Ilustración de Alejandro Cañer

Quizás debiera empezar por recordar aquella expresión, tan dolorosa: “Nunca con más repugnancia que hoy, tomé la pluma”. Debo cumplir una obligación. Y es ingrata. Responder acusaciones no es, al menos para mí, asunto agradable. Pero ocupo las páginas de Excélsior para ventilar asuntos que necesitan, precisamente, de aire fresco, y porque en estas mismas páginas el Ejecutivo de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, UNEAC, publicó una carta, dirigida a mí.

La carta, airada, en un tono más mesurado que la escrita, sin embargo, por Jorge Timossi, director de la Agencia Literaria Latinoamericana (organismo oficial cubano, que se dedica al control de los derechos de autor de todos los creadores de la isla), es a propósito del número de Plural (250), de julio del presente año. Ese número, como otros en diferentes años (publiqué en el número 70, julio de 1977, un poema de Eliseo Diego, luego en noviembre de 1977, poemas de Nicolás Guillén, Luis Suardíaz, Ángel Augier, un fragmento de la novela Oppiano Licario, de José Lezama Lima y un ensayo de Manuel Moreno Fraginals), fue dedicado a Cuba y su cultura. El Ejecutivo de la UNEAC me pide que haga pública su carta en las páginas de Plural (lo propio demanda Timossi): no tengo reparo alguno en cumplir sus deseos, porque siempre he creído que la confrontación de ideas hace la luz, así esta pueda ser, en ocasiones, opaca y hasta negra.

Traigo el asunto, pues, a las páginas de Excélsior porque el Ejecutivo de la UNEAC pidió a nuestro director general que publicara su carta en nuestro periódico. Ellos, pues, no yo, le han dado otras dimensiones a un asunto que, así lo supuse en sus inicios, iba a quedar circunscrito a los límites de Plural. Por lo que parece, el problema es mucho más agudo de lo que nadie podía imaginar. Ellos lo llevan a otro contexto. A partir de ahora, la polémica adquiere un carácter político, en el sentido directo del término, cuando antes sólo tenía uno, de mera política literaria.

Pero entro en materia.

Hace más de treinta años, especialmente al triunfo de la Revolución Cubana, y cuando se discutía en los círculos políticos y estudiantiles de nuestro país el famoso tema de las “diferentes vías” al socialismo; después de que era fácil comprobar que las distintas “revoluciones socialistas”, empezando por la de hoy extinta Unión Soviética, se habían producido en países atrasados, que aún no habían conocido el desarrollo capitalista o que se encontraban, peor aún, como el caso de Mongolia, en un feudalismo arcaico; en esos momentos, pues, se preguntaba por alguna “definición” de socialismo.

El asunto parecía importante porque, de acuerdo con las predicciones de Marx, el socialismo, tal y como él lo entendía, sólo podía brotar de las sociedades más desarrolladas, como su “fruto natural”, precisamente porque esas sociedades se habían convertido en una traba para el desenvolvimiento “impetuoso” de las fuerzas productivas. Esa fue la causa por la cual Lenin “definió” al imperialismo como la “última etapa del capitalismo” o el capitalismo “en su etapa agonizante”. Así, el “capitalismo monopolista de Estado” abría las puertas al “socialismo”.

Las “definiciones” de “socialismo” iban, pues, desde “régimen en el que ha desaparecido la explotación del hombre por el hombre”, hasta “régimen económico en el que desaparece la propiedad privada sobre los instrumentos de producción”. Algunos bromistas irreverentes, sin embargo, y si mi memoria no me engaña, se trataba de alumnos de la entonces Escuela de Economía de la UNAM, ofrecieron otra definición, que transcribo, para delicia de mis lectores: “El socialismo es el camino más largo hacia el capitalismo”.

Aquello que semejaba, repito, una broma irreverente, parece, hoy, algo no demasiado inexacto si juzgamos por lo que ha ocurrido en los países mal llamados del Este (cuando algunos ocupan el centro de Europa) o mal llamados también del “socialismo real” (ahora que está en duda el significado de “socialismo” ante la espantosa “realidad” de crímenes y miseria que hubo en algunos de ellos). Pero no sólo, pues, los países del “socialismo real” se han derrumbado, sino que también lo ha hecho la Unión Soviética, cuna y modelo de la primera “revolución socialista”.

