En el último de los quince relatos de Mi novia preferida fue un bulldog francés (Penguin Random House, 2017) se lee:
La historia de Chejov cuenta cómo una loba es capaz de criar a un cachorro de otra especie. Lo mismo que pasa en este libro, donde la autora me cría a mí, que no soy de su especie, ni remotamente.
En realidad no cuenta eso, cuenta otra cosa muy distinta, eso lo inventé al ver las ilustraciones que ella me enseñó.[1]
El libro de Legna Rodríguez Iglesias (Camagüey, Cuba, 1984) más que contar, tienta dos monstruos contenidos en la frase anterior y en el título de este texto: escritura y familia. Hablando de una persona que escribe, esto podría decirse que es lidiar con ella misma y con lo que la conforma, si se va al elemento genético de familia tan significativo en el libro, y al elemento tradición. Pero también tenemos a un cachorro que no es de su especie, ni remotamente y a Chejov, ni remotamente cubano.
Familia y tradición son un cuerpo enfermo en este libro. Legna Rodríguez Iglesias presenta ingratamente lo que debiera protegernos y ensaya nuevas formas de crianza con otras especies y tradiciones.
Casi todos los quince relatos de este libro podrían leerse individualmente. Todos están escritos en primeras personas y las y los protagonistas tienen a su vez diferentes edades y géneros. Hay también dieciséis frases cortas, una al inicio de cada relato, y otra al final, de cierre, un cierre con “división de bienes”, como en las mejores familias. Estas oraciones cortas son amplificadas por un puntaje mucho mayor y diagramación al centro de la página. También en el último relato el narrador bulldog francés comenta: “Yo solo aparezco sutilmente en esas frases interesantes que ella coloca entre cuento y cuento. Y para ser sincero no me hacen ninguna gracia. Frases ingeniosas que a ella se le ocurren con frecuencia y que escribe en su estado de Facebook y la gente enseguida pone me gusta”.[2] Ella, la escritora, recorre el libro otorgándole un sentido de unidad fragmentada; en 8 de los 15 cuentos tenemos la presencia de una mujer que escribe, que escribirá o que intenta escribir; la escritura como derecho o destino o ADN. Él, la novia preferida, en realidad uno de los muchos tipos de familia como segundo elemento cohesivo presente en todo el libro. O también casa, pertenencia, mujer, animal, soledad. Me interesan las maneras en que Legna va articulando escritura(escritora) y familia, lo que se es y de dónde se viene, y un sentido de enfermedad y violencia que hay en ambas.
“La gente enseguida pone me gusta”. O me disgusta
En “La desmemoria. Epílogo de la poesía cubana de los 2000”, Javier L. Mora y Ángel Pérez refieren: “Quizás sea Legna Rodríguez Iglesias (Camagüey, 1984) quien haya generado las opiniones más encontradas en estos años. Adorada por defensores del desorden y la mala conducta, ultrajada por los devotos de la rectitud poética, su obra (irregular, imperfecta, vulnerable) constituye una de las voces literarias más auténticas de la Cuba contemporánea”. Desde cualquiera de estas opiniones encontradas es difícil ignorarla porque Legna Rodríguez Iglesias escribe y escribe, poesía, poesía para niños, narrativa y teatro, y gana premios. Entre sus libros tenemos Ne Me Quite Pas (Editorial Abril, La Habana, 2009), Hasta Feldafing no paro y otros relatos (Editorial Letras Cubanas, La Habana, 2012), Mayonesa bien brillante (una novela de amor) ( Ediciones Matanzas, 2012), No sabe/no contesta (Editorial Caja China, La Habana, 2015), Hilo+Hilo (Bokeh, Leiden, 2015); Las analfabetas (Bokeh, Leiden, 2015); Dame Spray (Hypermedia Ediciones, Madrid, 2016); Miami Century Fox (Akashic Books, Brooklyn 2017), Transtucé, (Editorial Casa Vacía, Richmond, 2017), Mi novia preferida fue un bulldog francés (Alfaguara, Madrid, 2017) y Mi pareja calva y yo vamos a tener un hijo (Ediciones Liliputienses, Cáceres, 2019). Legna es ganadora del Premio Iberoamericano de Cuentos Julio Cortázar 2011, el Premio Casa de Las Américas de Teatro 2016, y el Premio Paz 2016 de Poesía, otorgado por The National Poetry Series. Mi novia preferida fue un bulldog francés resultó nominada al premio de cuento Gabriel García Márquez.
Además, la autora tiene columnas en dos de las revistas digitales de más público de y sobre Cuba: Irrelevante en El Estornudo y 53 Noviecitas en Hypermedia Magazine. Asimismo, publica en un Facebook, Instagram y Twitter muy activos; por esas redes sociales antes que por las entrevistas se sabe que vive en Miami desde 2015.
