Alán González, cineasta
Algunas escenas del cine cubano en orden aleatorio:
–“Es bastante amplio…” en Memorias del subdesarrollo (1968, dir. Tomás Gutiérrez Alea)
Juanita Albuquerque, interpretando a una inspectora estatal, visita a Sergio con un compañero. En la subjetiva de Sergio, Juanita ofrece uno de los momentos más agresivos del cine cubano. La inspectora es capaz de cumplir su función social, envidiar a Sergio y a la vez mirarlo como si estuviera embarrado de mierda.
–Secuencia documental sobre Girón en Memorias del subdesarrollo
En la misma Memorias…, que es uno de los ejercicios de mayor subversión narrativa en el arte cubano, en una secuencia documental que recoge testimonios del juicio a los prisioneros de Playa Girón, ocurre uno de los eventos más dramáticos de nuestro cine. Tiene que ver con la emoción de la verdad pura y el minimalismo narrativo en el uso de imágenes fijas y voz en off. Reproduzco los diálogos a mi manera, porque esto hay que leerlo:
—¡Delante de mí lo mataste a tiros y después te reíste de cómo se moría! ¡En Avellaneda número 106, el 6 de octubre a las siete de la noche!
—Óigame, señora.
—¡Y dime que no…! ¡Dime que no fue verdad que después que lo mataste, a los nueve días que me cogiste presa, te sentaste a contarme cómo lo hiciste! ¡Dímelo, Calviño!
—No puedo contestarle.
–“Está viva, coño” en Clandestinos (1987, dir. Fernando Pérez)
Otro momento impactante. Ernesto entrega viva a Nereida y ella ve cómo lo matan. Un final que deja sin palabras, en una película de esas para volver a ver.
–“Caballero, así no se puede trabajar…” en Plaff o demasiado miedo a la vida (1989, dir. Juan Carlos Tabío)
Secuencia de gran tensión dramática que somete al espectador a las maravillas del contraste emocional. Ante la acusación de Concha de que le ha tirado huevos, Clarita recoge sus cosas para largarse de la casa, pero no encuentra el maletín. En medio de la airada discusión y sin corte, los actores exigen el maletín al equipo de rodaje, provocando un distanciamiento que funciona como anticlímax de la escena. Les lanzan el maletín, arreglan su fisonomía de acuerdo con la situación, y un “huevazo” confirma que Concha estaba errada.
–“La escena de Jibacoa” en Plaff…
Antes de esa escena, Tabío crea otras fisuras en el asfixiante corsé de los tradicionales dispositivos de la ficción, convirtiendo esta película en puro cine posmoderno. Una de estas es cuando la representación burlesca del director de la mismísima película aparece en una oficina gris, explicando al público la escena que debería haber ocupado ese espacio en la trama, pero que “no pudo rodarse por problemas de producción”.
–“Tengo miedo” en De cierta manera (1974, dir. Sara Gómez) y La obra del siglo (2015, dir. Carlos Quintela)
La escena del miedo de Mario, primero en De cierta manera y luego en La obra…, ofrece como pocas veces la intimidad de una pareja. Se aleja de los facilismos y costumbrismos típicos de estas escenas y alcanza gran profundidad discursiva. El miedo del hombre es uno de esos temas universales y pocas veces ha sido contado en Cuba como lo hacen estas dos películas.
–“Las gallinas también sueñan” en El patio de mi casa (2007, dir. Patricia Ramos)
Aporta un clímax poético a la narración, a la vez que orgánico y ambicioso en su sencillez. Así como los personajes de la madre y de la abuela, las gallinas que han estado deambulando sueñan con el mismo espacio de felicidad, al menos con la misma pausa en la estructura de sus días. Es un suceso comparable con el sueño épico y masculino del inolvidable final de El viejo y el mar.
–“El estilo romántico lírico se caracteriza por el virtuosismo vocal” en Utopía (2004, dir. Arturo Infante)
Las tres escenas de Utopía se entretejen y necesitan entre sí, sometiéndonos a la violencia con la paradoja del sentido del humor. Ese tono hace a la película más seria y existencial en su esencia, llegando al paroxismo cuando la estudiante de la Escuela Especial n.o 57 Martica Salazar logra recitar “El Golem” de Borges, las jóvenes que se pintan las uñas se dan “tremenda arrastrá” por sus discrepancias sobre el estilo romántico lírico y los jugadores de dominó se matan, literalmente, debatiendo sobre la existencia o no del barroco latinoamericano.
–“Abuela, que no es lo que usted piensa” en Molinaʼs Ferozz (2010, dir. Jorge Molina)
La escena en que Miranda disfruta hacerse lamer la vulva por el perrito y termina castigada por su abuela de una manera en que siente incluso más placer es, sin más, excepcional.
–“A Tomás no le gusta que le bailen la mujer” en Ociel del Toa (1965, dir. Nicolás Guillén Landrián)
Landrián se solaza en la mujer de deslumbrante rostro impedida de bailar. Él sabía que esa tapiñada inconformidad que grita la mirada de algunas personas no contrasta en el fondo con la felicidad momentánea y perecedera de otros como Ociel.
