Wim Wenders lleva al cine el sueño americano de Edward Hopper

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‘Gas’, Edward Hopper, 1940 (FOTO Museum of Modern Art)

El cineasta Wim Wenders (Düsseldorf, 1945) ha rodado un cortometraje para animar la obra de Edward Hopper (Nyack, 1882-New York, 1967), creando minificciones a partir de sus lienzos. Dirigido expresamente para una exhibición en la Fundación Beyeler de Basilea, en Suiza, el material fílmico se intitula Two or Three Things I Know about Edward Hopper y se proyecta como parte de una retrospectiva del pintor, de quien se ha dicho que animó (y congeló a su vez) los grandes paisajes rurales y urbanos de una “América melancólica”.

Abierta el 26 de enero de este año, la exposición debía cerrar en mayo, pero ha sido recientemente extendida hasta el 26 de julio. La curaduría dio preeminencia a una zona aparentemente poco distinguida del corpus pictórico de quien se ganó mayormente la vida como ilustrador, pues las paredes de la Fundación Beyeler abrigan acuarelas y óleos que van de 1910 a 1960. Son esas imágenes de páramos que no dejan ver horizonte las que inspiraron a Wenders a filmar, para lo que viajó hasta Montana, en vista de descifrar un mundo que –según él mismo– tiene notables vínculos con la filmografía narrativa de los Estados Unidos de la que fue contemporáneo.

Si enigmáticos son los parajes que pintó Hopper –apresados entre el vapuleo del progreso y su propia “contrapastoral modernista”–, misteriosos son también quienes los habitan; a solas o en pareja, captados con la mirada perdida o en gestos que implican una expectación, una otredad que nos es escamoteada en los cuadros y que respira fuera de ellos, rodeados del to be continued de toda buena saga. Esa atmósfera de suspense, la presencia de hechos y tensiones invisibles pero latentes, parecen haber ejercido asimismo su influjo sobre el director de Paris, Texas (1984), y lo han lanzado a construir un filme breve que –según afirman algunos– dista bastante del resto de sus películas.

Las imágenes animadas del tráiler que difunde la propia Fundación Beyeler, más que corroborar tal aseveración, capturan el hálito de ambos creadores y sumergen al espectador en un viaje por viñetas que lo implican y lo dejan esperando, ávido de ir a por más. Luces, escenarios y esa melancólica cualidad de las soledades humanas / citadinas / campestres han sido hilvanadas por el entrenado ojo fotográfico de Wim Wenders para reproducir el indefinible y tantas veces citado “espíritu americano” que alienta la obra de Edward Hopper, tal cual la de cineastas como Alfred Hitchcock, Todd Haynes o el Kevin Costner de Bailando con lobos (1990). Un toma y daca entre séptimo arte y pintura del que ya nadie hace por discernir la punta del ovillo, si bien se pueden hallar algunas pistas.

Aunque realista, Hopper bebió de pintores como Manet, Degas, Courbet, Velázquez y Goya. Y Wim Wenders es reconocido entre los impulsores del Nuevo Cine Alemán, junto con Fassbinder y Herzog. Los puntos de contacto entre ambos pueden rastrearse en el libro de Wenders Los píxeles de Cézanne y otras impresiones sobre mis afinidades artísticas (Caja Negra, 2016); o incluso diez años antes, en Edward Hopper: a Catalogue Raisonné (Knopf, 1996), de Gail Levin. En el volumen más reciente, el cineasta aborda el influjo ejercido en él por los encuentros con Anthony Mann, Michelangelo Antonioni, Andrew Wyeth, Peter Lindberg, Yohji Yamamoto, Pina Bausch, entre otros.

En el ensayo “Fotogramas de un sueño americano” –incluido en Los píxeles de Cézanne…–, Wenders confiesa que Hopper llegó a ser tan admirable para él que en los setenta copió muchísimos de sus encuadres, fascinado por este “narrador del lienzo”, y a partir de un libraco manoseado del que se hacía acompañar en las filmaciones. Amante de esas imágenes condensadas, que estima “cantos rodados” por su perfección, y abanderadas de la síntesis de la publicidad y del pop, Wenders escribió allí: “Sus cuadros no retratan a los Estados Unidos sólo en las superficies, sino que escarban en las profundidades del sueño americano y exploran ese dilema tan consumadamente estadounidense del ser y el parecer. Sí, podrían ser parte de una gran película sobre «América»; cada uno, el inicio de un nuevo capítulo”.

Pudiéramos decir así que la película, quimera cumplida al fin, ha sido hecha, y que incluso Wenders se ha introducido en ella, como uno de sus personajes misteriosos. Two or Three Things I Know about Edward Hopper se muestra en la Fundación Beyeler como una instalación que propone una experiencia inmersiva en 3D.

Como es práctica habitual en estos recintos, en la Fundación está a la venta, entre otras novedades –y al alcance de quienes lo deseen comprar online–, el libro Edward Hopper: A to Z, de Ulf Küster. Este museo surgió en la década de los ochenta de la colección de Ernst y Hildy Beyeler y es el más visitado de ese país europeo. Para la retrospectiva, contó con la cooperación del Museo Whitney de Arte Estadounidense, sito en New York, y principal repositorio de la obra de Hopper: ese pintor que nos legó cuadros que semejan frames, y que todavía hoy nos hacen preguntarnos por las historias que abrió ante nuestros ojos, como el gran storyteller que fue.

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JAMILA MEDINA RÍOS
Jamila Medina Ríos en poesía: Huecos de araña (Premio David, 2008), Primaveras cortadas (México D. F., 2011), Del corazón de la col y otras mentiras (La Habana, 2013), Anémona (Santa Clara, 2013; Madrid, 2016), País de la siguaraya (Premio Nicolás Guillén, 2017), y las antologías Traffic Jam (San Juan, 2015), Para empinar un papalote (San José, 2015) y JamSession (Querétaro, 2017). Jamila Medina en narrativa: Ratas en la alta noche (México D.F., 2011) y Escritos en servilletas de papel (Holguín, 2011). Jamila M. Ríos (Holguín, 1981) en ensayo: Diseminaciones de Calvert Casey (Premio Alejo Carpentier, 2012), cuyos títulos ha reditado, compilado y prologado para Cuba y Argentina. J. Medina Ríos como editora y JMR para Rialta Magazine. Máster en Lingüística Aplicada con un estudio sobre la retórica revolucionaria en la obra de Nara Mansur; proyecta su doctorado sobre el ideario mambí en las artes y las letras cubanas. Nadadora, filóloga, ciclista, cometa viajera; aunque se preferiría paracaidista o espeleóloga. Integra el staff del proyecto Rialta.

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