La última vez que Serpientes de agua II se vio en un museo de Austria, país donde fue concebido, fue en el año 1964. Gustav Klimt lo realizó entre 1904 y 1907 y apenas se ha mostrado al público hasta la fecha. Ahora, en la planta baja del museo Belvedere, en Viena, el famoso cuadro, el más caro del artista austriaco, es la pieza estrella de la exhibición Klimt, inspirado por Van Gogh, Rodin, Matisse…, una nueva propuesta interpretativa sobre la obra del célebre pintor, en la que los comisarios del Belvedere y del Van Gogh Museum de Ámsterdam han venido trabajando por al menos siete años.
Ahora, tanto los célebres Serpientes de agua II como El beso, además de muchas otras brillantes pinturas del austriaco, se exhiben en diálogo con obras realizadas por artistas que, según la investigación del equipo curatorial, inspiraron e influenciaron a Klimt. Entre esos maestros aparecen Lawrence Alma-Tadema, Margaret Macdonald-Mackintosh y Jan Toorop, Claude Monet y Auguste Rodin, Vincent van Gogh y Henri Matisse.
La sensual Serpientes de agua II tiene una historia tumultuosa. La pintura fue robada por los nazis a la empresaria textil judía Jenny Steiner, mecenas de Klimt y del movimiento secesionista. “Cuando se iba a subastar en 1940, el gobernador del Reich en Viena, Baldur von Schirach, la sacó del lote y se la puso en bandeja al cineasta nazi Gustav Ucicky, hijo ilegítimo de Klimt, que la colgó en el comedor de su casa”, cuenta David Granda para El País. Actualmente tiene un costo de 183 millones de dólares y su propietario se mantiene bajo anonimato.
El cuadro se enmarca en el periodo dorado de Klimt: “una auténtica obra maestra”, así lo describe Stephanie Auer, comisaria asistente de la exhibición. Según reseñan diarios europeos, se exhibe en el Belvedere junto a Serpientes de agua I y las dos pueden verse frente a las obras de la artista Macdonald Mackintosh, la única mujer incluida en la muestra, al lado de más de veinte creadores.
Klimt, inspirado por Van Gogh, Rodin, Matisse permanecerá abierta hasta el mes de mayo para celebrar el 300 aniversario del Belvedere como espacio de arte. De manera que el museo tendrá, con Klimt, una primavera muy dorada, como ya la venía anunciando en sus redes sociales, desde antes de que abriera la gigante exposición a inicios de febrero.