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En el momento en que se derrumban los regímenes “socialistas” de Polonia, Hungría, Checoslovaquia, Bulgaria, Alemania, qué sé yo, Rumania, Estonia, Lituania y Letonia, se argumentaba que en esos países no se había producido una “verdadera revolución”, sino que el “socialismo” se había impuesto de una manera “externa”, por la acción liberadora del ejército soviético, a medida que vencía al ejército alemán durante la Segunda Guerra Mundial. El derrumbe, con la sola excepción de Rumania, se produjo sin un balazo. Al propio tiempo, se argumentaba que “eso” no podría ocurrir en la Unión Soviética porque en ella “sí hubo una verdadera revolución”.

¿Qué sucedió, sin embargo? También la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas pertenece, hoy, a la historia. Y su colapso se produjo, igualmente, sin que se disparara un solo balazo. En estas condiciones, a la luz de los acontecimientos mundiales recientes, creo que es deber de todo intelectual honesto, y más si se aprecia de ser científico y revolucionario, volver a pensar, sin concesiones críticas de ninguna especie, los supuestos principios de una teoría que semejaba dar la explicación causal de la historia. Un compromiso semejante con la inteligencia y la verdad, va más allá de consignas y fórmulas. Hay que dudar de todo, como exigían los clásicos latinos (por cierto, principio favorito de Marx y a mi entender, principio real de toda investigación que pretende ser científica).

En estas condiciones, insisto, pues, igual que en la época de Descartes, tenemos que volver a pensar los principios, dudar de todo, sin dejar nada en pie, con objeto de edificar una teoría más congruente con la realidad que vivimos.

En su carta, el Ejecutivo de la UNEAC me acusa, y acusa a Plural, de contribuir, “con su granito de arena”, a un “discurso oficial” que, “contra todas las normas jurídicas y morales”, pretende justificar “el bloqueo, el hostigamiento, la saña, las presiones y el chantaje a gobiernos y empresarios que quieren comerciar con Cuba”. Así, según ellos, Plural se inscribe en “un discurso totalitario” que busca “hacer más férreo el cerco y para aumentar la agresividad contra la Revolución Cubana hasta límites imprevisibles”.

¿Qué causó este furor y esta saña en la respuesta del Ejecutivo de la UNEAC? El que en mi artículo se hicieran comentarios críticos a la situación cubana y se planteara la necesidad de una posición tolerante frente a los que piensan de manera distinta y aun discrepante; el que pidiera la libertad de la poetisa María Elena Cruz Varela, en la actualidad detenida y sujeta a proceso (tema, por cierto, del que no dice una palabra el Ejecutivo de la UNEAC, y ya sabemos cuán sintomáticos son los silencios). Los poemas de Cruz Varela abren ese número de Plural. ¿Por qué? Porque su poesía es digna y porque Plural no está casada con ningún régimen político, Plural es una revista independiente, que edita una comunidad de trabajadores, intelectuales, una cooperativa de periodistas que tienen por norma el dar cabida a todas las tendencias políticas, siempre y cuando posean calidad y peso.

La respuesta, airada, del Ejecutivo de la UNEAC pretende inscribir a Plural en una campaña de la que no es responsable y con la que no comulga. Por el contrario, lo único que deseamos es tender puentes de comprensión. El Ejecutivo de la UNEAC reacciona, ante la discrepancia, la disidencia, la inconformidad, la diferencia, con el insulto y la agresión. Para citar sus palabras: “No sólo es falso, sino injusto”, inscribirnos en una tendencia agresiva en contra de Cuba y su Revolución. Lo único que formulamos fue la posibilidad de que el régimen cubano admitiera en su seno “todo”, es decir, que aquellas famosas “Palabras a los intelectuales”, de Fidel Castro, en el año de 1961, fueran completas: que “todo” se diera dentro de la revolución. Mejor dicho, que la Revolución admitiera “todo”, aun la discrepancia, ya no digamos la diferencia.

