Más allá de la isla. La revista ‘El Oficio’ propone un vistazo al arte cubano de la diáspora

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Detalle de portada de ‘El Oficio. Revista de Artes Visuales‘, n.º 9, junio de 2021.
Detalle de portada de ‘El Oficio. Revista de Artes Visuales‘, n.º 9, junio de 2021.

El n.º 9 de El Oficio. Revista de Artes Visuales comenzó a circular recientemente. En esta ocasión, el equipo editorial ha curado una propuesta que abre el debate acerca sobre una de las zonas más sugestivas del paisaje contemporáneo del «arte cubano», una noción que este número de la revista interviene (quizás indirectamente) y pone a discusión. Aunque los textos de esta entrega –entrevistas, reseñas críticas, artículos… –plantean acercamientos puntuales, diversos entre sí, tanto a artistas como a franjas del panorama artístico actual, el conjunto está conectado por un mismo hilo de discusión que indaga en ciertas particularidades de la mundialización experimentada hoy por el arte cubano, su fuga más allá de los límites físicos de la isla y su presencia en circuitos internacionales del arte.

Partiendo de ahí, la totalidad de este número se ve atravesado por reflexiones sobre la diáspora, la circulación global de los artistas nacionales, la desactivación del localismo como un factor de identidad estructurador de los discursos estéticos… Quizás lo más notable en cuanto a la manera en que la revista consuma su objetivo, sea la sutileza con que se ocupa de artistas o sucesos específicos, que posibilita un mapeo de problemáticas determinantes en la dinámica del campo de las artes visuales cubanas.

Conjuntamente, la aparición de otra edición de El Oficio… es una evidencia más de la riqueza en la escena intelectual cubana. En la medida en que ha conseguido esgrafiar una identidad editorial –a lo largo de sus diez números ha esbozado un perfil del arte cubano más emergente, sin dejar de atender a sus vínculos con el cuerpo entero de la contemporaneidad–, se suma como un factor incisivo en el necesario rompimiento de los amarres institucionales que homogenizaban el rostro crítico de las artes visuales cubanas. El Oficio… es otra posibilidad para continuar extendiendo, diversificando, nuestra geografía crítica. Además, la revista es testimonio de la emergencia de un grupo de voces interesadas en mostrar su pensamiento particular sobre el arte cubano.

Decía que este número resulta sustancial porque se acerca a esos dominios del «arte cubano» garantes de que dicha denominación no continúe regida sólo por imperativos geopolíticos. A través de la atención a algunos artistas protagónicos, la revista consigue mostrar ciertas áreas de reflexión, hurgar en las lógicas dominantes y, en definitiva, abrir nuevos espacios de debate. Como parte de este propósito, resultan llamativos, por ejemplo, dos entradas del n.º 9 de El Oficio…: la inclusión de un índice de galerías internacionales que representan a artistas cubanos, de las cuales elaboran ilustrativos perfiles (Galería Kurimanzutto, Galería Elba Benítez, Galleria Mazzoli, Casado Santapau, Galería Lyle O. Reitzel, Galería Nara Roesler, Ben Brown Fine Arts, Mai 36 Galerie, Fredric Snitzer Gallery, Pan Art Projects, Gallería Continua), y también la relación, con breves fichas biográficas incluidas, de algunos artistas de la diáspora menores de cuarenta años, quienes, a la fecha, son ya autores notables del arte cubano (Rachel Valdés, Rafael Domenech, Adrián Melis, Levi Orta, Ariel Cabrera Montejo).

