Partidarios de Trump participan en un mitin en Washington cerca de la Casa Blanca el 6 de enero de 2021 (FOTO AP)
Partidarios de Trump participan en un mitin en Washington cerca de la Casa Blanca el 6 de enero de 2021 (FOTO AP)

Como su anterior Sumisión (2015), la nueva novela de Michel Houellebecq, Aniquilación (2022), es un relato futurista, armado a partir de hipérboles del presente. Novela fundamentalmente política, aunque sin tesis explícita, su trama y personajes perfilan una parodia inquietante de la república francesa en el contexto global de las nuevas autocracias. Uno de los tópicos que recorre la ficción es el de la revolución reaccionaria, en su variante alt-right, estudiada en años recientes por pensadores como Federico Finchelstein, Pablo Stefanoni, Beatriz Acha y Anne Applebaum.

En la novela, el Estado y una familia francesa deben enfrentarse al ascenso de agendas explosivas, provenientes de la nueva hegemonía china y variopintas modalidades de terrorismo, los diferendos en torno a la eutanasia y el activismo ecofascista, el incremento de la inmigración norafricana y sus múltiples respuestas xenófobas y racistas. Pero de principio a fin, el texto juega con la biblioteca reaccionaria moderna, no necesariamente conservadora o contrarrevolucionaria, en un arco de lecturas que va de Joseph de Maistre a Theodore Kaczynski.

En una de las primeras escenas, el ministro de Economía y Finanzas de Francia aparece virtualmente guillotinado en un video. Houellebecq reproduce, por medio de un dibujo similar al de los manuales de instrucción de muebles de Ikea, las diversas partes de la guillotina y sus funciones. Desde ahí, las múltiples amenazas a la seguridad de Francia, que recorren la novela, estarán ligadas a la posibilidad de una revolución de derechas. Una especulación intelectual del texto provendría de la apropiación de la lógica insurreccional o rebelde desde el derechismo extremo.

Michel Houellebecq (1958) (FOTO Andreu Dalmeu)
Michel Houellebecq (1958) (FOTO Andreu Dalmeu)

Hacia el final del texto, justo cuando explora la forma en que el gobierno francés enfrenta acciones terroristas de traficantes migratorios, que intentan desafiar violentamente las restricciones de gobiernos como el de Giorgia Meloni en Italia, Houellebecq reproduce un pasaje del Catecismo revolucionario (1868) de Serguéi Necháyev. Aunque originalmente enmarcado en el anarquismo ruso de raíz socialista, Necháyev, como George Sorel, fue leído con provecho por comunistas y fascistas en el siglo XX.

En la novela de Houellebecq, Necháyev aparece como fuente del ecofascismo francés, un movimiento tan endeudado con el Unabomber como con Anders Behring Breivik, el terrorista noruego, enemigo de la “amenaza islámica”, el “marxismo cultural” y el “feminismo”, que en 2011 asesinó a más de 70 jóvenes en un campamento de verano en la isla de Utoya. Lo mismo en su rama pro-vida, contra el aborto y la eutanasia, que en la del ultranacionalismo euroescéptico y antinmigrante, el acervo anarquista del siglo XIX se mezclaría con el fascismo del siglo XX, en una nueva activación del mito revolucionario moderno.

Otra fuente del movimiento de la extrema derecha francesa, según la novela de Houellebecq, sería Maximiani Portas, más conocida como Savitri Devi, la mística francesa, hinduista, pagana y panteísta, admiradora de Hitler y espía de los nazis. De ascendencia griega, Devi ha sido consagrada por el partido Amanecer Dorado y su líder Nikos Michaloliakos como guía espiritual del naofascismo ataniense y es públicamente elogiada, con frecuencia, por ideólogos trumpistas como Steve Bannon y Richard Spencer.

El protagonista de la novela de Houellebecq, aunque en las antípodas del neofascismo, glosa a Devi y asegura que “a su manera, el nazismo había sido un movimiento revolucionario que aspiró a sustituir el sistema de valores existente y que había atacado al conjunto de los demás países europeos no solo para invadirlos, sino para regenerarlos”. Devi pensaba que Hitler era una reencarnación de Vishnu, la deidad hinduista, llamado a revolucionar y purificar a Europa por medio del holocausto.

‘Anéantir’ (Flammarion, 2021); Michel Houellebecq
‘Anéantir’ (Flammarion, 2021); Michel Houellebecq

La reivindicación del acontecimiento revolucionario, por parte de esa nueva derecha, que en buena medida desmiente a Burke, Maistre y otros clásicos del conservadurismo ilustrado, no es únicamente una operación intelectual y no hay que leer la novela de Houellebecq para advertirlo. Basta con repasar algunas de las consignas que corearon frente al Capitolio de Washington los partidarios de Trump, que el 6 de enero de 2021 intentaron derrocar al congreso de Estados Unidos, para evitar la certificación de la elección presidencial de Joe Biden.

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Dos de aquellas consignas, “Liberty or Death” y “Make Guillotine Great Again”, remiten directamente a las revoluciones estadounidense y francesa del siglo XVIII. La de por sí borrosa indistinción entre revolución y golpe de Estado, en el siglo XX, vuelve a circular en el siglo XXI de la mano de un nuevo reaccionarismo que, desde la otra orilla, impugna la tradición liberal y republicana que se dio por sentada, sobre todo, después de la caída del Muro de Berlín en 1989.

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RAFAEL ROJAS
Rafael Rojas (Santa Clara, Cuba, 1965). Es historiador y ensayista. Licenciado en Filosofía por la Universidad de La Habana, y doctor en Historia por El Colegio de México. Es colaborador habitual de la revista Letras Libres y el diario El País, y es miembro del consejo editorial de la revista Istor del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE). Ha publicado los libros: Un banquete canónico (2000), Revolución, disidencias y exilio intelectual cubano (2006), La vanguardia peregrina. El escritor cubano, la tradición y el exilio (2013), entre otros. Desde julio de 2019 ocupa la silla 11 de la Academia Mexicana de la Historia.

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