Martica Minipunto: nuestra novelista en Barcelona

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Martha Luisa Hernández Cadenas (Foto: Festival Sâlmon)

“Ella va de todo juego,/ con aro, balde y paleta”; pero no me lo dice “por modestia,/ por no hablar de sí mism[a]”. Porque Martha Luisa Hernández Cadenas (Guantánamo, 1991) se come a cada rato la mitad del mundo sin mucho aspaviento, sabiendo bien –“que sí”, “que sí”– “lo que [s]e tra[e] entre manos”; mas sin querer decirlo. Así que sobre su residencia en Can Serrat me tengo que venir a enterar por otra persona (que también se irá probablemente en unos meses, por una temporada de escritura, a la ciudad de Gaudí). Y es de estos modos como me veo interrogándola por correo y por WhatsApp, para entonces, sólo entonces, ir conociendo poco a poco de la residencia de invierno que se ganó la autora de Días de hormigas –libro que está entre los últimos premios David de poesía–. Y a tanta insistencia –por si fuera poco–, me logro asomar también a algunos de los fragmentos de la novela que escribe, y hasta me siento imaginariamente en el aula donde la teatróloga y performer cubana imparte esta semana el taller-laboratorio Castillos en el aire.

Martha Luisa –como se destaca justamente en la página de la residencia que le da espacio por estos días a su ejercicio creativo– es una escritora empeñada en “la experiencia de conocer al otro”. Estudió en la Universidad de las Artes, donde disfrutó de la apertura que significó el profesorado de Nara Mansur, algunas de cuyas obras ha llevado incluso a escena. Como investigadora, Martha ganó el Premio La selva oscura, por ensayar sobre la crítica teatral de Calvert Casey, y obtuvo además el de teatrología Rine Leal por el libro “Esta obra habla de ti y de mí. Ensayos para (des)a(r)mar la experimentación escénica en Cuba (2012-2018)”. Como editora, codirige Ediciones sinsentido. Como gestora cultural, trabaja en el colectivo Improducible: Laboratorio de Experimentación Social (LEES). Es columnista de la publicación online Hypermedia Magazine.

En cuanto a la masía que la acoge –junto a otros provenientes de Colombia, Inglaterra, México, los Estados Unidos o Turquía–, se trata, pues, de Can Serrat. Fundada en el Bruc, allá por 1989, por doce artistas noruegos –según se presenta ella misma en su web–, es “una red” de “reflexiones en proceso”, “un proyecto experimental” y una “no institución”. Otorga anualmente varias becas completas o parciales y residencias autofinanciadas a jóvenes de todo el mundo, y cuenta con un gran área de jardines, estudios, espacio para el grabado y también con equipamiento para grabaciones de sonido.

La novela que Martica Minipunto está escribiendo, y que inicialmente se llamó “Hacer pucheros”, hoy no tiene nombre todavía y sólo he podido leer un fragmento que funciona como pieza cerrada dentro del libro, un relato inspirado –de acuerdo con la autora– en la puesta en escena que Jean Paul Sartre vio en La Habana en su visita a la capital cubana. Tal referencia no deja de recordarme par de obras de Nara Mansur, más cuanto pueden identificarse asimismo ciertos trasvases de estilo, en un lenguaje que explora la lengua inolvidable de aquella ramera a la que el autor de El ser y la nada dio voz en 1946.

Hasta ahora [confiesa Marta, no sin antes expresarme sus reservas sobre mostrar una parte de algo aún en proceso], trata de lo que sucede en la vida de una joven artista y de sus amigas (una trans y otra traficante). Las locaciones son el bar Humboldt, la casa de un viejo, Coppelia, un cuarto de Centro Habana, las casas de los amantes y un teatro que ha sido cerrado por reparación, lo que esconde la censura de una obra. De manera no evidente, hasta ahora, la novela dura siete días […] el relato que te adjunto completa la imagen del macho en la vida de una puta “respetuosa” […].

Al sobrevolar este breve puñado de páginas, y aunque ya el work in progress de la Minipunto me había sido presentado a grandes rasgos, leo allí el retrato y la defensa de una entre tantas mujeres que precisan/mos ser revindicadas, protegidas con acciones, que van –lo he dicho hace muy poco— desde estar a la defensiva ante ciertos hechos delictivos hasta la construcción de imaginarios que la/nos liberen. De ahí que este “personaje emblemático, un cuerpo emblemático en un país emblemático” hable de sí como de una “puta y [una] vagabunda en un diario rojo escrito por hombres”, y se nos vaya desnudando hasta revelarse como un “hombre vestido de mujer” –exactamente al contrario de la ya famosa médico francesa Enriqueta Favez y de su sinuosa historia baracoense:

Tú quieres saber sobre lo que mi historia puede decir de este lugar, lo que fluido y vacío pueden explicar de este lugar […] ¿Mi película?, ¿mi película preferida?, ¿cómo quise tener las piernas?, ¿la primera vez que fui al cine?, ¿el cine?, ¿te dije cuándo fue la primera vez que me pagaron por sexo?, ¿te dije ya por qué tomé ese tren?, ¿por qué no sueño con ser madre?, ¿los senos?, ¿buen sexo?, ¿por qué sólo sueño con mi hijo?, ¿mis sueños repetidos cada noche?, ¿con serpientes?, las serpientes […]. Sartre llegó y se sentó y dijo, he inaugurado otro capítulo en la historia, bebé. Dijo que podría cuidarme, limpiarme el culo, succionarme los pezones, decir, he bebido de ti el futuro de esta isla y me parece sano, me parece limpio, tomemos una foto y digamos, dame leche de vaca, bebé, dame futuro de federada, bebé, dame una esquina en la que poner el culo para darnos lengua mutuamente y sacarnos el dulzor a puro lengüeteo y a puro deseo contracultural, ábrete en dos como un compás y recoge del suelo un boniato y quita la tierra roja con las uñas de los pies, y mámasela a todo un teatro, a los espectadores del teatro que dicen: “Yo no como pinga. Yo no como mierda. Yo no como miedo. Yo no como calabaza.”

