Rogelio Orizondo y Legna Rodriguez Iglesias (FOTO Evelyn Sosa)
Rogelio Orizondo y Legna Rodriguez Iglesias (FOTO Evelyn Sosa)

—Te traje unas camisas de hombre.
—¿Aquellas que me tienes hace años?
—Esas mismas.
—No pongan a Bad Bunny.
—¿Por qué?
—Porque empiezan con el bullying y me altero.
Michigan Avenue, 18 de enero de 2023

Rogelio Orizondo entra y sale de Miami como si esta ciudad le molestara, me pregunto si en realidad le molesta, si en realidad no cumple sus expectativas o le resulta de cierta manera hostil, teniendo en cuenta de que sean las mismas expectativas mías o de cualquiera que necesite sentarse a escribir en serio o de ninguna manera escribir en serio y simplemente sentarse en serio, que es la forma más cómoda de incorporarse al asiento.

Desde la primera vez que Rogelio Orizondo vino a Miami, mi persona ha estado ahí, tratando de entrar a su canal, pero sobre todo tratando de que Rogelio entre a mi canal, porque cuando uno admira a alguien y conoció a esa persona a través de la admiración, ya para siempre su relación con ella estará más o menos filtrada por una lámina de deseo, de afinidad y reconocimiento.

Él y yo nos conocimos en La Habana, en la librería Alma Máter, que hace esquina en Infanta y San Lázaro, porque Rogelio Orizondo se antojó de que yo presentara su libro acabado de publicarse en la editorial holguinera que publica a escritores jóvenes. Se antojó de que fuera yo y no otra gente, porque creo que ya Martha Luisa lo había presentado en otro lugar, no estoy segura.

Después de esa presentación nos seguimos viendo, pero nunca de forma planeada. Nos veíamos y nos atraíamos, y yo hice de jurado en un concurso donde había un libro magnífico pero incompleto llamado Morir como un hombre, que Rogelio Orizondo había escrito y que yo quería que ganara pero no ganó. Ganó otro libro. O tal vez estoy inventando esto y solo lo leí porque Rogelio me pidió que lo leyera. Los recuerdos se han distorsionado.

En este libro de cuentos Rogelio Orizondo se desplaza hacia una narrativa construida sobre lo biográfico. Me acuerdo de la escena de un negro que llega y le enseña la pinga, o el negro nunca llega y se la enseña desde abajo, recostado a un poste de luz, mientras el autor ve la pinga desde el balcón o desde la ventana y se saca la pinga él también, supongo, o le dice al negro que suba, que es necesario que suba.

una estampita con una Virgen y una oración por detrás
Una estampita con una Virgen y una oración por detrás

A finales del 2015, la primera vez que vino, yo alquilaba un cuarto en la casa de Betzabet Consuegra y Rodolfo Peraza, que tenían dos niñas de menos de tres años. Trabajaba en una pizzería y me había comprado tres cosas: una litera, un escritorio y un librero. Rogelio Orizondo me convenció para que escribiera las palabras de presentación de una obra de teatro que Carlos Díaz y él habían venido a hacer a Miami. Rogelio Orizondo estaba escribiendo la obra y tenía problemas con eso, me llevó a un ensayo para que yo viera de qué se trataba. Estaba profundamente bloqueado, pero al final la escribió. Ahí conocí a una de sus actrices fetiches: Alegnis Castillo. Y en la casa de Alegnis Castillo intenté por primera vez quedar embarazada, con Rogelio.

Yellow Dream Road, la obra de teatro, hablaba de eso, del vacío y del triunfo. Tenía que ver con la historia del mago de Oz y con ese camino dorado que es el sueño americano, y cómo uno se construye su propio sueño. Rogelio quería que cuando la gente llegara al teatro, le fuera entregada una estampita con una Virgen y una oración por detrás. Algo bien cubano y bien típico, pero subvertido. El dibujo de la Virgen lo hizo Rocío García, la oración a la Virgen tenía que escribirla yo.

