América Medina, David Valera y Yindra Regüeiferos en ‘El último’ (2021)

Llego a la sede de El Ciervo Encantado y me siento a esperar. Llego temprano. Me recibe Pata de Palo, uno de los gatos que habitan el teatro. Luego David Valera me dice que se llama así porque tiene una deformación en una de sus patas delanteras. Nelda Castillo lo adoptó, precisamente, por esa deformidad. Las otras tres gatas son Shakira, Mimi y Teresita. Teresita nos espera en la cocina, adonde me llevan Yindra Regüeiferos y David. Me hacen café. La cocina es como un almacén/archivo en el que se pudiera encontrar cualquier cosa. En sus paredes hay fotografías, máscaras, palabras sobre papel. Si miramos con detenimiento, podemos trazar –sobre esas paredes– una genealogía de lo que ha sido este grupo de teatro, fundado por Nelda Castillo en 1996. Desde la representación de la obra epónima El ciervo encantado, hasta los más recientes performances en escena. Por uno de esos performances en escena estoy aquí: El último. Yindra Regüeiferos, América Medina y David Valera son sus creadores. América acaba de llegar y nos invita a sentarnos sobre el escenario para conversar. En el centro de la cocina hay una mesa larga y negra. Teresita camina sobre ella como una reina. No nos mira al salir.

A continuación, fragmentos editados de nuestra conversación.

Yindra, David y América, después de esta primera devolución de El último, ¿en qué situación está el cuerpo de ustedes?

David Valera: Me quedé con ganas de hacerla más. Siempre es importante el diálogo con el público. Es interesante esa parte del proceso. Es importante pararse aquí y mostrar el manifiesto del cuerpo.

Yindra Regüeiferos: Así se iba a llamar.

¿Así se iba a llamar?

Regüeiferos: Sí. Ese fue el primer nombre: “El manifiesto del cuerpo”.

Valera: Era muy poético. Empezamos en un punto muy poético.

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América Medina: Nos cuestionábamos por qué no podíamos construir un manifiesto como generación o como cuerpos. Cada cuerpo puede generar su propio manifiesto.

En mi caso, luego de esta primera devolución, estoy más alerta a todo lo que pasa en mi contexto. Estoy más a la escucha de todo. Tengo muchos deseos de seguir conectando con más personas a través de este proceso.

Regüeiferos: Vivimos en una nueva etapa. Una nueva carrera para muchas personas. La vida es triste porque se ha convertido sólo en eso, en la sobrevivencia. La sobrevivencia se ha convertido casi en una enfermedad mental. En este país ahora mismo la vida de todo el mundo está en función de eso, de sobrevivir.

El último te crea conciencia de que vivimos así. El hecho de pensar todo el tiempo en qué vamos a comer nos mutila el sentido crítico de la realidad. Se piensa sólo en el pedazo de pollo con el que comerá la familia. Nos convertimos en eso.

Dentro de la angustia que siento por todo lo que está pasando en el país, dentro de las necesidades que vivimos, realmente me siento satisfecha por haber logrado estrenar El último. Para mí es como un sueño cumplido porque ha sido una investigación de muchas necesidades personales. Estoy muy orgullosa de David y de América. Este es un viaje que comienza.

Medina: Esa situación genera una especie de vacío. La sobrevivencia genera estados de vacío.

El último es como un acontecimiento de vacío…

Medina: Yo lo traduciría de esa manera.

Me llama mucho la atención una idea de Jean-Luc Nancy en 58 indicios sobre el cuerpo, especie de manifiesto que utilizaron como fuente de investigación. Me refiero a la idea del vacío como una muy sutil forma de cuerpo. A pesar de que el espacio y el tiempo de la cola son asociados con la multitud; a pesar de que en El último el cuerpo presente, vivo, es muy incisivo, la cola y lo que se pueda desprender de ella pudieran entenderse, también, como un mecanismo de desotramiento. Donde los cuerpos pierden su individuación para ser parte de una tecnología de sobrevivencia. El Poder los convierte en eso, en cuerpos del vacío.

