Ilustración alegórica de la república cubana, revista ‘Social’, mayo de 1921

Los festejos de la nación constituyen un rito indispensable para su consolidación. Las celebraciones, los aniversarios, las conmemoraciones y las fechas patrióticas otorgan coherencia al presente, que es capaz de ubicarse en un flujo de continuidad que justifica su existencia y le ofrece sentido.

Todo proceso histórico crea su propio pasado, anclado en un origen específico que marca el punto de inicio de sí mismo. Sin un origen y sin un pasado, pocas veces el presente parece fiable, por ello se busca continuamente las bases de lo que hoy proclamamos en el ayer y, si no existen, se (re)inventan.

Otras son las ocasiones en que el pasado del futuro se está construyendo hoy: se vive con la consciencia, o creencia, de estar participando de momentos fundacionales que han de moldear el porvenir. Una época puede adueñarse de la responsabilidad histórica de crear un nuevo mito fundacional cuando se sabe, o se imagina, partícipe de un nuevo momento histórico. Y precisamente esto fue lo que sucedió en Cuba el 20 de mayo de 1902. Los cubanos de entonces eran conscientes de la importancia del día que marcaba el nacimiento de la República de Cuba.

Sin embargo, celebrar el 20 de mayo como fecha fundacional en la actualidad, en los límites insulares cubanos, constituye un acto tan insólito como disidente. Incluso, pensar en términos de República y no de Revolución, implica un esfuerzo lingüístico, simbólico y político, si bien, desde el 20 de mayo de 1902 hasta nuestros días, el título oficial de la isla es República de Cuba.

El 20 de mayo, en efecto, ha sido excluido de ese flujo de continuidad en la historia oficial posrevolucionaria, que se identifica con la República en Armas del siglo XIX, pero que obvia su concreción evidente en la República que nace en 1902. Si los mambises que sobrevivieron la guerra fueron los mismos testigos y partícipes del 20 de mayo de 1902, no podemos negar hoy en día la trascendencia de este momento, ni dentro ni fuera de la Isla.

El 20 de mayo de 1902

El 25 de marzo de 1901 se eligió la fecha del 20 de mayo como el día para la transmisión de poderes en las oficinas del Secretario de Guerra, Elihu Root. En el acuerdo se fijó que las tropas norteamericanas se retirarían de Cuba y que Tomás Estrada Palma asumiría el cargo de Presidente electo del Gobierno. Cuatro siglos de dominación española y breves años de ocupación estadounidense culminarían con el amanecer de esta jornada.

¿Por qué se eligió esta fecha?

No existía en la tradición patriótica cubana ningún referente que vinculara este día con algún acontecimiento histórico. Las fechas del 10 de octubre o del 24 de febrero tenían para el pueblo cubano la significación suficiente para asumir la fundación de la República.

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La elección arbitraria del 20 de mayo constituyó, pues, un empeño consciente para crear un nuevo mito fundacional. Al seleccionar una data inconexa con la historia insular se reforzaba el carácter novel, ignoto y original del nuevo Estado republicano. La fundación de la República constituía un capítulo inédito en los anales nacionales y por ello se impuso un aniversario igualmente desconocido y virgen en el imaginario social.

Los actos del día inaugural se organizaron a nivel nacional con eventos en cada provincia, ciudad y pueblo del país. Estaba previsto que la bandera cubana se izara simultáneamente, a la misma hora, en toda la isla. La Habana contó con la celebración más grandilocuente; miles de cubanos provenientes de otras provincias viajaron a la capital para ser partícipes de tan magno acontecimiento. Se realizaron dos ceremonias: una en el Palacio de los Capitanes Generales y otra en la explanada del Castillo del Morro.

La víspera fue día de duelo por el aniversario de Dos Ríos; las banderas se izaban a media asta y se colocaban crespones de luto. El respeto por el Apóstol, a las doce de la noche, dio paso a la dicha y el jolgorio: la tristeza por la muerte del líder de la Guerra del 95, héroe mítico de las luchas y del imaginario patriótico, se transformó en alegría exorbitante por el nacimiento de un nuevo mito, la fundación de la República de Cuba.

La bandera cubana en el Palacio de los Capitanes Generales en el acto inaugural de la Republica de Cuba el 20 de mayo de 1902. | Rialta
La bandera cubana en el Palacio de los Capitanes Generales, en el acto inaugural de la República de Cuba el 20 de mayo de 1902

En la medianoche comenzaron a repicar los cañonazos, las campanas de las iglesias y el bullicio del pueblo que participaba del regocijo general. La ciudad habanera amaneció engalanada con arcos de triunfo y guirnaldas de colores en sus calles, con retratos de patriotas y carteles de “Cuba Libre” por doquier.

