El colombiano Theo Montoya estrena en Venecia ‘Anhell69’, un testimonio del infortunio de la juventud queer de Medellín

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Fotograma de ‘Anhell69’, Theo Montoya, dir., 2022.
Fotograma de ‘Anhell69’, Theo Montoya, dir., 2022. Foto: Cinema Tropical.

Hasta el 9 de septiembre de 2022 tendrá lugar la 37ma edición de la prestigiosa Semana Internacional de la Crítica, una sección independiente y paralela del Festival de Cine de Venecia, organizada por el Sindicato Nacional de Críticos de Cine Italiano (SNCCI). Este año, sólo un título de América Latina figura en el grupo de películas que se disputan el Gran Premio IWonderfull otorgado por el evento: Anhell69, el primer largometraje del realizador colombiano Theo Montoya.

La película colombiana competirá junto a otras seis óperas primas procedentes de Europa: Beating Sun (Philippe Petit, Francia); Dogborn (Isabella Carbonell, Suecia); Eismayer (David Wagner, Austria); Have You Seen This Woman? (Dusan Zoric y Matija Gluscevic, Serbia); Margini (Niccolò Falsetti, Italia) y Skin Deep (Alex Schaad, Alemania).

Anhell69 es una obra intergenérica, resuelta en un productivo anudamiento de códigos del documental y la ficción. Constituye un redimensionamiento/expansión del celebrado cortometraje de Theo Montoya Son of Sodom, que integró las selecciones oficiales del Festival de Cine de Cannes y del International Documentary Film Festival de Amsterdam en 2021; un documental que colocó de inmediato la mirada del gremio cinematográfico sobre el joven director latinoamericano.

Theo Montoya ha comenzado su carrera con paso seguro, y no sólo por aparecer en el catálogo de estos importantes eventos, termómetros de la calidad y el curso de la cinematografía global, sino por el potencial artístico de sus propuestas, en las que se distinguen una peculiar mirada sobre la realidad, una mirada intensamente reflexiva, y una propensión a experimentar con el lenguaje del cine.

En Anhell69, que tiene su premiere mundial durante la Semana de la Crítica veneciana, Theo Montoya vuelve sobre las expectativas individuales, el imaginario y las circunstancias de vida de un grupo de jóvenes queer de la ciudad de Medellín. En Son of Sodom, se concentraba en la experiencia singular de Camilo Najar, un chico de 21 años, muerto de una sobredosis pocas semanas después de filmar con el director.

Los personajes de Anhell69 llegan al filme convocados por el casting del que habían salido también los personajes de Son of Sodom, sin embargo, el casting devino en esta ocasión eje central de la obra.

En la actual película el gesto creativo de Theo Montoya ya no se ocupa sólo de la historia de un personaje; al expandir el protagonismo a un conjunto mayor, pone sobre la mesa las marcas históricas de una generación, del sujeto queer cuyas expresiones de identidad lo sumergen en un páramo asolado donde no tiene futuro.

Cada uno de los jóvenes que figuran en la película encuentra en el sexo y la droga, a un mismo tiempo, la fuente de sus placeres y la condena de sus vidas. Sexo y droga tejen la atmósfera donde se cuece su suerte, injertos en una ciudad que los arroja rápido al infierno como si se tratara de desechos. Y es que el auténtico detonante de Anhell69 –como también el de Son of Sodom–, es la muerte.

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Theo Montoya graba impactado por el fallecimiento sucesivo de esos muchachos, quienes, antes de alcanzar los treinta años, se suicidan o perecen víctimas de una sobredosis. ¿Qué los condena a prescindir tan temprano de sus vidas? Esa pregunta parece suscitar la desgarradora empresa audiovisual que trascurre frente al espectador.

La película está interesada en ofrecer una explicación sociológica de ese perfil de la ciudad. Cuando se adentra el espacio y la identidad de la escena queer de Medellín se interesa por el espesor existencial de los sujetos que la ocupan. Durante todo el metraje, a través de las entrevistas y del registro de la “escena queer”, emergen gradualmente las feroces emociones de estos individuos que han extraviado toda esperanza de futuro, que se saben sobrevivientes de un entorno degenerado y cruel.