Valera: Es interesante que escojas esa idea de Nancy. Esa era una de las ideas que íbamos a incluir en el programa de mano. Luego pusimos otras. Pero esa nos acompañó siempre.

Medina: Estoy segura de que Nancy no tiene nada que ver con este contexto. Sus indicios seguramente no se relacionan directamente con la vaciedad que estamos viviendo, pero como su pensamiento es híbrido y no es contextual nosotros lo traducimos y lo acercamos a nuestro espacio, a nuestro vacío.

Decía que acaban de hacer la primera devolución escénica de El último, pero es un recorrido que comenzó hace un año, aproximadamente. Desde hoy, ¿cómo recuerdan los primeros incentivos de investigación? Quisiera que me comentaran cómo se configuró la metodología de investigación que utilizaron para extraer de la realidad el material sensible.

Valera: A través de WhatsApp, Yindra me dijo: “David, quiero comenzar un proyecto. Quiero hacer un trabajo en torno a la mujer como objeto sexual en las redes”.

¿El ciberacoso?

Valera: Sí. Todo partió de ahí. Yo le comenté que a mí no me interesaba mucho ese tema.

Pero ese tema tiene mucha relación, quizá de manera subterránea, con El último. De la misma manera, se trata de una compraventa. Una compraventa de cuerpos. Al final una cola también es una compraventa; un comercio de cuerpos.

Medina: Ahora que dices eso, recuerdo que Mariela [Brito] estaba clarísima. Ella nos dice que al final todo está. Nos dice que todo no tiene que estar en la obra, pero sí resonar.

El encuentro de nosotros tres fue muy interesante. Venimos de lugares muy distintos. David se relaciona más con la imagen, con el sonido, Yindra es más corporal, y lo mío era más la escritura, el archivo, la memoria. En uno de los primeros ejercicios escribimos sobre un papel tres tipos de cuerpos. Como una primera estructura diseñamos desde qué cuerpos queríamos hablar. El cuerpo siempre fue la línea central. Pero, “¿qué queremos de esos cuerpos?”, nos preguntábamos.

Entonces, ¿cuál fue el parteaguas en la investigación?

Regüeiferos: Hubo un momento en el que sentimos que había una realidad ahí, en la calle; una realidad que pesa. Dijimos: “¿Qué tal si nos giramos hacia esa realidad, que es fuerte y está viva?” Entonces empezamos a…

A escucharla…

Regüeiferos: Exacto. Era lo más urgente. Lo de la “mujer objeto” era un pretexto. Mi necesidad era, sobre todo, trabajar. Como dice Nelda [Castillo]: “Colón salió buscando las Indias y encontró las Américas”. A partir de ahí empezamos a hacer trabajos de devolución y se los presentábamos a Nelda y a Mariela. Nelda trabaja así. Ella parte de un tema y de ahí el actor le hace propuestas.

Medina: Las primeras propuestas eran más representacionales. Nada tenía nombre. Todo era acción, pero eran acciones más representacionales. Por ejemplo, la mía… Voy a hablar de la mía…

Regüeiferos: No, no…

Medina: ¿No digo? El tema nada más. Tenía que ver con la información y todo lo que provoca en el cuerpo. Ahí lo dejo.

Algunas imágenes de esos primeros momentos quedaron en la obra.

¿Y cómo llegan las colas como núcleo desde el cual performar y resonar?

Regüeiferos: Eso fue lo último.

Medina: En El Ciervo Encantado se estila, según lo que voy captando, que no se habla mucho. El cuerpo que se exponga y que diga qué quiere.

¿No se habla mucho?

Medina: Me refiero a que no se explica tanto. Dímelo con el cuerpo. Hazlo con el cuerpo y después tal vez nos sentemos. Pero dime con acción qué quieres trabajar. Así fue. La pauta iba por ahí.

Valera: Nelda siempre dice: “No vamos a intelectualizar tanto”.

Medina: Nelda y Mariela nos dijeron que les parecía más interesante las estructuras hieráticas. Este vacío, esta limpieza… Y que lo trabajáramos por ahí. Hicimos muchas propuestas de imágenes con el cuerpo. Se decantó mucho. En ese momento hubo en nosotros mucha negación.