Toda la enumeración de publicaciones y premios podría haberse evitado con una nota al pie, pero considero que es parte de Mi novia preferida… La lista está en el libro en una suerte de estado histérico de una presencia que está o es escribiendo, que “nació para eso” (relatos “Política”, “Soba”); está en los concursos y premios literarios que representan un monto considerable de dinero (depende donde se viva) y la legitimidad de pertenecer a un “organismo” que tramita una visa con la que viajar fuera de Cuba (“Monstruo”, “Miami”); está también en el androide editor que pretende convertir una tesis en libro (“Árbol”) y en la “crítica especializada” (“Mala”) que usa los calificativos de “preciso y correcto” o “feliz y eficaz” e “idioteces” o lo que es peor relacionar a la autora de “Mala” con “incluso todo eso relacionado con tradición y generación”.[3]
Generación cero o cero generación
Legna es precisa escogiendo sus palabras ya que figura siempre en la lista (junto a Jamila Medina, Jorge Enrique Lage, Ahmel Echevarría, Osdany Morales, Raúl Flores, Michel Encinosa, Abel Fernández Larrea, Erick J. Mota, Anisley Negrín y Orlando Luis Pardo Lazo) de la llamada Generación Cero, de la que se dice que se aparta de la tradición de la literatura cubana.[4]
A favor, ignorando o en contra de la etiqueta[5] todos los críticos más o menos especializados coinciden en ciertos elementos de un grupo de escritores más o menos jóvenes (no necesariamente generación). Javier L. Mora y Ángel Pérez refieren que con la Generación Cero “el lenguaje ya no se debe a militancia alguna”. Padilla (contrario a la etiqueta generacional) se ha referido a que “los hijos que nadie quiso” están fundando una tradición nueva donde a diferencia de Leonardo Padura, Zoe Valdés o Pedro Juan Gutiérrez, no se trata de representar Cuba sino de reemplazarla. En su antología de 2014, Padilla con la frase “los hijos que nadie quiso” une la idea de tradición literaria a la de familia, como de hecho ocurre en Mi novia preferida… (2017). Mónica Simal y Walfrido Dorta, en la introducción al monográfico “Literatura cubana contemporánea: lecturas sobre la Generación Cero”, organizado por la revista Letral explican cómo “esta necesidad de representación y de cumplir ciertos imperativos de documentación testimonial se ha visto desplazada por la aparición de figuras narrativas en ocasiones atemporales, o que habitan mundos distópicos y apocalípticos”. También se habla de que “hay una temporalidad nueva”, “llamada siglo XXI, que absorbe los viejos contenidos territoriales”; y donde “se trata de una literatura que cuenta historias futuristas, tecnológicas, globales o personales, porque se produce desde nuevas comunidades conectadas e intercambiables, que ya no se piensan como aisladas o excepcionales”.[6] Nanne Timmer y Walfrido Dorta además proponen nociones sobre cómo funciona este apartarse del excepcionalismo[7] y la ontología de lo cubano.
Timmer refiere a una comunidad archipiélago que, en una lógica de redes (Internet incluido, pero también viajes y condición diaspórica incorporada), se piensa en un estar-en-común en vez de en un ser-común, sin embargo, “esto no quiere decir que el símbolo de la nación esté ausente, ni que el significante Cuba deje de aparecer una y otra vez en tales textos. La relación con estos símbolos se establece más bien de tú a tú formulada desde una respuesta ante la fuerza aplastante de la Nación”.[8] En Mi novia preferida… el problemático concepto Nación o Cuba está extremadamente presente pero recusado en su unión con el, quizás más problemático aún, concepto de familia. Nación y familia aparecen como un sistema o un órgano violento/violentado y enfermo. Asimismo, leemos amigos y animales como el no-ser-común, otros modos de articular la familia y la patria un estar-en-común como alternativa de funcionamiento.
Dorta plantea que la diferencia respecto a tradiciones narrativas previas de “lo cubano” (especialmente con Jorge Enrique Lage, Osdany Morales y Legna Rodríguez Iglesias) funciona mediante una “política de la opacidad” a partir de la iteración de no traducible: lost in translation (Emily Apte). Así, “la apuesta se dirige a que se pierdan en la traducción cultural los anclajes de lo cubano, y que esta pérdida sostenga la opacidad de los textos frente a expectativas reducidas, de manera que tal fracaso suponga una apertura hacia recepciones menos constreñidas”.[9] Esta opacidad, explica Dorta, tiene el potencial efecto de bloquear o diferir los dispositivos críticos, supone la dificultad de literaturas “no esperadas”.
