La expansión de talleres de creación artística enlazados al mundo Art Brut ha entrado en contradicción con fundamentalismos sostenidos por años en este campo. Un sector no despreciable de investigadores y promotores tienen aún como verdad que el artista brut debe ser aquel sujeto solitario que apenas dialogue con la cultura y las imágenes del mundo organizado en sociedad; y que ubicarlo fuera de su contexto específico, pondría en comprometimiento la pureza de sus creaciones.
A esta corriente de pensamiento se impone otra que apuesta por la inserción del artista en las dinámicas de vida en colectivo. Un cambio de perspectiva es notable y han variado incluso las denominaciones para referirse al creador brut. Cuando tiempo atrás fue común llamarles “artistas marginales”, no como traducción al español del término outsider art, sino refiriéndose literalmente a individuos al margen de la sociedad (reclusos, drogadictos, personas con discapacidades psíquicas, o con una situación económica desfavorecedora), hoy día el término comienza a ceder lugar a expresiones como: “sujetos con diversidad psíquica y cognitiva con iguales derechos culturales”, signos claros que evidencian el avance decidido de una voluntad integracionista.

Logra ampliarse así el perfil originario del artista brut. Si nos vamos a definiciones de extremos, hoy resulta tan legítimo designar como tal, a sujetos en circunstancias de vida ermitaña que crean en aislamiento, pero también a alguien integrado plenamente en sociedad.
Es un nuevo escenario que mucho le debe a la proliferación de espacios que fomentan experiencias participativas dentro del Art Brut. Centros que por años vienen estudiando y difundiendo esta expresión han habilitado instalaciones en los que hornadas de creadores pueden realizar su obra en igualdad de oportunidades con respecto al artista profesional. Talleres, residencias, atelieres, como indistintamente se les conoce, logran establecer lógicas de trabajo muy parecidas a las que evidenciamos en el circuito oficial del arte.

Los participantes llegan a conformar colectivos muy heterogéneos. Oscilan entre individuos con enfermedades mentales o sujetos del mundo outsider con un amplio perfil social, que puede incluir artistas que no padezcan necesariamente desórdenes psíquicos ni se encuentren en una situación social desfavorecedora. Asimismo, existen centros en los que se promueven intercambios entre los artistas outsiders y profesionales, propiciándose espacios de diálogo, acciones que ponen de relieve puntos de encuentro y divergencias entre los modos de entender y concebir la expresión artística de cada cual, alentándose la creatividad y la comprensión del valor del arte como lenguaje universal.
En estos espacios se ofrece una atmósfera apropiada para la creación, siguiendo en rigor el principio de no interferencia en los procesos artísticos, requisito indispensable para evitar desvirtuaciones de los presupuestos estéticos de lo brut y seguir cultivando un tipo de arte que es en esencia antiacadémico y singular. Quienes asisten encuentran ambientes de armonía y condiciones materiales a las que difícilmente pueden acceder en sus dinámicas de vida diaria, sobre todo para quienes no cuentan con la facultad cognitiva de estructurar por sí mismos lógicas de convivencia social o empleos funcionales que se basen en el talento artístico que poseen.

Los organizadores o directores de muchos de estos espacios no buscan la implementación de un programa de actividades para el ocio, sino de rutinas en las que el quehacer artístico derive en una ocupación seria, llevada a cabo con disciplina y que a la postre tribute a la realización personal de los artistas.
Acciones promocionales y de comercialización que son acostumbradas en el mundo del arte profesional también se articulan dentro de estos espacios, en especial en aquellos donde deben implementarse estrategias que garanticen el autosustento de los proyectos. De este modo, son concebidos programas que incluyen presentaciones de muestras personales y colectivas de las obras producidas en los atelieres y ventas de las mismas en algunos casos, dependiendo del valor estético y comercial que adquieran en un tiempo determinado. El artista suele recibir por ello una retribución, montos siempre negociables según la naturaleza de los institutos en los que se desarrollen estas acciones.

