamiento infantil causados por la desatención. En la publicidad, la postura y la mirada se presentan como acto de reconocimiento, evidenciándose en la actitud del cuerpo angélico-maternal que le ofrece la espalda a los pequeños que languidecen y distingue a través de la observación a los niños sanos de los enfermos.

“Los niños son como flores: llenos de vida y alegres, si se les cuida debidamente, marchitos y tristes cuando no se les presta la atención que requieren”, reafirma la publicidad sugiriendo que el resultado, positivo o negativo, es una tarea de reconocimiento totalmente maternal: asumir la responsabilidad de diferenciar “a las primeras indicaciones” entre la robustez y un estado crítico de abatimiento infantil. El juego de modulación de los tonos a nivel escrito y las variantes de representación visual en el anuncio se armonizan en función de conducir un mensaje que victimizaba al infante para culpabilizar a la madre. La indicación en el primer anuncio del jarabe California: “Mire, madre, cómo tiene la lengua, el aliento, el estómago” hasta la alegoría angelical en la segunda, se afirman como estrategias publicitarias dirigidas a focalizar las acciones y deberes maternos. La visualidad anunciada en la revista Bohemia no sólo estimuló un hecho clave para la República: el de conducir a las mujeres a la maternidad y al hogar como un deber político, sino que también acarreó una complejización del concepto y la experiencia, al categorizar y juzgar las maternidades, directa o subliminalmente, por sus comportamientos.

Desde la gráfica se indujeron los prototipos de las madresposas buenas o comprometidas y sus antípodas, las malas o irresponsables, quienes no aparecen explícitamente representadas en el soporte. Por ello, la misión publicitaria, amén de su carácter comercial, “aconseja” que la madre domine una sarta de estrategias cuyas complicaciones demandan una mayor presencia dentro de la estructura familiar, la cual la somete y (re)domestica oportunamente en medio de una década de transformaciones para las mujeres cubanas.[17]

Las “buenas madres” fueron como una suerte de enfermeras domésticas que aseguraban a tiempo completo que todas las urgencias sanitarias, alimenticias y vitales del entorno familiar estuvieran cubiertas. Se les exigía saber cómo usar cada nuevo fármaco, conocer los males infantiles, cómo tratarlos, cómo alimentar con productos modernos a la prole correctamente, estar en constante observación de síntomas y presentar total disponibilidad en materia de atención y cuidados. Como máxima intendente doméstica en la manipulación de dichos productos, a la madre y ama de casa se le calificaba de “científica del hogar”. Pareciera que la medicina, la prensa y la política cubana condenaron a las madres a la perpetuidad hogareña bajo la justificación de ganar la batalla contra la morbilidad infantil y aspirando a una maternidad “fortalecida” en cuyo seno se cobijaba a los futuros ciudadanos de la República.

Las publicidades de Bohemia se encontraron minadas de eufemismos hacia las madresposas, cuyo horizonte idílico no era otro que el hogar. Los anuncios ilustrados apuntaban a una convivencia o si se quiere fusión de las prácticas antiguas y las nuevas sobre la maternidad: novedosos productos “científicos” que afirmaban las actitudes maternas más tradicionales. El panorama contradictorio de la modernidad para las mujeres-madres se vislumbró retrógrado y conservador, trayendo consigo el aumento de actividades y exigencias que las remitían sin discusión a la dictadura masculina de la casa y la familia, ahora idealizada bajo los patrones de higiene y medicalización. Las madres de Bohemia constituyen representaciones fundacionales de la publicación, todo un archivo documental e histórico para el estudio visual y cultural de maternidades sujetas a los discursos médicos, científicos, intelectuales, políticos, estéticos, corporales y emocionales que dictaba la sociedad cubana de inicios del siglo XX.


* Este texto forma parte de la tesis de Maestría en Estudios de Arte “Las madres de Bohemia. Imágenes y representaciones publicitarias en la revista cubana (1914-1929)”, defendida el 13 de agosto del 2019 en el Departamento de Arte de la Universidad Iberoamericana en la Ciudad de México.

Notas:

[1] Cfr. Perla Chinchilla Pawling: “Las formas discursivas. Una propuesta metodológica”, Historia y grafía, n.o 43, julio-diciembre, 2014, p. 11.

[2] “Actualidades”, Bohemia, 28 de mayo de 1914, pp.256-260.

[3] La cantidad de anuncios para enero de 1914 era de 45 a 55, en comparación con los anuncios del año anterior, entre 4 y 5 por número.