Esto puede ser una pista sobre la situación de la poca crítica especializada de la Isla interesada en la literatura contemporánea, una crítica que, según Gilberto Padilla:
Escribe casi exclusivamente sobre muertos y siglos pasados, pero tiene que convertirlos en lo único que no pueden ser: en acontecimientos urgentes. Así, indagan acerca de si Virgilio Piñera montaba o no bicicleta, si Carpentier habló de fútbol, o si Julián del Casal posó alguna vez vestido de mosquetero. Necesitan los almohadones de la tradición. Son nuestros Bartlebys.
¿Publicar una reseña en El País sobre el último libro de Legna Rodríguez Iglesias, Mi novia preferida fue un bulldog francés (Alfaguara, 2017)? Preferiría no hacerlo.[10]
Política y enfermedad
El relato que abre Mi novia preferida… es “Política”, donde un nonagenario narra desde la muerte. Esta voz explica las circunstancias de su fallecimiento por meningoencefalitis como una especie de desgracia evitable a sus 90 años, así como las circunstancias de su velorio y las acciones de su vida que llevan a ese velorio con familia orgullosa. Este es un cuento específica y geográficamente enmarcado en Cuba, en Camagüey (de donde es la autora), tanto así que en el primer párrafo se establecen las coordenadas del lugar de la muerte: “En un Hospital Militar situado muy cerca del Casco Histórico, a un kilómetro del Zoológico y del Casino Campestre”.[11] Hay en esta narración muchas otras referencias a la historia nacional como la guerra de 1936, la clandestinidad y las cárceles El Príncipe y el Presidio Modelo.
En este cuento tenemos el primer acercamiento a una idea de patria y familia que funciona en ese orden de importancia para la voz narrativa. En su inicio como revolucionario hay una fractura con una familia de origen y la conformación de otra: “unido a un grupo de compañeros de un origen diferente. Mi origen. […] Mis padres, de mi mismo origen solo hacían silencio. […] El Partido Socialista Popular, y todo lo que se le pareciera se convirtió en casa, recinto.[12]
El amor con su esposa y el hogar conjunto se construyen también sobre la base del compañerismo y el sacrificio revolucionario tanto en la lucha como después del Triunfo (así, en mayúsculas, como palabra que cambió de significado después de 1959). Durante la lucha clandestina por orden del Partido ingresa a una orden religiosa para tener acceso a la imprenta: “No creía en Dios y los miembros de la Orden veían en mis ojos los ojos de una bestia más o menos feroz. / Eso soy y eso son mis hijos y mi hija, y eso son los hijos de mis hijos, y las hijas de mi hija, bestias más o menos feroces”. Aquí tenemos el elemento de la genética que veremos en varias otras partes del libro y la continuidad de la vida que supone esta idea de familia biológica. Una de las hijas de su hija, la que cree ver hormigas en el pelo del abuelo dentro del féretro, “contará la historia. Nació para eso”. La hija “llora mientras me viste. Me peina como a un niño. Abotona la camisa. Cierra el zíper del pantalón. Ajusta el cinto. Se recuesta en mi pecho. Soy su padre.”[13] En “Soba”, el último cuento del libro narrado desde la perspectiva del bulldog francés de una escritora, tenemos una estructura de orgullo y amor semejante, y a la vez imágenes “incestuosas”, como la de lamerle la piel húmeda a su madre desnuda: “es un gran filósofo [Gilles Deleuze] pero no soporta el trato amable y familiar hacia los perros y gatos, y por tanto queda para mí y para ella reducido a polvo. La amo. Es mi madre”.[14]
La ética del sacrificio del protagonista de “Política” se muestra en el detalle jactancioso de la bandera y las medallas sobre el féretro, las fundaciones de escuelas y la historia de la casa construida con sus propias manos en lugar de aceptar una de las muchas viviendas intervenidas: “mis hijos querían más, pero yo no les di más. Los hijos de mis hijos querían más pero yo no les di más. Las hijas de mi hija, cuando nacieron, quisieron más. Yo les di lo necesario.[15]
En la idea de procreador del narrador hay dos familias, la biológica y la Patria, con el resultado de un hombre páter familia orgulloso tanto de su continuación biológica como de la construcción de una familia mayor en la Revolución. El lenguaje del cuento está principalmente integrado por oraciones cortas, contundentes, como el marcapasos que luego de la autopsia queda dentro del cuerpo de noventa años funcionando, “intacto, incluso brillante, como un pensamiento, claro y lúcido”.[16] Pero hay también espacio para la duda, pero una duda construida desde afirmaciones cortas y categóricas:
Aprendí que un hombre es un país. Aprendí que un país es un sistema. Aprendí que Dios no existe. Aprendí que Dios sí existe. Aprendí que yo no existo. Aprendí que yo sí existo. Aprendí que un hombre no puede irse porque esta es su casa, esa es su madre y este es su padre.[17]
Este tipo de oxímoron o dialéctica del absurdo es algo característico del estilo de la autora; como leemos en “Nadie”: “Necesito una serie de elementos para creer que estoy bien. Y la misma cantidad de elementos para creer lo contrario”.[18] La penúltima de las frases tweets es: “Yo sé que te amo. Y que soy capaz de todo por ti ¿Pero realmente estoy segura de eso?”[19] Timmer se ha referido a esa característica del lenguaje en Rodríguez Iglesias y en su estudio de Chicle plantea que “la oralidad atraviesa los textos de Legna de varias maneras. De modo físico y material mediante asociaciones a la comida y el sexo […] Pero lo oral se da sobre todo en ese registro hablado tan central en su narrativa. Piensen en el ritmo, la sonoridad y la repetición”.