El acto oficial de la trasmisión de poderes ocurrió en el Palacio, al mediodía. Allí se encontraban el gobernador Leonardo Wood con su gabinete, Tomas Estrada Palma también con su gabinete, el general Máximo Gómez y demás autoridades e instituciones oficiales del momento.

Con la primera campanada de las doce, el general Wood leyó la carta del presidente Theodore Roosevelt en la que se disponía el cambio de poderes. Luego de explicar las obligaciones a las que se enfrentaba la nueva República, concluyó: “Por la presente declaro que la ocupación de Cuba por los Estados Unidos, y el Gobierno Militar de la isla, han terminado”.[1]

En la azotea, dos soldados nortea­mericanos, E. J. Kelly y Frank Vondrak, hicieron descender la bandera nor­teamericana e izaron la primera bandera cubana, que quince minutos después fue entregada a Wood, a solicitud caprichosa de este. Entonces fue arriada por Máximo Gómez la segunda bandera, mientras exclamaba: “¡Creo que hemos llegado!”. [2]

En el Castillo del Morro, el acto era presidido por el general Emilio Núñez, acompañado por veteranos y funcionarios de la go­bernación y alcaldía de La Habana. El teniente Edward A. Steward, soldado norteamericano, miraba con gemelos la azotea de Palacio, y repitió la operación de arriado de la bandera norteamericana. El general Núñez, asistido por otros compatriotas que rompieron el protocolo en medio del entusiasmo, izó la bandera cubana. Desde el malecón, miles de cubanos observaban emocionados, gozosos, hermanados por el sentimiento de devoción y alegría patriótica. Al finalizar las ceremonias políticas oficiales, se inició una gran procesión cívica por el Paseo del Prado desde la Punta al Campo de Marte con grandes desfiles de carrozas, bandas de música, abanderadas, etc.

Casi cuarenta años después, un asistente al acto recordaba la fecha de este modo:

Todas las personas se conocen; negros, blancos, españoles y de todas las razas y nacionalidades. Todas aparecen alegres y regocijadas. En esta ciudad la tristeza y el dolor han recibido un golpe definitivo, pensamos:

—Hay treinta mil hogares en La Habana en estos momentos, –nos dice un señor que cruza por nuestro lado, y que nos parece reconocerlo como un compañero de la profesión–, y en todos esos hogares la satisfacción es la misma: completa. ¡Esta será una verdadera fecha histórica!

—¿Cuál?

—Esta del 20 de mayo de 1902.[3]

Y sin duda alguna, la fecha se convirtió en un día trascendental. El 18 de marzo de 1903 el Gobierno de Estrada Palma declaró el día como “fiesta nacional”, junto al 10 de octubre y el 24 de febrero. Se declaró día de Fiesta de la República.

La fundación de la república simbolizó el renacer de Cuba y su incorporación al escenario internacional como país independiente; representó, para los cubanos de aquel momento, la libertad, el dominio del país y una etapa llena de esperanzas, optimismo y proyectos.  De esta manera, el 20 de mayo, data sin pasado ni referente inmediato, adoptada con el propósito de crear un mito fundacional, quedó asociada al surgimiento de la República de Cuba y a todo lo novedoso que ella significaba. Cada año constituía una ocasión propicia para la celebración, cuando el país se vestía de gala: las calles, hogares y comercios se adornaban con banderas, el himno nacional resonaba por doquier, se disparaban fuegos artificiales, en la noche los edificios se iluminaban espectacularmente, se bebía, se bailaba, se cantaba… se celebraba el aniversario de la República.  Las revistas y periódicos realizaban ediciones especiales en los cuales aparecían poemas laudatorios por la fecha fundacional. Escritores y periodistas que se preciaban de ser patrióticos no desperdiciaban la oportunidad de demostrarlo al escribir fervorosos versos por la ocasión.

La fecha trascendió su dimensión política y se incorporó al imaginario popular: marcaba el inicio de la temporada de verano, de las tendencias en la moda, el momento de premiar a los niños con el Besos de la Patria; empezó a aparecer en las letras de las canciones y en el refranero popular.

Durante aproximadamente los primeros cincuenta años del siglo XX, el 20 de mayo se consideró el símbolo de la República y de la victoria de los cubanos frente a la colonización. Sin lugar a duda, esta fecha marcó la génesis de Cuba como país independiente: la primera vez que surge sin ser colonia ni territorio ocupado.