¿Cómo trabajar el desnudo, lo vacío? ¿Cómo que limpio? ¿Cómo que sin sonido? ¿Cómo sin imagen literal?

Llegamos a un consenso. El consenso fue el silencio. Hicimos una propuesta en silencio. Otro peso importante tenía ese silencio. Ahí lo íbamos a dejar.

Quizá un día hagan una devolución en silencio.

Medina: Sería genial. Yo lo necesito.

Por la pandemia ensayábamos siempre con nasobuco. Teníamos que cuidarnos de alguna manera. Le propuse a Mariela conservarlo.

En El último, también es un cuerpo pandémico el que sobrevive…

Valera: Durante la semana ensayábamos con nasobuco, pero cuando se lo mostrábamos a Nelda y Mariela nos los quitábamos.

Medina: Le expliqué a Mariela que cuando nos quitábamos el nasobuco era algo irreal. El nasobuco no era un recargo, era una necesidad real.

Era algo crudo. Era cuerpo, imagen…

Era presentar esa piedra. Nelda lo decía: “Esto no puede llevar una luz bella, una contraluz. Esto tiene que ser crudo como ese sol que achicharra a diario”.

Regüeiferos: Ya ahí no se iba a llamar “Manifiesto del cuerpo”. Se iba a llamar “Cuero”.

Valera: Espera. Pero antes se iba a llamar “Carne de cañón”.

Regüeiferos: Tuvo varios nombres. En los últimos días antes de estrenar lo nombramos El último.

¿En El último hay algún trabajo de máscaras?

Regüeiferos: Yo digo que es muy real. Esa pregunta la dejaría abierta. Es una pregunta para pensar.

Valera: Somos nosotros, exponiéndonos.

¿Y, entonces, qué pasó con las colas?

Regüeiferos: ¿Qué pasó con las colas? Nos preguntábamos: “¿cuál es el lugar donde podemos ir a investigar la esencia de todo lo que estamos haciendo?” Las colas. Ahí es donde está el núcleo de todo. Es como la zona roja. Y no hay otro lugar.

Llegó un punto donde ya no necesitábamos el silencio. Necesitábamos estar acompañados de algo. Fuimos a las colas a grabar y a experimentar.

Medina: Fuimos a contaminarnos de esa verdad. Yo no estoy alejada de las colas. He tenido que hacerlas. Pero lo hacía por una necesidad, sin ser consciente de todo lo que vivía. Uno es parte de los códigos de las colas: gritas, te alteras, empujas, marcas para treinta… Todos lo vivimos, lo hacemos. Vivimos de eso.

Pero cuando íbamos a las colas a investigar lo hacíamos con otra intencionalidad. Era fuerte.

Valera: Marcar y ser marcado. El nivel de precariedad que tenemos… Todo el mundo está haciendo cinco, seis, ocho horas de cola por un paquetico de detergente, por una gelatina, por cigarros, por pollo. Eso da la medida de cómo estamos viviendo los cubanos ahora mismo.

Regüeiferos: Por eso esta obra es tan importante para nosotros. Es el testimonio de una masa.

Valera: De la que formamos parte.

Medina: Y sin juzgar. Esa es otra cosa que he aprendido aquí. He aprendido a no juzgar a esas personas. Simplemente somos eso y no podemos tener el privilegio de juzgar. Nuestro trabajo no parte de juzgar el bien o el mal, ni la pobreza ni la riqueza, ni lo marginal. Nosotros somos esa masa. Todos somos esa carne de cañón. Incluso ese LCC que se justifica…

¿Ese qué?

Valera: Lucha Contra Coleros. Son esas personas que “organizan”, controlan las colas y que te maltratan. Todas esas personas son también carne de cañón.

La corrupción también está ahí…

Regüeiferos: Ya ellos se han vuelto un negocio. Venden turnos…

Medina: Entonces generan un aparato de agresividad. Nosotros vivimos ese nivel de violencia. Vivimos la espera, la espera, la espera…

Regüeiferos: Y pierdes la vida en eso… Para nosotros El último es como una válvula de escape. El estado en que uno vive es tan impotente que dreno por aquí toda esa angustia que uno tiene adentro. Es como convertir toda esa angustia en la poesía del horror. Por eso es que me siento feliz. Es como una depuración, una limpieza a través de este trabajo. Es lo que me compensa.