En los cuentos de Mi novia preferida… el registro oral se dice y se contradice como ocurre en cualquier conversación o monólogo, y establece ciertamente un ritmo a veces rápido (como el pensamiento) a veces repetitivo (como en el pensamiento obsesivo). Este registro coexiste ¿contradiciéndose? con un registro clínico.
Está lleno de enfermedades este volumen: meningoencefalitis, asma, cáncer, SIDA, así como una gonorrea que resultó ser moniliasis. Nadie que no sea médico (o hijo de médico) llama a la moniliasis a la súper común monilia, ni cefalea al dolor de cabeza; sin embargo, en el cuento “Lepidóptero” que se desarrolla en una especie de diario, testamento o reunión de cartas de un padre con cáncer en metástasis a su hija quien (no sabemos por qué) no viene a visitarlo, leemos:
Esta manifestación puede ser debida a una metástasis en la bóveda ósea craneana, que luego invade el tejido nervioso, o directamente la masa encefálica. Los síntomas que aparecen con más frecuencia en esta localización son la cefalea, los trastornos mentales y las afectaciones motoras, tales como la ataxia y la afasia. Cuando lo supe me reí. Parecen los nombres de dos niñas gemelas que acuden al parque tomadas de las manos.[20]
“Clítoris”, por su parte, es la historia de un adolescente con una supuesta infección sexual; el cuento está narrado en su primera persona, pero tenemos este párrafo:
La gonorrea, también denominada blenorragia, blenorrea y uretritis gonocócica, es una infección de transmisión sexual provocada por la bacteria de nombre gonococo. Ocurre durante el coito, o en el parto si la madre estuviese infectada, o por contaminación indirecta si una mujer usara artículos de higiene íntima de otra persona infectada. La gonorrea está entre las infecciones de transmisión sexual más comunes del mundo. Los lugares no genitales que también son atacados son el recto, la faringe y la conjuntiva de los ojos. La vulva y la vagina en las mujeres, normalmente, también son afectadas, puesto que están ligadas con las células epiteliales. En las mujeres, el cérvix es el primer sitio usual de infección.[21]
Los personajes de los cuentos son los que producen estas explicaciones médicas técnicas de las causas y sobre todo de la actuación de la enfermedad sobre el organismo. Leo este registro como la introducción de un tipo de extrañeza, la extrañeza que da una sensación de supuesta autoridad, de pretendido cientificismo dentro de un tono general de ironía y desconfianza que tiene todo el libro. La ciencia de la medicina era hasta hace muy poco el lugar a donde se iba a buscar las respuestas. Ya eso no parece posible.
En el citado “Política”, el fallecido compara el efecto aniquilador de la enfermedad sobre un cuerpo a la revolución, él que ha vivido ambos procesos. Como la revolución, la enfermedad comienza clandestinamente, luego organizadamente hasta lograr su efecto aniquilatorio:
Su impronta, su realidad, no tiene precedentes en el cuerpo. De ahí el hecho definitivo que funda en el cuerpo una base de asentamiento y radicalización. La familia no existe. Eres tú contra ella o a favor de ella. Yéndote con ella o resistiéndote.[22]
Lo que era una subversión, como un virus o una revolución, como una bestia o un monstruo acaba asentándose, colmando todo de modo que ya no puede serlo más. La enfermedad al acabar con un cuerpo se acaba a sí, la revolución en el poder se mata a sí misma, podemos también leer en este cuento. También, de un modo más amplio podemos pensar en cualquier idea de triunfo e instauración totalizadora en nuestra incredulidad contemporánea. En “Lepidóptero”, confirmando esta lectura tenemos:
Mi tumor es como yo, un molusco. Lleva su casa a cuestas. Yo soy su casa. […] Como en los libros, el héroe y el antihéroe se entrelazaron. Nada más cercano a esa relación de amor/odio que los enamorados gozan. / Al morir el caracol, también muere su casa.[23]
Otro sentido que me interesa señalar es que contra la enfermedad de algún modo siempre estamos solos. Aún con todos los elementos de apoyo (familia) e incluso de poder, la enfermedad se instaura como elemento homologador. En este fragmento, el narrador se refiere a la caída de un Fidel Castro anciano: “Lo abro y saco una cerveza de lata que se había congelado desde el año dos mil cuatro cuando el presidente de la isla tropezó y se cayó después de dar un discurso y estuvo enfermo como un animal, como un hombre”.[24]
Familia y dolor
“Tatuaje” está narrada por una mujer que se define a sí misma por sus creencias y sus tatuajes, 29, hasta ahora. La voz está hablando en respuesta a una entrevista y hay renglones en blanco en las partes que corresponderían a las preguntas. Se trata de una primera persona un poco frenética, obsesionada con los tatuajes y el amor, y muy sincera, una voz “vulgar”. Aprendemos que sí, que estuvo presa y que cada vez que estuvo presa se hizo un tatuaje. Según ella es la única culpable de sus problemas, su mamá le enseño eso: “Qué donde se cae el mulo ahí mismo le dan los palos”: frase de violencia doble. Después vamos aprendiendo de su “suerte” con los abogados y del aprovechamiento sexual tanto de abogados como de tatuadores. Después aprendemos que su primer tatuaje se lo hizo en la secundaria:
Me enamoré de un tipo que parecía mi abuelo.
