‘Hans Röckle and the Devil’, Hans Kratzert dir., 1974
‘Hans Röckle and the Devil’, Hans Kratzert dir., 1974

Entre las mistificaciones más burdas de la ideología revolucionaria cubana tenemos la que convierte a Cintio Vitier en un partidario de la llamada Teología de la Liberación. El propio escritor se ha encargado de alimentarla: citas de Ernesto Cardenal y Frei Betto, teoría de la “pobreza irradiante”, turismo revolucionario en Solentiname… Pero lo que Vitier defiende en la Revolución cubana es un meollo reaccionario que se corresponde con su mentalidad de teólogo frustrado.

Una de las cosas que Vitier no le contó a Cardenal (y sí a Thomas Merton) es la historia de su “Glosa a las aventuras de Hans Röckle”. Escrito en febrero de 1964, este largo poema puede ser interpretado como un manifiesto de fe católica y crítica antimarxista, lo cual explica que su autor lo haya diseminado entre sus antiguos compañeros de fe y de letras –entre ellos, Eugenio Florit, en cuyo archivo encontré una copia mecanografiada.

Todo el poema gira sobre una anécdota contada por Eleonora Marx, en sus Recuerdos de Marx y Engels, escritos poco antes de suicidarse con ácido prúsico. El Moro, como llamaban sus hijos al padre del marxismo (por eso en el poema aparece como “el viejo Mohr”), acostumbraba a contarles la historia de un tal Hans Röckle, un mago que, a pesar de poseer una tienda maravillosa llena de juguetes extraordinarios, andaba siempre sin un centavo y al borde de la ruina. Para saldar sus deudas, no le quedó más remedio que vender al Diablo sus criaturas que, sin embargo, regresaban de nuevo a su tienda tras correr interminables y divertidas aventuras, guiados por una suerte de mecanismo invisible e inagotable.

La historia fascinaba y asustaba en igual proporción a los hijos pequeños de Marx. Es poco probable que la hayan interpretado como una fábula sobre el materialismo histórico o como metáfora sobre la verdadera naturaleza de la mercancía –lecturas posibles para la versión política de la fábula–.

Pero es raro, dice Vitier, todo este asunto de un marxista materialista contando cuentos de hadas a sus niños mientras pasea por las calles y los parques de Londres.

Pensadlo bien, no es un contador indiferente,
ya que de su maciza cabezota estaba saliendo
la revolución contra los dioses

Y pasa enseguida a citar las famosas diatribas de Marx en su Prefacio a la tesis “La diferencia entre la filosofía natural de Demócrito y la filosofía natural de Epicuro”:

Porque él adoptó el lema de Prometeo:
“En verdad a todos los dioses odio”.
Porque él en verdad estaba haciendo la revolución
“contra todos los dioses,
celestiales y terrenales,
que no reconocen la conciencia que tiene el hombre
de ser la divinidad suprema”,
según dijo.

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Prometeo es aquí uno de los múltiples nombres del Maligno. Es probable que el poeta cubano hubiera leído la famosa biografía de Robert Payne, donde se citan algunos alucinantes textos del joven Marx, como los titulados Oulanem o El Violinista. (“Oulanem” literalmente significa Anticristo, anagrama con las letras de Manuelo, el Salvador, el Cristo). En cualquier caso, al ultramontano Vitier de mediados de los sesenta no le habrían gustado demasiado estrofas como esta:

Mira esta espada: me la vendió el Príncipe de las Tinieblas,
porque él marca el tiempo y traza los signos.
Con furia creciente toco la danza de la muerte…

O bien:

¡Destruido! ¡Destruido! ¡Mi tiempo ha terminado!
Pronto estrecharé a la eternidad en mis brazos y pronto proferiré gigantescas maldiciones contra la humanidad. ¡Ah! ¡La eternidad! Es nuestro eterno dolor, indescriptible e inconmensurable muerte, vil artificialidad para burlarnos a nosotros

[…]

Destrozaré con permanentes maldiciones, el Mundo que se interpone entre mí y el Abismo. Rodearé con mis brazos su dura realidad: Al abrazarme, el mundo morirá sin un quejido, y se hundirá en la nada más absoluta. Muerto, sin existencia… ¡eso sería realmente vivir!