Medina: El tránsito del horror a la belleza está en el entrenamiento. Es lo que te permite, como dice Mariela, entrar a un túnel para ir limpiando y soltando toda la energía que traemos de la calle y entrar a otra dimensión.

Lo que me dicen se entrecruza con el rito, con el ritual. ¿Cómo podemos entender el ritual con relación a El último?

Valera: Cuando entramos aquí nos hacemos un café. Compartimos alrededor de una taza de café. Hablamos sobre algunos temas del día, sin caer en nimiedades que entorpezcan nuestro estado mental. Después limpiamos el piso donde vamos a trabajar. Luego entrenamos y seguimos a la función. Es como una especie de espacio ceremonial.

América, desde tus estudios en la Universidad de las Artes (antes ISA), iniciaste una investigación relacionada con el cuerpo ritual, ¿verdad?

Medina: Sí, con el cuerpo ritual en un sentido etnológico. Pero está en esa dimensión que alcanza uno como cuerpo. Me interesa cómo uno está lleno de otros. Antes de hacer este trabajo, cada uno de nosotros tenía dimensiones diferentes. A partir de ahora estaremos marcados. Es lo que dice Nancy en uno de los indicios: “Un cuerpo nunca está vacío”. Ahora mismo yo tengo en mí parte de Yindra y de David. Eso también forma al cuerpo ritual. Uno puede irse llenando o reconstruyéndose a partir del otro. El otro me permite vomitar de otra manera…

Regüeiferos: Vomitar, me encanta esa palabra.

Medina: Todo el tiempo nos reconstruimos. Cada proceso nos permite vomitar de otra manera. Ese es el cuerpo ritual.

Yindra, ese gesto vomitivo tiene mucho que ver con tu recorrido en El Ciervo Encantado. ¿Qué relación puedes establecer entre El último y piezas anteriores como PIB 2018?

Regüeiferos: El vómito en PIB 2018 es hacia afuera. En El último es hacia adentro. Luego ese vómito sale a nivel energético nada más. Es un vómito desde el silencio.

Es como un ejercicio autofágico, donde el cuerpo se come a sí mismo, ¿no?

Regüeiferos: Sí. La unión que puedo establecer entre PIB 2018 y El último es ese interés por comunicarlo todo desde el cuerpo, pero desde una esencialidad. Sin escenografía, sin vestuario, partiendo de que el cuerpo es la obra y de que a través de él se comunica todo. En El último el cuerpo también se entiende como único objeto expresivo. ¿Cómo desde la esencialidad se puede almacenar todo? Sólo es una cuestión de investigar.

La noción de “performance en escena” fue parte de tu tema de investigación en el ISA, Yindra. ¿Cómo podemos entender El último como un performance en escena?

Regüeiferos: El performance en escena es una obra híbrida e indefinida. Está contaminado de varias formas expresivas: teatro, danza, artes visuales, música… Se nutre de la investigación a través de diferentes fuentes. Esa hibridez es lo que entiendo como performance en escena.

La investigación en El último estuvo encaminada, precisamente, a encontrar ese punto. Fue a propósito.  Nos sentimos en diferentes campos y a la vez en ninguno de ellos. Es ese punto (indefinido) donde se une todo.

Medina: Y aun conservando la escena. Porque perfectamente puede asumir otro espacio, pero son trabajos que conservan la escena.

Te refieres a la escena como arquitectura del espacio teatral tradicional, porque la noción de escena se ha difuminado mucho.

Medina: Exacto.

Creo que sobre lo que conversamos ronda una pregunta: ¿cómo dentro de esa arquitectura tradicional se indisciplina la creación? Eso es lo híbrido. El performance en escena debería entenderse como un ejercicio indisciplinado, toda vez que desterritorializa los estancos artísticos tradicionales.

Valera: Es un trabajo transdisciplinar.

Sí, pero prefiero llamarle indisciplinar.

