LASA Cuba
Miembros de la delegación de Cuba al evento LASA Barcelona en 2018 durante un mitin de solidaridad

Como ha ocurrido usualmente en la historia intelectual de la posrevolución cubana, el debate sobre libertad de pensamiento y de expresión en la isla –que el Movimiento San Isidro y el 27N han instalado– se ha trasladado a su frontera. En este caso, a la relación con la Latin American Studies Association (LASA), el principal cónclave de estudios latinoamericanos en Estados Unidos.

El punto detonante ha sido la represión policiaca brutal –reñida con la propia legalidad formal del régimen autoritario que anida en La Habana– de grupos de intelectuales que han venido manifestando su aspiración a la libertad de expresión y la autonomía social. Desde aquí, un grupo intelectuales y académicos cubanos –mayoritariamente emigrados– solicitó a LASA una condena a la represión en Cuba, lo cual LASA hace frecuentemente con referencia a situaciones de ese signo ocurridas en el hemisferio. Y LASA reaccionó –por primera vez en relación con Cuba– con un documento notablemente elusivo y omiso en que reiteraba su oposición al bloqueo, pero también su “compromiso con los valores de la libertad de expresión, la libertad académica y el respeto por los derechos humanos en el contexto de la democracia, la soberanía y el Estado de derecho”. Las reacciones no se hicieron esperar, y LASA, como ocurre a todos quienes maniobran en medio de una calle de doble vía, fue golpeada por ambos lados.

Las primeras reacciones provinieron del sector intelectual crítico, que objetó la declaración de LASA por pusilánime, lo que generó otra carta pública y varias desafiliaciones. Por su parte, varias organizaciones de la Universidad de Harvard que habían sostenido intercambios con la academia cubana no dudaron en hacer pública su denuncia de la “violenta represión estatal” en Cuba que estaba afectando a algunos académicos que habían realizado estancias profesionales en esas instituciones.

LASA CUBA
Stand cubano en la feria del libro del evento LASA 2018

Del lado oficialista, varias instituciones y personalidades emitieron proclamas y escribieron artículos que denunciaban el muy tímido pronunciamiento de LASA como un ataque “anticubano” inaceptable, y una desviación de LASA de sus propósitos fundacionales. Un grupo de veteranos de las lides “lasianas” emitió otro documento público que pretendía la suavidad de los policías buenos y sugería mantener las puertas abiertas ante lo que consideraban un mal momento. Abogaban por mantener los cruces de puentes y evitar la polarización ideológica –“lo último que necesitan los cambios en Cuba”– como si la polarización ideológica en Cuba –y los afanes represivos que le acompañan– fuesen asuntos diferentes a la naturaleza del régimen autoritario cubano. Las reacciones de todos, condotieros antimperialistas y blandos dialogantes, denotan el enconamiento de los espacios intelectuales en la isla, el poco margen de maniobra que tienen los “críticos consentidos” en la actualidad política y la bancarrota de una generación de intelectuales que en algún momento construyeron los puentes –así le llaman en su proclama– por los que se podía llegar a LASA.

La sociología de los puentes

Los contactos de la academia cubana con LASA comenzaron en los setenta, pero no fue hasta los ochenta que cobraron la notoriedad actual. Ello se debió, en buena medida, a la provisión de recursos por parte de varias fundaciones liberales –McArthur, Ford, ARCA, Open Society, Friedrich Ebert– que facilitaron los viajes a los congresos de decenas de cubanos y cubanas. Ya en este milenio, los cubanos formaron una sección propia, a la que también se adhirieron algunos académicos norteamericanos o cubanoamericanos.

En lo fundamental, todo esto es positivo. No es razonable que el intercambio académico y cultural entre los cubanos y los medios profesionales de Estados Unidos se vean limitados por razones políticas, y todo lo que apunte a facilitarlos, es beneficioso para todos, excepto para los campos políticos extremistas de ambos países, unos animados de anticomunismo básico y otros de histeria antimperialista. Pero más allá de esta evaluación general, lo que me interesa destacar es que la presencia masiva de cubanos en LASA es una oportunidad perfecta que cada parte aprovecha como puede y con frecuencia arroja resultados que nada tienen que ver ni con los enunciados formales, ni con el juicio con que inicié este párrafo.

Para el Estado cubano, LASA es una oportunidad de influir ideológicamente, de captar adherentes y eventualmente realizar labores de inteligencia.

Para el mundo académico liberal e izquierdista nostálgico que caracteriza a LASA, la presencia de los cubanos es una manera de compensar –siquiera por unos días cada 18 meses– sus sentimientos de culpa por el bloqueo/embargo. No se trata de apoyar el viaje de académicos sin recursos, pues si así fuera estarían interesados por otros muchos latinoamericanos que medran en el mundo de la informalidad académica y tienen que realizar sus estudios en medio de muchas privaciones. Para ellos se trata de personas con un valor simbólico para las que –y aquí entro en consideraciones más profanas– es posible obtener recursos y desde cuyos contactos es también posible desarrollar programas de intercambios que visten de largo a sus centros y grupos de investigaciones.

Para los académicos cubanos es una oportunidad de primer orden. Desde el plano profesional, les motiva el legítimo interés de intercambiar y entrar en contacto con otras ideas que difícilmente pueden asumir desde la aherrojada episteme insular. Pero también una suerte de ducha lúdica y una oportunidad de ganar algún dinero que sobrepasa muchas veces los magros salarios mensuales. Parafraseando a Cofiño, diría que LASA es para los cubanos la posibilidad de adquirir el último libro y las próximas vituallas. En ocasiones, el viaje a LASA puede prolongarse por varias semanas, sea porque los académicos logran articular otras invitaciones –ello es usual entre los veteranos más experimentados– o porque es posible visitar a las familias residentes en Estados Unidos. Entonces la ducha lúdica se convierte en un auténtico “piscinazo”.

