Roberto Diago exhibe ‘La oscuridad fue el principio’ en Tenerife

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Roberto Diago junto a algunos de sus cuadros. Foto: Galería Artizar.
Roberto Diago junto a algunos de sus cuadros. Foto: Galería Artizar.

El artista cubano Roberto Diago (La Habana, 1971) inauguró el 6 de junio de 2023, en el Centro de Arte Juan Ismael (Fuerteventura, Tenerife), la exposición La oscuridad fue el principio. El pintor, una de las voces más sólidas del arte cubano contemporáneo, arriba a esta ciudad española con su más ambiciosa muestra en Europa hasta hoy. Comisariada por Omar Pascual Castillo y producida por Galería Artizar, esta suerte de retrospectiva del trabajo emprendido por el creador durante las últimas dos décadas permanecerá en la institución canaria hasta el venidero 13 de septiembre, cuando comenzará a itinerar por otras ciudades de la península española.

“La obra del prolífero artista cubano Roberto Diago ha alcanzado paulatinamente una consolidación que lo ha convertido en uno de los creadores más destacados de su generación, dentro y fuera de su isla natal; con el transcurso de más de tres décadas de trabajo, se ha ido edificando […] un corpus incuestionable, entre otras cosas, justamente por su rotundidad […]”, apuntó el curador de La oscuridad fue el principio.

“Entroncado con la tradición antropocéntrica del Arte Cubano que explora en los legados afrotrasatlánticos […]”, pondera, “Diago se adentra al arte desde su condición racial de hombre negro, citadino, habanero, descendiente de artistas y músicos, como un individuo atravesado por la transitorialidad de lo finisecular, donde lo diaspórico deja de ser una huida y toma un hogar, un contorno, una familiaridad como punto de partida y de llegada […] Exponer esta ʽcosmogoníaʼ, ancestral y contemporánea, que Diago nos regala, es lo que pretende esta muestra”.

La oscuridad fue el principio reúne alrededor de cuarenta obras entre esculturas, pinturas e instalaciones. El conjunto invita a los espectadores a adentrarse en la poética del autor y a constatar su contemporaneidad y concomitancia con las rutas creativas del presente. La curaduría maneja un criterio expositivo más conceptual que cronológico, pues interesa menos revisar el crecimiento o las variaciones estética de Diago que la expansión, articulación o sostenimiento de un imaginario durante todos estos años. La exposición está concebida “en tres secciones”, dice Castillo, que responden a la visión del artista de “su gente, su paisaje y su hogar”.

Ciertas paradas del recorrido llaman la atención sobre los rostros, esos semblantes tendentes a la abstracción, tan característicos de la iconografía de Diago, y otras sobre el uso expresivo de materiales como la madera y el bronce. Mas toda La oscuridad fue el principio propone una inmersión en ese cosmos singular forjado por el artista, relevante por la idoneidad con que este ha conseguido ofrecer, desde la estética, una explicación elocuente sobre los pliegues históricos, sociales, políticos que convergen en la identidad de los afrodescendientes. El consistente, y a ratos visceral, discurso cincelado por Diago se mueve entre la revisión de la memoria de la esclavitud y el legado africano, y la denuncia del racismo en la Cuba del presente.

Esta exposición coloca al público español frente a una de las voces cubanas con mayor repercusión internacional hoy. Desde mediados de los años noventa del pasado siglo, momento en que cobró particular notoriedad en la isla, su obra ha transitado por disímiles escenarios de prestigio internacional, como las bienales de Venecia y Dakar, y las ferias ARCO Madrid y FIAC París.

El reconocimiento de su producción se constata además en la inclusión de su obra en las colecciones permanentes del Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana, el Boston Fine Arts Museum y el Jorge M. Pérez Museum de Miami, así como en la Deste Fundation de Atenas, la Fundación Brownstone de París y la CIFO Collection de Florida.

Al mostrar varios de los formatos y soportes explorados por el artista, la muestra consigue ilustrar la solidez de su estilo. Con todas sus particularidades expresivas, las esculturas y las instalaciones de Diago son extensiones tridimensionales y espaciales de sus lienzos. Esta exposición dejará constatar que la riqueza de su discurso pasa primero por la consistencia plástica de su ejecución. El alcance antropológico es tal gracias a la idoneidad de la aventura estética propuesta.

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Diago demuestra con su trabajo cómo la historia y la experiencia social que hay detrás del color de la piel se pueden utilizar para forjar un gesto de resistencia cultural, una obra de arte. Antes que en el tema ese gesto se advierte ya en la personal figuración del autor, en su hibridación de códigos del expresionismo y el grafiti, en su exploración de los valores del arte povera y el diseño, en su trato del material. Todo ese agudo pensamiento artístico que distingue a Diago se constata, ante el público europeo, otra vez, en La oscuridad fue el principio.

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