El tipo me daba ron y me compró una cadena de oro.
Y un anillo también.
De oro goldfish.
Me acuerdo como si fuera hoy de lo que me soltó mi papá cuando llegué a la casa.
Tú no sabes cuántas células mataste, me soltó mi papá.
Más de un millón.[25]
Eso es lo que ve el padre, el tatuaje, pero no la cadena y el anillo de oro goldfish ni el olor a ron. Cuando sale embarazada viene enseguida la mamá y trae una carta del padre, según ella el tipo más inteligente, “y en la carta solo decía / que lo más importante en la vida era saber quién es uno. / Imagínate esa talla. / A esa hora y con ese recado. / Saber quién es uno, imagínate”. ¿Quién es ella? ¿O quién le está diciendo el padre que es ella? Aunque ella no quería su madre se llevó su niño que debe tener ahora 3 años, y aún no le ha dicho como se llama. Lo que sabemos es que a ella además de los tatuajes y de sus creencias le gustan los animales, y al niño igual: “Y yo me alegré mucho porque los animales te acompañan cuando estás solo. Te dan cariño. Se ponen tristes si tú no los quieres. Aprenden todo lo que uno les dice. / Jamás te traicionan. Se lo comen todo sin protestar. / Aunque sea arroz solo”.[26]
Ella extraña tanto a su familia que el último tatuaje fue en su honor:
NO HAY AMOR COMO EL DE MADRE
Eso fue lo que me tatué.
Porque al final, de la familia, la madre es lo principal.
A todo lo largo del brazo izquierdo.
Con letras en cursiva.
¿Se dice así?
Fíjate qué cosa, que la palabra madre fue la que se me infectó.
Casi me coge una linfangitis.
Pero gracias a Dios cicatricé bien.
De todas formas un día yo lo voy a retocar, aunque sea solamente la palabra madre.[27]
Esta mujer extraña desde un sanatorio para personas con VIH: “Los médicos me lo dijeron bien claro, que en mi situación, hasta un catarro me mata. / Aquí también parece una cárcel. / Peor, porque no hay mujeres que me pidan matrimonio / No hay diversión”.[28] Pero no es solo que parezca una cárcel… De 1986 a 1994 el gobierno de Cuba implementó un sistema de aislamiento obligatorio en estos “sanatorios” para personas con VIH al estilo de los sanatorios de tuberculosos o leprosos en el siglo XIX. En el siglo XX, Cuba fue el único país que implementó este sistema como forma de control de la enfermedad:
En los primeros meses del sanatorio, los pacientes no podían salir de la institución. Solo recibir visitas. A partir de 1987 comenzó el sistema de pases quincenales. Para esas salidas debían estar acompañados por un trabajador que debía observar su comportamiento y emitir informaciones al respecto. Pasado cierto tiempo, si la conducta del paciente era irreprochable, una comisión le otorgaba la condición de garante: se liberaba del acompañante y disfrutaba de libertad los fines de semana.[29]
Pacientes, familiares, algunos miembros del personal y la comunidad internacional denunciaron el atropello a los derechos humanos, las repercusiones de salud mental del aislamiento y el peligroso efecto de estigmatización y criminalización hacia el grupo de personas enfermas. Gracias a la fuerte presión internacional, después de 8 años, a partir de 1994, empezaron a ser voluntarios los ingresos y a ofrecerse también atenciones médicas ambulatorias.
