Presentación
Rosmarie Waldrop es una poeta, novelista, traductora, ensayista y editora norteamericana nacida en Alemania el 24 agosto de 1935. Ha vivido en los Estados Unidos desde 1958, y vive en Providence, Rhode Island desde los años sesenta. Estudió Literatura, Historia del Arte y Música en la Universidad de Wurzburgo, pero en 1955 se trasladó a la Universidad de Friburgo. Ya en los Estados Unidos hizo traducciones de poesía francesa y alemana. En 1961, ella y su esposo, Keith Waldrop, crearon la revista Burning Deck, que fue una pequeña y prestigiosa publicación especializada en poesía y prosa experimental lamentablemente cerrada en el año 2017. Desde los años sesenta, Waldrop ha publicado más de treinta libros de poesía, prosa, ensayos y traducción. Su obra se caracteriza por una poderosa variedad, lo mismo de versos experimentales, filosóficos o de una narrativa muy personal. Ha recibido numerosos premios y reconocimientos. En este año 2021 le fue conferido el American Award in Literature. Los poemas aquí traducidos pertenecen al libro Reluctant Gravities, de 1999.
Poemas de Rosmarie Waldrop
Prólogo
Dos voces
Dos voces en la página. ¿O es una? Girando ahora sobre ellas, de vuelta a fibra y hoja, ahora ramificándose en secuencia, consecuencia, proyectos de obras públicas o discordia. Ahora tocándose, atrapadas ahora en los marcos de un cuadro sin diálogo. Ambas vacilantes, como si estuvieran estudiando viejas inscripciones, cuando tal vez el muro se desmorona, los circuitos rotos, las páginas se vuelan por una tonta caída.
Incluso si voces luchan en la página, su influencia en el aire es parte de su definición. En una obra de teatro, por ejemplo, las frases serían explicadas por sus ubicaciones en el escenario. No le preguntaríamos a una actriz qué angustias añaden sus líneas. Ella no se preocuparía por lo que su voz toca, dejaría que se derramara sobre la audiencia, apuntando más allá de los pliegues de la cortina, al punto en la distancia conocido como significado de la obra.
La diferencia de nuestro sexo, dice una voz, nos salva de la humillación. Me hace temblar, dice la otra. Tu voz deja caer piedras en sensaciones para sentir sus profundidades. Entonces el calor se vuelve guerra. Pero mentiría para volver a caer en la simplicidad como a una cama de plumas.
Voces, sembradas en la página, no maduran ni dan frutos. Aquí la ubicación no se explica, sino que cultiva el vacío entre ellas. Las voces hacen pausa, vuelven a comenzar. Claro de jardín que, moviéndose al interior desde el margen derecho, suspende el tiempo. La suspensión se fija, es colocada, en tipo, en columnas que precipitan falsos recuerdos de jardín, viñedo, espaldera. Hoja temblorosa, normas del hojear blanco y negro, ángulo invisible de aliento y estado sólido.
Ella trata de sacar una fuerza que vagamente siente de las debilidades que conoce, como si estuviera prediciendo un elemento de la tabla periódica. Él quiere hacer que un guijarro plano se deslice por el agua hacia dentro del cuerpo de ella. Él se pregunta si a falta de cielo este adquiere el color de la piel o de otras células que toca. Si enmohece los huesos.
El pacto entre página y voz es diferente del acuerdo entre cuerpo y voz. La voz abre el cuerpo. El aire, el frío del aire, pasa y, con una sola inflexión, construye grandes castillos. La página quiere pruebas sin vínculos. El cuerpo no puede mantener la voz. Se derrama. Follaje sobre la empalizada.
Él ha puesto un guijarro bajo su lengua. Mientras los labios de ella estallan en conjeturas los labios de él son una nueva escala para practicar. Él quiere que sus palabras se eleven, contra extraños añadidos, a una verdad fuera de él. En cambio, su padre caminando por la calle debería reducirse al símbolo de envejecer.
