Rafael Alcides en un fotograma de ‘Nadie’, Miguel Coyula, dir., 2017

Nota preliminar

Hasta el último día de su vida Ileana Margarita Rodríguez Martínez estuvo absorta en la pasión de su vida: el cine. Esa tarde del 22 de agosto del año 2020 la pasó viendo películas y en esos días finales redactó las páginas del ensayo que presentamos a continuación. Este trabajo, que tanto la apasionaba, quedó inconcluso, debido al zarpazo inesperado de la muerte. Tiempo después, sus amigos hemos decidido entregarlo, para su publicación, a la luz de los lamentables acontecimientos que han tratado de denigrar la figura de Miguel Coyula, un cineasta que Ileana conoció personalmente y al cual admiraba. Máxime cuando ella no está físicamente, nos parece oportuno dar a conocer sus anotaciones; aunque inconclusas, siempre iluminativas, sobre una obra de Miguel Coyula que requería, según ella, ser puesta en contexto, para provocar no su demonización a ultranza, sino su análisis y debate.

Nadie o la voz del silencio

Miguel Coyula es un cineasta incómodo. Sus películas sostienen un intenso diálogo con el poder, la memoria histórica, el derrotero de los individuos en contextos sociopolíticos donde se desafía la hegemonía de ese poder imperante que le cuestiona por no formar parte de él. Sus películas transgreden en todos los aspectos: formal y conceptualmente. Es también Miguel Coyula un cineasta diferente en el panorama cinematográfico de la isla por su deliberada ruptura con un discurso aristotélico que ha permeado el lenguaje del cine nacional prácticamente desde la misma fundación del ICAIC, salvo contados nombres, que sí se arriesgaron a experimentar con lo formal a la hora de contar sus historias.

Nadie (2017) es una película que tiene como sujeto protagónico a un poeta, su nombre: Rafael Alcides. Un poeta que en los últimos treinta años se mantuvo alejado del ámbito literario. Sus libros, tanto de poesía como de narrativa, dejaron de publicarse por la llamada estética contestataria de sus contenidos. Resulta, pues, Nadie el resurgimiento de una voz que decidió, no obstante, seguir haciendo su literatura más allá de posturas que le cuestionaron por estar en franca oposición con el discurso oficial y con los preceptos de la Revolución, con la que simpatizó desde su triunfo en 1959.

El canto

La subjetividad, la incertidumbre y la nostalgia son de los aspectos que recorren de principio a fin este largometraje que coquetea con la ficción en todo momento. Desde su inicio una voz de mujer (Lynn Cruz) nos dice: “a lo mejor este hombre no conoce a Rafael Alcides y tampoco a este joven le han hablado del poeta”. Desde ese mismísimo comienzo una interrogante nos sitúa ante el enigma. El desconocido es un poeta que otrora publicaba y amaba a la revolución, a sus líderes, pero que de alguna manera también la sigue amando en una constante dicotomía con sus sentimientos, anclados en una inevitable nostalgia que recorre a Nadie desde su presentación.

Hubo una época en que la gente podía escuchar, dice la enigmática voz de mujer, y esta afirmación contrasta con la foto del líder de la Revolución Fidel Castro. Sabemos desde ya que la línea argumental de la película será el contrapunteo entre la historia de vida del poeta y el diálogo con el poder; sus desencuentros, sus añoranzas, sus nostalgias, sus insatisfacciones, así como el diálogo con esa voz de mujer, o a través de ella –¿la patria, la poesía, la memoria histórica, la creación artística?

Ileana Margarita Rodríguez | Rialta
Ileana Margarita Rodríguez

Desde un primerísimo plano el poeta nos dice: lo que me ha interesado siempre es la literatura política, la Revolución. Esa afirmación va acompañada de fotos del poeta joven, cuando formó parte de la alfabetización y de la que se siente orgulloso, esa algarabía de los inicios a los que perteneció, de la esperanza que constituyó el triunfo de una Revolución. Las anécdotas de ese momento iniciático nos enfrentan a un hombre que recuerda su pasado con un sabor agridulce, se siente en el poeta la remembranza del canto de aquellos años, en una ocasión afirma: “Qué cosa más linda esta revolución, no hay palabras para hablar de esto, pero todo se echó a perder”.

Es la voz de mujer la que constantemente nos interroga, haciéndonos partícipes de esas múltiples interrogantes. ¿Existirá culpa en Rafael Alcides dice? Esa misma voz es la que tratará de ubicar al espectador en una explicación minuciosa sobre los antepasados del poeta, que se interrumpe abruptamente por la aparición del sujeto protagonista cuando dice: “No, no me gustan las biografías”. Esa afirmación nos posiciona ante un ser irreverente que enfrenta a la mismísima creación, o a la patria, o a su musa.