Lola Amores, actriz
Esta lista de mis películas cubanas preferidas es casi azarosa, una búsqueda que responde a diferentes momentos de mi vida. Confío en que la aparición de cada título responda al filtro del tiempo: esos momentos donde la conexión es irremediable y, por lo tanto, son parte de mi memoria. Retomarlas siempre es inspiración para los días que quedan. Hago la lista con la duda de ser justa conmigo y pensando en los filmes que no he visto.
–Memorias del subdesarrollo (1968, dir. Tomás Gutiérrez Alea)
–Lucía (1968, dir. Humberto Solás)
–Now (1965, dir. Santiago Álvarez)
–PM (1961, dir. Orlando Jiménez Leal & Sabá Cabrera Infante)
–Coffea arábiga (1968, dir. Nicolás Guillén Landrián)
–Una isla para Miguel (1968, dir. Sara Gómez)
–Los sobrevivientes (1978, dir. Tomás Gutiérrez Alea)
–Existen (2005, dir. Esteban Insausti)
–La obra del siglo (2015, dir. Carlos Quintela)
–Evidentemente comieron chocolate suizo (último rollo) (1991, dir. Manuel Marzel)
Xenia Rivery, cineasta
Empiezo por advertirte que soy malísima para estas cosas, así que como me diste libertad, he decidido pensarlo mejor desde mis afectos, personales, espirituales y estéticos.
La primera película que me viene a la cabeza, sin dudas, es Memorias del subdesarrollo, y con Memorias…, primero que el resto de la cinematografía de Titón, salta enseguida ese experimento sentimental que es para mí la peli casi homónima de Miguel Coyula. Pero quiero mucho La muerte de un burócrata, y todavía más Fresa y Chocolate, nostalgia de una época de amistades lindas en que aprendía parlamentos de memoria, y porque me unen a su guión (así, con tilde) el placer de leerlo y la amistad con Senel, quien fue, además, mi maestro en la EICTV.
Ese mismo cariño me conduce a mirar y admirar las películas de aquellos que han sido mis alumnos y ahora son mis amigos, como Carlucho y Abelito Arcos (La obra del siglo, esa joya casi desconocida en Cuba que es Los lobos del Este), Fabián (Caballos), Lisandra (Brouwer: el origen de la sombra), Yimit Ramírez (Gloria Eterna, cuyo guion escribió una exalumna y amiga muy querida) o el propio Alán (¡incluyendo lo que está por venir, que es una maravilla!), con quien comparto el placer de Viceversa, un grupo creativo maravilloso, del cual también hacen parte Arturo Arango y Nuri Duarte.
Si sigo por el camino de los nombres, descubro con felicidad entre mis preferencias otros afectos, Heidi Hassan y Patricia Pérez (Tierra roja, Otra isla, A media voz), Carlos Lechuga (Santa y Andrés), Alejandro Brugués y Claudia Calviño (Juan de los muertos), Arturo Infante (Utopía), Patricia Ramos (El patio de mi casa), Fernando Pérez (Clandestinos, José Martí: el ojo del canario, pero especialmente por Madagascar, cuyo cariño se cuela no sólo desde el discurso, sino por el cariño que le tengo a Manolito Rodríguez, autor de esa adaptación)… o Kiki Álvarez (especialmente dos de sus muchas etapas, los tiempos de La ola y, ya en otro momento de búsqueda estilística, Venecia).
Entre los que me lamento no haber conocido… Sara Gómez (De cierta manera), Nicolasito (todo lo que conozco, aunque especialmente Ociel del Toa y Coffea arábiga), Colina (por toda esa documentalística criolla hasta los tuétanos y por enseñarme a mirar el cine en 24 x segundo), Santiago Álvarez (por su filmografía y la obra fundacional que la trasciende), Julio García Espinosa (por razones parecidas y porque tengo que agradecerle la fundación de mi escuelita), Daniel Díaz Torres (por Alicia… y por la pasión), Humberto Solás (Lucía, Un días de noviembre, Cecilia), Juan Padrón (por regalarme el superhéroe de mi infancia y por ¡Vampiros en La Habana!)…
Otro nombre para mí imprescindible es Sergio Giral, tan relevante, singular y coherente en su exploración de nuestras raíces negras, y porque me genera nostalgia de una época en la que hacer una película era como levantar un edificio. Y aunque en la cima coloco nuevamente a Titón, como el faro en el morro, hay un lugar especial, tal vez el más especial, para Nelson Rodríguez, porque sin su participación y su influencia muchas de estas películas y de estos autores, seguramente no estarían en mi lista, ni en ninguna otra.
Toda esta argumentación para generar, en fin, esta pequeña lista, sin orden ni concierto, de otros afectos cinéfilos, tal vez más singulares:
–Por primera vez (1969, dir. Octavio Cortázar)
–Papeles secundarios (1989, dir. Orlando Rojas), adaptación de Réquiem por Yarini del dramaturgo Carlos Felipe realizada por Osvaldo Sánchez y con Carlos Celdrán como dramaturgo.