Portada de la revista Lux mayo de 1942. | Rialta
Portada de la revista ‘Lux’, mayo de 1942

El 20 de mayo y la Revolución

Con el triunfo de la Revolución cubana en 1959 la fecha cayó paulatinamente en el oprobio, pues era entendida como el símbolo de un régimen de corrupción, soberanía limitada, desigualdades y violencia.

Con la Revolución de los barbudos de la Sierra Maestra, devenida socialista en 1961, nuevos mitos fundacionales se crean para representar el nuevo momento histórico. La República que se intenta construir a partir de 1959 desea superar, aunque termina por obviar, el pasado.

Tal como los símbolos coloniales españoles habían sufrido la ignominia en la transición hacia el período republicano, los iconos de la primera mitad del siglo XX se fueron desechando en un proceso que se radicalizó con el tiempo.  Con el proceso revolucionario, se desmantela todo un sistema de valores sociales, económicos y políticos que no eran o no se querían compatibles con el ideario socialista recién importado.

A nivel simbólico, el cambio fue total, como ocurre con todo proceso de transformación radical, y el 20 de mayo desapareció del imaginario nacionalista cubano. El 19 de julio de 1963, el Gobierno promulgó la Ley 1120 sobre días festivos o de duelo, y en ella desaparece finalmente la fecha como día feriado y de conmemoración nacional. Otras ocuparon su lugar: el 1o de enero se declaró “Día de la Liberación”, mientras otras persistieron, como el 10 de octubre y el 24 de febrero, días en que comenzaron las guerras de independencia contra el dominio español.

Arco triunfal de la calle Obispo por las celebraciones del 20 de mayo de 1902. | Rialta
Arco triunfal de la calle Obispo, por las celebraciones del 20 de mayo de 1902

No obstante, la fecha pervivió en el imaginario de los cubanos que emigraron fuera de la isla y que consolidaron lo que hoy llamamos el exilio cubano. Durante seis décadas, la data fue el símbolo del enfrentamiento entre detractores y seguidores del sistema socialista cubano. Las posturas ideológicas definen la celebración o el rechazo del 20 de mayo.

La llegada del siglo XXI ha supuesto, sin embargo, una revalorización de la fecha al interior de la isla, donde se hallan sus más encomiados detractores. ¿Qué supone este cambio de perspectiva? ¿Cómo conciliar el oprobio y la humillación que ha sostenido la historiografía posrevolucionaria con el júbilo y la alegría del exilio con respecto a la fecha?

El 20 de mayo de 1902 se fundó la República de Cuba y hoy seguimos ostentando ese nombre. Un hecho evidente resta, más allá de los matices, el 20 de mayo de 1902 fue el primer día que Cuba pudo llamarse a sí misma República, tal como lo seguimos haciendo hoy.

En 2002 se publicó quizás una de las revisiones más importantes que sobre el 20 de mayo se han realizado por la actual historiografía producida en Cuba: 20 de mayo ¿fecha gloriosa?, de la profesora universitaria Ana Cairo. En este libro, la autora destaca lo que implicó la fecha para los cubanos de aquel momento y la importancia a nivel cultural y social que tuvo. Al respecto, señala la necesidad de reevaluar las consideraciones posrevolucionarias de este acontecimiento: “Durante sesenta y un años, ese día se insufló de contenidos históricos que deben evaluarse con lucidez y sin maniqueísmo”.

El 20 de mayo, tanto para unos como para otros, es el símbolo de lo que una vez fue Cuba y hoy ya no es. Y en este particular radica su complejidad. ¿Qué es lo que fuimos y ya no somos? ¿Qué es lo que queremos de vuelta y qué es lo que queremos mantener? ¿Puede realmente la controversia sobre el 20 de mayo ser el símbolo que traduce la perversidad del enfrentamiento político, económico, ideológico y cultural que impera en Cuba desde 1959?

El pasado en Cuba está en debate, como también lo está el presente. Pero el 20 de mayo ha soportado una carga demasiado pesada, como quizá todos los símbolos cubanos, de la cual ha de liberarse.


Notas:

[1] Elihu Root: “Turning over the Island of Cuba to the Republic of Cuba May 20, 1902”, Elihu Root Collection of United States Documents, U.S. Government Printing Office, 1895.

[2] Cfr. Ana Cairo: 20 de mayo ¿fecha gloriosa?, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2002, p. 45.

[3] Roberto P. de Acevedo: “Rápida visión retrospectiva de un 20 de mayo”, Bohemia, vol. 31, n.o 21, 21 de mayo de 1939, pp. 24-25.

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