Danae C. Diéguez

Danae C. Diéguez es una mujer feminista, sororaria y experta en temas de género. Su vida, obra y activismo la ubican como un referente indispensable del feminismo cubano en las últimas décadas. Se graduó del Diplomado del Programa Interdisciplinario de Estudios de la Mujer (PIEM) en el Colegio de México. Fue profesora de la Facultad de Arte de los Medios de Comunicación Audiovisual de la Universidad de las Artes (ISA), donde impartió las asignaturas de Género y Cine y Apreciación Literaria. Trabajó como coordinadora del espacio AlterCine de la Agencia de Noticias IPS y de los eventos teóricos de las Muestras de Cine Joven (2006-2012), que realiza el Instituto Cubano del Arte y la Industria Cinematográfica (ICAIC). Como investigadora ha escrito ensayos, comentarios y artículos relacionados con el Cine de Mujeres en Cuba y las representaciones de género en el audiovisual cubano. En esta entrevista nos comparte su experiencia como feminista cubana y nos adentra en las memorias de los proyectos y luchas por las que han atravesado las mujeres en la búsqueda de justicia y una voz propia. Nos enseña también que, si las alas decaen, recordemos de dónde venimos.

¿Cuál es el panorama cubano en la década del noventa respecto a los estudios de género y qué referencias existían para articular preguntas enmarcadas en la perspectiva de género?

Los noventa son los años en los que precisamente se produce un auge de los estudios de género en Cuba. Aunque muchas de las estudiosas del tema publican sus trabajos desde finales de los ochenta, son los noventa los años en los que surgen las cátedras de la mujer en la Universidad de la Habana, se gestionan eventos con el tema de género como categoría fundamental, se crea también el Programa de Estudios de la Mujer en la Casa de las Américas. Todos estos espacios provienen del mundo académico que es el cual, sin dudas, va a regir la temática en ese período. Años en los que podemos leer ensayos y libros que ya hoy son medulares para entender los estudios de género en Cuba. Leemos a Mirta Yáñez, Luisa Campuzano, Susana Montero, Nara Araújo, entre otras. El Programa Interdisciplinario de Estudios de la Mujer del Colegio de México (COLMEX) acoge a algunas investigadoras que hacen estudios de maestría y doctorado en esa institución tan prestigiosa, entre ellas la propia Susana Montero y Zaida Capote, referentes imprescindibles para quienes quieran entender la temática en Cuba.

En los noventa también Cuba participa en eventos internacionales asociados a la mujer y, digámoslo de alguna manera, se inserta en la temática y/o discusiones que existían a nivel mundial. Quiero aclarar que esa inserción se produce desde la FMC (Federación de Mujeres Cubanas), una institución totalmente oficial, por lo tanto, acá no estamos hablando de sociedad civil ni proyectos independientes. Esta organización crea las Casas de la Mujer y la Familia en los municipios cubanos y también el Centro de Estudios de la Mujer de la propia FMC. Es, precisamente la FMC la que gestiona en los debates internacionales la imagen de las mujeres cubanas y ya sabemos cuán sesgada, limitada, puede ser esa imagen.

La inserción de Cuba en muchos de esos eventos internacionales, el posicionamiento de la temática en las agendas académicas en muchas universidades del mundo, la visita de académicas mexicanas o norteamericanas a la isla, y la lógica del intercambio de información propiciaron un “despertar” del tema y el anclaje de investigaciones sociales que tenían como variable fundamental el tema de género.

¿Qué proyectos se gestaron a partir de los temas y problemáticas que introducen los estudios de género en Cuba?, ¿qué discusiones se movilizaron entre el ámbito académico y “activista” cubano y qué figuras participaron de esas discusiones?