No es cuestión de juzgar al filósofo del proletariado por su cuento de hadas o unos desvaríos baudelaireanos escritos a los 18 años. Pero, como sabemos, estos impulsos no se quedaron en el papel. Incluso hay todo un libro de Richard Wurmbrand dedicado al satanismo de Marx. Robert Payne ha escrito que es prácticamente imposible no ver en Hans Röckle al propio Marx. Algo semejante concluye Vitier cuando afirma:

Si el Diablo quería esas imágenes
es porque representaban otras tantas almas vivas.
Si Hans Röckle se las daba una a una,
para seguir viviendo,
es porque tenía con él secreto pacto.
Si las imágenes volvían a su tienda
es porque Hans Röckle había vendido su alma
a cambio de la magia de poseer
las imágenes materiales de todas las cosas.

Parece difícil colocar esta crítica del pacto fáustico que supone el marxismo dentro de la teoría que se empeña en buscar puntos de conexión entre el mensaje de puro amor de Jesucristo y la doctrina marxista. Una crítica católica de Marx, como bien sospechaba Vitier antes de ejercer de ideólogo nacionalista, también podía usar las razones de la demonología. Y al final, eso es este poema: una crítica radical del marxismo como pesadilla hoffmaniana sobre unas criaturas sin alma que siempre regresan a su Creador.

Anexo. Un poema de Cintio Vitier

Glosa a las aventuras de Hans Röckle

“En cuanto a mí –dice Eleonora Marx en sus Recuerdos--, de todas las innumerables y maravillosas historias que me contaba Mohr, la que más me gustaba era la historia de Hans Röckle. Es raro que nadie se haya ocupado de escribir estas historias llenas de poesía, de espíritu y de humor…”

 

Sin duda es raro.
Más raro, aún, todo el asunto.
Cierto que eran pasatiempos; pero un juego
que duraba “meses y meses”,
con la coherencia de un solo relato,
es algo que exige una extraña, secreta energía.
Quisiera oír el timbre
de las risas, ver las ropas, el brillo de los ojos.
Siendo esto imposible, me pregunto:
¿tal vez la fantasía y la ternura
iluminan el socavón de su trabajo,
como el sueño vinculado a la vigilia?
Lo cóncavo ajusta en lo convexo.
Si Mohr salía de la estructura y la superestructura
para entrar, con su hija, en las historias de Hans Röckle,
algo sabía Hans Röckle de Mohr
que Mohr no sabía de sí mismo.
Sus historias venían del cuento original.
Los narradores son indiferentes,
como es indiferente que escriban o no escriban:
el cuento prosigue ramificándose como un árbol
que es siempre el mismo y distinto.
Pero este contador, paseando con su hija
por las calles y los parques de Londres,
llenos de olores y colores sepultados con ellos,
pensadlo bien, no es un contador indiferente,
ya que de su maciza cabezota estaba saliendo
la revolución contra los dioses.

Porque él adoptó el lema de Prometeo:
“En verdad a todos los dioses odio”.
Porque él en verdad estaba haciendo la revolución
“contra todos los dioses,
celestiales y terrenales,
que no reconocen la conciencia que tiene el hombre
de ser la divinidad suprema”,
según dijo.

De la batalla que él había entablado
contra todos los dioses
¿Qué sabía Hans Röckle,
saliendo de su sueño, en la cálida voz paternal,
frente a los ojos maravillados de la niña?