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Mucho antes de todo eso, incluso antes de conocer a Rogelio y de presentar su libro, porque para mí se trata de literatura y no de libros cualquieras, sino de una de las escrituras más importantes de su generación, la misma generación a la que pertenezco, ya Rogelio Orizondo había ganado el Premio David 2007 con la obra de teatro Vacas, Ediciones Unión, 2008; y había publicado Ayer dejé de matarme gracias a ti Heiner Müller, Ediciones Alarcos, Colección Aire Frío, 2011.

En la página 32 de Vacas, una de la mujeres que habla, dice: “esta mañana ingresaron a una mujer que se hizo una inseminación artificial, estaba tirada en la cama con la panza enorme, yo pasaba la bayeta y ella me miraba y me miraba, hasta que me cansé, qué te pasa, tengo monos en la cara, huelo a cloro, a salfumán, no, me dijo, a perfume barato y te ves extremadamente ridícula, me lo gritó, la muy puta me lo gritó en toda la sala, y me sentí tan mal, quién se cree que es, que porque tiene dinero para hacerse esa cosa puede burlarse de mí, horrible se veía con su barriga cochina, estoy convencida, no hay nada más horrendo que parir”.

Hoy, ante la fuga inminente del escritor entrisale, recupero aquella presentación en La Habana, con ánimo de despedida, de risa cómplice y adiós cortado. Para que cuando llegue a donde va a llegar, abra internet, se encuentre esto y piense: oh my God, qué clase locura. En la única foto de aquel tiempo que tenemos juntos, hay un árbol detrás de nosotros al que le han podado las ramas. En vez de ramas, tiene muñones.

Una estampita con una Virgen y una oración por detrás
Una estampita con una Virgen y una oración por detrás

RF 100 LAVAVAJILLAS/ rápido y fácil (texto parásito sin abandono ni acción transversal)

San Miguel, entre Espada y San Francisco
14 de marzo de 2014

Lo primero que quisiera señalar de este libro risograff es su rosa viejo perpetuo, algo que deberá considerarse una vez que sea tenido en manos y manoseado en manos, como un objeto venido de la nostalgia. Un rosa viejo auténtico que en algún lugar de Ediciones La Luz vio la luz, la luna y las estrellas.

Lo segundo es la foto de cubierta, que aún no sé bien si tiene una relación directa con el libro, pero sé bien que no tiene una relación directa con el libro porque si fuera una relación directa entonces no sería un libro de Orizondo, autor que no conozco personalmente, solo de vista y por las aceras, y siempre tengo intención de saludarlo, un impulso que no llega a tener mucha fuerza porque, o estoy haciendo algo que en ese momento me lastra, como que camino apurada con una jaba llena de huevos; o camino apurada porque dejé las ventanas abiertas y va a llover; o a veces porque Rogelio ni siquiera me ha mirado y se va, se va, se fue.

El hecho es que no nos conocemos, no somos amigos ni enemigos, pero tal vez haya algo, una intuición que me dice que la foto de portada de este libro está ahí para mirarme de frente a mí, porque definitivamente Estos son textos de mi abandono, y porque combina con el rosa viejo de un modo encantador.

Lo tercero es el código de barras. Miro el código y es como si dijera exactamente lo mismo que en sus ciento veintidós páginas anteriores, un código perfecto, código orizondo, numerado así: nueve siete ocho, nueve cinco nueve, dos cinco cinco, uno cero seis, cero. Casi estaba segura, mientras leía los números, que el cero sería el último. Si hay que poner un último número en el código de barras de un libro sobre el abandono, ese sería el cero.