Acá les menciono el proyecto del que como feminista me siento deudora: Magín. La asociación de Mujeres comunicadoras (Magín) fue un proyecto creado por un grupo de mujeres y liderado por Mirta Rodríguez Calderón. Su objetivo era fortalecer el trabajo de las comunicadoras para evitar la perpetuación de imágenes sexistas, también el tema de la autoestima femenina como un desprendimiento natural del trabajo con la imagen y las representaciones de género, que sabemos cuan lapidarias suelen ser en la construcción de los imaginarios simbólicos. Es el proyecto que en los noventa se sienta a pensar, debatir e intercambiar sobre temas de género y feminismo. Ellas hicieron talleres sobre sexismo en el lenguaje, prostitución en Cuba, estereotipos comunicativos sexistas, entre muchos. Creo que en los tres años que pudieron existir (1993-1996) realizaron más de 50 talleres. Por supuesto, la participación crecía, los debates asumían temáticas muy novedosas para el contexto cubano, recibían a investigadoras de otras nacionalidades, entre ellas algunas norteamericanas. Magín sobrepasó todo lo que en temas de género y feminismo en Cuba se hacía, entre otras cosas porque unió precisamente eso que me mencionan en la pregunta: unió el ámbito académico con el activismo, algo verdaderamente novedoso en la Cuba de los noventa. Por supuesto, como sabemos, un día las llamaron, en septiembre de 1996, del comité central del Partido, les informaron que no las oficializarían y que, además, debían desactivarse. ¿Dónde estaba la FMC para apoyar un proyecto como este? No sólo no estaba, sino que además no estaban de acuerdo con la fuerza, el ímpetu, la energía movilizadora que Magín ya tenía.

En el año 2006 nos reunimos un grupo de amigas en un evento que se llamó: Sara Gómez, imagen múltiple. El audiovisual cubano desde una perspectiva de género, allí les quisimos hacer un homenaje a las magineras. Lo hicimos, pero un reconocido intelectual cubano me dijo: “Háganlo casi como metonimia, no las menciones, habla del trabajo sin nombrar el proyecto”. Recuerden, era el año 2006. Ese día entendí todo, o casi todo. Por supuesto que le hicimos el homenaje y por supuesto que llamamos a las magineras por su nombre. Yo, personalmente, tengo las mejores relaciones del mundo con algunas de ellas, pero a Mirta Rodríguez la quiero mucho, la siento como alguien a quien le debo mucho de mi trabajo. Ella lo sabe, he podido decírselo y, cada vez que he podido, demostrárselo. Eso nos enseña el feminismo: nos enseña a tener muy claro de dónde venimos, quiénes han sido esas guerreras que nos precedieron y cómo debemos, si las alas decaen, recordar de dónde venimos –así me puso ella en una dedicatoria. Les confieso, esa verdad, siempre va conmigo.

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¿Qué posibilidades/dificultades existían para enunciarse feministas en la década del noventa? ¿Cómo se asumió el término feminista en la Cuba de los noventa? ¿Se discutió sobre feminismo en los círculos de mujeres de la época?

El debate sobre el feminismo en Cuba en los noventa estaba posicionado en algunas zonas de la academia y, como les dije, en espacios como los que construyó Magín. Los temas siempre fueron asociados a la perspectiva de género y a los estudios sobre la mujer, pues sabemos cuán conflictuado puede ser el debate feminista, que es en sí un debate político. Recuerden que en los noventa, más aún, la FMC era la rectora de esas temáticas, y eso también lo hace, lo hizo, reproduciendo hegemonías; reproduciendo la misma lógica de poder que supuestamente debería cuestionar si fuese feminista. Así que el debate quedaba, sobre todo, relegado a los espacios académicos donde se puede pensar, pero pocas veces verdaderamente incidir en cambios de políticas públicas.

Danae Dieguez y Mirta Rodriguez | Rialta
Danae Diéguez y Mirta Rodríguez

¿Es posible hablar de feminismo cubano?

Creo que sin dudas hay feminismos en Cuba, hay muchas mujeres que ya se autodenominan feministas y eso, sin dudas, es un tremendo logro. Para hablar de un feminismo cubano, creo yo, deberíamos pensar en una agenda que, amén de diferencias de posicionamientos, debata, cuestione y cree alianzas. No creo que esas alianzas existan, no creo que estemos haciendo lo posible por posicionarnos desde lo que nos puede unir a todas. Cuando vivía en Cuba hablábamos mucho de la falta de articulación que teníamos y creo, honestamente, que esto continúa. Pienso que nosotras como feministas no debemos reproducir discursos hegemónicos en los que sigamos la lógica del poder que cuestionamos. Y tampoco posicionarnos con una voz que silencie a otras, una voz verticalista. Necesitamos construir esas alianzas que de verdad desmonten, erosionen esas estructuras que sabemos que políticamente son la concreción del propio patriarcado. ¿Pero, lo hacemos? ¿Vemos claro cuándo formamos parte de un juego que es, sin dudas, de resonancias patriarcales, y nosotras entrando y saliendo de él como si nada? ¿Podemos, desde nuestros feminismos, seguirle sonriendo a un poder que a todas luces se erige totalitario, patriarcal, verticalista? Para mí la gran pregunta sigue siendo, ¿se puede ser feminista en Cuba y establecer alianzas con el poder?

