Daniel Barrio
En el estudio de Daniel Barrio (FOTO Edgar Ariel)

Mientras leía, anoche, soñé. Soñé con un solitario que pinta en un cuartel de zapadores. Pintar es una palabra que podría ser el primer rostro –la palabra– de todo aquello que está en ruinas. En este sentido, pintar –la palabra– podría ser el rostro del mundo. Todo es ruina. Anoche, mientras leía Sobre la idea de una comunidad de solitarios, de Pascal Quignard, y soñaba, apareció frente a mí una urgencia: “todo lo que se alza cae, / y todo muere al contacto de lo que ha caído”.

Pintar bajo la sombra.

Pintar bajo la sombra de la sangre.

Pintar, solo, bajo la sombra de la sangre.

Daniel Barrio (Cienfuegos, 1988) pinta en un viejo cubículo de duchas donde cientos de zapadores, desnudos, hace cien años, dejaban correr un / el polvo que se incrusta en los cuerpos, un polvo de ruinas y de guerra que los / nos infiltra. Los objetos, las formas, los cuerpos en el estudio de Daniel Barrio se hacen, se rehacen, se asientan sobre ese manto, sobre esa capa, sobre esa espesura de los siglos. En medio de la intransigencia de los tiempos.

En el estudio de Daniel Barrio (FOTO Edgar Ariel)
En el estudio de Daniel Barrio (FOTO Edgar Ariel)

Sobre las diez horas Daniel me recogió en su Volkswagen Golf rojo del año noventa y me llevó hasta allí, ese viejo cuartel de zapadores donde tiene su estudio en el extrarradio de Madrid. Aquí, el olor es espeso. Al llegar estaba cerrado. Él bajó y me pidió que me quedara dentro. Antes me había dicho: “tiene treinta años”. Se refería al Golf, un auto con el que compite en edad.

Abrió y nos recibió una gata sin nombre. Entramos a su estudio y lo primero que vi frente a mí fue la serie Intrus(i)o(nes): huésped e invitado: unos lienzos enormes con espacios cuasi vacíos. Me dije, parafraseando a Quignard, que ver aquello era como caer, abandonarse, dejarse caer; todo se deja caer.

Caer muerto. Caer enamorado. Caer en otro país. Caer sobre los brazos de un amante. Caer, de improviso, en una trinchera. Un zapador que cae, de improviso, en una trinchera. Pero los zapadores, además de ser expertos buscaminas, son expertos en construir puentes. Un puente es un intertexto. Es una traslación de sentido. Es el territorio de la desfiguración.

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Como buen zapador, Daniel Barrio conoce el rigor del intertexto. Se regodea en el intertexto, que es como regodearse en la ensoñación.

La ensoñación, bien nos enseñó Gastón Bachelard, sacraliza su objeto. Por eso las imágenes/textos de Intrus(i)o(nes) aspiran a una cima casi sacramental del espacio contrahecho, aquel que ha sido desfigurado, pero del que no se puede salir sin antes haber mutado nosotros mismos.

Dije cima. Y ahora digo todo lo contrario. Ahora digo sima. Intrus(i)o(nes), ya lo dijimos, es un territorio que se mueve entre ambivalencias. ¿Qué es un puente si no un aquí y un allá, un estar y un no estar, una fantasmagoría, un no lugar? La serie también recaba, casi de manera arqueológica, en los subterfugios de los espacios, de los objetos en los espacios, de los colores en los espacios, de nuestros cuerpos en relación a esos espacios, en la contemplación.

Intrus(i)o(nes), más que una consecutividad de formas en algún grado impactantes, más que el imperioso trabajo con el color, más que el cuidado exquisito en cada ángulo, es una experiencia contemplativa en torno a los espacios como construcciones colectivas de transitoriedad.

La tecnología que utiliza es archiconocida. Como los antiguos egipcios, que reutilizaban el papiro colocándole una capa sobre otra para reutilizarlo, Barrio se apropia del palimpsesto para deconstruir las arquitecturas. Capa sobre capa. Capa sobre capa. Capa sobre capa. Primero de manera digital toma una imagen de base. Luego agrega, elimina, incorpora, añade, quita, introduce, descarta, prescinde, anexa. Anexa lo insospechado.

En el estudio de Daniel Barrio (FOTO Edgar Ariel)
En el estudio de Daniel Barrio (FOTO Edgar Ariel)

A Daniel Barrio le interesa realizar, sí, paralelismos, desmontajes, entrelazamientos; pero, sobre todo, insiste en el oficio de la arqueología. No hay escapatoria, su sima, esa cavidad, la encuentra en la profundidad poética de los espacios.

Como buen zapador, Barrio entiende la arqueología como un método, como una posibilidad de saber, como una escarbadura en el terreno de los afectos. Con estas Intrus(i)o(nes) reescribe el discurso pictórico en su modalidad de archivo. Esta serie, aún en proceso, (de)construye un archivo pulsional de la domesticidad.

Quizá el mayor misterio de Intrus(i)o(nes) radique en la trazabilidad de los referentes. En eso o en la exhumación de injertos velados. En eso o en la trasposición de paisajes simbólicos que reafirman, quizá, un carácter; el carácter de un solitario que pinta diez horas diarias y que todavía recuerda un malestar. En la academia, me dice, nunca le enseñaron el alma de la pintura. Me lo dice y se toca el pecho. Se lo aprieta. Quizá el mayor misterio de esta serie esté allí, sobre ese puente que él mismo ha construido, en el cruce hacia la imponderabilidad de lo pictórico.

Daniel Barrio es un solitario en el sentido que le otorga Pascal Quignard: ese que se sale de las filas.

Daniel Barrio es un pintor en su sentido originario: ese que le otorga rostro a lo ruinoso: ese que le otorga rostro al mundo.

Daniel Barrio es un zapador en el sentido que yo le ofrezco: ese que escarba en la memoria de los espacios, de los espacios como cuerpos, y construye otros cuerpos, otros cuerpos de otros mundos, el orificio de otros mundos. Luego esos mundos caen en polvo y forman algo así como una arena; se vuelven algo así como un vacío.

En el estudio de Daniel Barrio (FOTO Edgar Ariel) 3
En el estudio de Daniel Barrio (FOTO Edgar Ariel)
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EDGAR ARIEL
Edgar Ariel Leyva González (Holguín, Cuba, 1994). Periodista, investigador y crítico de arte. Máster en Estudios Teóricos de la Danza (2020) en la Universidad de las Artes de Cuba (ISA) y Licenciado en Periodismo (2018) en la Universidad de Holguín. Es egresado del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. Actualmente investiga sobre la configuración de la estética poscrítica en Cuba. Forma parte del Staff de Rialta.

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