Upward Panic
Vista de la exposición 'Upward Panic', en la galería OMR de la Ciudad de México
Delfos: Eva Palmer amanece muy cansada. Fue un día largo. El primer ensayo del Prometeo encadenado de Esquilo. Hoy Eva se levanta con la misma túnica que usó ayer en todo el día. Anoche mientras recitaba la entrada de Ío en Prometeo encadenado cayó muerta. Eva recitaba la entrada de Ío porque cuando el personaje de Ío dice: ¿Qué tierra es esta? a Eva no le gusta como suena esa pregunta en boca de la actriz. Aunque la actriz le gusta mucho. Aunque luego cuando la actriz dice una sucesión de ¡Ay! a Eva le parece que le hablan armas blancas. Justo son esos los ¡Ay! que Eva quiere. Pero con el tono de la palabra tierra le pasa algo. Como si la actriz no supiera lo que es viajar, ni lo que es un destierro, ni esa sensación de pertenecer a nada. Ninguna tierra.
Hoy Eva piensa que tal vez hubiera sido mejor montar una comedia de Aristófanes:
–¿Cómo voy a solucionar yo una región montañosa en los confines del mundo y que me resulte bien creíble?

 

Eva Palmer fue el eje curatorial de la muestra Upward Panic en la galería OMR de la Ciudad de México, curada por Rodrigo Ortiz Monasterio.

Hilvanar una museografía como la de Upward Panic es llegar a ese punto donde una exposición se crece y se define por el carácter relacional de las piezas en el espacio, más allá de la curaduría que la soporta. En Upward Panic, de entrada, no era totalmente necesario activar un código QR con el catálogo de la muestra. Mi celular no cargaba el código QR. No tenías precisamente que saber quién fue Eva Palmer para estar en sintonía con su pasado de ribetes clásicos. Con tremenda calma vine a activar el código QR al salir de Upward Panic. Después llevé los pies de obra a las fotos que había hecho con el celular y fui armando aquel entresijo que lo mismo mostraba un desnudo de José Clemente Orozco que una escultura de Méndez Blake.

Precisamente desde Orozco partió el discurso curatorial de En busca de un muro, exhibida en el museo Tamayo en 2018. Una expo, curada también por Ortiz Monasterio, que  establecía igualmente nexos con la teosofía, el pensamiento griego y la sociedad del Círculo Délfico, variables todas relacionables con la figura de Eva Palmer. Digamos que donde En busca de un muro evocaba a Alma Reed, mecenas de Orozco, creadora de la galería Delphic Studio y fiel entusiasta teosófica, Upward Panic vino a dialogar desde ese enfoque como especie de revival discursivo.

Upward Panic compuso su oda délfica, a la manera de En busca de un muro, sobre la mirada al archivo y la reinterpretación contemporánea, desde Eva Palmer y sus modos de entender lo clásico. Las piezas contemporáneas escogidas para dialogar en el espacio activaban tácticas para repensar un templo griego y los gestos de su significación, tanto como la noción del viaje y la liberación de un deseo. Ahí estaba justo la esencia de lo biográfico. Pero no tenías que adivinar que las que estaban en algunas fotos mitificando a Lesbos eran Eva, Natalie Barney y Colette. Upward Panic se crecía sobre un culto latente hacia Grecia, que en un inicio encontré fascinante, sin una hoja de ruta, con el nombre de cada autor develándome cada pieza. Se podría decir que estuve en dos muestras: una donde Eva se exhibía desde el anonimato; y otra, donde Ortiz Monasterio, te trazaba el mapeo de una línea sincrónica con la mirada atenta en los ideales de esta mujer.

Vista de la exposición 'Upward Panic', en la galería OMR de la Ciudad de México
Vista de la exposición ‘Upward Panic’, en la galería OMR de la Ciudad de México

Entremos en el biopic:

Eva Palmer tuvo un templo dórico cuando fue la amante de Natalie Barney. Pero a una fanática que sueña con recitar a Safo en el Teatro de Dioniso no le es suficiente un templo casi griego en París. La casa de Natalie con ese templo en el patio fue un eje obligado para la tertulia intelectual del Paris de vanguardia, como si de otra casa de Gertrude Stein estuviéramos hablando. Conocido como el Salón de la Amistad era a la vez pretexto manifiesto para el roce y el contubernio feminista, tan acorde a la esencia lésbica declarada de Natalie.