Sin embargo, aunque el periodo de los sanatorios en Cuba se establece oficialmente entre 1986 y 1994, el periodo en que era obligatorio estar internado, después de 1994 estos centros continuaron en funcionamiento. En los años noventa existían catorce sanatorios, en 2009 quedaban tres en marcha, entre ellos el famoso sanatorio de Santiago de las Vegas conocido como Los Cocos, aunque con el cambio de nombre a Centro de Atención Integral de Santiago de las Vegas.[30]
El cuento “Tatuaje” marca temporalmente esa pervivencia más allá del 94; sabemos que estamos bien entrados en los 2000 cuando la protagonista narradora dice: “Mira / El mapa de Cuba me lo tatué en el noventa y nueve / Jovencita”.[31]
Como ocurre con casi todas las políticas dictatoriales en términos de salud y educación siempre está el elemento contradictorio de que se brinda el servicio a pesar del costo en derechos humanos. Esta política del gobierno cubano provocó, como casi todas, críticas, pero también fascinación:
In 2009, POZ Magazine reported on former patients who refused to leave the sanatoriums once they became voluntary in 1994. At the time of the policy change, they told reporters “we have many friends, we feel useful, we keep busy.” Not only were the sanatoriums places where medical services and scientific research could be concentrated in the face of a global epidemic, they served as a community for many despite the hardship of isolation.[32]
Aunque la protagonista dice que “parece una cárcel” pero peor porque no hay mujeres que le pidan casarse y no hay diversión, debemos también tener en cuenta que, según los médicos, un catarro puede matarla. Además, “lo bueno es que no tendré que seguir de un lado a otro. / Sin familia. / Sin casa. / Una gente sin familia no es persona”.[33]
A partir de que sabemos que la protagonista-narradora está siendo entrevistada desde un “sanatorio” en el que está de manera “voluntaria”, también tenemos que replantearnos las preguntas sobre los espacios en blanco a las cuales ella responde y desde dónde vendría el acceso a entrevistarla en semejante institución. La última pregunta la brinda ella, la pregunta esperada, la pregunta del agradecimiento (“gracias por todo Fidel”). “No vas a preguntarme que es Cuba para mí”. Entonces enseña el tatuaje del mapa de la isla “relleno. / En las costillas, donde más duele. / Macho, la patria es la patria”.[34]
“Wanda” es el otro cuento en que, como en “Tatuaje”, la escritura va en versos como un poema. También, como en aquel cuento, el lenguaje es marcadamente oral, pero ahora con tono rural, guajiro. La voz de esta mujer cuenta que ella y su esposo fueron novios desde la adolescencia, construyeron su casa, “con escalera de caracol roja la envidia del pueblo”, tuvieron “la parejita” un varón primero y después “la hembra”. “Mi esposo se emborrachó y se cayó en una cuneta, las dos veces. / Y no dio tiempo a llevarme. / Las dos veces pujé, como una mujer, y los muchachos salieron”.[35]
Después de desenamorarse y de dos meses de pedirle al esposo que se fuera de la casa, este finalmente se fue: “los muchachos también dieron lucha. / Querían irse con él. / Los muchachos son así.” Cuando la protagonista comienza a salir con jefe que le regala flores príncipe negro, los muchachos dejan dos días de hablarle, sabemos… los muchachos son así. El esposo se aparece en su trabajo con un machete y con la misma naturalidad la voz narrativa cuenta:
Entonces me dio un machetazo en un brazo y después en el otro.
Las manos se cayeron a los pies del escritorio.
El príncipe negro se tambaleó.
Salí desangrándome para afuera y mi esposo seguía ahí.
Nadie salió a defenderme, tan envidiosos.[36]
También de modo natural, el varón no va al hospital por vergüenza “los muchachos son así / No entienden” y aunque la madre de la asesinada protesta, los velan juntos, la gente dice la mató “porque la quería mucho”. En este femicidio solo sabemos al final que la narradora en primera persona está contando desde la muerte. El parto natural y la naturalidad o naturalización con la con que se narra el asesinato está en consonancia con la “justificación maternal” que trata de restar importancia a las faltas del hijo. Este patrón se mantiene con la repetición hasta el último momento del cuento, en su velorio sin flores: los muchachos no querían “ninguna flor / Los muchachos son así”. En “Política” sabemos desde el inicio que se narra desde la muerte, en “Política” hay flores, bandera y orgullo, en “Wanda” vergüenza hacia la madre.
Familia escritural
A diferencia de estos tres cuentos, “Política”, “Tatuaje” y “Wanda”, en que es más o menos fácil presentar lo que acontece, en los cuentos donde la protagonista es una (la) escritora, los tiempos, los espacios y las situaciones resultan difíciles de delimitar. En estos cuentos pareciera que la palabra es más material, menos transparente, que tiene más peso propio que la “historia” que se cuenta. Creo que es posible leer estos cuentos como el mismo cuento, como la fragmentación de una escritura y un personaje escritora constante, como mencionaba al inicio. Siendo más precisa, en 8 de los 15 cuentos tenemos la presencia de una mujer que escribe. Me centraré en los cuentos IV, VII, XIX y X, “Nadie”, “Miami” y “Mala” y “Soba” para resaltar como desde un personaje que parece común, quizás la autora implícita, se desarrollan las ideas de familia, escritura y tradición.
