El domicilio de Damas 955, sede del Movimiento San Isidro
El domicilio de Damas 955, sede del Movimiento San Isidro

A los acuartelados

Este 16 de noviembre se ha cumplido un año del inicio del acuartelamiento en San Isidro, La Habana, un evento que parece haber cambiado la relación de un número importante de cubanos con la realidad política de su país y que, sin dudas, transformó radicalmente a quienes participamos en él. Durante las semanas siguientes, marcadas por amenazas, encierros, vigilancia, secuestros, interrogatorios, asesinatos de reputación, escribí un puñado de poemas como gesto de salvación. A pesar del exilio, la cárcel y cierta dispersión, ese episodio íntimo y desgarrador no se ha apartado de nosotros. De algún modo, fija nuestra conducta en lo adelante, nuestra apuesta moral. Que entonces haya podido escribir algunos versos se debe únicamente a la emoción que me provocó conocer a los acuartelados en una hora terminal: individuos que en Damas 955, sede del Movimiento San Isidro, enfrentaban la represión sin más defensa que sus cuerpos. Un año después he decidido publicar esos poemas.

*   *   *

Porque no se trata de sufrir me tocó a mí en esta vida,
sino de agúzate, que te están velando.
Andrés Caicedo

Damas 955

Cruzaba un animal veloz
la pradera de los cuerpos incendiados.
Revoloteaba la ceniza, un pensamiento triste.

Estuvimos en tantos territorios
y nadie nos vio nunca subir o caer.

Llegamos a cada ciudad como resultado
de una ciudad anterior
de una miseria anterior
de un amor inmerecido.

Ningún mantel protegía la mesa del hambre.

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En la noche los médicos heroicos
destrozaron la puerta y arrasaron
con todo
como una enfermedad.

Repudio

Los gritos de la turba repicaban
en el asfalto huraño de noviembre.

Lluvia numerosa, acordonada.
La luz de los autos policiales,
el tiempo roto.

Los libros, los zapatos secuestrados,
descalzo sobre la escarcha de la histeria.

Carro-jaula

Los presos decían palabras que tiznaban,
apretados como ramas en el puño del monte.
Un asmático jadeaba
la voz rosa del pulmón cansado.
Alguien usó mis piernas, aquel mis brazos,
y de mí salía una tos rasgada, como
el brazo de un árbol sale de un tronco ajeno
y la flor es aquella raíz son estas hojas.
Un cigarro en la noche.
Cocuyo de infierno,
hebra danzante y feliz.
Del otro lado de la reja el policía
pidió que le pasáramos algo
y la mano generosa
asomó por un momento
antes de esconderse para siempre.
El superior dijo
que nos sacara de uno en uno.
¿Sacar a quien ya fue sacado?, pensó el policía.
Apagó su cigarro
como si no nos quisiera soltar.

Pase de lista

¿Y este quién es?, preguntó el policía al musulmán,
señalando al cristiano.
¿Y este quién es?, preguntó el policía al objetor de conciencia,
señalando al católico.
¿Y este quién es?, preguntó el policía al palero,
señalando al intruso.
¿Y este quién es?, preguntó el policía al poeta,
señalando al científico.
¿Y este quién es?, preguntó el policía al asmático,
señalando al que era nada todavía.
¿Y este quién es?, preguntó el policía al budista,
señalando a la mujer discreta.
¿Y este quién es?, preguntó el policía al negro,
señalando a otro negro.
¿Y este quién es?, preguntó el policía,
señalándome.

Iba hacia abajo la lengua de piedra.
Sintaxis que se escribe desvaneciendo.

¿Y este quién es?, preguntó el policía al cristiano,
señalando al musulmán.
¿Y este quién es?, preguntó el policía al católico,
señalando al objetor de conciencia.
¿Y este quién es?, preguntó el policía al intruso,
señalando al palero.
¿Y este quién es?, preguntó el policía al científico,
señalando al poeta.
¿Y este quién es?, preguntó el policía al que nada era todavía,
señalando al asmático.
¿Y este quién es?, preguntó el policía a la mujer discreta,
señalando al budista.
¿Y este quién es?, preguntó el policía al negro,
señalando a otro negro.
¿Y este, por fin, quién es?, preguntó el policía,
señalándome.

Algo habríamos dicho.
Algo como, no sé,
es un hombre, es mi enemigo.

El esqueleto de las sílabas secas
dibujaba nuevos signos
en el fondo del río del lenguaje.

