El cierre de la revista literaria Mariel, tras la publicación este mes de su último número, será tan definitivo como el cierre del puerto que le dio su nombre, según lo expresado por miembros de su consejo editorial.

Como sucedió también con el puerto, habrán pasado por ella, al llegar su cierre, cosas mejores, regulares y peores, e igual que en aquel, más cosas mejores que peores.

Pero en el caso de la revista, los motivos del cierre se han vuelto causa de polémica interna, desde publicarse una nota periodística en que un miembro de su consejo editorial hablaba del final de la publicación. Esto provocó una carta pública, en que la mayoría de los editores de Mariel repudia las declaraciones de su colega.

En el suelto que originó el conflicto, publicado el 14 de enero por el Miami Herald, el escritor René Cifuentes, encargado de la distribución de la revista, decía que “quizás es hora de poner a un lado el tema de Cuba, y de comenzar a pensar en el futuro”.

El artículo indicaba, sin citar a Cifuentes, que “el cambio de identidad jurídica (pronto serán residentes de Estados Unidos) ha llevado a un cambio de los planes de los siete escritores que publican Mariel. Revista literaria trimestral”.

Señalaba asimismo que “los escritores comenzaron a perder interés” en la publicación.

La carta respuesta, firmada por el escritor Reinaldo Arenas y los demás miembros del consejo editorial, excepto el propio Cifuentes y Reinaldo García Ramos, rechaza varios puntos de la declaración y de la nota, indicando: “Es falso que termine revista Mariel, porque haya cambiado nuestro status de refugiados. Con residencia o sin ella nuestras preocupaciones por Cuba y nuestro interés por sus problemas, son y seguirán siendo los mismos”.

En conversación telefónica posterior, Arenas reiteró este rechazo, al decir que “para nosotros los cubanos, el futuro es Cuba… Estamos exiliados y este no es nuestro país”.

Y agregó: “Yo nunca he pensado en ser ciudadano de Estados Unidos aunque lo pueda ser”, ya que “estar fuera de Cuba aumenta mi cubanidad”.

García Ramos, el no signatario, fue más reservado: “La única cosa que hay que aclarar es que esas declaraciones no expresan las opiniones del colectivo de Mariel.

En cuanto a por qué no firmó la respuesta, fue aún más escueto: “No firmé porque no soy partidario de aparecer así”.

Otros dos integrantes de la junta editorial, Juan Abreu y Roberto Valero, repitieron en sendas entrevistas su rechazo a la nota y a las declaraciones de Cifuentes; pero Valero precisó que tras leer lo publicado en el Herald, que sólo le había sido leído por teléfono para pedirle su firma, le pareció estar “más en contra de la periodista que de Cifuentes”.

“No se sabe cuándo ella habla y si esa opinión se la ha dado René (Cifuentes) o no. Quizás nuestra carta debió haber estado más enfocada hacia la periodista”, agregó Valero.

Arenas aseguró, por su parte, que antes de escribir la carta, comprobó con la autora de la nota que esta reflejaba lo dicho por Cifuentes.

Entonces respondió Cifuentes.

Dijo que había hablado a nombre suyo y no de otros, e indicó que en sus citas siempre habla en singular. Agregó que cuando él dice que desea olvidar a Cuba, se refiere a una Cuba específica.

“Para mí, qué pasé tres años en cárcel, Cuba es, en este caso, una pesadilla que quiero olvidar”.

“La Cuba de (el poeta José) Lezama Lima, de mi cultura y de mi música, no la quiero olvidar. Y no voy a permitir que la pesadilla de Fidel Castro me haga olvidar mis raíces”, añadió.

Cifuentes manifestó disgusto por el hecho de que sus colegas no le hubiesen consultado antes de enviar la carta, y aseguró que eso “es prueba de que aceptamos los bozales de Castro. Aun aquí, no hablamos todavía”.

Sobre esto, Abreu expresó que no tenía por qué consultar a Cifuentes antes de enviar la carta, “ya que él habló por mí sin consultar conmigo”. Pero Valero consideró “la cosa un poco precipitada» y añadió: “Creo que debimos llamar a René antes de escribir la carta”.

Fin de la primera parte. La segunda trata de los motivos de la desaparición de Mariel; tampoco aquí parece haber mucha unanimidad. Aunque todos los entrevistados destacaron los problemas económicos, se habló también de discrepancias editoriales, de fallos de organización, y de la partida del propio Arenas.

La respuesta, si bien está firmada por varios, tiene una sección entrecomillada que dice expresar la opinión personal de Arenas, donde este indica: “la revista termina porque ha concluido un ciclo, se ha demostrado que es posible hacer una revista seria en el exilio… Me retiro porque es imposible trabajar con personas tales como el señor René Cifuentes, a cuya responsabilidad ha estado la distribución de la revista, que ha marchado pésimamente”.

De nuevo responde Cifuentes: Mariel, tras publicarse un año en Miami, “llegó a Nueva York con 75 suscripciones y terminó con 300 en Europa y 300 en Estados Unidos”.

El propio Arenas reconoció que la revista tenía ahora “más de 400 suscripciones”; y tanto Valero como Abreu elogiaron la labor de Cifuentes.

Arenas mencionó, al ser entrevistado, otras razones más complicadas del cierre y su retiro.

“El 15 de julio de 1984”, dijo hablando desde Nueva York, envió una circular a sus colegas comunicándoles su salida de la revista; subrayó también que hubo “discrepancias con el material de algunos números”, y citó “discriminación con algunos autores, como el pintor Juan Boza, que entregó diez dibujos y se publicó solamente uno y mutilado”.

“Se hace difícil trabajar en equipo”, añadió Arenas.

En esta mesa redonda imaginaria y nacional, Abreu habló en Miami. Sobre el cierre de Mariel, resaltó problemas de “mala organización… No somos duchos en hacer funcionar una empresa”.

“Somos creadores y necesitamos nuestro tiempo”, agregó.

Valero, en Washington: “El segundo problema, después del dinero, es tener un consejo editor con todos en distintas ciudades”.

Y García Ramos, en Nueva York, de nuevo reservado: “En la última página del último número de Mariel está todo lo que el colectivo tiene que decir sobre la desaparición de la revista”.

Cifuentes mencionó también el problema financiero. Pero en un elogio ahora paradójico, dio además realce a la figura de Arenas y dijo que al anunciar este su retiro, él decidió irse.

Arenas “fue el único escritor empeñado en dar a conocer a una generación de escritores. Fue muy generoso con nosotros y con la revista. Yo dije: si Arenas se va se acaba la revista”.

“Seguir no tiene sentido”, expresó Cifuentes.

En cuanto a otro tema de la carta, que pudiera desatar una nueva polémica, Arenas explicó que cuando se refiere a que “se ha demostrado que es posible hacer una revista seria en el exilio”, no piensa que Mariel haya sido la primera.

“Se han hecho revistas muy buenas”, aclaró. Lo que ha demostrado Mariel es que “la gente que ha llegado recientemente es seria. Ha habido otras revistas, como escandalar, Alacrán Azul, Enlace, que han sido y son buenas. Lo que se ha demostrado es una continuidad”.

Abreu fue más celoso con su labor, pues aunque coincidió con Arenas en que “hay ejemplos anteriores de revistas buenas en el exilio”, afirmó: “sí creo que en Mariel ha madurado una serie de esfuerzos y creo que es el esfuerzo más logrado de todos”.

El octavo y último número de Mariel ya está en imprenta. Estará dedicado a José Martí.


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