Leí en el feed de noticias de Instagram un post de Sabina Urraca: “Ya se puede anunciar esta delissssia: el segundo libro de Caballo de Troya será La puta y el hurón, de Martha Luisa Hernández Cadenas. Hace mucho tiempo, estando de residencia en Menorca, el amigo de un amigo de una amiga me recomendó este libro. […] Lo recibí en mi email como un tesoro secreto y lo leí en medio del monte, con el sol dándome de frente, quemándome los ojos. Sabía que me estaba haciendo mal, pero no podía parar. Supe desde el primer momento que quería editarlo en España”. A los dos segundos le escribí y quedamos para vernos el martes en el número dos de la Plaza de Rutilio Gacís, en la zona de Legazpi, en Madrid. En el bar Toboggan yo pedí un té y ella otro.
Sabina, ¿el amigo de un amigo de una amiga?
Fue Claudia Claremi quien me presentó a Lester.
Sí. Le pregunté qué escritores cubanos me recomendaba. Él me pasó a mucha gente.
¿Tenías claro que querías incluir escritorxs cubanxs?
Sí, lo tenía muy claro.
¿Por qué lo tenías muy claro?
Porque tengo una extraña unión con Cuba. Para mí fue muy importante que, en un momento muy complicado, me acogiesen allí. No sé. Tengo una unión sentimental fuerte. Leo mucho y veo que hay una fuerza muy grande en las voces literarias cubanas. Quizás para estas voces sea más difícil llegar a una editorial española. Por ejemplo, La puta y el hurón tiene un premio, pero no está a la venta en Cuba.
Ese premio lo otorgaron en Praga, pero es casi un premio supranacional. ¿Cómo te llegó el libro?
Me llegó en PDF. Lo leí y fue clarísimo que lo quería publicar.
Publicaste en Instagram una especie de memoria sobre el encuentro con el libro. ¿Puedes contarme un poco más?
Lo leí muy al principio de mi búsqueda y lecturas de manuscritos para la colección Caballo de Troya. En esta colección puedo publicar sobre todo a escritores españoles. Publicaré doce libros en total. Seis en 2023 y seis en 2024. De esos doce solo cuatro pueden ser de personas que no vivan en España.
Estaba en Menorca en una residencia de escritura.
¿En qué parte de Menorca?
En Mercadal. Ahí, en una casa de campo, rodeada de ovejas, hay una residencia. Estuve un mes allí. Martica me envió su manuscrito. Me fascinó desde el primer momento. Lo empecé a leer en febrero o marzo. Hacía un poco de frío dentro de la casa, una casa antigua, de piedra, y yo intentaba trabajar fuera, al sol. En el sol se estaba bien, pero me quedaba ciega.
Empecé a leer La puta y el hurón al sol y no podía parar. Decía: “me estoy lastimando los ojos”. Me la leí en un día. Me quedé medio ciega.
¿Cuál fue la primera impresión?
Con algunos libros, los que atrapan muy fuerte, siento que estoy envenenada.
Un veneno…
Siento que La puta y el hurón es un libro muy de envenenamiento. El envenenamiento juega un papel importante en la novela. En algunos momentos me detenía en la lectura y pensaba: “¿Hasta qué punto está mediando en la lectura el hecho de que todo esto suceda en calles en las que yo estuve viviendo?”
Estuve viviendo en El Vedado…
¿Qué tiempo estuviste?
No te sé decir si fue un mes o tres. Pero recuerdo que fue mucho tiempo, incluso llegué a apuntarme a unas clases de yoga. Llegué a tener una rutina en La Habana.
¿Y Cuba qué te pareció?
A mí me fascina Cuba.
¿Pero qué te fascina de Cuba?
Mucha gente que conocí. Yo me crie en Canarias, eso es muy importante. Yo también me crie en islas. Hay algo común. Algo que me gusta de Cuba es el vagar, habitar la calle de verdad.
Lo asocias con una memoria personal.
Sí. Una memoria personal infantil en la que el tiempo se suspendía. La memoria de estar en la calle, de un lado para otro, una relación muy lúdica con la calle.
Esa memoria personal quizá también se conectó con el relato que propone Martica. ¿Qué puntos de tu vida crees que estén más cercanos a La puta y el hurón?
En el libro de Martica está el tema de los amigos y de estar tirado con ellos en sitios. Tirada con las amigas drogándose, hablando, riéndose, estando. Es una especie de abandono que en este caso tiene un punto dramático. En el caso de La puta y el hurón es una situación sin salida. Una juventud un poco eterna de gente que no encuentra ningún camino.
Es como un limbo.
Es un limbo adolescente.
Los poderes totalitarios convierten a las personas en eternos adolescentes. ¿Verdad?
Sí, claro, el libro está atravesado por una situación política completamente diferente a la que yo he podido vivir. En La puta y el hurón hay un drama y una oscuridad muy grandes. Yo me he asomado mínimamente a Cuba, pero hay algo sentimental que me une.
¿Qué te pareció la performatividad del libro?
Me gusta, sobre todo, cuando se lleva realidades a la ficción teatral. Es un libro, pero al leerlo sentí que podría convertirse en cualquier otra manifestación artística. Podría ser una pieza teatral o una performance o un libro de poemas.