Medina: Negar la escena desde la caja negra te da otra partitura para entrar a un espacio más libre. No es falso.

Valera: Yo veo a El último en relación con los orígenes del teatro. Me remonto a las cuevas, hace miles de años. El ser humano hacía sus rituales alrededor de las hogueras para invocar, por ejemplo, la lluvia. Para invocar la buena caza. Alrededor de eso se tejían danzas. Se trabajaba con la máscara. Todo con un fin determinado.

De alguna manera yo veo a El último así: como una invocación de la memoria. De la memoria del presente. No sé si puedo hablar de la memoria del presente.

Memoria del presente…

Valera: Esos son los orígenes. Los orígenes del teatro no es Grecia.

No son las dionisiacas…

Valera: Yo lo llevo a los primeros seres humanos.

Medina: Esos son los orígenes de un cuerpo que se compromete con algo, con un sentido de invocar algo.

¿Creen que es importante que retomemos aquello de las máscaras?

Regüeiferos: Aparte de que no queremos representar nada, me cuestiono si el resultado en El último también es una máscara. Por eso no te supe responder lo de la máscara. Podría llegar a ser una máscara, pero en un punto fuera de nosotros. Puede ser la máscara de la nada. Puede ser la máscara del vacío.

Valera: La máscara de la desolación.

Medina: Es una realidad que cada cuerpo construyó de una manera particular.

¿Esa realidad es también territorio de la ficción?

Regüeiferos: No entendí muy bien la pregunta.

Lo digo porque una cola es un espacio de significación. Es un tejido de significados (quizá debí decir significantes) que todo el tiempo se están activando. Una cola es también un espacio de imaginación. Desde una cola se imagina también a un país. Se imagina al otro. Es un territorio imaginal y, por ende, de la ficción. Recordemos que desde la ficción también se construye la realidad. Desde la cola se construye un país ficcional, el que nosotres imaginamos que es. ¿Cómo desde esa ficción de país, de cuerpos fictivos, también se construye lo real? Por ahí va la pregunta.

Medina: Es inconsciente. A la vez es inconsciente.

Regüeiferos: Por ejemplo, en mi caso, a la hora de crear algunas imágenes en mi mente sí parto de una ficción, una poesía, una metáfora, pero calzadas por una realidad. Una obra de arte, aunque parta de la realidad, la sobrepasa.

Valera: Son elementos que se contraponen: parten de la ficción y llegan a la realidad; parten de la realidad y llegan a la ficción.

Yo diría que no se contraponen. Es como un cuerpo poroso…

Valera: Exactamente.

Me interesa pensar los cuerpos de ustedes en El último como cuerpos disidentes. Específicamente lo pienso en relación a la temporalidad que utilizan para presentarse. El tiempo de la productividad, el tiempo del rendimiento, el tiempo de la cotidianidad contemporánea es instantáneo, líquido –para utilizar los términos de Bauman–. En El último se destroza ese tiempo. Se desplaza, digamos. Se desplaza hacia otra temporalidad. En ese sentido (y no sólo) creo que son cuerpos disidentes. ¿Qué creen ustedes?

Medina: Todo el tiempo somos disidentes. El teatro por esencia es disidente. Hacer un performance en escena es disidencia porque tiene otro tiempo, porque invoca otro espacio, otro cuerpo. Niega. Eso es disidencia. Es disentir de esa norma, de ese cuerpo habitual, común. El espectador está preparado para un tiempo que impone el teatro tradicional. Partir de otro tiempo, partir de un cuerpo desnudo, vacío, es disidencia.

Regüeiferos: La obra es muy disidente en ese sentido.

Valera: Nuestras acciones en escena parecen sacadas de Oriente. Parecen acciones ceremoniales…

Ritualistas…

Medina: A mí me interesa mucho el ritual, en todos los sentidos, porque es conservarnos como especie. No vinimos al mundo en ese tiempo, nos vamos cargando de él. Para mí el trabajo en El último fue un proceso vivo porque desjerarquizó mi vida. La vida te la fractura.

Sus cuerpos (rituales) “vindican” –para usar una idea de Martha Luisa Hernández Cadenas– ese cuerpo social que se aglomera y padece en las colas. ¿Creen que es correcta esta idea de la vindicación?