[4] La unión en un solo término de la madre y la esposa ha sido uno de los conceptos esenciales en la obra de la investigadora Marcela Lagarde y de los Ríos. Lagarde sostiene que todas las mujeres son madresposas aunque no sean ni una ni otra, en tanto su esencia consiste “en vivir de acuerdo con las normas que expresan su ser –para y de– otro”, basado en actividades de reproducción o tener relaciones de servidumbre voluntaria. De hecho, “en la femineidad destinada, las mujeres sólo existen maternalmente” por ello la autora argumenta que las mujeres pueden ser esposa de su padre o madre de su hermano, lo que refuerza esta categoría al abarcar el hecho global constitutivo de la condición de la mujer en la sociedad y la cultura. (Marcela Lagarde y de los Ríos: Los cautiverios de las mujeres. Madresposas, monjas, putas, presas y locas, Siglo XXI Editores, Ciudad de México, 2015, pp. 280-281).

[5] Este concepto de “mirada blanca”, aunque ha sido empleado por comunicólogos para abordar la publicidad contemporánea, me funciona para enunciar la visión limitada que se tiene en las representaciones de anuncios, casi siempre construidas desde una mirada blanca, excluyente, patriarcal y heterosexual creadora de estereotipos sobre las etnias y condición social de las mujeres (Cfr. Roberto Aparici et al: La imagen. Análisis y representación de la realidad, Gedisa Editorial, Barcelona, 2012, pp. 226-231).

[6] René Villaboy: “Comerciales en blanco y ¿negro?”, Islas, n.o 51, enero-marzo 2009, p. 144. El referido Dr. en Historia René Villaboy tiene uno de los estudios más exitosos en Cuba sobre el componente negro en los comerciales de los años cincuenta, etapa en la que por primera vez se mostraba esta raza como protagónica en las publicidades. Por ejemplo, los anuncios de jabón de lavar Candado, de la línea Crusellas, tenía en sus promociones rostros negros o mulatos, pues en cierta forma el producto estaba asociado a las mujeres negras que se ganaban la vida lavando y planchando para las familias blancas cubanas.

[7] Al respecto, la intelectual chilena Gabriela Mistral, a petición del Ministro de Instrucción Pública de México, indagó sobre la temática y la educación de las mujeres. Gabriela Mistral: “Introducción a estas lecturas para mujeres”, en Lecturas para mujeres, Francesca Gargallo (coord.), Antología del pensamiento feminista Nuestroamericano. Del anhelo a la emancipación, t. 1, p. 469.

[8] Cfr: Oilda Hevia y Daisy Rubiera (coords.): Emergiendo del silencio. Mujeres negras en la Historia de Cuba, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2016.

[9] Jorge Le Roy y Cassá: Desenvolvimiento de la Sanidad en Cuba durante los últimos cincuenta años (1901-1920), Nueva York, 14-19 de noviembre de 1921.

[10] Christopher Hoolihan (comp.): An Annotated Catalogue of de Edward C. Atwater Collection of American Popular Medicine and Health Reform, University of Rochester Press, 2008, vol. III.

[11] El historiador cubano Yoel Cordoví menciona esta relación temor/valor, que leemos como dicotómica entre la retórica para referirse a los hombres y a las mujeres, siendo el primero casi siempre asociado con eslóganes que buscaban potenciar su virilidad, ganar firmeza y fuerza desde los anuncios (Cfr. Yoel Cordoví. “Para un baño de belleza… salud y publicidad infantil desde la prensa cubana, 1902-1959” Calibán. Revista cubana de pensamiento e historia, septiembre-diciembre, n.o 37, 2013).

[12] George Duby y Michelle Perrot: Historia de las mujeres. El siglo XIX. Cuerpo, trabajo y modernidad, Taurus, Madrid, 1993, tomo 8, p. 11.

[13] Ídem.

[14] Jean Jacques Courtine, Alain Corbin et al: Historia del cuerpo. Las mutaciones de las miradas en el siglo XX, Santanilla Editores, Madrid, 2006, p. 29.

[15] Cfr. Ricardo Castillo Sandoval: Las píldoras rosadas del Dr. Williams. Publicidad de fármacos y realidad médico-social (1870-1920), Academia de Ciencias Farmacéuticas de Chile, 1990.

[16] Otros males comunes en la población infantil de la época fueron: bronquitis, bronconeumonía, tétano infantil, difteria, tos ferina, paludismo, fiebre tifoidea y sarampión (Cfr. Yoel Cordoví: “Para un baño de belleza… salud y publicidad infantil desde la prensa cubana (1902-1959)”, Calibán. Revista cubana de pensamiento e historia, septiembre-diciembre, n.o 37, 2013.

[17] Por ejemplo, alguna de las acciones féminas por la transformación apostaron por el derecho al voto, su reconocimiento como ciudadanas, accesos a los cargos públicos y habían conseguido en sus luchas político-sociales que se aprobara la Ley del divorcio y la patria potestad de sus hijos a finales de los años diez del pasado siglo. Para profundizar en el tema, cfr. Dr. Julio César Gonzáles: En busca de un espacio: historia de mujeres en Cuba, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2003 y “Del feminismo liberal a la acción política femenina”, en José A. Piqueras Arenas (coord.): Diez nuevas miradas de la Historia de Cuba, Universitat Jaume I, Castelló de la Plana, 1998.

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