Traslado

Extravié mi abrigo
en un parque o en un bar de tercera.
No era una prenda especial,
el regalo de alguna novia
o la herencia de un difunto.
Fue comprado
en una tienda de rebajas
con dinero de un negocio ilícito.

¿Quién llevaría ahora el abrigo?
O estaba vacío de cuerpo,
como estaban
los zapatos vacíos de pie
y el libro vacío de mano
y ojo de desprecio.

Miré los brazos tullidos, los vientos
que soplaban, alguna extensión
de la plaza desolada.
Convicción de no entregarme.
Lancé a la calle un papel inservible,
perdido en la espesura de la noche.

Los que hablan son cobardes
tanto como los que callan.
Y nuestro deporte es tanto resistir
como no hacerlo. El cotilleo en las tribunas.
Gente llena de miedo
ante la inminencia de ganar o perder.

Postal

Un pan,
lo que parecía un pan,
a medio comer sobre el fogón de la cocina.

Partículas en la luz,
como la hilera del pueblo en el desierto.

Duro, agrio y mohoso,
mordido por el gusano del tiempo
y mordido también por el asco.
Mordido antes por todos y por mí.
Hecho de deseo el pan reseco
que el aceite no lograba suavizar.

El tiempo desfigura la forma de la harina.
Hay espanto en la casa donde el pan se encoge.

El agua, empozada y maloliente,
en las callejuelas del entresueño.

Panes untados, envueltos en saliva,
un nudo atorado en el cuello del alma
y una tos anciana y terminal.

La luz que salía de los cuerpos,
no la luz de la tarde, igual podía pintarse
con un solo trazo
un solo color.

Osmani

De una maraña de cobre hizo un árbol
con el mismo pausado señorío
con que los dioses podaron la forma de la ceiba.

Interrogatorio

Toco mis dedos que se desgajan y caen sobre la mesa.
Toco mis dedos con mis dedos,
no toco mis dedos con mi rostro.
No es esa la acción del rostro,
que hace que me reconozcan,
que te reconozcas tú.
La pesadumbre dura más que mis dedos y mi rostro
y he llegado a creer que me define.
No puedo tocarla. No puedo verla.
A veces las cosas propias están hechas para los demás
y a veces no están hechas para nadie.
Están hechas para ellas mismas, para el exterminio y la fe.
La fatalidad o la dicha sí están en todas partes,
al igual que la materia y al igual que Dios.
La acción de sobrevivir es estar en todas partes.
Si faltamos en algún sitio, faltamos para siempre.

Convicción

Este poema fue borrado
por el Departamento de la Seguridad del Estado.
O tal vez fue escrito por el Departamento
de la Seguridad del Estado y borrado por mí.
O tal vez fue escrito y borrado por ambos.
O tal vez nunca llegó a escribirse; bien
porque no había nada que escribir;
bien porque el Departamento
de la Seguridad del Estado
me persuadió de que no lo escribiera;
bien porque los persuadí yo.

Algo que no se escribe tiene
más peso moral que lo que se escribe,
he pensado siempre.
Algo que no se escribe tiene
más valor político que lo que se escribe,
piensan en el Departamento de la Seguridad del Estado.

Catastrófica, trágicamente,
tengo en común con los esbirros el silencio.

Municipio

Lo que no tiene composición ni fin.
Lo que ha quedado a medio hacer.
De antemano mi propia incompletitud.
Hay algo que no parece tener remedio.
La tristeza de los otros
disfrazada como si fuera
tristeza mía.
El amor me ha vuelto estéril.
Mi reflejo en el agua albañal
nadando junto a la luna y junto al pez.

¿Cómo llegué hasta aquí?

Los neoestalinistas censuraron una vez,
censuraron dos y tres,
y luego dijeron que la culpa
había sido mía.

Lo peor no fue
que los neoestalinistas censuraran.
Lo peor no fue siquiera
que me censuraran a secas.
Lo peor fue haber
enfrentado a los neoestalinistas.

No imaginen viejos gordos.
No imaginen camisas, bigotes, oficinas.
No imaginen militares licenciados,
ni francachelas del Politburó.

Los neoestalinistas que pulieron mis textos
con la lima sorda de la patria
eran mujeres jóvenes.
Eran muchachos corteses que se avergonzaban
casi de su escabrosa labor.

Uno terminaba disculpándose
por haber puesto a los neoestalinistas
en la difícil situación de la censura.

Los neoestalinistas eran esclavos.
Su chulo era Marx.
La soberanía era su chulo.
Y la autocompasión.
La fiebre heroica que entre las tropas
los neoestalinistas lograron infundir.
Eso sí fue lo peor de lo peor.