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El poeta y la espiral del silencio

Uno de los logros de este audiovisual es el tratamiento de lo formal, la utilización de una intensa intertextualidad con las artes plásticas –específicamente con la pintura de Antonia Eiriz– que le sirven de apoyatura al realizador para discursar con las sentencias del poeta, su literatura y sus disímiles cuestionamientos sobre el arte, la política, la historia, los líderes políticos, su propia vida.

Se escuchan las olas embravecidas del mar, se escucha el teclado de una máquina, se escucha al poeta decir: “La persona Rafael Alcides no es importante, lo importante es la humanidad”. Cuando escuchamos muchas de las afirmaciones del poeta hablando de su literatura, una mezcla de personajes históricos y personajes de ficción, y vemos en pantalla la cantidad de manuscritos que se aglomeran en los estantes, sentimos la voz de un hombre que se replegó a la sombra, que sintió que sus palabras ya no pertenecían a un momento histórico que lo enfrentaba por su ideología y es aquí cuando la voz nos afirma: “Rafael Alcides quiere que su voz sea la de todos”. Esa afirmación pone de manifiesto la necesidad del poeta de resurgir del silencio, de la soledad en la que ha vivido tantos años para erigirse voz de todos, lo que anula cualquier atisbo de diferencia, ya sea poética o de ideas.

En un ensayo llamado: La espiral del silencio. Opinión pública: nuestra piel, la politóloga alemana Elizabeth Noelle Newman hace un análisis del comportamiento de determinados individuos a los que la sociedad amenaza con el aislamiento por expresar posiciones contrarias a las asumidas como mayoritarias. La tendencia de dicha espiral, dice la teórica, es a enmudecer a quienes tienen posiciones diferentes, pero para en seco cuando se encuentra con los llamados núcleos duros, aquellos que, aunque pocos, persisten en reafirmar sus posiciones y opiniones y que no cesan en el empeño de que su voz sea escuchada.

Es pues Rafael Alcides la voz de ese núcleo duro que sintió la necesidad de sentir, creando en la sombra, a pesar de los desencuentros con el poder, de seguir anclado en el lado opuesto de una Revolución que no le perdonó su posición contestataria y su necesidad de replegarse a un olvido editorial, social, como artista, porque obviamente su ideología conllevaba a ello: prácticamente al olvido.

Se advierte, no obstante, cierto nihilismo en las sentencias del poeta y en las que escuchamos en la voz de la enigmática mujer como, por ejemplo, la que reafirma la huella del inevitable paso del tiempo: sus novelas parecen más bellas porque se han borrado.

La Belleza

Para el poeta la belleza es ciertamente lo imprescindible, un drama secreto, que no se ve pero que se adivina. En este segmento del documental asistimos a lo que ha significado la belleza para él y su cuestionamiento de los medios de comunicación o el mercado, que vende por belleza el artificio y lo banal, porque es lo esperado.

La belleza golpea, dice el poeta, impacta, es como un perfume, no se ve pero se siente. La belleza es para Rafael Alcides lo inesperado, lo auténtico, y asegura que él se hubiera enamorado de Adela Legrá, una mujer con una cara muy serrana, bellamente salvaje.

Este contrapunteo entre lo bonito y lo bello en Nadie nos acerca al conocimiento de lo que es vital para el hombre amante de la belleza y su rechazo a lo impuesto por el mercado.

Para Alcides la belleza es espiritual, mágica. Se establece en el documental una serie de paralelismos entre lo que considera bello por esa química o misterio del espíritu y lo que no. Para el poeta la foto de Korda del Che es mística, hay algo en ella que impresiona, impacta, cierto dramatismo que no podemos ignorar. Korda alcanzó a captar lo que había en el Che y esa es la función del artista para él.

“La Gioconda no es bonita”, dice. Pero para el poeta el modo de mirar, su misterio, sus ojos que nos miran de manera enigmática hacen que lo que emana de ella sea bello. Un momento en este segmento estremecedor lo es cuando esa imagen de mujer que aparece en pantalla como un personaje se nos presenta sin maquillaje, natural y nos mira: mira al poeta, lo interroga de alguna manera y el poeta le dice al realizador: “Tu mujer es muy bella, impacta”, y seguidamente escuchamos esa voz que le responde al poeta: “No será que yo te recuerdo a alguien del pasado”.

