¿Qué significa la fama internacional de Federico García Lorca? En cualquier parte del mundo civilizado que uno hable de literatura española, irrumpe el nombre de Lorca. Es un escritor admirado tanto en el barrio bohemio de Nueva York como en la Universidad Máximo Gorki de Moscú.

Normalmente nos alegramos cuando un extranjero suelta el nombre de Lorca como una paloma de amistad. Pero no tardamos en desilusionarnos.

Afirmaría que la mayoría de las personas fuera del mundo hispano admiran a Lorca por sus valores más superficiales —por su exotismo para turistas, por sus panderetas y gitanos idílicos— que por sus elementos más profundos y perdurables. El extranjero se siente atraído por el colorido del mundo andaluz. Es la España que se exporta.

Esa España no me interesa. Considere que esos son los valores más falsos de la obra lorquiana.

Lorca tiene algo de juglar. Sus poemas más populares son fáciles y espontáneos; de una facilidad casi irritante. Apenas corregía sus poemas. Le salían como los quería, casi desde el primer borrador. Sus poemas recuerdan el “no la toques más que así es la rosa” de Juan Ramón Jiménez.

Este es el verdadero gitano
Antonio, ¿quién eres tú?
Si te llamaras Camborio,
hubieras hecho una fuente
de sangre con cinco chorros.
Ni tú eres hijo de nadie,
ni legítimo Camborio.
A las nueve de la noche
lo llevan al calabozo,
mientras los guardias civiles
beben limonada todos.

El juglar está presente en muchos poemas que los extranjeros toman en serio, que consideran una creación profunda del genio español. “Ahora tengo una poesía ABRIRSE LAS VENAS, una poesía EVADIDA ya de la realidad con una emoción donde se refleja todo mi amor por las cosas y mi guasa por las cosas —escribe Lorca a Jorge Guillén—. Amor de morir y burla de morir”.

No debemos ignorar nunca el aspecto juglaresco, la ambivalencia de la obra de Lorca; no debemos caer en el simplismo de los extranjeros que toman literalmente al poeta. O el de las personas que comienzan a leer sin profundizar los textos. Aquí Lorca escribe medio en serio, medio en broma: “Yo guardaba los dulces para comerlos después… Me gustaba tanto la palabra recuerdo. Es una palabra verde, jugosa. Mana sin cesar hilitos de agua fría… Es preciso luchar con toda idea de ruina; con esos terribles desconchados de las paredes. Muchas veces yo me he levantado a medianoche para arrancar las hierbas del jardín. No quiero hierbas en mi casa ni muebles rotos” (Así que pasen cinco años, Acto 1).

Lorca mismo en una ocasión se molestó de verse encasillado como poeta de la gitanería: “Me va molestando un poco mi mito de gitanería. Confunden mi vida y mi carácter. No quiero de ninguna manera. Los gitanos son un tema. Y nada más. Yo podía ser lo mismo poeta de agujas de coser o de paisajes hidráulicos”. Aquí Lorca exagera un poco para librarse del San Benito. El granadino es, sin embargo, un poeta esencialmente andaluz: ahí está la gracia, la tristeza y la elegancia de su región natal. Los cubanos heredamos mucho de nuestros antepasados andaluces: en lo superficial y guasón, en lo profundo y arrebatador.

Pero ciertamente hay aspectos sólo entrevistos en la obra del poeta andaluz. Él mismo se daba cuenta del peligro de la retórica: “ Además —vuelve a escribir a Jorge Guillén— quiero dirigirte una epístola sobre la poesía y arte poética, que será un poema largo, monótono, estructurado, antidecorativo y latazo. ¡Ay, Poesía de mi corazón! ¡Ay, Retórica de mi voz!” Lorca estaba consciente del peligro de su gran talento, de su facilidad para la poesía retórica; además, pensaba que hablar en serio era algo así como un “latazo”. Creo que pocas exclamaciones delatan más la dualidad entre los sentimientos y la facilidad de expresión: “¡Ay, Poesía de mi corazón! ¡Ay, Retórica de mi voz!”

Ya en 1927 Lorca advertía el peligro: “Vamos por dos caminos falsos; uno que va al romanticismo y otro que va a la piel de culebra y a la cigarra vacía”.

Estoy convencido de lo que afirma Neruda sobre el camino que hubiera tomado la poesía de Lorca de no haberle sorprendido una muerte atroz. Neruda considera que Lorca iba camino de reflejar en su poesía y en su teatro una mayor conciencia social. Poeta en Nueva York (1930) adelanta por este camino:

Mientras tanto, mientras tanto ¡ay! mientras tanto,
los negros que sacan las escupideras,
los muchachos que tiemblan bajo el terror pálido de los directores,
a mujeres ahogadas en aceites minerales,
la muchedumbre de martillo, de violín o nube.
ha de gritar aunque le estrellen los sesos en el muro…
porque queremos que se cumpla la voluntad de la Tierra
que da sus frutos para todos.