¿Cómo te vinculas a los estudios de género? ¿Cuándo/dónde/por qué te defines como feminista?

La verdad, me vinculo a los estudios de género y me defino feminista casi a la misma vez. Por supuesto empiezo a leer y una amiga muy querida me empieza a hablar del tema, casi me toma de la mano. Leí. Leí mucho. Cuestioné, pero, sobre todo, viví. Todo lo que empezaron a develarme las lecturas me estaba dando claves sobre mi propia vida y ahí empecé a cuestionarme casi todo, o todo. Ese, mi despertar, fue un punto de giro en mi vida. Cambió mis relaciones personales en todos los planos de mi vida. Siempre cito a Tere Díaz Canals, como dice ella: empecé a ver claro en lo oscuro. Es un parteaguas. Mi asunción como feminista fue mi parteaguas. Como una vez hablamos, pierdes mucha gente en el camino, gente que no logra entender o no quiere entender, pero ganas muchas cosas esenciales, ganas en apoyos de otras mujeres, estás en mejores condiciones para acompañar a otras mujeres en situaciones de vulnerabilidad, amas, quieres, desde una plenitud diferente, porque tu libertad es esa plenitud. Crecí, crezco todo el tiempo como feminista, y de verdad es el camino incesante hacia esa felicidad el que, al menos a mí, me devela como mujer.

En el año 2010 nació el espacio Mirar desde la sospecha, organizado por ti junto a Lirians Gordillo y Helen Hernández Hormilla, ¿cómo surge el espacio?, ¿cuál fue la intención/objetivos que se trazaron?, ¿cómo funcionaba?, ¿qué sentiste que pudieron lograr? y ¿qué les faltó?

Mirar desde la sospecha nos hizo felices. Llamé a Helen y a Lirians, porque eran más jóvenes, recién graduadas las dos, inteligentes y sobre todo muy comprometidas como feministas. La idea era posicionar el debate en la agenda cultural cubana. Pensar, generar alianzas, fortalecer los temas de género y el debate feminista en todo el espectro de la creación. Cuestionarnos cómo seguíamos reproduciendo y naturalizando un discurso que nos encorsetaba en imaginarios simbólicos plagados de sexismo, de violencia, de esa sutil, apenas perceptible al ojo no entrenado. Sensibilizar, hacer pensar, cuestionar, debatir, esas fueron nuestras metas. Los debates eran una vez al mes, creo que debatimos casi todo lo debatible en el mundo de la creación artística. Compartimos con gente maravillosa. Las personas que invitamos no necesariamente eran expertas en el tema, bastaba fueran sensibles al tema. Hicimos talleres en provincias y creamos alianzas hermosas. Creo que el tema lo posicionamos, a veces amén de la rabia de alguna gente, pero lo visibilizamos. Éramos las hijas de Magín.

Nos faltó experiencia, madurez. ¿Qué no logramos? Crear la red a lo largo de todo el país, una red que sostuviera esos debates, que continuara avivando el tema, que lograra pensarlos y pensarnos en términos de discurso cultural. Pero, si me preguntas casi diez años después, le debo mucho a la Danae de Mirar desde la sospecha, le debo mucho a todas las mujeres maravillosas con las que anduve ese camino.

Fuiste profesora de FAMCA (la Facultad de las Artes de los Medios de Comunicación Audiovisual) durante muchos años, de hecho una profesora muy querida por el estudiantado, ¿por qué introduces la perspectiva de género en el programa de estudio para la enseñanza artística y cómo lo haces? ¿Qué alcances tuvo la introducción de los estudios de género en la FAMCA? ¿Qué te interesaba destacar o alcanzar con ello?

Amo mis clases, creo es a lo que más energía le he dedicado en mi vida, quizás le he quitado tiempo a escribir para no parar de enseñar. Cuando ya el feminismo y yo éramos casi lo mismo, me di cuenta de que era necesario un programa de estudios que educara en mirar el cine, el audiovisual en general, a través de las claves de representaciones de género y del feminismo. Ahí propongo el programa de Estudios de Género y Cine. Lo escribo, lo reescribo y lo propongo a la facultad, pasa el proceso de aprobación y se introduce como parte del currículo de FAMCA. Sin embargo, les confieso que en otras asignaturas que impartía ya hacía de las mías con el bichito del feminismo y los estudios de género. Hoy, después de unos cuantos años, cuando descubro a mis estudiantes con obras en las que te das cuenta de que esos aprendizajes valieron la pena, me doy por satisfecha. Y te aseguro que muy satisfecha. Ese es uno de los alcances que tuvo dar el programa, y el otro es que, creo, el tema se posicionó, se empezó a pensar con mucha más conciencia en términos de género y representación. La palabra feminismo le seguía molestando a mucha gente, pero de eso ustedes saben tanto como yo. A veces el camino pasa por todas las incomprensiones que se puede permitir alguna gente.