“Nada contra la Revolución”: plantea la posibilidad de que esa expresión desapareciera, pues. A mis lectores consta cuán crítico soy, cómo discrepo de multitud de posiciones que son “oficiales” en nuestro país. Esa discrepancia no me ha acarreado el ostracismo, aunque sí, por voluntad propia, mi renuncia a la actividad política y a los cargos oficiales (rechacé el que se me ofreció, hace poco más de dos años, cuando salí del INBA). No soy perseguido en México por mis escritos, no soy hostilizado, gozo de plena libertad de expresión. Precisamente por mis artículos “Mentiras de nuestra historia”, publicados en número de siete en Excélsior, este año se me honró con el Premio Nacional de Periodismo. Aquí no se hostiliza la discrepancia, antes aún, hasta puede ser premiada. Pero, ¿en Cuba?

¿Porgué esta reacción tan violenta a un número de Plural? El Ejecutivo de la UNEAC me pide publicar a otros ensayistas, en vez de los que ese número recogió. ¿Por qué? Me pide publicar a Cintio Vitier (a quien Plural ha publicado ya en cinco ocasiones diversas), a Roberto Fernández Retamar (publicado ya en siete ocasiones), a Fina García Marruz (publicada también), a Nancy Morejón (también publicada), a Reina María Rodríguez (no sólo publicada, sino, además, ganadora del Premio Plural), amén de otros. En suma, lo que deseo poner en relieve es que Plural ha publicado, desde 1977 y hasta hoy, a los escritores cubanos que estima relevantes: Eliseo Diego, Alejo Carpentier, Fayad Jamís, José Lezama Lima, Julio Le Riverend, Manuel Moreno Fraginals, Lisandro Otero, Ángel Augier y hasta el mismo Miguel Barnet, por no hablar de Mirta Yáñez, Onelio Jorge Cardoso o escritores de generaciones más recientes, como Senel Paz, Osvaldo Navarro, Bernardo Marqués, Daína Chaviano o Iván de la Nuez. Más de 70 escritores (poetas, narradores, ensayistas) o dibujantes han tenido cálida recepción en las páginas de la revista Plural, desde que ha sido dirigida por mí. ¿Por qué habría de publicar Plural, una vez más, a los mismos autores que ha publicado ya? En esta ocasión, prefirió hacer oír otras voces que, ciertamente, no son las oficiales. De la misma manera que Plural tampoco es una publicación oficial, sino independiente, libre.

Esta posición se mantendrá y, pese a la hostilidad de que ahora es objeto por parte de una torpe burocracia (oficial y semioficial; gubernamental o de una “sociedad civil” sujeta a condiciones gubernamentales, como es la UNEAC), Plural mantendrá abiertas sus páginas a todos los escritores cubanos que deseen escribir en ella, sin prejuicios. Nuestra publicación es tolerante, lo que no parece el caso de la UNEAC, ni de las autoridades cubanas. No deseamos intervenir en los asuntos políticos internos de Cuba, antes al contrario, insisto, tender puentes de comprensión. ¿Cómo, sin embargo, tenderlos si, ante la mínima actitud crítica, se reacciona con una violencia inaudita? No puedo menos que concluir que, si de un modo tan agresivo se responde a lo que Plural ha formulado más fuertemente aún se responderá ante las críticas internas.

Los problemas económicos y políticos de Cuba se derivan, por supuesto y en buena medida, del bloqueo que le ha sido impuesto, desde hace más de treinta años por el imperialismo estadounidense. Pero existen igualmente causas internas. A ellas apenas aludí cuando señalé la presencia de “un bloqueo interno”.

Cuba carece de recursos energéticos propios. Está obligada, en consecuencia, a abrir su comercio, a diversificar sus fuentes de ingreso. Se encuentra inmersa en un proceso de “rectificación”. Por lo visto las “rectificaciones” y las “autocríticas” son válidas. Lo que no se tolera es la crítica externa. A Cuba y a Fidel Castro no se le puede tocar ni con el pétalo de una rosa, menos aún con el sépalo de una cosa, porque el que lo haga se convierte de modo automático, en un reaccionario cuando no en vil “agente de la CIA” (difamación que por cierto, ya ha empezado a hacer correr uno de los firmantes miembro de ese Ejecutivo de la UNEAC).