Lo cuarto es el índice, la poética del índice me basta y me sobra para reconocer un libro (un buen libro no es lo que yo busco, ni lo que busca nadie aquí, un buen libro no es lo que a Rogelio Orizondo le interesa escribir, si es que le interesa algo) con mala forma y mala conciencia y mal amor y mal odio y todos los males del mundo que nos rodean incluida Elfriede Jelinek con todo su deseo y su frialdad. Vi en el índice la orizondalidad que en estos momentos me embarga, me estimula. Supe que ciento veintidós páginas pasarán por mi vida sin saber que pasaron, porque las páginas de los libros, además de objetos inanimados, son objetos ignorantes. Quien único sabrá que pasaron por mi vida seré yo, agradecida de haber leído, por lo menos, el índice.

Lo cuarto es el primer capítulo, este maletín no es mi maletín, en el que Rogelio termina escribiendo cuál será mi HOGAR/ cuál será mi PATRIA/ y ella me responde/ tú. Cuarenta y cinco páginas jodiéndome para terminar haciéndome aquella pregunta traicionera y vil, cuál será mi HOGAR, cuestión que es solo su maletín.

Lo quinto es el próximo capítulo, Mahmud no me va a obligar a ponerme el pañuelo y si me obliga yo me lo quito, en el que Rogelio me obligó a ponerme el pañuelo y en el que yo traté de quitármelo con las garras, con los dientes, con una cabilla, con un gato, con una llave Stillson, con una tijera oxidada, y no me lo pude quitar. Capítulo en el cual juré no presentar este libro, de ningún modo Legna Rodríguez Iglesias, no te pongas ese pañuelo, no caigas en esa trampa, ese pañuelo no es tu pañuelo. Y mi juramento no sirvió de nada.

Lo sexto es lo que sigue: imaginarme a Margarita Mateo Palmer enjabonada bajo la ducha, junto a Rogelio Orizondo, enjabonado bajo otra ducha, chateando ambos y entre ellos desde sus duchas imaginarias, con jabones de aloe y wifi contrarrevolucionario.

Lo séptimo es la moto. Una moto que también he deseado yo, no solo en la ciudad montañosa de Santiago, ni en la ciudad calurosa de Guantánamo, ni en la llanura camagüeyana, ni entre mogotes cubanos llenos de arbustos secos, sino para, y en mi vida, ¡una moto, cojones!

Lo octavo es la quemadera. El concepto de la palabra como candela, candela viva, candela negativa, candela geográfica, candela demagógica, candela asesina, cáncer.

Lo noveno y último a tener en cuenta es la página ciento veinte, la ciento veintiuno y la ciento veintidós. Tres páginas que son una, virtual. Dolor de Google en el estómago. Ningún peine para rascarme el conejo. Picazón no. Rash o fluorescencia. Dermatitis. Ninfomanía. Palabra. Palabra. Palabra. País. Persona. Texto. Rogelio. Orizondo.

Rogelio y Legna en La Habana
Rogelio y Legna en La Habana
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LEGNA RODRÍGUEZ IGLESIAS
Legna Rodriguez Iglesias (Camagüey, 1984). Escribe la columna Irrelevante en la revista digital El Estornudo y la columna 53 Noviecitas en Hypermedia Magazine. Obtuvo el Premio Casa de Las Américas, teatro, 2016; el Premio Iberoamericano de Cuentos Julio Cortázar, 2011; y el Paz Prize for Poetry, otorgado por The national Poetry Series, 2016. Es autora de libros como: Qué te sucede belleza, cuento, Editorial Los Libros de La Mujer Rota, Chile, 2020; La mujer que compró el mundo, cuento, Editorial Los Libros de La Mujer Rota, 2017; Mi novia preferida fue un bulldog francés, narrativa hispana, Editorial Alfaguara, 2017; Si esto es una tragedia yo soy una bicicleta, teatro, Casa de Las Américas, 2016; Mayonesa bien brillante, novela, Hypermedia Ediciones, 2015; No sabe/no contesta, cuento, Ediciones La Palma, 2015; y Las analfabetas, novela, Bokeh Press, 2015. Sus libros han sido traducidos al inglés, al alemán, al italiano y al portugués. No se incluyen aquí sus libros de poesía.

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