Detalle de ‘La resurrección de Cristo’ de Piero Della Francesca, 1463

En abril de 1909, Ezra Pound le escribe a su padre desde Londres para contarle que ha escrito “una balada de Simón el Zelote”, inspirado, probablemente, por la efeméride pascual. Los biógrafos precisan que compuso las primeras cuatro estrofas del poema en un café del Soho y el resto del poema en la sala de lectura del Museo Británico. En octubre de ese mismo año Ford Madox Ford lo publicó en The English Review, y luego fue incluido en Exultations.

La voz del poema es la del discípulo Simón el Cananeo o el Zelote, uno de los doce apóstoles de Cristo que, según la leyenda, murió martirizado en Persia junto con San Judas. Otras versiones lo sitúan torturado en Armenia, Egipto o en la Britania romana.

Se trata de una balada, es decir, un poema narrativo, de tema trágico o dramático, con un comienzo abrupto y un lenguaje simple, vernáculo, dialogado, en el que la rima (por lo general abcb o abab ) cumple una función esencial.

“The Ballad of Goodly Fere”, que la crítica inglesa de su tiempo elevó a uno de los mejores poemas religiosos modernos, presenta a Cristo más como héroe que como víctima. Al igual que “Sestina: Altaforte”, celebra la masculinidad y el compañerismo, pero sobre todo combate el estereotipo del Jesús amable y delicado al que nos tiene acostumbrado cierto arte religioso.

Balada del Buen Compañero

 Dijo Simón el Zelote poco después de la Crucifixión:

¿Perdimos al mejor entre los nuestros
por culpa del patíbulo y los curas?
Él siempre prefirió a los musculosos,
sobre las barcas en aguas oscuras.

Cuando en grupo vinieron a prenderlos
su sonrisa era digna de ser vista.
“¡Que se marchen los otros!”, dijo el Buen
Compañero, “o haré mi propia lista”.

Y nos hizo salir entre altas lanzas
con el desdén de aquella carcajada.
“¿Por qué no me arrestaron mientras iba
solo por la ciudad?”, les ripostaba.

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A su “Salud” bebimos un buen tinto
aquella última vez que fuimos juntos;
no era un cura capón el Compañero,
fue valiente entre vivos y difuntos.

Yo lo vi conducir a un centenar
como un montón de cuerdas desatadas,
para ofrecerles alto hogar sagrado
a cambio de su prenda atesorada.

No lo van a encontrar en ningún libro,
aunque esté sutilmente bien escrito;
pues Él no fue un ratón de biblioteca
sino un marino sobre lo infinito.

Si piensan que atraparon a ese hombre,
es que son tontos. Nuestro Compañero
fue quien aseguró: “Iré al festín,
aunque deba pasar por el madero”.

“Me habéis visto sanar cojos y ciegos,
y revivir a muertos. Pero ahora
veréis algo que todo lo supera:
un valiente que muere en un madero.”

Era Su Hijo. Como sus hermanos
quiso tratarnos nuestro Compañero.
Yo lo he visto asustar a muchos hombres
y lo he visto morir en un madero.

No lloró en el momento de los clavos
y su sangre caliente manó espesa;
en el cielo carmín perros ladraron
pero ni un grito salió de la Presa.

Yo lo vi intimidar a muchos hombres,
en Galilea, por altos caminos,
todos lloraban y él iba calmado
con sus ojos de color gris marino,

como un mar que no acepta travesías,
como un mar con los vientos desatados,
el mar que intimidó en Genesaret
tras haber pronunciado unas palabras.

Fue maestro de hombres aquel hombre,
un amigo del mar y de los vientos;
si piensan que está muerto el Compañero,
es que son tontos o no están atentos.

Yo lo he visto comerse su panal
después que lo clavaran al madero.

Ballad of the Goodly Fere

            Simon Zelotes speaketh it somewhile after the Crucifixion

 

Ha’ we lost the goodliest fere o’ all
For the priests and the gallows tree?
Aye lover he was of brawny men,
O’ ships and the open sea.

When they came wi’ a host to take Our Man
His smile was good to see,
“First let these go!” quo’ our Goodly Fere,
“Or I’ll see ye damned,” says he.

Aye he sent us out through the crossed high spears
And the scorn of his laugh rang free,
“Why took ye not me when I walked about
Alone in the town?” says he.

Oh we drank his “Hale” in the good red wine
When we last made company,
No capon priest was the Goodly Fere
But a man o’ men was he.

I ha’ seen him drive a hundred men
Wi’ a bundle o’ cords swung free,
That they took the high and holy house
For their pawn and treasury.

They’ll no’ get him a’ in a book I think
Though they write it cunningly;
No mouse of the scrolls was the Goodly Fere
But aye loved the open sea.

If they think they ha’ snared our Goodly Fere
They are fools to the last degree.
“I’ll go to the feast,” quo’ our Goodly Fere,
“Though I go to the gallows tree.”

“Ye ha’ seen me heal the lame and blind,
And wake the dead,” says he,
“Ye shall see one thing to master all:
Tis how a brave man dies on the tree.”

A son of God was the Goodly Fere
That bade us his brothers be.
I ha’ seen him cow a thousand men.
I have seen him upon the tree.

He cried no cry when they drave the nails
And the blood gushed hot and free,
The hounds of the crimson sky gave tongue
But never a cry cried he.

I ha’ seen him cow a thousand men
On the hills o’ Galilee,
They whined as he walked out calm between,
Wi’ his eyes like the grey o’ the sea,

Like the sea that brooks no voyaging
With the winds unleashed and free,
Like the sea that he cowed at Genseret
Wi’ twey words spoke’ suddently.

A master of men was the Goodly Fere,
A mate of the wind and sea,
If they think they ha’ slain our Goodly Fere
They are fools eternally.

I ha’ seen him eat o’ the honey-comb
Sin’ they nailed him to the tree.

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