Medina: Como pretexto sí. Es escucharlos. Es escucharnos. Es escucharnos de verdad. Sin censurar. Ahora mismo todos pasamos por lo mismo. Estamos atravesados por lo mismo.

Regüeiferos: Somos todos carne de un mismo picadillo.

Valera: Como si estuviéramos en un matadero. Es como si habláramos por esa masa anónima de la cual somos parte.

Regüeiferos: Es un manifiesto de nuestros cuerpos y de esos cuerpos. Es una presentación de nuestras experiencias y las de ellos. Es como si le dijéramos a los espectadores: “Miren lo que somos y vamos a molernos. Ustedes también son ese picadillo”.

América y David, El último es el primer proceso de creación que desarrollan en El Ciervo Encantado. Después de un año, ¿qué aprendizajes movilizan sus posturas como performers?

Valera: En julio de 2018, estrené Ese tipo humano engañosamente civilizado dentro de la Cátedra del performer, un proyecto que tiene El Ciervo para visibilizar el trabajo de personas interesadas en las prácticas performativas. Luego, durante la XIII Bienal de La Habana, también participé como performer en un espacio de la calle Línea. Ese ha sido mi recorrido como creador en El Ciervo, hasta llegar a El último. Aquí soy técnico de luces.

¿Esa Cátedra continúa?

Valera: Se ha paralizado durante la pandemia, pero sí.

Regüeiferos: Mientras existan personas que tengan la necesidad de presentar su trabajo, la Cátedra continúa.

Valera: Como técnico de luces, uno casi siempre entra en el final del proceso, cuando prácticamente ya todo está hecho. En El último, por primera vez, después de siete años y medio que llevo en El Ciervo, estoy viviendo un proceso real, desde adentro y con mis esencias. Es muy enriquecedor. El último es una obra en la que he estado implicado a otros niveles, mucho más intimistas. Estaré eternamente agradecido con Nelda, que me permitió estar.

Medina: En mi caso, al entrar, muchas personas me preguntaban: “¿Qué vas a hacer tú en El Ciervo? ¿Tú no eras de danza?” Yo lo veo todo como crecimiento. Siento que llego a los lugares para crecer o aportar algo. Me interesa muchísimo la investigación. El último es una investigación con otra escritura. Me interesa escribir desde mi cuerpo. ¿Cómo experimento cada tiempo, cada espacio, cada cuerpo que conozco? El Ciervo me ha permitido eso en muy poco tiempo.

En El último, los cuerpos de ustedes no son los cuerpos hedonistas y autoeróticos que esperan un aplauso. ¿Cómo perciben ese aplauso que por convención se hace?

Regüeiferos: A mí hasta me molesta. Formalmente, uno agradece ese aplauso. Pero en este trabajo para mí el mayor elogio sería el absoluto silencio. Si sucede eso un día…

Medina: Yo creo que en alguna medida ha pasado. Cada vez que salimos casi no hay nadie. Algunas personas me han escrito después, a los días. Me dicen que necesitaban irse, en buen sentido. Una amiga me dijo que se fue en el mismo tiempo de la obra.

Valera: Incluso personas que uno ha invitado. Se van. Eso en El Ciervo es normal.

Regüeiferos: Ese aplauso duele.

Medina: Yo soy sorda.

Valera: Es un impulso convencional del público que uno no puede controlar.

El último recupera el sentido de los cuerpos en relación. El vínculo es lo que hace que El último sea un gesto vivo.

Medina: En un tiempo de confinamiento nosotros hicimos todo lo contrario. Como seres, como especie, decidimos mantenernos en el vínculo, con el otro. Con el otro, pero de verdad. La distancia nos afectó mucho. El último también recupera el sentido de los cuerpos en relación.

Valera: Como cuerpos biopsicosociales. Por eso conectamos con las colas. Todos estamos unidos en la miseria.

Regüeiferos: Es una entropía. El caos dentro del orden. El poder quiere imponer un orden y al final ese orden es un total caos.

Medina: El vínculo nos hace vivos.

 

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