La página atrae a la voz con una promesa de bosque florecido. Pero no hay aire. Ningún aliento vive en la boca ni nubla el espejo. En el escenario, el cuerpo cargaría la superficie que llamamos mente. Aquí, superficie se une a superficie, negando aguas profundas. Todavía el punto de encuentro está aquí, siempre. Gritos se elevan. Lágrimas caen. Blanco impuro, legible.
Conversación 1
En la horizontal
Mi madre, dice ella, siempre irresistiblemente extendida por toda la habitación, inundándome de familiaridad para crear satisfacción. Temí por mi naturaleza esponjosa y esperanzada por otras formas de absorción, abrí las ventanas por más agua, ojos al nivel de su superficie. Y más abajo, hasta que las palabras “estoy aquí” perdieran su sentido hasta desvanecerse en el aire. Como solo en su uso una proposición pule su objetivo.
Descifrar, dice él, no es un movimiento horizontal. Aunque la manera en que se entiende una oración puede ser expresada por una expansión que se convierte en parte de ella. Como una sonrisa puede abrir de par en par una puerta. Sosteniendo los instrumentos en mi boca lucho cuesta arriba, mi cuerpo, perfectamente suspendido entre el empuje de mi padre y el tirón de la gravedad, no logra avanzar. Como si la conciencia tuviera que permanecer incrustada en carbón. O copiada. Entre afección y éxito. Pero si tratas de expresar tus sentimientos con palabras, la piedra cae más allá de las brazas.
Yo estoy aquí, dice ella, he aprendido que la vida consiste en adaptar mi cuerpo a la lenta rotación de la tierra. De modo que la manera en que me apoyo en el parapeto delata sangre fría y quemaduras invisibles. Mi sombra descansa en la misma dirección que todas las demás, y no puedo saltar sobre ella. Las olas de mi madre corrían altas. Las montó sobre mí como en un valle, con la esperanza de exponer los minerales. Pero escondí mis huesos bajo oraciones expandidas como la carne en mis años.
El lenguaje, dice él, representa a quienes lo aman, deslizándose de lado a lado de una palabra a todo el entramado. La manera en que los dedos extienden el cuerpo a la aventura, la impresión, lagos, mano de Hombre Muerto. Dondequiera que la escritura presione, en los dientes del miedo y la maldición, incluso hasta que tu firma te absorba en signo. Una inconformidad con la sensación de hogar antes de que se convierta en tejido inflamado y enfermedad real. Con síntomas de gramática, puntuación, resta de alma. Y solo la muerte para liberarte.
Conversación 5
En el Edén
Inalcanzable, dice ella, la izquierda del margen izquierdo. Un momento suspendido. Como si no invitara a morder la manzana. Jardín atrapado como en ámbar por una fuerza gravitacional extra. Una esfera con la belleza de las superficies curvas que parecen planas e infinitas. Aunque puede agrietarse. Surgida razón, bisagra o clavo.
Incluso un atractivo jardín, dice él, es melancólico. Como los bisontes de la pintura de la caverna, los dioses fálicos africanos, los frescos hallados en Pompeya. Como si pudiéramos adentrarnos en una imagen de lo que hemos perdido. Apretado ajuste de pinos y manzanos en un césped salpicado de una fina veleidad de glorias matutinas. No somos águilas volando en lo alto, dejando cada hoja como está, pero al menos no tememos volar junto a los gorriones. Y multitudes de insectos. El sol explícito, o tal vez el desgaste inherente oculta nuestro acto, y volvemos a caer en el viejo cuento.
El tiempo, dice ella, por todos lados. Sin orillas. Nos ahogamos si ponemos un pie allí, aunque estamos obligados a hacerlo. Tan incurables como el protón y el neutrón están ligados al oscuro mundo del núcleo. Y una vez que aprendemos a respirar en el choque del agua el deseo se apresura, se apodera de nuestros pequeños gestos como de una vela. Pero al borde del cuadro caemos. Y nacen. En todas las direcciones.
Un núcleo común, dice él, pero diferentes números de enlaces dobles. La tierra absorbe semen sin sacar conclusiones. Un dedo enguantado dice toca y no me toques. Pero ¿quién podría vivir entre los ornamentos forzados por la abstinencia? ¿Quién podría ser tan minucioso?