[…] Cuando eres un personaje ya no escoges dónde quieres estar, simplemente el tiempo decide por ti. Deciden los hombres, directores, presidentes, dramaturgos, dictadores, profesores, académicos, escritores, dicen: “Ella es tan sólo una gran puta. […] Y cuando abren la boca por mí, no soy yo, no soy yo la que habla cuando dicen un nombre, cuando dicen mi nombre, y yo me abrazo a este cuerpo negro que protegeré. Quisiera decir que estoy viva.

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Nada mejor que la prosa de Martha Luisa para presenta/ir sus participaciones en el Festival Salmón, donde ha empezado el 27 de enero un taller que finaliza el próximo domingo 2 de febrero. Se trata de un laboratorio de creación con jóvenes artistas interesados y sobre él me ha escrito quien lo imparte:

La muestra abierta […] será la ejercitación de nuestros afectos a través de la voz y las palabras –probablemente las no alfabéticas, las inaudibles, las improbables, las que desconozcamos.

Qué cuerpo, para qué fricciones entre lo real y lo imaginado tienen lugar en un período de experimentación colectiva. Las palabras están ahí para inventarnos un teatro, una enunciación, un poema sonoro, una f(r)icción común, un acto revolucionario. Declarar quiénes somos y hacerlo en alta voz: he ahí una idea colectiva de revolución. Tomar las palabras y caotizar su sentido: he ahí una idea colectiva de escritura. Provocar accidentes y fugas en el pasado y en el presente que compartimos uno en el otro: he ahí un punto de partida para estar juntos. Una invitación a cuerpos y futuros para un manifiesto posible.

Otros proyectos que traen involucrada a la Minupunto son una colaboración con Radio Nikosia, que comparte con Laura Liz Gil Echenique. Su gesto entra en “un discursar poético y sonoro, a partir del programa del propio festival”, y sueña con hacerlo crónica: “No se trata de la reproducción memoriográfica de una ruta dentro del festival, ni de una atención al qué sucede ni al cómo; mi lengua será testigo” –concluye–. Será entre el 6 y el 9 de febrero que Martha hará una serie de videoperformances con improvisaciones, en vísperas de “construir un poemario en vivo, palabras/hechos […] escurridizos. La poesía es un terreno tan vertiginoso como los espacios de encuentro de artes vivas”.

Las intenciones de la autora hablan por último de una “escritura con saliva”, “tan rítmica como el año nuevo, el invierno y la participación colectiva”. Tarareo su abc y pienso en algún cuadro de Hendrick Avercamp donde los deportes invernales animan los canales helados en Holanda. Sé, sin embargo, que hace falta voluntad a las plantas del trópico para no entristecerse con los cielos encapotados y hallarle a esta estación una seguidilla de co/alor, una “alta nota” que realce el espíritu y desate un hablar en lenguas (de fuego y no de trapo, de tierra y de pájaro…).

Pienso –más que en sus ganas de desenterrar archivos o de escribir o de compartir lo que sabe hacer– en su habilidad para improvisar sin pausa, poniéndole una vibración a las palabras que brota de una actitud del cuerpo, de un desafío de la voz. Ella sabe marcar el ritmo y eso me tranquiliza. “La caña baila[rá] en el viento”, ¡cómo no!, donde quiera que la tiren, de Cuba hasta Cataluña. Dicen que ayer la oyeron, por ejemplo, ejercitando el verso sin soltar el hula hula. Es de esperar que en días sucesivos apele a los yaquis y a la suiza, con tal de ejercitar el estilo. Porque Martica sí suena. Y es de esas que no se amilanan al bailar ni en la mismísima casa del trompo.

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JAMILA MEDINA RÍOS
Jamila Medina Ríos en poesía: Huecos de araña (Premio David, 2008), Primaveras cortadas (México D. F., 2011), Del corazón de la col y otras mentiras (La Habana, 2013), Anémona (Santa Clara, 2013; Madrid, 2016), País de la siguaraya (Premio Nicolás Guillén, 2017), y las antologías Traffic Jam (San Juan, 2015), Para empinar un papalote (San José, 2015) y JamSession (Querétaro, 2017). Jamila Medina en narrativa: Ratas en la alta noche (México D.F., 2011) y Escritos en servilletas de papel (Holguín, 2011). Jamila M. Ríos (Holguín, 1981) en ensayo: Diseminaciones de Calvert Casey (Premio Alejo Carpentier, 2012), cuyos títulos ha reditado, compilado y prologado para Cuba y Argentina. J. Medina Ríos como editora y JMR para Rialta Magazine. Máster en Lingüística Aplicada con un estudio sobre la retórica revolucionaria en la obra de Nara Mansur; proyecta su doctorado sobre el ideario mambí en las artes y las letras cubanas. Nadadora, filóloga, ciclista, cometa viajera; aunque se preferiría paracaidista o espeleóloga. Integra el staff del proyecto Rialta.

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