Lo bueno es que cuando enseñas sobre feminismo, anclado en este caso al cine o a otras prácticas culturales, enseñas mucho más. Enseñas sobre libertad, sobre pensamiento propio, enseñas sobre autonomía. Les enseñas a cuestionar el orden aparente de todo lo que les rodea.

La migración siempre marca un punto de giro en las vidas de quienes deciden “dar el salto”, sobre todo en un contexto como el cubano que se define por las relaciones del afuera-adentro. ¿Qué supuso la experiencia de la migración en tu formación como feminista?

He hablado sobre esto en otros momentos y sigo pensando lo mismo: ser mujer migrante cambia muchas cosas. En la emigración he aprendido a ver que las mujeres, no importa de donde vengan, su país de origen o la religión que profesen, seguimos viviendo en situaciones de mucha vulnerabilidad. He visto cuánto vale el concepto de belleza que exportan las industrias culturales y cuánto estas afectan y vulneran a las mujeres, como espada de Damocles que les vende el éxito muchas veces asociado a lo que se exporta como belleza. Como feminista he podido acompañar a muchachas que han vivido muchos tipos de violencia y han salido de sus países en situaciones muy complejas. Estar para ellas, bajo cualquier circunstancia, me ha confirmado lo que soy y quiero en tanto feminista. La emigración te hace crecer y, sin dudas, a mí me ha significado un crecimiento en el que mi postura como feminista ha ganado en mucho más activismo. Lo del adentro y afuera es interesante, porque para muchas cosas he perdido los “derechos” en Cuba y, ya saben, eso hace que la franja real entre el afuera y el adentro se intensifique. Pero Cuba va conmigo, la Cuba que quiero, la de mis amigas feministas que ponen el cuerpo, la de mis estudiantes, mis amigos, esa Cuba siempre está y estoy para ella.

¿Te has vinculado a otros proyectos de género, feministas, educativos?

Dicen que la suerte no existe, pero tengo el privilegio de trabajar en un proyecto que nuevamente usa el arte para acompañar a mujeres sobrevivientes de violencia machista. Tengo gente maravillosa de la que he aprendido mucho y que me han permitido entender los vericuetos del sistema para poder apoyarlas y estar junto a ellas. Sigo dando clases y en mis talleres como consejera educativa, las jóvenes son mi foco de atención. Hacerles ver la importancia de ser independientes, de empoderarse, son mis grandes temas con ellas. Las acompaño siempre, intento crezcan.

¿Cómo ves el panorama actual de los feminismos en Cuba?, ¿qué retos supone dialogar/exigir/reclamar a un Estado prácticamente sordo ante estas cuestiones?

Les decía antes que a los feminismos en Cuba siento les falta aliarse, encontrar agenda común. Me preocupa la reproducción acrítica de pertenecer a un movimiento, un pensamiento que de por sí nunca va a machear con los verticalismos. Creo que, y esa es mi opinión, es el gran reto de los feminismos cubanos, verse como sujetos políticos. Sigo y comparto, por ejemplo, todo lo que hace la plataforma #YoSíTeCreo en Cuba con el tema de la violencia de género, creo que lo que hacen es impresionante; sin embargo, las han criminalizado, intentan demeritar el trabajo que hacen. Gestionaron una línea telefónica para apoyar a mujeres en situaciones de vulnerabilidad que viven violencia de género en medio de la pandemia y el Estado las criminaliza… ¿Qué es el Estado entonces? El feminismo es político, es incómodo siempre al poder, es la mirada más punzante que tienen los Gobiernos hoy. El feminismo devela el entramado terriblemente patriarcal de los Estados. Es y será siempre muy incómodo. Sin embargo, noto muchos rostros de muchachas jóvenes feministas cubanas, veo compromiso, veo lucidez y eso me da alegría. Son ellas, son ustedes que hoy me están entrevistando.

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