Hoy, después de 33 años de “revolución socialista”, Cuba ha vuelto a emplear el arado egipcio, innovación técnica que tiene sólo la memorable edad de tres mil años. Se me dirá que, por supuesto, la circunstancia internacional lo exige así y que es una medida extrema, tomada para poder sobrevivir ante el bloqueo y la falta de energéticos. No lo dudo. Me parece admisible la voluntad de las autoridades cubanas y del propio pueblo para hacer frente a una crisis tan aguda. Esa voluntad está envuelta en grandes dosis de patriotismo, “identidad” y “nacionalismo”. Puedo entender, incluso, que se presente como una medida “revolucionaria”; pero nada tiene que ver con el socialismo.

Siempre se dijo que, a las privaciones de hoy deberían seguir las abundancias de mañana. La miseria que produce el capitalismo, miseria que brota de la plétora de la misma riqueza, habría de ser sustituida por un régimen social más digno y justo. Fidel Castro dice, con razón, que en Cuba existe una “democracia social”, en la que no hay niños desnudos pidiendo limosna; que no hay ahí miseria extrema y que todos los niños y jóvenes pueden ir a la escuela. Es cierto. Pero yo hablaba de otra cosa, además de la anterior: de la necesidad de ampliar la esfera de la libertad, de la necesidad de respetar la diferencia.

Nada me provocaría una alegría mayor que saber que me he equivocado. Que todo cuanto he señalado y queda escrito en ese número de Plural es falso. Que María Elena Cruz Varela ha sido liberada. Que los escritores pueden volver tranquilamente a la isla, sin sufrir vigilancia, hostigamiento, cuando no represión. Ojalá que todas mis críticas sean “falsas” e “injustas”. Lo dudo, empero.

El ejecutivo de la UNEAC me pide, por último, que Plural le brinde el espacio de sus páginas a “un conjunto de textos, de pensamiento y ficción, que representen, en toda su diversidad y espíritu polémico, la creación de la Cuba de hoy”. El ejecutivo tantas veces mencionado dice que “si” Plural hace eso hará “evidente” la pluralidad que “está en la esencia misma de la cultura revolucionaria cubana”. Para terminar, me piden que haga pública su carta. Y se despiden, firmando “cordialmente”.

He de señalar, por principio, que Plural, cuando ha realizado números de carácter monográfico, dedicados a un autor o a un país, jamás los ha hecho de manera oficial. Somos, insisto, una revista independiente. Hemos solicitado, sí, ayuda de embajadas o de instituciones oficiales; pero siempre sin compromiso. Esto quiere decir que nosotros determinamos lo que se publica y lo que no se publica en las páginas de nuestra revista, tomando en cuenta, antes que otra cosa, niveles de calidad. Plural hace honor a su nombre.

Por esa causa, puede admitir la publicación de ese número que ofrece “preparar” el ejecutivo de la UNEAC. Pero, de la misma manera que ellos condicionan su participación (el famoso “si”, condicional), nosotros también la condicionaremos. Primero: que, en efecto, ese número ofrezca, “en toda su diversidad”, la creación de Cuba. Segundo: que respete ese “espíritu polémico” que existe en Cuba (lo entiendo así: un número hecho a base de textos “encontrados”, es decir, de textos que se encuentren en oposición; que no soslayen ningún tema, empezando por el de los derechos humanos). Tercero: que nos den la misma oportunidad que les doy, o sea, que nos permitan ofrecerles un número sobre la cultura de México, en el que esté presente también “su diversidad” y su “espíritu polémico”. Cuarto: que hagan, en reciprocidad, pública esta respuesta. Quinto: en la medida en que mi respuesta no puede entenderse sin su carta y esta, a su vez, sin mi artículo y, en última instancia, sin el número de Plural al que precede, que hagan circular ese número de Plural (les ofrezco cinco mil ejemplares, de manera gratuita) en toda la isla. Si eso les parece demasiado, por lo menos, pues, que publiquen esta respuesta en la revista Unión (órgano de la UNEAC), porque les ha de parecer un exceso darle cabida en Granma (a pesar de que nosotros le dimos cabida en Excélsior y la publicaremos también en Plural).

¿Será posible? Con más cordialidad aún que la suya.

* Este texto se publicó posteriormente bajo los títulos “Respuesta a la UNEAC”, Plural, n. 254, noviembre, 1992, pp. 71-73 e “Intolerancia de la UNEAC”, La Gaceta de Cuba, n. 6, noviembre-diciembre, 1992, pp. 40-43.


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