Le llamamos novela por cumplir con una tradición.
Sí, por adaptarnos a un formato. Es un libro, pero da la sensación de que podría ser cualquier otra cosa.
¿Cómo es la relación entre ustedes?
Siempre hubo un acercamiento muy amistoso. Siento incluso que, al sentir a Martica tan lejos geográficamente, los mails que nos intercambiamos eran de trabajo, pero en un momento empezaron a ser algo casi epistolar, poemas, revelación de intimidades. Es esta libertad que ofrece la lejanía, y el impulso de romper esta lejanía acercándose de una manera íntima. Con respecto al proceso de edición, metí mano en el libro, porque soy una editora bastante intrusiva (hasta donde me dejan), pero se generó un muy buen diálogo. Fue un editar que se transformó en una buena conversación.
¿Cuánta mano metiste?
No tanta. Suelo tocar mucho más los libros. Creo que es el segundo libro que menos he tocado de los cuatro que estoy editando. Es decir, no necesitaba tanto. Pero el final del libro sí es distinto con respecto a la primera edición, por ejemplo. Detalles, son detalles. Yo ya sabía que era un libro que funcionaba. Y me pareció interesante mantener su pureza.
¿Cómo fue tu relación con la norma cubana popular?
Mi amigo cubano más cercano es Yimit Ramírez. Hablamos del habla. Presto atención al habla de todo el mundo, registro las palabras y expresiones y sus usos. Entonces estoy familiarizada. Incluso dentro de España estoy familiarizada con muchos tipos de lenguaje. A mí me interesan todas las lenguas, todas las oralidades, todas las jergas. Para editar libros de diversas procedencias y ser una editora interesada en la oralidad tiene que apasionarte el habla de todo el mundo, observarla con toda la curiosidad y aprehenderla.
¿Cómo ha sido tu llegada a la colección Caballo de Troya? ¿Tenías algo premeditado?
Sí, había una intención de huir de los centros. En un principio estuvo la intención de editar únicamente a gente de islas, pero no era una opción realista, era cerrar puertas a cosas muy buenas que llegaban de no islas. Intento ir a lo más pequeño. Si tengo que decidirme entre una persona que es de un pueblo de Jaén y la otra de Barcelona escogería a la de Jaén porque la de Barcelona va a tener más posibilidades de editar. Esa fue mi intención inicial. Ese es el intento: mirar al exterior del centro. Y un acercamiento artesanal a la edición, un trabajo cercano con las autoras, prestando atención al detalle, incluso con respecto al diseño de la colección, que es una idea que fue surgiendo poco a poco y que llevó a cabo mi marido, Choche Hurtado.
Dentro de la literatura cubana, ¿qué otrxs escritorxs te interesan?
Me encanta Reinaldo Arenas, desde hace muchos años. Me gusta mucho Legna Rodríguez Iglesias y Elaine Vilar Madruga. También sigo a varios cineastas que siento cercanos a la literatura. Una de mis películas favoritas de mi vida es A media voz, de Heidi Hassan y Patricia Pérez.
¿Qué otras características subrayarías de La puta y el hurón, en relación con los otros libros de la colección?
Hay puntos en común inevitables. No me había dado cuenta. Hay juventud. Es verdad que hay trauma y violencia. De hecho, La puta y el hurón no es el único que habla del abuso sexual y del abuso en general.
La puta y el hurón no es el relato que se espera de una víctima.
No es un lamento.
No lo es. Es un relato con todas las contradicciones. Diría que esto, las contradicciones, es casi lo que más me interesa de la literatura y el arte en general, además de que no sea amable, que roce hasta doler.
Es reivindicar la subalternidad.
Totalmente. A mí eso me interesa muchísimo.
¿Qué crees sobre el hecho de que ahora mismo la novela sea el género más privilegiado por el mercado, quizá?
A mí me cansa un poco. Yo me dedico a escribir, pero hay veces en las que me canso de los formatos. Cada vez intento saltármelos más porque me aburro. Me he adaptado mínimamente a los formatos para vivir y para publicar. Entiendo que no es tan fácil llegar a ese lugar en el que dices: “hago lo que me da la gana”.
¿Cómo crees que La puta y el hurón camine en el circuito español?
No lo sé. Aquí hay mucha gente, sobre todo de izquierda, que está realmente alejada de lo que pasa en Cuba. Sigue existiendo esa mistificación de la Revolución cubana. A mí me angustia mucho. Me pregunto: “¿Qué es lo que tiene que pasar? ¿No os podéis dar cuenta? ¿No estáis viendo lo que está pasando ahora mismo? ¿Por qué se están yendo todos de allí?” Hace años tenía amigos allí. Ya no tengo ningún amigo en Cuba. Martha es la única persona con la que me comunico y que está allí. Pero la gente sigue sin comprender. Como no hay un discurso político ni un pensador bien visible que les diga lo que tienen que pensar, siguen perdidos en una idea antigua y pasada de la Revolución. Veo gente viajando a Cuba con esa emoción del paraíso utópico y me parece lamentable.