Ilustración de Alejandro Cañer

Si vamos al reciente número 290, no puede uno menos que sentirse (con la pareja de artículos, Emilio Ichikawa y Manuel Henríquez Lagarde, que derivan del inicial de Elvia Rosa Castro acerca del cinismo y el arte); donde Ichikawa construye su intervención desde el rigor de la filosofía. Lagarde coloca su respuesta desde la anciana cepa del choteo cubano. Y ni siquiera un buen choteo, porque la ironía no alcanza a ocultar lo peor: la casi total incomprensión del texto de Elvia Rosa, o peor aún, la renuncia a explorarlo en su profundidad inquietante. ¿Qué palabras usar y cómo evaluar el tránsito de lo político frontal, que permitió a la plástica cubana en los 80 (esencialmente a la joven) a esta práctica de hoy donde predomina la ironía, la inmersión en la ontología, la deconstrucción del lenguaje y los sentidos múltiples? ¿Qué tomamos: la filosofía y la historia cultural o el chiste? Y, por cierto, no resulta ocioso recordar aquí que el cinismo antiguo era no sólo máscara, sino forma de la sabiduría.


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