Conversación 11
En profundidad
Si se necesitara más que un guijarro, dice ella, para sondear tus matices. Algo se escapa mientras hablas, tenso de vida, una bestia asustada en el bosque. ¿Es un lagarto, una serpiente o un juego mayor? ¿El pincel se cierra sobre el rastro del vuelo? ¿Una pezuña hendida?
¿No es este un caso, dice él, de respiración profunda arrastrada a espasmos de interpretación de la manera en que los niños son arrastrados hacia el futuro por la gravedad de su inocencia? ¿Y con una ilimitada velocidad de su inocencia? Y con una ilimitada velocidad por el espacio joven. Las uniones entre el futuro y el presente se hinchan y barren galaxias enteras. Pero incluso el negro más intenso refleja todavía un poco de luz, y la historia se ocupará de nuestra rabia por la explicación.
Y si todo nuestro pensamiento, dice ella, fuera una búsqueda entre la maleza y el barro. Tratando de descifrar el bosque sin luz artificial. Los susurros del lenguaje nos dan la ilusión de una dimensión profunda. Pero nuestras ecuaciones no calculan la cantidad desconocida. Solo somos buenos como lo son nuestras palabras.
¿Quiere usted decir, pregunta él, que es inútil ignorar el brillante vacío de los símbolos y sumergirse en las profundidades? ¿Ilusorio o no? ¿La profundidad de foco? ¿Bosque? ¿Mundo? ¿El cuerpo? ¿Dónde es demasiado oscuro para que el lenguaje arroje su sombra? ¿Dónde no es suficiente conocer el bien y el mal, sino que debemos actuar en consecuencia, aunque eso esté más allá de nuestras fuerzas y luego nos destruya?
Canción
¿Cuál es la
clave de la pérdida?
¿Un rostro
borrado?
ausencia
tan porosa
que solo una mujer
puede habitarla
sol lejano y pequeño
el agua en la jarra se evaporó
Prologue
Two voices
Two voices on a page. Or is it one? Now turning in on themselves, back into fiber and leaf, now branching into sequence, consequence, public works projects or discord. Now touching, now trapped in frames without dialog box. Both tentative, as if poring over old inscriptions, when perhaps the wall is crumbling, circuits broken, pages blown off by a fall daft.
Even if voices wrestle on the page, their impact on the air is part of their definition. In a play, for instance, the sentences would be explained by their placement on stage. We would not ask an actress what anguish her lines add up. She would not worry what her voice touches, would let it spill over the audience, aiming beyond the folds of the curtain, at the point in the distance called the meaning of the play.
The difference of our sex, says one voice, saves us from humiliation. It makes me shiver, says the other. Your voice drops stones into feelings to sound their depth. Then warmth is truncated to war. But I’d lie to fall back into simplicity as into a featherbed.
Voices, planted on the page, do not ripen or bear fruit. Here placement does not explain, but cultivates the vacancy between them. The voices pause, start over. Gap gardening which, moved inward from the right margin, suspends time. The suspension sets, is set, in type, in columns that precipitate false memories of garden, vineyard, trellis. Trembling leaf, rules of black thumb and white, invisible angle of breath and solid state.
She tries to draw a strength she dimly feels out of the weaknesses she knows, as if predicting an element in the periodic table. He wants to make a flat pebble skim across the water inside her body. He wonders if, for lack of sky, it takes on the color of skin or other cells it touches. If it rusts the bones.
The pact between page and voice is different from the compact of voice and body. The voice opens the body. Air, the cold of the air, passes through and, with a single inflection, builds large castles. The page wants proof, but bonds. The body cannot keep the voice. It spills. Foliage over the palisade.
He has put a pebble under his tongue. While her lips explode in conjectures his lips is a new scale to practice. He wants his words to lift, against the added odds, to a truth outside him. In exchange, his father walking down the road should diminish into a symbol of age.
The page lures the voice with a promise of wood blossoming. But there is no air. No breath lives in the mouth or clouds the mirror. On stage, the body would carry the surface we call mind. Here, surface marries surface, refusing deep waters. Still, the point of encounter is here, always. Screams rise. Tears fall. Impure white, legible.
