Eos, despierto, con rosáceos dedos me palpo, estoy.
Nado, perro de lanas, remo, Pedro Botero, anclo:
de cerca la otra orilla.
Fuerte cosa la realidad, correteo, niño niño estate
quieto, voz de la madre:
detrás el padre guijarros,
saja, me meto en el cuarto,
pestillo, me hundo entre
las frazadas.
En todo el ancho mar brillan noctilucas, hablan de
incendios sentadas a
la espera vestidas de
luto, ¿regresan?
Regresan, se encogen los diámetros, tangentes,
traen de altamar el hedor
de focas y dos temores,
medusas y equinodermos.
Siendo pareja, del brazo, según prescrito,
intercambiamos alianzas,
el oro dieciocho resplandece
en mi anular, en el suyo
coloco con dificultad una
sortija, baratija.