En Nadie la constante ruptura con la forma es también parte de esa belleza del audiovisual. El continuo coqueteo con la ficción nos posiciona como espectadores participantes de las confesiones de un hombre y su historia de vida, pero también ante un producto audiovisual complejo, posmoderno, que construye con la apoyatura del fotomontaje, la animación y el collage, ese documento político que dialoga con las estructuras de poder y con las constantes insatisfacciones del protagonista, pero también del propio realizador, que funde su discurso audiovisual con las confesiones del poeta protagonista de su película.

Ileana Margarita Rodríguez y Miguel Coyula | Rialta
Ileana Margarita Rodríguez y Miguel Coyula (FOTO Lynn Cruz)

Cada cosa tiene su modo de ser bella dice: el ruido del mar ensordecido, el cielo, la belleza de la muerte; no hay cosa desprovista de belleza, es para sentirla, como la música. La fotografía en blanco y negro refuerza en imágenes la contundencia de las afirmaciones del poeta sobre la belleza; asistimos en pantalla a la presencia de la mujer mirando al mar embravecido o a una casa derruida por el paso del tiempo. Un lirismo conmovedor, a manera de cierre, lo refuerza la banda sonora y el instante sublime del adagio de Tomaso Albinoni que traduce la poesía del instante y el momento final de un segmento del documental de altísimo vuelo.

La poesía, el artista y el momento histórico

En Nadie se advierte la necesidad de recordarnos constantemente que el protagonista de la historia de vida que se nos narra es un poeta. En el segmento dedicado a la poesía el Alcides insiste en que la creación es un don que se manifiesta de muchas formas. El artista para Rafael Alcides es el que crea algo; los creadores, según él, viven en otra dimensión sicológica, el artista es un profeta y un testigo, dice, su trabajo es la felicidad y es la locura, documenta su tiempo, el poeta es un testigo de su tiempo que convierte en poesía las remembranzas de su breve estancia en este mundo.

El tratamiento formal en Nadie traduce en imágenes las sentencias del poeta, el intertexto es un signo predominante en el documental que dialoga todo el tiempo con un espectador participante de las confesiones del protagonista. Las imágenes de un libro desgastado, o un árbol florecido que mira insistente el poeta es la poesía que nos invita a recrear el tiempo de un hombre que piensa con lirismo la vida y la convierte en metáforas.

El elemento dicotómico en el documental es de vital importancia a la hora de plasmar en imágenes las confesiones del poeta. El artista comprometido que se considera Rafael Alcides va a encontrar en el pseudoartista un enemigo potencial, ya que ese hace del arte un negocio, o sea, pone su arte en función de agradar a todos y renuncia a lo más auténtico que en esencia es su creación, su literatura, su arte.

En el documental el poeta habla de los artistas complacientes, a los que condecoran y les dan medallas. La imagen borrosa del poeta y de fondo el mar embravecido nos trasmiten la agonía y la sensación de confusión de unos años convulsos en los que intelectuales como Lezama Lima, Virgilio Piñera y Antón Arrufat fueron cuestionados por sus obras. Años de reafirmación revolucionaria, donde una postura ambivalente, o una obra que no se anclara en la estética del llamado realismo socialista era anulada.

El realizador utiliza la estética del fotomontaje para armar un discurso que le permita insertar a su protagonista en escenarios reales en los que este dialoga con el líder de la Revolución cubana, o sencillamente una tribuna en la Plaza de la Revolución.

Los años iniciáticos de la revolución cubana son motivo de reflexión para Rafael Alcides, para el poeta la censura estuvo desde el comienzo cuando el documental PM fue motivo de polémica, lo que conllevó a las “Palabras a los intelectuales”. Son las imágenes del documental mencionado las que ilustran este segmento en el que el poeta reafirma el cuestionamiento al arte que no fue un reflejo de ese momento iniciático de la Revolución o sencillamente fue un reflejo de una estética diferente.

El recurso de la animación y el collage le sirven al realizador para, de manera paródica, mostrarnos la figura del líder revolucionario Fidel Castro, su imagen con un tabaco o sencillamente sus ojos en un primerísimo plano que nos miran pensativos, miran desafiantes al poeta cuando afirma que tiene todo el derecho a cuestionarlo, porque sencillamente no es un ser divino.

La estética contestataria del documental se refuerza a cada instante, ya sea en lo formal o en lo conceptual, un rejuego de las siglas de la UNEAC y la deconstrucción de la misma en UMAP nos remiten a significados como: disciplina, rigor, trabajo, que sutilmente ponen el dedo en la llaga sobre otro momento convulso, de allí ese carácter dicotómico de la construcción del mismo.

Lo que interesa en este documento audiovisual es dar testimonio de la historia de vida del poeta Rafael Alcides, de sus ideas y su necesaria reafirmación como un hombre que amó y formó parte de la construcción de una sociedad nueva, pero que dejó de creer en ella.

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