Conversation 1
On the horizontal
My mother, she says, always spread, irresistibly, across the entire room, flooding me with familiarity to breed content. I feared my spongy nature and, hoping for other forms of adsorption, opened the windows onto more water, eyes level with its surface. And lower, till the words “I am here” lost their point with the vanishing air. Just as it’s only in use that a proposition grinds its lens.
Deciphering, he says, is not a horizontal motion. Though the way a sentence is meant can be expressed by an expansion that becomes part of it. As a smile may wide-open a door. Holding the tools in my mouth I struggle uphill, my body so perfectly suspended between my father’s push and gravity’s pull that no progress is made. As if consciousness had to stay embedded in carbon. Or copy. Between camp and bomb. But if you try to sound feelings with words, the stone drops into reaches beyond fathoms.
I am here, she says, I’ve learned that life consists in fitting my body to the earth’s slow rotation. So that the way I lean on the parapet betrays dried blood and invisible burns. My shadow lies in the same direction as all the others, and I can’t jump over it. My mother’s waves ran high. She rode them down on me as on a valley, hoping to flush out the minerals. But I hid my bones under sentences expanding like the flesh in my years.
Language, he says, spells those who love it, sliding sidelong from word to whole cloth. The way fingers extend the body into adventure, print, lakes, and Dead-man’s-hand. Wherever the pen pushes, in the teeth of fear and malediction, even to your signature absorbing you into sign. A discomfort with the feel of home before it grows into inflamed tissue and real illness. With symptoms of grammar, punctuation, subtraction of soul. And only death to get you out.
Conversation 5
On Eden
Unreachable, she says, left of the left margin. A moment suspended. As if it didn’t invite to bite the apple. Garden caught as in amber by an extra gravitational force. A sphere with the beauty of curved surfaces that seem flat and endless. Though it may crack. Sprung reason, hinge or nail.
Even a bold garden, he says, is already wistful. Like the bisons of the cavern painting, the phallic African gods, the frescos found in Pompeii. As if we could step into an image of what we have lost. Tight fit of pine and apple trees in turf studded with a fine fickleness of morning glories. We’re not eagles soaring above, leaving every leaf as it is, but at least we don’t fear flying with the sparrows. And multitudes of insects. The explicit sun, or maybe inherent wear, occults our act, and we fall back into the old tale.
Time, she says, on all sides. Without shore. We drown if we set foot in, though we’re bound to. As incurably as proton and neutron are bound to the dim world of the nucleus. And once we learn to breathe in the crash of water desire rushes in, takes hold of our smallest gesture as of a sail. But at the edge of the picture we fall. And are born. In all directions.
A common nucleus, he says, but different numbers of double binds. The earth soaks up semen without drawing conclusions. A gloved finger says touch and touch me not. But who could live among ornaments wrought by abstinence? Who could be so thorough?
Conversation 11
On depth
If would take more than a pebble, she says, to plumb your undertones. Something slips away as your speak, tense with life, a startled beast in the woods. Is it a lizard, snake or bigger game? The brush closes over the trace of flight? A cloven hoof?
Isn’t this a case, he says, of deep breathing pulled into spasms of interpretation the way children are pulled into the future by the gravity of their innocence? And with a speed unlimited of their innocence? And with a speed unlimited by the young space. The joints between future and present swell and sweep apart whole galaxies. But even the most intense black still reflects a little light, and history will take care of our rage for explanation.
What if all our thinking, she says, were a search through underbrush and mud. Trying to decipher the forest without artificial light. The rustlings of language give us the illusion of a deep dimension. But our equations don’t net the unknown quantity. We’re only as good as our words.
Do you mean, he asks, that it’s futile to ignore the bright emptiness of symbols and plunge to mine the deep? Illusory or not? The deep of focus? forest? world? the body? Where it is too dark for language to throw its shadow? Where it is not enough to know good and evil, but we must act on it, though it’s beyond our strength and will destroy us?
Song
What is the
key of loss?
A face
erased?
absence
so porous
only a woman
can inhabit
sun far away and small
the water in the jug evaporated