En “Mala”, la protagonista narradora está en un aeropuerto más o menos grande, no sabemos cuál, no sabemos dónde. En “Miami” regresa a Cuba por el aeropuerto de Miami, pero en “Mala” no hay marca geográfica. Pero sí hay marcas de ropa: “Traigo puesto un vestido Gap, azul, from Miami, y unas gafas redondas negras que están de moda en todos los países, from Puerto Rico”. Más adelante, cuando encuentra a la persona a la que ha ido a buscar al aeropuerto dice:
Te gusta el vestido que elegí, azul, de tirantes. Te gusta la Gap y la Desigual y la H&M y la Zara. Te gustan las gafas redondas negras porque se usan, y mis gafas, específicamente, no son del montón, tienen la montura de aluminio, y unas iniciales por dentro de las patas que las identifican, y no están hechas en China, como todos los productos industriales de la época. Un halo de elegancia mezclado con mi común informalidad.[37]
En el viaje a “Miami” tenemos también:
Dolphin Mall, media mañana.
Algo parecido a un aeropuerto pero sin necesidad de llegar a ningún lado.
Comprar. Comprar. Comprar.
Forever 21, ropa interior.
Aéropostale, una camisa.
Gap, un vestido y un short.
Chocolate. Escaleras. Luces.
Androide.
Transgénero.
Triunfo.
Welcome to paraíso.
Siéntate y respira.
Tienes el control.[38]
En “Miami”, con las amigas, la narradora cuenta también de sabores nuevos para ella, de la fiesta donde tuvieron hummus, hongos, marihuana, “Tuvimos todo / Tuvimos lo merecido”; no tuvieron lo necesario como en “Política”, sino lo “merecido”. El consumo es presentado de una manera irónica, ni como triunfo ni como acusación. El consumo global de una producción también global.
El viaje y el dinero vienen de un festival que se va insinuando como posibilidad en varios cuentos del libro, la posibilidad de comprar algunas cosas, de cambiar las circunstancias “No la circunstancia del agua por todas partes, sino, en contradicción perpetua, la circunstancia del desierto (hambre y suciedad) por todas partes, frente a la circunstancia de la apariencia (familia y suciedad) por todas partes”.[39]
El Festival Mundial de Poesía que acontece en “Mala” no tiene ubicación geográfica. El lema del festival grabado en toda la mercadotecnia es paz justa, primavera del mundo, el colmo del ridículo para el personaje. Como parte de las actividades, los personajes van a leer poemas en otro idioma a “una comunidad negra y miserable, radicada a la orilla de un río adonde solo se llega por aire o por agua”.[40] En este festival, sus poemas y los del poeta italiano (llamado nada menos que Pietro Aretino) resultaron “no muy bien recibidos por el público que quería saber sobre la política actual en nuestros países de origen. Pietro Aretino y yo nos comportábamos como si no fuéramos de ningún país”.[41] Los poemas que lee junto a Aretino son del libro Dame Spray. Legna Rodríguez Iglesias publica, como sabemos desde el inicio de este texto, el libro Dame Spray (Hypermedia Ediciones, 2016) y recibe el Premio Paz de Poesía, 2016, otorgado por The National Poetry Series. Estos elementos autobiográficos conectan con una serie de frases que comienzan “Soy la que…”, porque ella declara “Yo sé quién soy en realidad y estoy capacitada para aceptarlo, incluso por escrito”. Es importante saber quién es uno, le escribía el padre a la protagonista de “Tatuaje”.
En esta serie de definiciones hay elementos que vemos en los otros cuentos de protagonista escritora, entre ellos dolor, soledad, tatuajes, violencia verbal, preocupación económica y derroche, impulsividad, comportamientos obsesivos y mucha escritura. Esta serie de definiciones coinciden sobre todo con las visiones que de su madre da el bulldog francés en el siguiente cuento, pero las de él están matizadas por una especie de incondicionalidad del amor animal, aunque quizás entonces ya ella, su madre, lo haya abandonado.
Notas:
[1] Legna Rodríguez Iglesias: Mi novia preferida fue un bulldog francés, Alfaguara, 2017, p. 163.
[2] Ibídem, p. 157.