En literatura me interesa una sola cosa: aquello que me ayuda a comprender mejor el mundo que me rodea y mis propios sentimientos. Todo lo que me distraiga de eso no pasará de ser un entretenimiento.

Hay imágenes de Lorca que son de una artificialidad extrema. Imágenes culteranas que delatan cuánto Lorca frecuentó la poesía de nuestra lengua. Esta, por ejemplo:

Su luna de pergamino
Preciosa tocando viene
por un anfibio sendero
de cristales y laureles.

La “luna de pergamino” es nada menos que la pandereta de Preciosa y el “anfibio sendero” un camino a lo largo de la costa y los “cristales y laureles” son la arena y las hierbas del camino. Esto es ridículo y no pasa de ser un juego intelectual.

Muchas veces, sin embargo, recuerdo imágenes y pensamientos de Lorca, los recuerdo porque me ayudan a aclarar lo que me está pasando.

Lorca, por ejemplo, recrea la intensidad que adquieren ciertas horas que asociamos con instantes dramáticos de nuestra existencia, en este caso la muerte:

¡Y el toro solo corazón arriba!
a las cinco de la tarde.

Cuando el sudor de nieve fue llegando
a las cinco de la tarde,
cuando la plaza se cubrió de yodo
a las cinco de la tarde,
la muerte puso huevos en la herida
a las cinco de la tarde.
A las tinco de la tarde.
A las cinco en punto de la tarde.

Jamás olvidaré esta imagen del amor carnal:

Sus muslos se me escapaban
como peces sorprendidos,
la mitad llenos de lumbre
la mitad llenos de frío.

Cada vez que camino debajo de un árbol o veo a una persona reflejar la luz verde de alguna planta, recuerdo:

Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar
y el caballo en la montaña.
Con la sombra en la cintura
ella sueña en su baranda,
verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.

A través de estas imágenes impresionistas de Lorca descubrí también cómo el aire debajo de un framboyán es rojo como sus flores.

Lorca visita Cuba en la primavera de 1930, invitado por la Institución Hispanocubana de Cultura. Viene de Nueva York y queda maravillado con la semejanza entre Cuba y España: “¿Pero qué es esto? ¿Otra vez España? ¿Otra vez la Andalucía mundial? Es el amarillo de Cádiz con un grado más, el rosa de Sevilla tirando a carmín y el verde de Granada con una leve fosforescencia de pez: La Habana surge entre cañaverales. Llegan, palma y canela, los perfumes de América con raíces, la América de Dios, la América española…”

A través de un comentario aparentemente frívolo, destaca la lucha entre Cuba y Estados Unidos: “La influencia de Estados Unidos en el mundo se cifra en los rascacielos, en el jazz y en los cocktails. Eso es todo. Nada más que eso. Y en cocktails, allá en Cuba, en nuestra América, hacen cosas mucho mejores que las yanquis. En Cuba, sí, donde precisamente cree tener más potencialidad el espíritu norteamericano”.

En Cuba Lorca olvidó la extrañeza que le había producido la vida norteamericana. Aquí se sentía en su casa. Inclusive durante una visita a la Universidad de La Habana se unió a un grupo de alumnos que salieron a manifestar contra un aumento de la tarifa de la luz eléctrica. Lorca se puso a la cabeza de la manifestación. Era la primera vez en su vida que tenía una experiencia de esta naturaleza.

Un profesor le preguntó en la Universidad el significado de la reiteración de la palabra “verde” en el “Romance sonámbulo”, y Lorca respondió: “Pues, verde”.

Aparte de estas anécdotas, su visita a Cuba fue fructífera. Estimuló el desarrollo de nuestra poesía afrocubana, influyendo en un joven poeta cubano: Nicolás Guillén, que un año más tarde publica Sóngoro cosongo, su primer libro de poesía. A partir de ese momento Guillén comienza a adentrarse en lo más popular de la vida cubana hasta producir el poema más revelador de nuestra convivencia cubana: West Indies Ltd.

El poema que Lorca escribió en Cuba es bastante flojo, aunque capta muy bien la musicalidad de nuestro pueblo. Algunas de sus imágenes no dejan de captar con nitidez aspectos de nuestra vida:

Iré a Santiago.
¡Oh Cuba! ¡Oh ritmo de semillas secas!
Iré a Santiago.
¡Oh cintura caliente y gota de madera?
Iré a Santiago.
Siempre dije que yo iría a Santiago
en un coché de agua negra…
Brisa y alcohol en las ruedas.
Iré a Santiago.
Calor blanco. Fruta muerta.
Iré a Santiago.
¡Oh bovino fresco de cañaveral!


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