Pesadilla

Me llamarán a contar.
No digo si sabré qué decir o si no lo sabré.
No digo que vayan a matarme
o que vayan a cobrarme las deudas.
Digo que me van a llamar a la una o a las dos,
quizás a las cuatro o a las cuatro menos cuarto.
Me llevarán por esa carretera desierta
y luego saldremos a una explanada
y luego meterán mi cabeza bajo el agua
y el agua correrá por mi nuca, cándida y veloz.
En los espejos de la fuga, mi rostro quedará sujeto
al rostro de los demás
y esas huestes repetidas no sabrán qué hacer.
El tiempo de mi muerte es único y por capas,
como una cebolla.

Miedo

El filo abriendo el ojo
rajando
embutiendo cosas
que no cabían ahí
ni en ningún otro lugar.

Pensamiento

¿Qué pueden, contra tu propio dolor,
el dolor y el sufrimiento
que ellos vayan a infligirte?

Secuestro

Si no puedes construir con virtud
construye con torpeza.
Ignoro si lo digo para otro
o si lo digo para mí
con la voz y el tono de un extraño.
No sé si alguien lo dice
desde la voz y el tono de un extraño
o si solo lo dice para sí
como si yo estuviera.
Yo el ausente. Yo el pretexto.
Yo reptando detrás de las paredes.
O si soy tal vez
lo que se dice. Ese trayecto.
Igual no importa.
Si no puedes con virtud
si no puedes finalmente con virtud
construye con torpeza.

Encierro

No busques a los lados,
los héroes somos nosotros.
La virtud de la que hablan
se incuba en tu pecho y en el mío.
Esta suma de debilidades hace una fuerza
y un odio a veces benévolo
contra las grandes injusticias.
Es lo que dicen los voceros y anuncian los lumínicos.
Yo vivo en un cuarto sin acústica, a oscuras,
pero me llegan, lejanos,
los ecos del fervor y la paz de las familias.
Me llegan las noticias de la guerra.
Echo comida a mi perro
y le digo mantente alerta, campeón.
Pueden venir por nosotros,
pueden venir.

Navidad

En el servicio militar
un oficial contó de madrugada
la muerte más terrible que pueda suceder.
El hombre caminaba por la acera
y lo atrapó la bala que a kilómetros
alguien lanzaba al aire en Navidad.
¿Cómo matan las balas que no te han apuntado?
Rezo desde entonces
para que nadie celebre nada
cuando salgo a la calle.
Vengo de un país que se dice invicto
pero que crece en la derrota y se alimenta del fracaso.
Durante las fiestas patrias miro al cielo
para esquivar el disparo de la euforia.

Orwelliana

En este momento
camino indefenso calle abajo.
Pero en este momento escribo
que camino indefenso calle abajo.
Y en este momento leo
que camino indefenso calle abajo.

Destrozo un pétalo negro.
Escribo que destrozo un pétalo negro.
Leo que destrozo un pétalo negro.

Un hombre me persigue.
Escribo que un hombre me persigue.
Leo que un hombre me persigue.

Y me voy separando de mí, mientras leo
que me voy separando de mí, porque
he escrito que me voy separando de mí.

Usted no sabe si camina, si lee o si escribe.
Usted no sabe si lo persigue un hombre o no.

No hace falta saber.
En la poesía hay siempre
algo real que nunca es cierto.

Actitud

Ante la poesía
la actitud es la del soldador.
Pistola en mano
pulso firme
hasta que la varilla chisporrotee.

Ante la poesía
la actitud es la del cátcher
pero no un cátcher cualquiera
sino el cátcher de Chapman
que pichea una y otra vez
más de cien millas
y tiene la slider a noventa.

Ante la poesía
la actitud es la del buzo
sometido a presiones tales
que su cuerpo se vuelve
una hoja en el océano
todo para encontrar
otra especie extraviada
en el fondo de la vida.

Si no eres soldador
si no eres el cátcher
de Chapman
si no eres ese buzo
entonces no uses careta.

Libertad

El pájaro se posa en la rama y la rama se dobla.
No quiero poetizar sobre eso.
Se trata de ser lo que se es.
Vean. El pájaro se posa en la rama
y la rama se dobla. Así.


* Estos poemas se publican simultáneamente en las revistas Rialta Magazine y El Estornudo como homenaje al primer aniversario del acuartelamiento en la sede del Movimiento San Isidro.

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