‘El Super’, clásico de León Ichaso y Orlando Jiménez Leal, se presenta en Nueva York

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Fotograma de ‘El Super’. Imagen: MUBI.
Fotograma de ‘El Super’. Imagen: MUBI.

El Super (1978), película de los directores cubanos León Ichaso y Orlando Jiménez Leal, es hoy uno de los clásicos de la cinematografía nacional. Esta obra abrió un camino para la consolidación del cine cubano de la diáspora y legó un significativo documento artístico para pensar el fenómeno del exilio desencadenado por el triunfo revolucionario. A cuarenta y cinco años de su estreno, este filme continúa siendo una relevante producción tanto por la agudeza de su historia como por la audacia estética de su realización.

Film Forum, en colaboración con Cinema Tropical, ha programado una proyección especial de El Super para el próximo jueves 25 de mayo. En Nueva York, una de las salas de Film Forum, proyecto autónomo que desde los años setenta del pasado siglo promueve obras relevantes por su calidad creativa e importancia histórica, acogerá una presentación de la película en 16mm, su formato original de filmación, gracias a la contribución de la New York Public Library. Sin dudas, esta será una oportunidad para apreciar, nuevamente, una obra que tiene entre sus méritos un expresivo diseño de puesta en escena y fotografía; esta última emprendida por el propio Jiménez Leal.

Adaptación sumamente fiel de la obra teatral homónima del dramaturgo cubano Iván Acosta, este filme abrazó desde el momento de su estreno un significativo éxito: consiguió el Gran Premio del Mannheim-Heidelberg International Film Festival, así como el Premio Especial de la Association des Cinémas d’Art et d’Essai, además tuvo presentaciones en el Festival de Biarritz y en la Muestra de Venecia… En consecuencia, disparó la carrera de ambos creadores al consolidar sus posiciones en el ámbito intelectual de la diáspora cubana.

Jiménez Leal ya era conocido para entonces, sobre todo a causa de la censura en Cuba de su documental PM (1961), con el que desafió el programa estético promovido por el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) y dinamitó el autoritarismo y la hegemonía del poder político cubano. Ichaso, sin embargo, echó andar con esta película una trayectoria que se afianzó en los predios de Hollywood.

En la producción de este último, El Super sería la primera variación alrededor de un tema que él frecuentaría otras veces. La emigración y el imaginario tejido a su alrededor después del triunfo de 1959 conocerían otros dos ensayos cinematográficos significativos: Azúcar amarga (1996) y Paraíso (2009). Con Crime Story the Chicago Years (1986), Sugar Hill (1994), Piñero (2001), El cantante (2004), entre otras producciones, incluidos trabajos para la televisión, Ichaso resulta un director clave para comprender el cine y el audiovisual cubano más allá de los cercos conceptuales, las dinámicas de producción, y los códigos estéticos impuestos desde la Isla.

Fue justo el abordaje del perfil menos complaciente de la emigración cubana cuanto disparó en su momento la atención sobre la obra original de Acosta y después sobre la película. Y es justo esa aguda mirada a la descolocación existencial, el desarraigo, la añoranza por la patria y la herencia de la identidad cuanto garantiza la contemporaneidad que desprende esta última. En un tiempo donde se arreciaba especialmente el anticastrismo, la cinta se atrevió a desplazar a un segundo plano el diferendo político –permanece como trasfondo del que se recorta la historia–, para explorar la angustia y el dolor que golpean al individuo emigrado cuando no lograr encajar en el espacio culturar de residencia.

El Super retrata con inteligencia el trauma que supone la dialéctica de asimilación y rechazo de las nuevas dinámicas y rutinas, así como la entrada en conflicto de la identidad propia con los valores del lugar donde los individuos se asientan. La eficacia de la película resulta, desde luego, del acertado engranaje de la trama, el virtuoso diseño de personajes, con unos diálogos reveladores, afincados en el lenguaje popular, así como de la concepción de situaciones y espacios capaces de alegorizar la condición existencial atravesada por unos individuos acosados por el deseo y la esperanza de recuperar/regresar a Cuba.

