La Habana, 27 de septiembre de 1961.

Queridísimo Florit:

Sumergido en el trabajo desde mi regreso, su carta cariñosa, comprensiva, tocada por la luz sencilla y pulcra del espíritu; su carta que necesitaba para sentirme tranquilo en medio de la angustia; su carta como usted, llena de caridad y de limpieza; su carta de oro que no quiere parecerlo, y lo es, y se vela en el gris de algunas tardes nuestras, las más puras y misericordiosas; su carta buena y oportuna me acompaña, me serena y me da fuerzas, y con el deseo de su última línea –“que el Espíritu Santo les ilumine”–, ya nos ilumina y nos hace llegar una bienhechora paz que viene de lo perenne en que, con el peso amargo de nuestras culpas, queremos participar.

Los poemas que le enviamos son únicamente un testimonio de nuestra renovada gratitud y de que vive usted en la memoria y la esperanza de nuestro corazón.

Lo abraza su amigo

Cintio.


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