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Alejo Carpentier y el tabú estalinista. La correspondencia con Arnaldo Orfila

La correspondencia entre Alejo Carpentier y Arnaldo Orfila, uno de sus editores más destacados en el mundo iberoamericano, ofrece nuevas pistas para pensar la política intelectual, la proyección editorial y la estrategia de mercado del importante narrador cubano.

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La correspondencia entre Alejo Carpentier y Arnaldo Orfila (Correspondencia Arnaldo Orfila / Alejo Carpentier, Siglo XXI Editores, Ciudad de México, 2021), uno de sus editores más destacados en el mundo iberoamericano, ofrece nuevas pistas para pensar la política intelectual, la proyección editorial y la estrategia de mercado del importante narrador cubano. Muchas cosas habría que comentar en este epistolario, editado en Siglo XXI por Adolfo Castañón, con prólogo de Jaime Labastida, que arranca en 1955, cuando Orfila era director del Fondo de Cultura Económica, y se extiende hasta 1980, año de la muerte de Carpentier.

Solo reparo, por ahora, en algunos detalles que cuestionan o reafirman ciertas imágenes establecidas sobre Carpentier. Siempre sorprenden las políticas de la amistad en los años posteriores a 1959, cuando tantas fracturas ideológicas se multiplican en el campo intelectual latinoamericano. Una de ellas es la de la red afectiva entre Orfila, Carpentier y el ensayista colombiano Germán Arciniegas. A pesar de la fuerte presencia de Arciniegas en el circuito del Congreso por la Libertad de la Cultura, del giro de Orfila hacia la Nueva Izquierda en los sesenta y del compromiso de Carpentier con el nuevo Gobierno cubano –el escritor fue vicepresidente del Consejo Nacional de Cultura, director de la Editora Nacional y agregado cultural en París–, la amistad entre los tres fue constante y epistolarmente documentable.

Las cartas entre Orfila y Carpentier se vuelven enjundiosas y, por momentos, decisivas, a partir de 1973, cuando el escritor cierra el contrato para la edición mexicana de Concierto barroco. En febrero de ese año, Carpentier designó a Orfila, entonces director de Siglo XXI, como “editor” y “apoderado” de sus obras en México. El plan editorial incluiría, después de Concierto barroco, El recurso del método, que se publicó en 1974, y un par de títulos más, que por entonces Carpentier llamaba Los convidados de plata y El año 59. Estos dos proyectos textuales acabarían integrándose al cuerpo de su última novela, La consagración de la primavera, también editada por Siglo XXI en 1978.

Son reveladoras las cartas en que Carpentier comenta los manuscritos de El recurso del método y La consagración de la primavera. Se trata de juicios sobre sus propias novelas que el escritor envía a Orfila para facilitar el trabajo de edición y, a la vez, armar una estrategia de promoción desde el México del PRI. Insiste Carpentier, por ejemplo, en la historicidad cuantificable de su Primer Magistrado: 40 % de Gerardo Machado, 10 % de Guzmán Blanco, 10 % de Porfirio Díaz, 10 % de Cipriano Castro, 10 % de Estrada Cabrera y 20 % de Trujillo.

Carpentier leía las críticas de sus libros en la prensa mexicana y las comentaba con Orfila. Le desagradó la nota de Danubio Torres Fierro sobre El recurso del método en Excélsior, pero le gustó mucho, a pesar de su “ostentosa imparcialidad” y que fuera “tan duro con Asturias y García Márquez”, la de Ángel Rama, aparecida en El Nacional de Caracas y en La Cultura en México. No dice demasiado Carpentier sobre la nota de José de la Colina en Plural, pero es muy probable que aborreciera cualquier asociación de su literatura con el boom de la nueva novela latinoamericana.

El propio Orfila se hacía eco de la posición de Carpentier, en los setenta, donde se mezclaban el rechazo al boom y la crítica al posicionamiento de los intelectuales cercanos a Seix Barral y otras editoriales españolas contra el encarcelamiento y represión del poeta Heberto Padilla y su esposa Belkis Cuza Malé. Con el propósito de disuadir a Carpentier de que siguiera publicando en Seix Barral, Orfila escribe al cubano en junio de 1973: “quiero recordarle que él (Carlos Barral) es un entusiasta adherente al grupo intelectual que intentó aquella supuesta Bahía de Cochinos Cablegráfica que ejecutaron sus amigos europeos y latinoamericanos en el caso Padilla”.

Las cartas que comentan La consagración de la primavera comienzan mucho antes de la publicación de la novela en 1978. De hecho, es probable que Orfila haya ayudado significativamente a la construcción de la trama de aquella obra de Carpentier, al proponer al escritor una edición de sus artículos en Social, Carteles, La Discusión, Diario de la Marina y otras publicaciones habaneras. El proyecto había sido elaborado por el editor y crítico español Julio Rodríguez Puértolas, quien envió un índice tentativo del volumen de artículos de Carpentier, a Orfila, a fines de 1974.