–Un, dos, eso es… (1986, dir. Miriam Talavera, de la que pocos conocen su vertiente como realizadora)
–Nosotros, la música (1964, dir. Rogelio París). Imprescindibilísimo
–Plaff o demasiado miedo a la vida (1989, dir. Juan Carlos Tabío), con un brillante guion de Daniel Chavarría y el propio Tabío.
–Kid Chocolate (1987) o Ella vendía coquitos (1986), ambas de Gerardo Chijona. No me decido.
–Los días del agua (1971, dir. Manuel Octavio Gómez), con guion del mismo director, Bernabé Hernández y Julio García Espinosa. Un relato apabullante que bien me hubiera gustado escribir.
–Sulkary (1974, dir. Melchor Casals). Y que conste que no soy fan de la danza en el audiovisual.
–Retrato de Teresa (1979, dir. Pastor Vega)
–Soy Cuba (1964, dir. Mikhail Kalatozov), que aunque esté firmada por Kalatozov, fue escrita por Enriquito Pineda y producida por el importante Miguel Mendoza.
Nota: redactando esta lista empiezo a entender de donde viene mi gusto por el cine híbrido. Así que gracias por eso. ¡Y vaya, que me salieron diez!
Patricia Ramos, cineasta
Un día de pandemia aparece Aparicio y me invita a pensar una lista de cine cubano para esta sección que creó junto a Katherine Bisquet. Me ha encantado el nombre de “cajitas”: ¡cómo no querer escribir una lista que quepa en una cajita! Una cajita que arrope y proteja a los cineastas cubanos dentro y fuera de la isla, los que pudieron filmar sus obras, a las cineastas mujeres que nunca, por prejuicio, pudieron filmar, y a todos los que están por venir. Me leo, curiosa, las listas publicadas, y refunfuño al ver que se me han adelantado con algunos títulos, y uno quisiera ser originalísimo, vanidoso que se pone, como si lo bueno, algunas veces, no fuera obvio. Vuelvo a la idea de la cajita y al hecho de que nunca había pensado en “enlistar” a nadie. Eso es cosa de “enlistadores” profesionales, y yo no lo soy. Entonces, mi lista es extraña y desigual, porque siento que se complementa con otras muy buenas listas-cajitas que he leído, y aspiro a que se complete en un futuro cercano donde las mujeres como autoras no sean la excepción, y donde historias de cubanos, no importa donde vivan (andamos diseminados por el mundo), sean la realidad de muchas películas.
–Memorias del subdesarrollo (1968, dir. Tomás Gutiérrez Alea)
La gran repitente en casi todas las listas-cajitas. Probablemente donde todos estamos de acuerdo. El talento desbordante de un cineasta, la rara conjunción que ocurre cuando hay muchas decisiones acertadas, colaboradores, actores para que todo termine en obra maestra, en referente y en ideal.
–La obra fílmica de Juan Padrón
El gran jefe de los “muñequitos”. La infancia de muchos, el humor, el ingenio, los animados cubanos.
–Otra isla (2014, dir. Heidi Hassan)
Testimonio conmovedor sobre unos cubanos varados a su suerte. La complejidad, la sutileza y el amor.
–Utopía (2004, dir. Arturo Infante), La profesora de inglés (2014, dir. Alan González) y El estreno (2014, dir. Ana Alpízar)
Tres cortos en tesituras diferentes. El desparpajo, el dolor y la reflexión. Tres guionistas-directores, promesas, de los que tengo la esperanza de ver muchas películas.
–Clandestinos (1987) y Madagascar (1994) de Fernando Pérez
Dos películas inspiradoras. La suerte de tener el ojo de Fernando que nos acompaña y relata.
–Te llamarás inocencia (1988, dir. Teresa Ordoqui)
Una película que me impactó cuando la vi. Especial. Lo que más duele es que Teresa no filmó más películas, así como duelen Sara Gómez, Ana Rodríguez, Mayra Vilasís, que murieron antes de concretar más sueños, Marisol Trujillo, que enfermó, y tantas otras. Al parecer un maleficio que tienen (o tenían, espero) las mujeres que se dedican en Cuba a la ficción.
–Juan de los muertos (2011, dir. Alejandro Brugués) y La obra del siglo (2015, dir. Carlos Quintela)
Otros dos guionistas-directores. Recién me fijo que todos son graduados de la cátedra de guion de la EICTV, sitio que ha aportado muchos directores en los últimos tiempos.
–La serie El siglo de las luces (1992, dir. Humberto Solás)
Humberto filmaba a sus anchas con grandes presupuestos. La ambición, la garra y el lirismo. Sus grandes películas realizadas con la complicidad de otro ser especial: Nelson Rodríguez, editor, guionista y pareja sentimental. Una de las duplas más creativas del cine cubano.
–La bella del Alhambra (1989, dir. Enrique Pineda Barnet)
Una película que no muere. La música cubana. La explosión de arte y gracia.
–Nosotros, la música (1964, dir. Rogelio París)
Desafortunadamente, ya no se pueden filmar documentales como este. Hoy sería extremadamente caro, pero es un lujo tener este testimonio, tan hermosamente editado por Nelson Rodríguez. Nelson, uno de los responsables de nuestro mejor cine.
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