Gregório Duvivier
Gregório Duvivier

Presentación

El panorama de la literatura brasileña actual está permeado por una profunda pluralidad que la enriquece y le adiciona un atractivo muy particular. Dentro de ese amplio territorio que abarca la prosa y la poesía que se crean en ese espacio continental y diverso, lo que parece aglutinarlo todo bajo un mismo signo es la voluntad de derrocar los falsos límites, y entender el sentido que traen los lenguajes más contemporáneos en su constante vínculo con una proyección mediática.

Dentro de los autores más recientes en Brasil que se integran a este fenómeno se encuentra Gregório Duvivier, quien nació en Río de Janeiro en 1986, y antes de llegar a la literatura fue primeramente conocido por el público brasileño como actor, humorista y guionista de series televisivas; si algo define su trayectoria y proyectos es aquello que podría calificarse como el destemor. Es en el 2008 cuando publica su primer libro de poesía bajo el título de: A partir de amanhã eu juro que a vida vai ser agora, del que el gran poeta Ferreira Gullar expresó: “un libro que he leído con placer. Gregório evita el dolor en el pecho y juega inteligentemente con la emoción”.

Y se trata de eso, de alivianar las formas sin perder la magia y trascendencia de los contenidos, en esto Duvivier no está solo, tiene tras de sí e inclusive ante sí la energía simbólica de grandes poetas brasileños que han apostado por lo lúdico y sobre esa seña han levantado notables esculturas del lenguaje. Gesto inmaterial pero imborrable, que viene desde Drummond de Andrade y Oswald de Andrade y pasa por Augusto y Haroldo de Campos llegando hasta el irrepetible Paulo Leminski, maestro de la continuidad abierta que ha generado el surgimiento de muchos otros, entre los que se me antoja pensar en Arnaldo Antúnez.

Bajo ese mismo tono en el 2013, Duvivier lanza un nuevo libro, esta vez nombrado, Ligue os pontos (poemas de amor de big bang), y más recientemente, en el 2021, aparece Sonetos de amor e sacanagem (ambos publicados por la sobresaliente editora Companhia das Letras). El autor ha hecho una transición inédita del humor con el que ha venido cautivando a millones de brasileños a través de los medios televisivos hacia la página, a donde este llega ya permeado de cierto aliento trascendental, contaminado por la perversa intromisión de la tradición y adicionando el ritmo y empaque de un lenguaje notable. Debo confesar que la traducción de estos poemas pasa por esa especie de placer o divertimento que te indican la presencia de un rostro atendible dentro de la novedad.

Gregório Duvivier: entre un dálmata y los bátavos

Receta para un dálmata
(o soneto blanco con bolitas negras)

Coja un papel. O una pared, o algo
que sea casi blanco y bien vacío
amáselo hasta que tome forma
de un animal: hocico, cuerpo, patas.

En cada pata ponga muchas uñas
y en su boca muchos dientes (si
quisiera, pinte el hocico de cualquier
color que parezca rosa). Atrás en las nalgas,

ponga una hilacha nerviosa: será
su rabo. Listo. O casi: déjelo allá
afuera y espere que llueva tinta. Ahora

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de hierba al bicho. Si él la rechaza
es dálmata. Si come (y muge),
tienes una vaca. Inténtalo otra vez.

Los invasores

Durante el mes de octubre sobre
todo en los barrios sin playa es necesario
que a la seis de la tarde justamente
se tranquen las puertas se cierren
las ventanas, se apaguen las luces
durante quince minutos de silencio
y oscuridad para que los invasores
hallen que no hay nadie más allí
porque si por casualidad existiera una
luz olvidada en algún rincón cual-
quiera mis amigos es bueno saber
prepárense pues ellos van a hallarla y
a través de alguna brecha se escabullan
en bandada a la búsqueda
de una lámpara incandescente
que les sirva de dios bajo el cual
volaran histéricos para celebrar la luz.

Soneto de la marihuana

El silencio de la fiera ella garantiza.
Una tarde sin sal, la anima.
No hay en el mundo algo igual de amado.
La marihuana gratina su espera.

Todo queda mejor y más crujiente
si pudiera dar una bofetada en la pantera.
Cuando la vida necesita un empujón
saltea esa existencia ostentosa.

La cannabis provoca algún milagro.
Trae el vino de vuelta en el vinagre,
hasta el agua transforma en delicadeza.

Hace una proa, relaja, se acurruca.
Marihuana es el mejor tipo de manteca
para abrillantar el pan de cada día.

 

si la leche desnatada por azar cayese
de su mano en el suelo de la sección de lácteos
bastaría para que yo pasara un trapo al piso encharcado
de Bátavo,[1] preguntar su nombre y hacer
alguna broma envolviendo la expresión llorar
por la leche derramada y nosotros dos tendríamos
una larga vida yo y tú, pero tú ya estás
en el sector de limpieza y yo pienso que si estornudase
agua sanitaria en su vestido podría
decir soy abogado y esto vale un proceso
o si tuvieras dudas en cuanto a la autenticidad
de un queso minas yo sé todo sobre queso
minas o a la madurez de una piña basta
halar una hoja de la corona pero ahora
es tarde tú estás ya en la caja pasando productos
que pitan como un electrocardiograma

eres la última de los mohicanos en el paquete
de frijoles confitados, la cereza del cake en el tope
del milkshake de la crema de la crème-brûlée
aquella música pegajosa que contagia al portero
la parte superior de todos los pokemons
eres aquel que me dices todo está en calma
No pares ahora… Hay más después de la publicidad;)
bien ahora tú eres mi beatle preferido
hay días en que es el george y días en que
es el paul, y días en que es chico buarque
y días en que es aquel feriado que cae
en el medio de la semana y la gente cuelga
a ambos lados imagine una rebelión fuera
de época eres un martes de carnaval
en pleno viernes de la pasión y mi
pasión es un sábado que no termina nunca.

Levantar ante todo una pared

La pared en este caso es importantísima,
pues las ventanas solo existen sobre
paredes, las ventanas sobre nada

son también nada y ni siquiera son vistas.
Enseguida quiébrala hasta hacer
en ella un gran hueco, no mayor
que la pared, pues necesitamos verla,

ni menor que sus brazos – las ventanas
sobre las cuales no se puede verter
no son ventanas, son huecos. Y ya.

O casi: ahora basta construir
un mundo del otro lado de la pared,
para que puedas verlo, enmarcado.

Conecté los puntos

mientras dormías conecté
los puntos pecosos de sus
espaldas en la esperanza de que
el lapicero esferográfico revelara
la imagen de algún ser mitológico
de nombre proparoxítono el mapa
detallado de algún tesoro
sumergido formase a lo mejor
alguna constelación albina oculta
en la epidermis y me crucé
con el contorno de un polígono
arbitrario que no me esperaba
metáforas que no señalan direcciones
simplemente decías: estás aquí.


Notas:

[1] Bátavo: se le denominó en Brasil a los inmigrantes holandeses que poblaron a principio del siglo XX la pequeña ciudad de Carambeí, a ciento treinta y cinco kilómetros de Curitiba.

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