En la calle Aguiar, justamente en el #111, cerca del Callejón de los Peluqueros, en un espacio sin nombre, se presentó oficialmente el pasado 4 de diciembre la exposición personal Cordón de plata, del artista cubano Miguel Alejandro Machado Suárez (Artemisa, 1990).
Se trata de uno de los pintores jóvenes con mayor relevancia dentro del panorama artístico cubano. Dentro de su catálogo se incluyen las exposiciones personales: Gorrión (La Habana, 2014), It’s just a trick (California, 2015), Un Don Juan (La Habana, 2015). En el año 2014 obtuvo la residencia artística del Centro de Estudios de Vermont en los Estados Unidos.
En esta ocasión presenta una propuesta digamos que “rara” en estos tiempos de abstracción a nivel visual, aunque con una carga enorme de subjetividad e infinitas lecturas desde lo psicológico. El recurso del paisaje, pero con la peculiaridad del desenfoque, jugando con colores pasteles y personajes diversos (animales, imaginario religioso, el mar…) es una especie de constante en esta última serie de Miguel Alejandro.
En las palabras al programa de la exposición Luis Enrique Padrón explica:
Lo turbio, lo oblicuo, lo absurdo, lo seductor, lo perverso, lo visceral, lo cerebral: ¡Cuántas disonancias en una misma idea! Más allá del erotismo y la astrofísica, por encima de la lógica de los paquidermos, Miguel utiliza la enigmática frase “Cordón de plata” para divagar sobre la metafísica. A las claras: dividir todo a la mitad; racionalizar; despreciar; suprimir; eludir: es sublimar alguna enigmática carencia.
Cordón de plata, que tuvo su apertura al público desde el pasado 21 de noviembre, reúne veintitrés obras que distan temporalmente desde 2013 hasta 2019. Con múltiples técnicas como óleo sobre lienzo, óleo y pan de oro sobre lienzo (como es el caso de la obra Mensaje siciliano), óleo, cera y espejo sobre tabla (Virgen de cera), entre otras, el artista propone matices distintos de espacios cotidianos y los saca fuera de lo común. Algunas otras de las piezas de la expo son Trampas para palomas (2013), Hongos (2014); Horizontes (2015), First Time (2019), Ángel Tuerto (2019), Evaporación (2019); Adámas (2019); Come to where the flavor is (2019).
Los cuadros de Machado Suárez tienen un muy certero acompañamiento espacial. El lugar no es una galería, ahora mismo no lleva más clasificación que un local con paredes y suelo, en no muy buenas condiciones constructivas, con dos plantas, un pasado rocambolesco y una historia, en forma de cordón de plata, que contar.
Antes de 1959 el edificio había servido a un bufete de abogados. Ya en los 2000 funcionó como centro de rehabilitación, y luego perteneció al Ministerio del Transporte. En estos momentos pertenece al proyecto Arte Corte, de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana. Casi todos los caminos no llegan sólo a Roma, esta vez el azar (no tan casual) llegó a Miguel Alejandro como una oportunidad para exponer sus obras.
En unas declaraciones para Rialta, el artista contó que, una vez previsto el espacio, pudo crear los últimos cuadros de la serie en función de sus características. Y algo de esa armonía se aprecia gracias al trabajo de los curadores, Liatna Rodríguez y Luis E. Padrón, que generaron todo una atmósfera propicia al evento explotando una conexión tríptica entre locación, artista y obra.
Las piezas de Machado Suárez persiguen captar precisamente esas posibles negociaciones que emergen entre la existencia y los espacios en que se habita. Por eso la elección del nombre para esta serie, Cordón de plata, una creencia animista que alude a la unión entre el cuerpo físico y el astral, y de la que el artista rescata la posibilidad de explorar presumibles relaciones a través del color y la luz. En una nota sobre la expo, el propio Machado nos devela sus intereses: “lo que más me interesa mostrar en esta serie es el aura de lugares que he visitado, la sensación de las energías, y las presencias invisibles ante mis ojos”.
No en balde uno de los aspectos más notables de la expo es el resultado de un trabajo que revirtió el aliento demasiado turbio e impuro de las ruinas –al decir de uno de los curadores en el programa de la expo– en un espacio de complicidad visual y espiritual: “A falta de otras herramientas usaremos ese peculiar sentido de lo bello que promulga con su obra Miguel; esa carga entre melodiosa y perturbadora que traen consigo estos truculentos paisajes. ¡Ya verás que bien sana ese cuerpo!”.
Cordón de plata no sólo implica la muestra de los veintitrés paisajes de Miguel, es también el comienzo de un período de actividades colaterales en el espacio del edificio en ruinas que quiere resucitarse. Entre estas se encuentran la introducción del proyecto Espacio Propio el 18 de diciembre a las 4:00 p.m.; la presentación de la guía-catálogo Cutting Edge Art in Havana: 100 Cuban Artists, de Mayret González, Raquel Carrera y Liatna Rodríguez el 10 de enero de 2020 a las 5:00 p.m.; y el día 16, también del próximo enero, tendrán lugar un panel sobre el impacto de la animación en el arte contemporáneo y la presentación del proyecto El Centauro Cebra.
Cordón de plata resulta un modo de decir sutil, dador de oportunidades para infinitas elucubraciones. Da igual si en el proceso de observar las obras no se llega a un punto exacto; lo importante es sentir, a través de esos colores tenues, la fuerza de esa falta de nitidez que nos pone una interrogante sobre la mesa: ¿hasta dónde nos puede llevar el desenfoque de esta realidad tan de Miguel y tan nuestra?
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Publiée par Miguel Alejandrol Machado Suarez sur Lundi 25 novembre 2019