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Finalmente, para el Estado/Partido cubano, LASA es muy relevante, lo que explica que diversas organizaciones estatales representadas por sus agencias académicas hayan luchado desde el principio por el control de esta conexión. Es una oportunidad de influir ideológicamente, de captar adherentes y eventualmente realizar labores de inteligencia. Para conseguir todo ello, los congresos de LASA están precedidos por múltiples reuniones, seminarios, charlas y cuanto mecanismo de adoctrinamiento pueda usarse para precisar que se puede y que no se puede decir. Queda instalada una noción de “delegación cubana” regida por una disciplina y un equipo de funcionarios designados para ello. Ya en el congreso, es usual que se programen reuniones en que se dictan indicaciones y se asignan tareas. El no acatamiento puede implicar no volver nunca más, por lo que el sentido de delegación es otro mecanismo represivo –al decir de Foucault, de normalización– dirigido contra sus propios integrantes. Ello explica lo que me decía una vez una conocida académica norteamericana: los cubanos en LASA son brillantes cuando conversan en privado, pero terriblemente opacos cuando ocupan el podio público.

La protesta de los académicos cubanos emigrados ha sido útil. Convirtió el tema de la violación de derechos humanos en Cuba en algo ineludible y obligó a LASA a pronunciarse.

La llamada Sección Cuba condensa esta madeja de contradicciones poco virtuosas. Creerle por sus objetivos declarados es, sigo a Marx, como creer a los comerciantes del mercado de Londres por su palabra. Opera como otro mecanismo de control y caja de resonancia de la agenda política de La Habana. En ocasiones como espacio de represión, de lo que existen varios casos comprobados. En otros, como burlesque de mal gusto para consumo de los miembros liberales. Es, sencillamente, un lugar degradado.

Todo sigue, pero no igual

No creo que –a pesar de las destemplanzas de los condotieros de la Jiribilla– se vaya a producir una ruptura con LASA. Ni el Estado/Partido cubano, ni sus académicos, van a generar un cisma (son muchas las conveniencias). Y creo que terminará por imponerse la línea de paños tibios sugerida por los veteranos, que al final fue una sugerencia orientada y/o aprobada por alguien en la estratósfera, pues no creo que ninguno de los firmantes pueda ser blasonado con un sello de gallardía suficiente como para aventurarse a dar opiniones de manera inconsulta. De la parte de LASA sucederá lo mismo, y como no parece haberse alcanzado el consenso entre los miembros emigrados para producir una renuncia en masa, el costo no será muy alto. Algunos miembros han renunciado, pero no parece ser un problema en LASA pues yo lo he hecho dos veces antes y nunca me han tomado seriamente en cuenta.

Finalmente, creo que la protesta de los académicos cubanos emigrados ha sido útil. Convirtió el tema de la violación de derechos humanos en Cuba en algo ineludible y obligó a LASA a pronunciarse. Y aunque esta lo haya hecho con una tibieza espectacular, el tema ya está instalado. Luego, si algún integrante de esas delegaciones multitudinarias que pagan los viajes con obediencia siente sobre sus hombros el peso moral de apoyar la libertad de expresión en LASA y al mismo tiempo silenciar la represión contra quienes la reclaman en Cuba, habrá un motivo más más para creer que valió la pena.

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5 comentarios

  1. Excelente artículo. Creo, además, que la mención que haces a los beneficios económicos que reportan los viajes a los académicos cubanos amerita ponerlos en el contexto de las acusaciones de mercenarismo a la disidencia. El dinero que esos académicos ganan en Estados Unidos es también dinero del imperio. La paradoja y la ironía es que el imperio les paga y les permite hacer propaganda e inteligencia.

  2. La caricatura del la izquierda nostálgica en la academia norteamericana se ha vuelto lugar común entre cubanos fuera de Cuba, y como toda caricatura reconocible tiene su elemento de verdad y mucho de exageración y de superficialidad. Pienso también, por ejemplo, en las caricaturas esbozadas por Iván de la Nuez y sus hipótesis psicogolizantes o las de Orlando Luis Pardo Lazo que ya rayan en una paranoia que lo lleva a ver en las universidades estadounidenses nada menos que campos de concentración castristas. Una caricatura puede ser un buen punto de partida, pero si pretendemos comprender la compleja dinámica ¨lasiana¨ nos va a tocar ir más allá de las caricaturas.

  3. Advierto de que el comentario que voy a dejar aquí no tiene nada de académico. El alma de Lasa ahora es Clacso. Tan bien que venían. Por cierto, óiganse «Porno para Ricardo», en la playlist tiene una canción cuya estrofa dice «no coma tanta pinga comandante». Extrapolándolo: ¡no comas tanta pinga, Lasa!

  4. Paños tibios, damas (ninguna, todavía, pero por si acaso…) y caballeros comentaristas. La tibieza de los comunicados de uno y otro «bando» es un claro indicio de que «aquí no ha pasao nà»…

    Mas allá de que, tanto en Cuba como en USA, el peso que tiene «la academia» a la hora de diseñar políticas publicas es prácticamente inexistente, nadie en su sano juicio puede tener interés en «throwing away Baby LASA with the bathwater», como bien lo sugiere el propio autor.

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