Esta edición arranca con una entrevista realizada por Jorge Peré a Alexandre Arrechea. Junto a las preguntas que indagan acerca de las ideas que hay detrás de sus obras, se averigua puntualmente sobre el desprendimiento de Arrechea de las etiquetas localistas y su inserción exitosa en los predios del arte internacional. Una perspectiva similar sigue Dayron Martínez en su aguda conversación con Diango Hernández. El entrevistador –tal vez aprovechando la visión que reporta al artista residir fuera de Cuba– se interesa por los criterios del mismo acerca del modo en que “la era Obama”, Internet y las redes sociales, determinadas pautas culturales del presente, han afectado al arte contemporáneo cubano; ello sin dejar de explorar el propio pensamiento estético y la obra de Hernández.

Dos textos críticos contribuyen especialmente a esta cartografía mínima, pero valiosa, del arte cubano más allá de la isla. Aurora Carmenate Díaz pretexta una aproximación a la muestra La tierra de la abundancia para presentar el trabajo de Adrián Melis, artista residente en Nápoles que, desde códigos estéticos globales, concierta un diálogo crítico con el entramado socioeconómico nacional como resultado de la administración del Estado. Por su parte, en su acercamiento a la obra de José Bedia, Joan Fellove Marín enfoca la articulación de la noción de diáspora en el diseño estético del artista y muestra cómo la experiencia de la emigración pasó a ser parte de su discurso. Vale la pena destacar también un artículo de Mayken Barreto que, sin detenerse a indagar en poéticas particulares, se ocupa de un punto específico de nuestra diáspora artística, la «zona de New York/New Jersey», que, comenta, «sería el segundo enclave en importancia si pensamos en el número de artistas que viven o han vivido en el área».

Iván de la Nuez firma un artículo de sumo interés en este número de El Oficio…: una incisiva observación a dos exposiciones realizadas en España al artista Félix González-Torres. El ensayista llama la atención sobre la indiferencia de las instituciones cubanas hacia la obra de este artista; apunta que se espera aún que «un museo cubano, en alguna década de este siglo XXI, se digne por fin a honrar a un artista particularmente tozudo en su pertenencia a esta cultura». Pero, sobre todo, lo más importante acá es el lúcido desmontaje emprendido por De la Nuez del concepto curatorial que acogió el trabajo de González-Torres en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona. El ensayista desnuda una operatoria descaracterizadora que, al pretender releer al artista desde el discurso poscolonial, termina por ser colonizadora ella misma, tras consumar una lamentable manipulación de los sentidos de las piezas.

Orgánicamente concebido, este número de El Oficio… es cuidadoso incluso en sus secciones de noticias, en las que también da cuenta de la presencia/proyección de las artes visuales cubanas en la arena internacional. Por ejemplo, se detiene a explicar la participación de Wilfredo Prieto en el proyecto Siembra de la galería Kurimanzutto de México, a propósito del veinte aniversario de la institución, y abunda en la participación de Tania Bruguera y el Instituto de Artivismo “Hannah Arendt” (INSTAR), fundado por la artista, en la próxima edición de la documenta de Kassel.

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En la nota editorial que acompaña al n.º 9 de El Oficio…, Dayron Martínez comienza diciendo: “La informalidad que ha demostrado el proyecto editorial de El Oficio –refiriéndome a su periodicidad– es proporcionalmente opuesta al compromiso estético y conceptual que se ha alcanzado en estos cinco años”. La inteligencia con que se ha compuesto este número da cuenta de ese compromiso.

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Ángel Pérez (Holguín, Cuba, 1991). Crítico y ensayista. Compiló y prologó, en coautoría con Javier L. Mora y Jamila Media Ríos, las antologías Long Playing Poetry. Cuba: Generación Años Cero (Casa Vacía, 2017) y Pasaporte. Cuba: poesía de los Años Cero (Editorial Catafixia, 2019). Tiene publicado el libro de ensayos Las malas palabras. Acercamientos a la poesía cubana de los Años Cero (Casa Vacía, 2020). En 2019 fue ganador del Premio Internacional de Ensayo de la revista Temas, en el apartado de Estudios de Arte y Literatura. Textos suyos aparecen en diversas publicaciones de Cuba y el extranjero. Vive en La Habana.

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