“Hans Röckle –sigue diciendo Eleanora en su Recuerdos—kjhbv   era un mago a lo Hoffman, con una tienda de juguetes y ningún dinero en la bolsa. En su tienda se encontraban los objetos más extraordinarios: hombres y mujeres de madera, gigantes y enanos, reyes y reinas, maestros y operarios, cuadrúpedos y aves tan numerosos como en el arca de Noé, mesas y sillas, equipajes y cajas grandes y chicas. Aunque fuese un mago, Hans jamás podía pagar sus deudas ni al diablo ni al carnicero, y por eso tuvo que vender al diablo todas sus cosas una por una. Después de muchas, muchísimas aventuras y quid pro quos, todas las cosas volvían siempre a la tienda de Hans Röckle…”

 

Un mago hoffmaniano
en su fantástica juguetería
no tiene escapatoria:
es un hijo impulsivo de los sueños.
¿Qué mensaje nos trae
con su gorro puntiagudo?
Lástima que el viejo Jung
no le arreglase las cuentas al viejo Mohr.
En todo caso, el simpático Hans Röckle
es bastante elocuente para un simple aficionado.
El viejo Mohr soñaba con una fuerza
capaz de poseer todas las cosas
convertidas en simulacros;
y capaz de engañar al Diablo,
aunque estando siempre en deuda con él.

Si el Diablo quería esas imágenes
es porque representaban otras tantas almas vivas.
Si Hans Röckle se las daba una a una,
para seguir viviendo,
es porque tenía con él secreto pacto.
Si las imágenes volvían a su tienda
es porque Hans Röckle había vendido su alma
a cambio de la magia de poseer
las imágenes materiales de todas las cosas.

¿Qué tenía el mago en su almacén?
Antes que nada, “hombres y mujeres de madera”.
Recordemos al quiché: “Y al instante fueron hechos
los muñecos labrados en madera.
Se parecían al hombre, hablaban como el hombre
y poblaron la superficie de la tierra.
Existieron y se multiplicaron;
tuvieron hijas, tuvieron hijos los muñecos de palo;
pero no tenían alma, ni entendimiento,
no se acordaban de su Creador, de su Formador…”
¡Qué habían de acordarse –eh, Hans?
El Diluvio, dice el quiché, los aniquiló.
Por eso el mago también tenía
“cuadrúpedos y aves tan numerosos
como el arca de Noé”.
Sólo que no estaban vivos como en el Arca,
ni suponían ninguna salvación,
sino el encadenamiento de todas las cosas
al juego pavoroso del mago y el Diablo.
El buen Mohr inventaba las historias
para divertir a la niña. La niña crecía.
El tiempo cruzaba como el chal de un hada.
Por la noche, diminuto, burlón, fosforescente,
Hans Röckle se asomaba a curiosear
las gigantescas páginas que había escrito el viejo Mohr.

“Algunas de tales aventuras -termina Eleonora en sus Recuerdos– daban frío y ponían los pelos de punta; otras eran cómicas…”

 

(Nota final del glosador: Exactamente
así es.)

La Habana, 13 de febrero
de 1964

Nota de EHB: El poema reproducido aquí pertenece a la papelería inédita de Eugenio Florit, conservada por la Cuban Heritage Collection en la biblioteca Otto G. Richter de la University of Miami. Se han corregido sólo algunas erratas evidentes de mecanografía.


* Este texto pertenece al ensayo “Tres notas sobre Cintio Vitier», incluido en Inventario de saldo. Ensayos cubanos, Leiden, Bokeh, 2017.

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2 comentarios

  1. La «glosa» también muestra cómo el «gusto» puede desaparecer, aún en un profundo lector de poemas como Cintio Vitier. El «mierdómetro» funciona hacia los demás. ¿Quién ha vinculado la filiación filosófica de Cintio con el marxismo? Su adhesión al régimen también tuvo que ver con sacarse la espina que les clavaron a Orígenes los intelectuales estalinistas, del corte de José A. Portuondo, Mirta Aguirre y comparsa.

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