El gesto de Marcel Duchamp al conceder a la simple opción del objeto un valor de creación que precede a la actividad pictórica, al mismo tiempo que pone a esta en proceso, no ha terminado de tener consecuencias sobre el arte actual. Pero este gesto que era puramente negativo cuando se insertaba en la actividad dadaísta y en el ambiente de depresión moral que vivieron todos los intelectuales cuando la Primera Guerra Mundial, se ha convertido hoy en positivo, en modo de expresión más apto, piensan aquellos que lo han adoptado, para insertarse en una modernidad que hace frente a sus problemas humanos, totalmente inéditos, y a técnicas que ponen amenazadoramente en peligro a la pintura.

Frente a la cinematografía, a la televisión, a una idea totalmente nueva del espectáculo, que implica la participación del espectador; frente a sus ambiciones lúdicas, el arte se debía a sí mismo al apropiarse, no solamente nuevos materiales, nuevas técnicas, sino también el reivindicar nuevas funciones. Estas experiencias dispares, que tan pronto se apoyan en la realidad como la excluyen y juegan con simples efectos ópticos, como dependen más de la idea que de una preocupación formal, y a veces se reducen a una temporalidad breve, no han recibido apelación definitiva. Aquellos que se sienten atraídos por ellas vienen de todos los horizontes plásticos, y no tienen en común más que una voluntad violenta de “sobrepasar” a la pintura.

Este dejar atrás a la pintura marcha parejo con la incursión por otras disciplinas artísticas, afecta particularmente a aquellos de los artistas que son llamados, por falta de un nombre mejor, “objetivistas”, que intentan apoyarse en una determinada noción que ellos tienen del ser humano en relación con el mundo, en relación con los demás, en relación con los acontecimientos. Ellos son moralizadores en el momento mismo en que tienen la intención de hacer “pasar” un mensaje a un objeto que ellos han dotado de un poder de revelación. Ellos crean, en suma, un espectáculo encerrado en especies de lápidas que definen un aspecto específico de la condición humana actual. Tales son, por ejemplo, dentro del marco de esta exposición, las opciones de Kudo y J.P. Raynaud.

Otros artistas se aterran menos a la expresión de una condición moderna que a una expresión casi fatal de la pintura, a un estallido de las estructuras en dos dimensiones y, a veces, a la introducción del movimiento real en la imagen. De este orden son las investigaciones de Bertholo y Del Pezzo. Otro de los caminos abiertos a los artistas aferrados al objeto es la de los fenómenos ópticos (Julio Le Parc, Agam, Soto, Pol Bury). Estas investigaciones constituyen la consecuencia ló­gica de la abstracción geométrica y una aplicación del movimiento a formas simples. Estas últimas investigaciones tienen la ventaja de encontrar un desarrollo en la arquitectura, en cuya renovación están en condiciones de participar.

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