Como Eva necesitaba más que un salón con templo dórico se va a Grecia. Activa así un modo de vivir por el que sería siempre conocida, ataviada en su colección de túnicas. Pone todo su esfuerzo en el rescate del arte popular griego, en activar concursos olímpicos, en la música y el teatro clásicos y reinstaura los Festivales Délficos, junto a quien sería su esposo, Angelos Sikelianos. Antes de quedar sin patrocinios y casi sin fortuna, es casi leyenda la puesta en escena magnificente de Prometeo encadenado que Eva dirige en su totalidad. Para recaudar fondos y activar próximos festivales sería New York el otro destino para la emancipación del sentir clásico de Eva. En New York crea el Círculo Délfico. Instaura allí todo ese pensamiento teosófico que la une a Alma Reed con el punto de mira en la Grecia a la que regresaría a principios de los años cincuenta. Un regreso donde la muerte le fue una sorpresa inmediata.

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De este biopic parte Upward Panic a rendir su homenaje. La estrategia del discurso te convida a un recorrido fragmentado por los saltos temporales de las piezas, mientras la intermitencia dentro del espacio también se condiciona como texto. Precisamente la singularidad de unos módulos bordeando la galería, los que funcionan como escenografía aparente, son uno de los efectos protagónicos y efectistas de la exhibición. Estas estructuras ascéticas, escaleras mediante en algunos casos, lo mismo te acercan a indagar en conjuntos de piezas que entran en sintonía con la dimensión arquitectónica del teatro o del templo griego sin llegar a reproducir sus esquemas. Los módulos activan una especie de homenaje a la huella del clasicismo y su arqueología, a la metáfora de la ruina, al viaje que la muestra propicia. Casi piezas en sí, tan válidas como muchas de las esculturas que conforman Upward Panic.

Vista de la exposición 'Upward Panic', en la galería OMR de la Ciudad de México
Vista de la exposición ‘Upward Panic’, en la galería OMR de la Ciudad de México

El tributo de Ortiz Monasterio se enmarca espacialmente en tres líneas de discurso que pudiéramos denominar: breviario de la vanguardia, anonimato sobre papel algodón y desfachatez arquitectónica.

Que la expo abra con Ceci n´est pas una pipe de Beatriz Redo es un detalle singular en el reflejo de historia de vida que el sentido curatorial propone. Al repensar a Magritte y su juicio de la crisis de la representación con esa ventana abierta hacia la simulado, se entra en el terreno de lo intertextual y la cita. Es precisamente ahí desde donde se perfila la constante de cada pieza contemporánea que la muestra exhibe. Esta variante de Ceci n´est pas una pipe nos coloca en el aquí y el ahora del foco vanguardista. Ancla ese pertenecer en un marco temporal abierto que es el París por el que se movía Eva Palmer. Aun cuando no sea realmente importante la exactitud histórica de un autor o una obra respecto al biopic de Eva, sino la trascendencia y el alcance de la obra citada respecto al ahora. Es esa cercanía para con el autor de vanguardia que se podría haber estado debatiendo en el Salón de Natalie Barney. Esté en ese justo momento Eva aún en París o ya llevé años en Grecia tratando de pactar con su fidelidad clásica.

La condición vanguardista del Magritte de Beatriz Redo se extiende a otras obras. Piezas que también mantienen esa aura de distinción dentro del primer lapso de la museografía al exhibirse con cierta autonomía. Primero es el retrato de José Clemente Orozco de Héctor García y luego Mademoiselle de la Avenida Revolución de Rubén Ortiz Torres. Al haber sido Orozco parte de la sociedad del Círculo Délfico en New York, compartir ideales con Claude Bragdon y José Juan Tablada, la noción de vanguardia se activa en sintonía directa con Eva desde la condicionante ideológica. Podría volver la cita a acentuarse acá sobre la esencia propositiva de En busca de un muro.

Encima de Orozco: Picasso. Sin dudas en Mademoiselle de la Avenida Revolución de Rubén Ortiz Torres salta Picasso a primera vista y luego todo el detalle que vuelve a la representación harto contemporánea. Sin llegar a la acentuación mimética que la pieza de Beatriz Ruedo declara, Ortiz Torres también propone su intencionalidad sobre el intertexto como si desajustara el retrato cubista de Dora Maar de su complaciente pose. Hasta ahí se podría leer una especie de prólogo.

