Hay películas que son reliquias: Kalapur es una reliquia viviente. Los responsables de esta producción parecen haberse olvidado de que existió un hombre llamado Mahatma Gandhi que demostró que los ingleses armados y tomando té eran inferiores a los hindúes desarmados y hambrientos. Gandhi fue el primero en desmentir que subdesarrollo e inferioridad eran sinónimos.

En Kalapur subdesarrollo e inferioridad todavía son equivalentes: los colonizadores ingleses le salvan la vida a un príncipe hindú –un niño– que se mantiene fiel a la Corona inglesa durante un levantamiento de las tribus musulmanas del noroeste del país.

De Kalapur uno saca las siguientes conclusiones:

  • Los ingleses, a pesar de sus excentricidades, son buena gente.
  • Los musulmanes atrasados y sanguinarios no se han alzado para conseguir su independencia, sino para asesinar a sus compatriotas y sembrar el caos en la región.
  • Los hindúes inteligentes —aunque no son tan buenos como los ingleses y los norteamericanos— son aquellos que aceptan la superioridad inglesa.

Artísticamente, no podemos decir nada de la película. Aquí no se puede hablar de dirección: lo único que hace Lee Thompson —a pesar de haber dirigido La Bahía del Tigre— es repetir formulas desahuciadas. Basta decir que la fotografía no está fuera de foco y que los actores hacen un esfuerzo por ganarse la vida en la pantalla. Son actores profesionales, pero la película no les interesa en lo más mínimo. Pero hay que vivir. La fotografía, desde luego, es en colores. No nos gustan las películas en colores porque empalagan como algunos caramelos pegajosos. Hay una cosa que nos irrita especialmente en las películas en colores: la sangre. La sangre nunca convence en las películas en colores, es demasiado roja y parece más una pasta que un líquido. Eso nos echó a perder la escena más dramática de la película: el encuentro con el tren que los rebeldes han asaltado, asesinando a todos los pasajeros. Si no llega a ser por la sangre artificial, la escena de la masacre hubiese logrado que nos moviéramos incómodos en la luneta. Emplearon un truco efectivo para indicar que los buitres estaban a punto de devorar los cadáveres: durante toda la escena se escucha el vuelo zumbón de las moscas. Las moscas no se ven pero se oyen. (Algo parecido y de absoluta efectividad ocurre en Hoyo de lobos).

Al final de esta escena la heroína (Lauren Bacall) rescata de entre los cadáveres a un niño recién nacido. Esto parece sugerir indirectamente que los indios se matan entre sí, mientras que los ingleses respetan la vida humana. ¿Qué dicen a esto los mau-mau?

Kalapur pertenece a un género muy popular en nuestra infancia. Nos acordamos ahora de Gunga Din, Beau Geste, Las cuatro plumas, Los lanceros de Bengala y otra vez Gunga Din, que fue la que más nos gustó. La vimos como seis veces.

La crítica siempre trata de analizar fríamente las películas y esto es imposible. El cine tiene para la mayoría de nosotros una historia emocional y afectiva. Todavía nos gusta sentarnos a ver una buena película de ladrones y policías o de guerra o una comedia musical entretenida. Las de vaqueros nunca nos gustaron. Eso de los caballos corriendo todo el tiempo nunca nos gustó. Con los años hemos ido descubriendo los elementos negativos de estas películas y todavía algunas nos entretienen pero no nos convencen. Las tomamos con un grano de sal.

Pero Kalapur no es ni entretenida ni nada. Creo que después de la independencia de la India en 1947 debió suspenderse la producción de películas de este género. ¿Imagínense las películas que podrían hacerse sobre la resistencia pasiva en India? ¿Sobre la India verdadera? Aparajito —una película hindú que todavía no se ha exhibido en Cuba— es una de las mejores recreaciones de un estilo de vida que hemos visto en el cine. Lo espectacular es la vida cotidiana de un niño hindú durante la transición de la India antigua a la moderna.

Lo primero que nos dicen al presentarnos un paisaje en eastman color —después que sale el esclavo tocando el gong de J. Arthur Rank— es que nos encontramos en el año de 1905. La mentalidad de la película es también de 1905, aunque se filmó en 1959.

Hay personajes, simpáticos como el del maquinista Gupta, el perfecto subdesarrollado. Gupta es el maquinista del tren que le salva la vida al príncipe atravesando hábilmente el territorio rebelde. Gupta no habla inglés muy bien (primera condición para ser un subdesarrollado), pero conoce lo suficiente para ser entretenido y servicial. Gupta confunde las palabras: en lugar de decir helpful (‘útil’), dice hopeful (‘alentador’), o cosas como in a very soon moment (‘en un momento muy pronto’).

Los rebeldes musulmanes se acercan veinte veces al tren, están a punto de devorar a los protagonistas, pero estos siempre logran salir ilesos gracias a la superioridad del europeo.

El romance de la película entre el soldado inglés (Kenneth Moore) y la institutriz norteamericana del príncipe (Lauren Bacall) no convence a nadie. Están los gestos y las palabras pero el amor no aparece por ninguna parte. El romance es simplemente un ingrediente en la receta de una película de aventuras en tierras exóticas. En tierras exóticas siempre tiene que brotar un romance. Así son todos los elementos de la película: no convencen a nadie. Inclusive hay una lucha en el techo de un vagón mientras el tren avanza por las vías a toda marcha. El que no haya visto esta escena mil veces, no ha ido nunca al cine. No se sabe si la escena es cómica o trágica porque la hemos visto también en una película de los hermanos Marx.

Nos alegramos cuando el malo de la película se cayó del techo del tren y murió dando vueltas y gritos por un barranco. Nos alegramos —no porque nos hubiesen convencido de que ser mestizo e indonesio fuese malo— sino porque indicaba que la película estaba a punto de terminar. ¿Qué se puede esperar de una película que se anuncia así: “De las vastas y ardientes planicies de la India, con sus conflictos milenarios, surge una historia gigantesca como su escenario”?

Queremos terminar hablando de Lauren Bacall, la actriz que se hizo famosa por su voz profunda y sensual. En esta película ni eso le queda. No puede negarse que en una época nos agradaba. Su actuación es la que está más de acuerdo con la calidad de la película: Lauren Bacall simplemente se deja fotografiar. Al final la viuda de Humphrey Bogart parece que nos dice: “Bueno, ya salimos de eso”.


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