La Collection de l’Art Brut, importante museo de Lausana, en Suiza, desarrolla por estos días la 5ta Bienal de Art Brut con una exposición que reúne cerca de trescientos dibujos, pinturas, ensamblajes, esculturas, escritos y bordados de 43 artistas, acompañados por otros eventos como charlas y proyecciones de audiovisuales.
Si bien el plato fuerte de la Bienal es la exposición, nombrada Croyances (Creencias), el próximo 7 de abril, por ejemplo, la historiadora y terapeuta del arte Flavie Bauvin impartirá una charla sobre feminismo y Art Brut, que pretende rastrear “las formas en que aparecen y se representan las obras de mujeres en la colección de Jean Dubuffet”, quien acuñó el término que engloba las piezas exhibidas en el evento.
En 1945, el pintor y escultor francés Jean Dubuffet definía a les artistes bruts como creadores “indemnes de cultura artística”, sin formación académica o educación al respecto. Desde esa fecha, el arte marginal ha sido blanco de diversas valorizaciones que han permitido a los artistas autodidactas o naíf llegar incluso a las salas de los museos europeos más canónicos.
Tal es el caso, por ejemplo, de la creadora gitana Ceija Stojka (Kraubath an der Mur, 1933-Viena, 2013), sobreviviente del Holocausto, quien aprendió a pintar con sus dedos a la edad de 56 años. En la actualidad, retrospectivas suyas son mostradas en instituciones como el Museo Reina Sofía.
La exhibición, que fue inaugurada en diciembre pasado y se extenderá hasta mayo próximo en la ciudad de Lausana, incluye “ilustraciones de divinidades y santos, así como composiciones abstractas muy refinadas, pinturas simbolistas y objetos rituales”, informa el sitio web del museo.
A cargo de Anic Zanzi, conservadora de la Collection de l’Art Brut, la curaduría sugiere “un diálogo entre los mundos de diferentes artistas, aunque sus mundos siguen siendo únicos y muy exclusivos. Los principales ángulos de aproximación incluyen obras relacionadas con la religión, un grupo de producciones denominadas espiritistas, un gran número de obras basadas en mitologías personales, así como algunas piezas creadas por seguidores de las ciencias ocultas o de la radiestesia”.
Croyances destaca el vínculo con la religión como un rasgo a menudo común entre los artistas marginales, que nunca terminan de acoplarse a los funcionamientos de la sociedad. De ahí que, siguiendo las palabras de presentación de la muestra, “la religión desempeña un papel importante en su educación y su vida cotidiana, y coloniza su imaginación”.
No es raro, además, que los artistas autodidactas se escondan bajo “la coartada” de la religión; muchas veces incluso encarnando el papel de “espiritistas” o “médiums” para eludir la autoría de la obra, guiados por el miedo a no ser legítimos o por modestia. En consecuencia, la exhibición “también presenta creaciones investidas de poderes mágicos por sus autores, que se supone que cumplen una función protectora o desempeñan el papel de talismán”.
Los protagonistas de Croyances, desde el margen de su práctica, vuelven a poner en crisis “los dogmas y puntos de referencia habituales”, elaborando “teorías singulares y construyendo sistemas de pensamiento originales”. De ahí que esta muestra suiza sea otra oportunidad para cuestionar muchos de los preceptos más racionalistas sobre los que sustentamos nuestro entendimiento del arte, sus procedimientos y sus formas.
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