El argumento se consagra a la experiencia de Roberto Amador, un emigrante cubano que vive, hace diez años, en el sótano de un edificio de Nueva York con su esposa y su hija. En ese building, como dicen los personajes, trabaja como superintendente. El filme arranca un domingo en que la caldera de la calefacción se rompe, precisamente cuando el crudo invierno hacen más difíciles los días en la ciudad.

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Según avanza el relato, un conjunto de situaciones van desglosando el conflicto experimentado por Roberto, un hombre que no consigue aprender inglés y siente tanto agotamiento por su rutina de vida que, como se le escucha decir, de imaginar esa situación, habría permanecido en la Isla. A tal punto no consiguen encajar Roberto y su mujer en el frío Manhattan que sus memorias han idealizado el pasado en Cuba. Ahora incluso viven con la angustia de haber perdido una libertad y una felicidad que sólo su país les podría brindar.

Así como en la obra teatral, en la película es significativo el peso antropológico y simbólico de los parlamentos. Aunque los personajes hablan muchísimo, hay una cohesión sorprendente entre los diálogos y las disposiciones de la puesta en escena y la fotografía. Estos recursos dimensionan los sentimientos de soledad, frustración y nostalgia de estas personas que todo el tiempo piensan en y hablan de su país.

Un recurso exclusivo del filme es la inserción de unas secuencias cuasi documentales donde se registra la helada ciudad de Nueva York, y el desplazamiento de Roberto por unos espacios donde se confunde con la multitud, indiferente a su diferencia. Ese paralelo entre la insignificancia del personaje en el afuera, y la necesidad de conservar una herencia en el adentro, en el ámbito del hogar, resuelta sumamente elocuente respecto al drama y la rutina de estos emigrados.

En El Super destaca el modo en que se filma el angosto sótano donde vive la familia protagónica, y los pasillos por donde se mueven el personaje principal y el resto. Ese confinamiento espacial es también una sugestiva manera de apuntar la asfixia subjetiva y la falta de libertad experimentada por ellos en Estados Unidos. Roberto, su esposa Aurelia y su amigo Pancho –un cubano cuya posición respecto a la Isla es de carácter más político que emotivo– confían en que, algún día no muy lejano, regresarán a su país, cuando caigan el comunismo y Castro. Esa esperanza parece condicionar sus días y ayudarlos a soportar tanto ahogo.

Todavía hay otra particularidad de la obra garante del relieve cultural que ostenta: su representación de la familia del exilio como un ámbito de conflictos generacionales respecto a la aceptación de la nueva cultura y la conservación de la memoria del país dejado atrás. En ese punto entra a jugar un papel muy importante la figura de la hija. Sus padres sueñan con volver a Cuba, mientras ella se niega rotundamente. Ella ni siquiera desea ir a vivir a Miami, a donde Roberto y Aurelia han decidido mudarse en busca de un escenario más amable con ellos.

Todavía hoy El Super consigue advertir un punto crítico de la cultura cubana. En la Historia del cine nacional, relato que cada día se descentraliza más, favorablemente, tiene, sin duda, un lugar privilegiado. Este pase programado entre Cinema Tropical y Film Forum es un gesto que, al revisar la película original, confirmará otra vez su valía.

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ÁNGEL PÉREZ
Ángel Pérez (Holguín, Cuba, 1991). Crítico y ensayista. Compiló y prologó, en coautoría con Javier L. Mora y Jamila Media Ríos, las antologías Long Playing Poetry. Cuba: Generación Años Cero (Casa Vacía, 2017) y Pasaporte. Cuba: poesía de los Años Cero (Editorial Catafixia, 2019). Tiene publicado el libro de ensayos Las malas palabras. Acercamientos a la poesía cubana de los Años Cero (Casa Vacía, 2020). En 2019 fue ganador del Premio Internacional de Ensayo de la revista Temas, en el apartado de Estudios de Arte y Literatura. Textos suyos aparecen en diversas publicaciones de Cuba y el extranjero. Vive en La Habana.

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