Eva Palmer
Eva Palmer

Upward Panic sigue dialogando sobre la base de la apropiación y lo mismo se adjudica la línea de Modigliani (Retrato de Bárbara, Adolfo Riestra) que la esencia fauvista (Personajes de un sueño, Philip Bragar). Lo llamativo está en como el cambio de óptica propositivo de la vanguardia incorpora la esencia mexicana e introduce autores decisivos como Julio Ruelas, Juan Soriano, el propio Orozco o Juan José Gurrola. Una selección que se mueve desde el simbolismo de Ruelas hasta el carácter extendido de lo medial en un Gurrola. Los autores seleccionados para dibujar esta temporalidad condicionan varios de ellos las nociones artísticas de finales del siglo XIX y principios del XX, y otros desde la asimilación contemporánea las revindican desde la cita. Lo peculiar es que un retrato anónimo de Natalie Barney sea quien acompañe esta elección iniciática del homenaje. Justo porque dentro del homenaje en sí Natalie es la esencia vanguardista per se desde la óptica del dialogo y la selección de criterios. En este primer paneo, Eva Palmer vendría a ser algo así como el cuadro de Francesco Pedraglio (Retro-Pensiero #4 (Back thought). Una idea fija en la cabeza que se acerca a un fragmento de un molde escultórico o de un quicio arquitectónico. Sin dudas clásico. Cerca están los moldes y pruebas de las esculturas de Adolfo Riestra y la disposición de los módulos que estructuran el espacio para una mayor ilación de esa idea fija.

Desde el enfoque contemporáneo, donde mayormente resalta la visualización de Grecia es en las obras de Haris Epaminonda y Christodoulos Panayiotou, por los modos de trabajar con la reinterpretación de narrativas históricas. El azar, la huella aparentemente iconográfica y la hibridez cultural se acondicionan al desmontaje de un trazo convencional del relato. Las dos páginas encontradas con marcos de Haris Epaminonda colocan al objet trouvé como vocero del destino del viaje que constantemente se celebra. En las primeras páginas encontradas hay unos turistas cualquieras entre ruinas griegas, la clásica foto de turista, y hay otras dos páginas con dos cabezas de esculturas. Estas piezas son el primer reflejo declarado de hacia dónde partió Eva Palmer a inicio del siglo XX. Punto de partida para el regodeo con el clasicismo y alrededor de la filosofía que lo sustenta. Es el introito hacia el espacio que prevalece en toda la selección fotográfica anónima, donde la actitud performática de Eva, junto a las poses de Colette o de Penélope Duncan, pudiera parecer naif, pero está cargada de trascendentalismo simbólico.

Vista de la exposición 'Upward Panic', en la galería OMR de la Ciudad de México
Vista de la exposición ‘Upward Panic’, en la galería OMR de la Ciudad de México

Si al traducir lo histórico las piezas de Epaminonda pueden leerse casi como un continuo, donde se explota el amplio registro de fragmentos culturales; en las tallas de piedras caliza de Panayiotou el diálogo está en ser apoyo subversivo a los acercamientos de índole arquitectónico. Panayiotou celebra el canto a la piedra que puede parecer piedra de templo después de una excavación. Panayiotou es la versión contemporánea de los moldes de Riestra y puente dialógico hacia piezas como las de Jorge Méndez Blake y Francesco Pedraglio. Aun cuando el anfiteatro de Blake o el espacio ideal de Pedraglio puedan estar abiertos a resonancias culturales otras que también Epaminonda propone. O como la pieza de Rodrigo Hernández (Encuentro nocturno) que en otro ámbito pudiera leerse como un acercamiento místico en un entorno indefinido, pero acá desde su abstracción aparente y por analogía puede quedar circunscrita a la naturaleza primaria de otros templos. Un conjunto de zigurats, tal vez.

El cierre de Upward Panic recae sobre Haris Epaminonda con la película Chapters y la polaroid Untitled #316. Mientras la polaroid discursa sobre el mismo tono que las páginas encontradas, al devolver la mirada nuevamente al escenario griego con una representación de carácter mítico, Chapters amplifica el registro de su narración a la pluralidad cultural. Una intermitencia de escenarios donde pervive la máxima de la teosofía de que toda hipótesis está anclada en el mundo antiguo. Epaminonda superpone y recrea diversas religiones y mitologías con un enfoque lírico que bordea la esencia toda de su filme. Va del regodeo con el teatro clásico al orientalismo. El mismo enfoque minucioso de Eva Palmer cuando no descuidó el vestuario de cada actor al dirigir su Prometeo Encadenado. Epaminonda no privilegia escenario cultural alguno. Desde la lectura de Chapters es como si se apostara por los viajes de otras tantas Eva Palmer. Como si la obsesión de otra Eva Palmer no hubiera sido Grecia y hubiera sido Egipto. Una Eva que se lanza a Nubia a estudiar ritos funerarios con un libro debajo del brazo izquierdo: Isis Unveiled de Helena Blavatsky.

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