Carpentier tardó en responder y cuando lo hizo, en febrero de 1975, declinó la oferta con el argumento de que en Cuba se publicaría un volumen de sus crónicas, prologado por José Antonio Portuondo. En efecto, en 1976, la editorial Arte y Literatura publicó los dos tomos de crónicas de Carpentier, con algunas modificaciones sintomáticas en el índice original, propuesto por Rodríguez Puértolas.

En la versión cubana desaparecieron artículos como “Stalin recibe a Emil Ludwig” (1932) o “Hitler y el parsifalismo” (1939) y se eliminó por completo la serie titulada “El ocaso de Europa”, que Carpentier publicó entre 1941 y 1942 en Carteles. En el prólogo de Portuondo al primer tomo de las Crónicas (1976) se explican vagamente esas exclusiones. Según Carpentier, los textos de “El ocaso de Europa” estaban “teñidos de pesimismo”. Y agregaba: “poco o nada sabíamos en América, en los años 1941 y 1942, de la resistencia y del heroico trabajo del Partido Comunista Francés”.

Pero tal vez hubiese otra razón para la autocensura: en aquellos artículos, lo mismo que en La consagración de la primavera (1978), se trasmitía una visión negativa del Pacto Mólotov-Ribbentrop. En una escena de la novela se lee este diálogo: “—«¿Leíste los periódicos?» –preguntó mi tía. —«No». —«Pues, entérate». Y me tendió soberanamente un número del Diario de la Marina donde se ostentaba un título a cinco columnas: PACTO GERMANO-SOVIÉTICO. —«Sí. No pongas esa cara. Fue ayer. Fecha histórica. Hitler y Stalin, uña y carne. O cúmbilas, como decimos nosotros. Lee…Lee…»”

Más difícil, pero no imposible, es entender por qué Carpentier –y Portuondo, que no ocultaba su malestar con el “snobismo” de las crónicas carpenterianas– expurgaron el artículo sobre la entrevista de Emil Ludwig a Stalin en 1931. A diferencia de los artículos del 41 y el 42, esta nota era favorable a Stalin, como la propia entrevista de Ludwig. El biógrafo judío alemán cambiaría su posición sobre Stalin luego de los procesos de Moscú y el pacto con Hitler, como se lee en su libro Tres dictadores. Hitler, Mussolini y Stalin (1939) y en su biografía definitiva del líder soviético en 1945.

Pero Stalin, después del XX Congreso del PCUS, en que Nikita Jrushchov denunció el culto a la personalidad, se volvió tabú para los propios comunistas. Su silenciosa reivindicación durante el periodo de Leonid Brézhnev reforzó aquella extraña interdicción que hacía que sus propios admiradores lo mentaran en voz baja. Stalin desapareció del índice onomástico de las Crónicas (1976) de Carpentier, aunque no su archirrival León Trotski, referido con una errata que despista al lector (“Trotzy”), a propósito de los comentarios elogiosos del dirigente bolchevique sobre las esculturas de Jacques Lipchitz. En sus crónicas sobre la vanguardia soviética, Carpentier dio la razón al Trotski de Literatura y revolución (1924).

Sugeríamos que el índice de los artículos de Carpentier, elaborado por Rodríguez Puértolas, que Orfila envió al escritor cubano en enero de 1975, probablemente ayudó a perfilar la trama de La consagración de la primavera (1978). En aquellos textos se trazaba una autobiografía estética y política, que recorría las vanguardias europeas, la Revolución bolchevique, el París surrealista, la Revolución mexicana, la Guerra Civil española, el viaje a la Gran Sabana, la crítica de las dictaduras latinoamericanas y la Revolución cubana de 1959. Un itinerario del cronista que es también el boceto de su última novela.

cubierta de la ‘Correspondencia Arnaldo Orfila / Alejo Carpentier’, Siglo XXI Editores, Ciudad de México, 2021
Cubierta de la ‘Correspondencia Arnaldo Orfila / Alejo Carpentier’, Siglo XXI Editores, Ciudad de México, 2021
RAFAEL ROJAS
RAFAEL ROJAS
Rafael Rojas (Santa Clara, Cuba, 1965). Es historiador y ensayista. Licenciado en Filosofía por la Universidad de La Habana, y doctor en Historia por El Colegio de México. Es colaborador habitual de la revista Letras Libres y el diario El País, y es miembro del consejo editorial de la revista Istor del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE). Ha publicado los libros: Un banquete canónico (2000), Revolución, disidencias y exilio intelectual cubano (2006), La vanguardia peregrina. El escritor cubano, la tradición y el exilio (2013), entre otros. Desde julio de 2019 ocupa la silla 11 de la Academia Mexicana de la Historia.

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