[3] Ibídem, p. 148
[4] La etiqueta o su versión extendida Generación Año Cero al parecer asoma por vez primera en un texto del escritor Orlando Luis Pardo Lazo en la revista La Jiribilla en 2006. La idea del nombre responde al dato de que son autores que comienzan a publicar en los años 2000, nacidos mayormente a fines de la década de los setenta e inicios de los ochenta. También alude a lecturas y experiencias de formación literaria común como los talleres literarios del Centro de Formación Literaria “Onelio Jorge Cardoso”, así como su experiencia de intercambio y de publicación en Internet, a través de blogs, fanzines y revistas autogestionadas, como 33 y 1/tercio, The Revolution Evening Post, Cacharrro(s), DesLiz, La Caja de la China, entre otros, menos sujetos a las dinámicas de control del Estado en Cuba y sus instituciones (cfr. Mónica Simal y Walfrido Dorta: “Literatura cubana contemporánea: Lecturas sobre la Generación Cero [Special Section]”, Revista Letral: revista electrónica de estudios transatlánticos de literatura, vol. 18, no. 18, 2017, p. 3). Significativos en la conformación y la función de la noción fueron las antologías Cuba in Splinters Eleven Stories from the New Cuba (OR Books, 2014); Generation Zero. An Anthology of New Cuban Fiction (Sampsonia Way, 2014), ambas editadas por Pardo Lazo, Una literatura sin cualidades. Escritores cubanos de la Generación Cero (compilada por Duanel Díaz; Editorial Casa Vacía, 2016) y Malditos bastardos recopilación de “diez narradores cubanos que no son Pedro Juan Gutiérrez ni Zoé Valdés ni Leonardo Padura ni…”, Colección G, de Gilberto Padilla (Ediciones La Palma, Editorial Cajachina, 2014).
[5] Es justo aclarar que la antología Malditos bastardos y la Colección G del crítico y editor Gilberto Padilla es fundamental en promoción de estos malditos, pero él reniega abiertamente de la etiqueta y se refiere a una “(de)generación con un talento tan diabólico para la inconveniencia” (cfr. Gilberto Padilla “Contraportada”, Malditos bastardos, ed. cit.). Sobre la abierta, disfrutable y temperamental oposición de Gilberto Padilla a la etiqueta Generación Cero, consultar especialmente dos textos de su columna “Maquinaciones” en Hypermedia Magazine: “La Generación Cero y la mierda de los koalas” y “Con dos que se quieran… ya tenemos Generación Cero”.
[6] Rafael Rojas: citado en Nanne Timmer: “Cartografía de la no-nación: escritura y oralidad en Las analfabetas, de Legna Rodríguez Iglesias”, Telar, vol. 11, no. 17, Universidad Nacional de Tucumán, 2016, pp. 38–53.
[7] Sobre cómo se han articulado los discursos del “excepcionalismo cubano” desde la Revolución y antes, ver el libro de ensayos Cubantropía (Periférica, 2020), de Iván de la Nuez, especialmente lo textos “Más acá del bien y del mal” y “El Hombre nuevo en Berlín”.
[8] Nanne Timmer: ob. cit., p. 41.
[9] Mónica Simal y Walfrido Dorta: ob. cit.
[10] Gilberto Padilla: “Los críticos cubanos preferirían no hacerlo”. Hypermedia, julio 14, 2017.
[11] Legna Rodríguez Iglesias: ob. cit., p. 13.
[12] Ibídem, p. 15.
[13] Ibídem, p. 14.
[14] Ibídem, p. 165.
[15] Ibídem, p.17.
[16] Ibídem, p. 14.
[17] Ibídem, p. 15.
[18] Ibídem, p. 49.
[19] Ibídem, p. 155.
[20] Ibídem, p. 106
[21] Ibídem, p.95.
[22] Ibídem, p. 18.
[23] Ibídem, p. 110-111.
[24] Ibídem, p. 46.
[25] Ibídem, p.125.
[26] Ibídem, p. 127.
[27] Ibídem, pp. 123-124.
[28] Ibídem, p. 128.
[29] José Antonio Michelena: “El VIH/sida en Cuba: representación y realidad. A propósito de El acompañante”, Inter Press Service en Cuba, octubre 4, 2016.
[30] Roberto Cruz: “La realidad del VIH en Cuba”, Al descubierto, junio 24, 2009.
[31] Ibídem, p. 129.
[32] Julio de Mayo: “Cuba’s HIV Sanatoriums: Prisons or Public Health Tool?”, NACLA, noviembre 24, 2017.
[33] Ibídem, p. 129.
[34] Ídem.
[35] Ibídem p. 61.
[36] Ibídem, p. 65.
[37] Ibídem, p. 152.
[38] Ídem.
[39] Ibídem, p. 49.
[40] Ibídem, p. 146.
[41] Ibídem, p. 151.
Gretel, gracias por tu ensayo. Aquí me tienes para cualquier cosa. Gracias, de verdad.