Más allá del tema, si esta aventura fílmica es relevante es debido a su estructura narrativa y al estilo de su envoltura formal. El curso del relato es direccionado por una voz en off que, a ciencia cierta, no se sabe bien si pertenece a la autoría o es un personaje de ficción: un director de cine –investido, sin dudas, de la personalidad de Theo Montoya– narra el proceso de creación de su primera película.

Esa película cuenta la historia de unos fantasmas, denominados “los espectrofílicos”, que encarnan, en la realidad fictiva de la película, a los jóvenes queer de Medellín, condenados a vagar por los márgenes de la ciudad en busca de sexo y placer, al tiempo que son perseguidos por el poder (gobierno e iglesia) para su aniquilación.

Cuando el filme arranca, se escucha al narrador comentar: “Crecí en esta ciudad, en este cementerio, en esta ciudad fantasma perdida en las montañas. En Medellín no se puede ver el horizonte, jamás podré escapar de esta ciudad”. Si pensamos en Son of Sodom, podemos asegurar que ahora el director intensifica más la cartografía de la urbe, de su nervio, de la atmósfera de muerte, violencia y destrucción que caracteriza el ámbito en que se mueven los seres retratados.

Una y otra vez, siempre que son entrevistados los chicos, se retoman las mismas preguntas sobre sus sueños, la visión que tienen de sí dentro de cinco o diez años, la perspectiva que guardan sobre su futuro. La respuesta de uno de ellos resume elocuentemente el sentido de las palabras del grupo: “Todo ese concepto del futuro me parece una ilusión. El hecho de crecer en un país como este te quita las esperanzas, las expectativas. No considero que exista un futuro. Simplemente el presente es lo que hay”.

Como colofón de Anhell69 –el título del documental es el nombre de Instagram de uno de los personajes–, se presentan imágenes de una manifestación ciudadana, acompañadas por reflexiones del narrador sobre el curso político del país. Este ensayo audiovisual –ninguna otra denominación califica mejor al filme– cruza la documentación de los sueños abortados y las ilusiones rotas de estos jóvenes, con las muertes sucesivas que experimentan de mano del gobierno, la iglesia, los narcos, la droga, los homófobos, instancias enumeradas por el narrador en algún momento, un nudo de fuerzas en pugna que definen la realidad de Medellín, y del país.

Amarga y cruda, la película acusa la condena histórica de esos jóvenes, y visibiliza sus expresiones de resistencia, la manera en que traducen sus sueños y sus deseos en un erotismo particular, hondamente humano, genuino.

Sintomáticamente ha crecido el número de filmes significativos consagrados a ahondar en las expectativas y la suerte de la juventud latinoamericana. Sólo en los dos últimos años se pueden anotar en esta línea, por ejemplo, Cadejo blanco (Guatemala), Deserto particular (Brasil), Tres tigres tristes (Brasil), La jauría (Colombia), Los reyes del mundo (Colombia), Un varón (Colombia), La caja (México), proyectos que justifican sus gramáticas a partir de una exploración en la marginación de la juventud a consecuencia de su clase social, edad, etnia, sexualidad, identidad de género, credo religioso, posición política.

Anhell69 se interna en esos parajes con astucia política y sagacidad estética. Mientras muestra los senderos de la subjetividad de estos seres, avala también el rigor de Theo Montoya, un realizador que, esperemos, dará mucho más de qué hablar.

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Ángel Pérez (Holguín, Cuba, 1991). Crítico y ensayista. Compiló y prologó, en coautoría con Javier L. Mora y Jamila Media Ríos, las antologías Long Playing Poetry. Cuba: Generación Años Cero (Casa Vacía, 2017) y Pasaporte. Cuba: poesía de los Años Cero (Editorial Catafixia, 2019). Tiene publicado el libro de ensayos Las malas palabras. Acercamientos a la poesía cubana de los Años Cero (Casa Vacía, 2020). En 2019 fue ganador del Premio Internacional de Ensayo de la revista Temas, en el apartado de Estudios de Arte y Literatura. Textos suyos aparecen en diversas publicaciones de Cuba y el extranjero. Vive en La Habana.

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