'Madonna del parto', Piero della Francesca, 1460
'Madonna del parto', Piero della Francesca, 1460

Presentación

Los poemas traducidos a continuación pertenecen al libro Be With (2018) del escritor californiano Forrest Gander, ganador del premio Pulitzer de poesía en el año 2019 por este poemario. Gander es un poeta, traductor, ensayista y novelista; ha traducido poetas mexicanos y japoneses contemporáneos, así como veinte poemas inéditos de Neruda bajo el título Then Come Back: the Lost Neruda. Entre sus libros figuran Twice Alive (2021), Eye against Eye (2005), Torn Awake (2001) y Science and Steepleflower (1998). Be With surge a raíz de la repentina muerte de la poetisa Carolyn D. Wright, esposa de Gander; es un libro elegíaco que habla, entre otras cosas, de la angustia ante la pérdida y de la muerte como ese signo que se cierne sobre uno mismo y sobre el propio lenguaje a través de la imposibilidad y la ruptura.

Poemas de Be With 

Hijo

No es el espejo lo que se cubre, sino
lo que queda sin decirse entre nosotros. Por qué

hablar sobre la muerte, lo irrevocable, sobre
cómo el cuerpo viene a desplegar la miríada de gusanos

como si fuera un concepto razonable no
abrasar la exquisita singularidad. Servirlo como

un elogio o un relato sobre mi sufrimiento
o el tuyo. Algún tipo de humillación personal.

Y así despertamos a un sol decapitado y los árboles
aún me hastían. El corazón de la caridad

carga su propio conjunto de genomas. Tú cargas
un enjambre de bacterias en el hueco de tu rodilla, y a través de mis entrañas

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se retuercen los parásitos. ¿Quién fue alguna vez solo uno mismo?
En Leptis Magna, cuando tu madre y yo éramos jóvenes, nos encontramos

estatuas de dioses con sus rostros y pies rotos por vándalos. Excepto
por la hilera de cabezas guardianas de Medusa. Nadie tan valiente se atrevió a desfigurarlas.

Cuando ella hablaba, cuando tu madre hablaba, incluso
el galgo se paralizaba. Yo me paralizaba.

Di mi vida a los extraños; la oculté de los que amo.
Su hijo de las arterias. Es solo en ti que corre su sangre.

El sonido

¿Qué se cierra y luego
se ilumina? ¿Qué se abre
y luego se oscurece? ¿Y hacia qué
tropiezas sino a esta extinción violeta?
Con espuma en tus labios. 8:16 a.m.
El rostro somnoliento de la mañana

gira sus millones de ojos.
Bandadas migratorias
de tu misma especie
arden en la transparencia.
Una observadora de aves levanta

sus binoculares. El continuo
estar con o sin
tus palabras
te sitúa aquí
(aquí (aquí)) incluso
mientras te aclaras los ojos
con incredulidad. ¿Puedes oír

el eco de esas
voces que amas (humanas
y no), bramando
a lo lejos como
una escala ardiente
de un hierro martillado
o de algún
yunque de herrero?

Y detrás de esas
voces, qué es aquello
soplando
las válvulas abiertas de tus oídos,
como lluvia negra
que no cae en torrentes,
pero que viene sin cesar
libre de obstáculos
sin nada
que la detenga.

Salir de la luz

La niebla,
aclarando los espacios
entre cada tronco,
delinea, desde
un vasto verde,
la silueta de
cada pino
en la ladera.

Tal vez sea así,
solo que, todo este tiempo
¿qué la pudo obscurecer?
¿Prisa, distracción? Niebla.
Un pino. Un ave interroga
con su canto. Algo cambia.
Te encuentras
en otro mundo que
no buscabas donde ves
que siempre has sido
los lobos
en la puerta. Entreabierta,

abierta, tu propia
puerta. Irrumpes
dentro como el Mutilador,
te arrancas
el ojo derecho que
ha ofendido. Irrumpes
como la Gran
Mentirosa atracándote
en tu propia carne
mientras No
Dejas Ir a quien desgarra
tus tendones, roe
tu fémur. No puedes
dejar de estallar
sobre ti misma
sola, vulnerable, en la
intimidad de tu morir,
agachándote para recoger
con un pañuelo una araña aplastada

en el piso de la habitación,
sintiendo ligeramente en tu plexo
solar las fuerzas
de aquello que aún no puede
ser advertido, descubriéndote
una vez más dentro de algo semejante
a una ecuación con
un resto, un deo dandum,[1] un
recordatorio de la imposibilidad
de reconciliación­­—
con qué? Una vez más. Perdónate
dicen, pero
después de perdonar
lo que has vivido
¿qué queda? No puedes

separar el presente del
derrame constante de las horas
o acaso distinguir
el sendero de hormigas
recorriendo
la masiva red subterránea
desbordada y reaccionante
lo que supone el temblor
de tus manos cuand
ahora disciernes el
cuerpo de tu cuerpo—

como una campana
inmóvil
que agarra y concentra
cada reverberación ambiental
y fantasmal.

Madonna del parto[2]

Y luego olerlo,
sentirlo antes de que
el sonido lo alcance,
se arrodilla al
borde del acantilado
y por primera vez
vuelve su cabeza
a las ahora visibles
cataratas que
se derraman por un cuarto
de milla sobre las elevadas
hojas de granito a través del valle,
y luego se detiene,
bajando la mirada
por un momento, incapaz
de soportar
la tranquilidad —vasta, sin obstáculos,
terrible, y primaria. Ese
río desnudo
entronado sobre
el macizo altar,
inclinado ante los cipreses
que se congregan a ambos
lados de las relucientes rocas, un desgarro
en el tejido del bosque
desde donde se eleva—
mientras intenta ponerse en pie, tambaleante, medio
paralizado-un arco iris
que se mueve y evapora por
la explosión incesante.

Epitafio

Escribir Me
exististe
no sería solo
una traducción sorda.

Porque no puedo
cruzar el pasaje
donde te vi –como
no serás vista
nunca más– contemplarme
como nunca más
seré visto.

Donde permanezco ahora
ante el trono de
gloria, lo escrito
debe permanecer oculto. ¿Dónde,
sino en la palabra misma?

Nacido inútil y
ciego, atado a las
obligaciones, pendiente
a la mirada del
animal interior,
me oculto detrás de
múltiples instrumentos
como detrás de una
escama de cocodrilo—

mientras el cianuro cae
de las nubes a
los ríos. Y en esto
también podría verse
una figuración
de lo humano,
otro gesto
íntimamente letal
de nuestra existencia común.

Aunque llevo
mi vida a la muerte, la
fealdad que origino
me sobrevive.

Forrest Gander
Forrest Gander (FOTO Literary Hub)

Notas:

[1] Escrito en el texto original como deodand en su forma inglesa; este vocablo proviene de la frase latina deo dandum, que significa “ser entregado a Dios”, especialmente bajo ley. Se trata de un objeto o animal que se decomisa por haber causado la muerte de alguien.

[2] Forrest Gander explica en una entrevista que “la Madonna del parto, un fresco pintado por Piero della Francesca, representa a la Virgen María embarazada, con su vestido azul abierto de forma sugerente. Mi difunta esposa, la poetisa C. D. Wright, y yo lo vimos juntos en Monterchi, Italia. Llorando por su pérdida y pasando tiempo a solas en zonas salvajes, tuve una visión del bosque verde abierto por una cascada, el sonido de las cataratas lejanas convertido en fuentes de color al reflejarse la luz del sol en el rocío húmedo”.

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