Jack Gilbert
Jack Gilbert

Jack Gilbert (1925-2012) fue un poeta norteamericano que nació en Pittsburgh, Pennsylvania, donde estudió en la universidad de dicha ciudad. Se graduó en 1954. Luego hizo su maestría en la Universidad Estatal de San Francisco en 1963. Al terminar sus estudios se fue a París a trabajar brevemente en el Herald Tribune antes de mudarse a Italia. Luego de dos años allí, Gilbert volvió a Estados Unidos donde comenzó su trabajo como poeta. Sus versos se distinguen por un lirismo sencillo y una claridad de tono directo, así como un control resonante sobre sus emociones. Su primer libro, Views of Leopardi (1962), ganó el Premio de Poetas Jóvenes de Yale y además fue nominado para el Premio Pulitzer, por lo que fue rápidamente reconocido. Su segundo libro de poemas, Monolithos (1982), ganó el Premio Stanley Kunitz y el American Poetry Review. Pero, a pesar de estos reconocimientos, muchas veces la crítica ha ignorado o descartado su poesía. Gilbert fue además profesor invitado y escritor residente en la Universidad de Tennessee en el año 2004. Murió el 13 de noviembre del año 2012, en California, a los 87 años.

Demoler

Descubrimos el corazón solo desmantelando lo que
el corazón sabe. Redefiniendo la mañana,
encontramos una mañana que llega justo luego de la oscuridad.
Podemos descubrir el matrimonio en el matrimonio.
Insistiendo en el amor lo estropeamos, ir más allá
del afecto y sumergir la boca en el amor.
Debemos desaprender las constelaciones para ver las estrellas.
Pero volver a la niñez no ayudará.
El pueblo no es mejor que Pittsburg.
Solo Pittsburg es más que Pittsburg.
Roma es más que Roma de la misma manera que el sonido
de las lenguas de los mapaches lamiendo las paredes interiores
del cubo de basura es más que el revuelo
de ellos en el lodo de la basura. El amor no es
suficiente. Morimos y somos puestos en la tierra para siempre.
Deberíamos insistir mientras aún hay tiempo. Debemos
comer a través de la locura de su dulce cuerpo ya sea
en nuestra cama para llegar al cuerpo dentro de ese cuerpo.

Hacia allí

Por supuesto, fue un desastre.
Ese insoportable, querido secreto
siempre ha sido un desastre.
El peligro cuando intentamos irnos.
Repasando luego una y otra vez
lo que deberíamos haber hecho
en lugar de lo que hicimos.
Pero por esos cortos momentos
parecíamos estar vivos. Engañados,
mal usados, mentidos y estafados,
ciertamente. A pesar de todo, por ese
breve tiempo, visitábamos
nuestra posible vida.

Casado

Regresé del funeral y me arrastré
por el apartamento, llorando,
buscando el cabello de mi esposa.
Durante dos meses los saqué del desagüe,
de la aspiradora, debajo del refrigerador
y de la ropa del armario.
Pero luego que vinieran otras mujeres japonesas,
no había forma de estar seguro de cuáles eran
de ella, y paré. Un año después,
trasplantando el aguacate de Michiko, encuentro
un largo cabello negro enredado en la tierra.

Mujer mayor

Cada agricultor de la isla oculta
su colmena en lo alto de la montaña,
sabiendo que de lo contrario será saqueada.
Cuando ellos mueran, o ya no puedan hacer
la dura subida, los panales perdidos se vuelven
años tras años más pesados con miel.
Y la dulzura tiene cada vez más
el sabor intenso de esa desolación.

Envejecer

El viento suave llega apacible de la montaña
en la noche. Invisible excepto por
el sonido que hace en los grandes álamos de afuera
y la sensación en su cuerpo desnudo y único,
que respira tranquilamente un poco antes del amanecer,
ojos abiertos y enamorados de la mesa
y la silla en la transparente oscuridad y las estrellas
en la otra ventana. Pronto será el momento
para el primer té y una pera fría y luego
las millas abajo y las millas arriba de la montaña.
“Viejo y solo”, piensa, sonriendo.
Lleno de lo que la abundancia le ha hecho a su espíritu.
Tanteando por dentro para ver si su corazón
sigue siendo, gracias a Dios, ambicioso. La forma
en que los viejos miran a los ojos cada mañana.
Sabiendo que ella no está allí y cuánto Michiko
no está en ningún sitio. Los ojos se cierran mientras
recuerda haber visto anoche al gran búho en el tejado
por vez primera luego de escucharlo durante meses.
Pensando en lo mucho que se ha vuelto inadecuado
para amar con la dimensión que tiene para él. “Pero tal vez
no”, dice. Y los ojos se abren mientras
sonríe ante la obstinada pretensión del corazón.

Cómo amar a los muertos

Ella vive, dice el ave, y no significa nada
tonto. Ella está muerta y disponible
dice el zorro, sabiendo de espíritus.
No la foto en el funeral,
no el objeto del duelo. Ella está muerta
y puedes tener eso, dice él. Si puedes
amar sin cortesía ni delicadeza,
el zorro dice, ámala con tu corazón de lobo.
Como los muertos son deseables.
No del modo que son los largos matrimonios,
donde no pasa nada una y otra vez.
Ni en el bosque ni en el campo.
Ni en las ciudades. El doloroso amor de estar
permanentemente sin hogar. Sin color, solo la mancha.

Los grandes incendios

El amor está aparte de todas las cosas.
Deseo y emoción no son nada a su lado.
No es el cuerpo quien encuentra el amor.
Lo que nos lleva allí es el cuerpo.
Lo que no es amor lo provoca.
Lo que no es amor lo apaga.
El amor se apodera de todo lo que conocemos.
Las pasiones que son llamadas amor
también cambian todo por una novedad
al principio. La pasión es claramente el camino
pero no nos lleva al amor.
Abre el castillo de nuestro espíritu
para que logremos encontrar el amor que es
un misterio escondido allí.
El amor es uno de los muchos grandes incendios.
La pasión es un incendio hecho de muchas maderas,
cada una de ellas desprende su olor especial
para que podamos conocer los muchos tipos
que no son amor. La pasión es el papel
y las ramitas que encienden las llamas
pero que no pueden sostenerlo. El deseo perece
porque trata de ser amor.
El amor es devorado por el apetito.
El amor no dura, pero es diferente
de las pasiones que no duran.
El amor perdura al no ser duradero.
Isaías dijo que cada hombre camina en su propio fuego
por sus pecados. El amor nos permite caminar
en la dulce música de nuestro particular corazón.

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Explicando el crepúsculo

La rata va subiendo
el árbol de moras, las ramas
se vuelven delgadas y arriesgadas cerca
de la fruta, y frena.
La mora que busca está muy madura,
no hay casi rojas. Prospero
piensa en Christopher Smart diciendo
el púrpura es lo negro floreciendo. Ella levanta
su boca a la mora, estirándose.
La garganta es de un elegante gris.
Mil sombras, escribió Christopher
entre gente loca. Mil
colores desde el blanco al plateado.

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