En la persistencia del enfoque artístico y la puesta en marcha de prácticas afines a este campo es donde radica la mayor diferencia con respecto a los talleres de arte terapia, en los cuales, el fin último es obtener una evolución clínica del paciente, constituyendo la creación solo un medio para alcanzarla. Mientras que los arteterapeutas concentran su atención en el comportamiento de las personas bajo tratamiento médico, los que asumen proyectos de índole artística con autores que presentan potencial para la creación brut, llevan puestos sus ojos, conocimientos y experiencia en el trabajo creativo que realizan estos sujetos.
Son procesos en los que inclusive, se aspira a una evolución estética de las obras, derivada de la constancia y práctica sistemática en el hacer creativo, aspecto que ha sido muy controversial, que ha colocado muchas veces sobre la mesa la interrogante de si al ganar experiencia en la creación no se desvía a cierta domesticación de los estilos, perdiendo, la obra brut, un tanto de legitimidad.

Ocurre –sí– una mayor conciencia de las posibilidades expresivas del lenguaje plástico, algo que en el mundo brut o outsider se alcanza desde la experiencia individual. Pero siempre que el acompañamiento a los creadores se produzca desde el respeto a sus formas habituales de crear, sin interferencias que comprometan la franqueza de sus obras, no tiene por qué ocurrir una desvirtuación de los valores intrínsecos de este arte. Los fundamentos antiacadémicos, la libertad estilística, la ausencia de instrucción artística, o la maquinaria comercial , cuando engulle indiscriminadamente a la creación, sí son cuestiones que pudieran comprometer la particularidad expresiva de lo brut.
Desde tiempos inaugurales siempre ha salido a palestra una diversidad de voces que se pronuncia a favor o en contra de cualquier asunto concerniente al mundo outsider. Pero, ante el círculo vicioso de estas polémicas, una verdad más importante se impone, y es el hecho de que individuos que rara vez son escuchados por la sociedad encuentran en estos espacios canales de autoexpresión que los ayuda a elevar su autoestima, y a lograr autonomía en los diferentes ámbitos de la vida. Que la persona pueda ser útil, en especial para sí misma, mejorando en resumidas cuentas su calidad de vida a través de lo que mejor sabe hacer y lo que más disfruta hacer, es el saldo mayor que puede recogerse de las experiencias en los atelieres.

La polémica es totalmente necesaria. Puede asumirse como un llamado a la ética y al compromiso social. Compromiso social, que, dicho sea de paso, es muy alto entre quienes asumen proyectos como los descritos en este artículo. Por lo cual, cualquier postura o discusión que ponga entredicho las maneras de implementar acciones o de tomar decisiones en este terreno, no puede plantearse jamás desde el juicio apresurado o primeras impresiones sobre el asunto. Hay que ir, ver, experimentar un poco de la realidad que aquí se vive, para luego construir algún criterio personal. Y que el acercamiento se produzca con voluntad de crítica saludable, para entender el fenómeno, para colaborar quizás, ya que en definitivas no se aporta mucho desde el olfateo fútil o malsano.
Sobre las imágenes:
Se muestran imágenes provenientes de tres espacios que apoyan la creación de artistas brut a partir de diferentes dinámicas de trabajo: La S Grand Atelier (Vielsalm, Bélgica), Galerie Atelier Herenplaats (Rotterdam, Netherlands) y Riera Studio | Art Brut Project Cuba (La Habana, Cuba).
La S Grand Atelier es un centro de arte y laboratorio artístico que ofrece una serie de talleres de creación (artes visuales y escénicas) para artistas brut. Estos artistas, que presentan diferentes tipos de discapacidad psiquica y/o intelectual, practican un arte cotidiano, logrado y, a menudo, durante muchos años. Trabajan todos los días en talleres que son supervisados por profesionales del arte y que promueven las obras producidas en todos los círculos culturales, en Bélgica y en el extranjero. También se realiza un programa de residencia para artistas contemporáneos, residencias en las que artistas brut y los artistas contemporáneos se encuentran para crear obras en común.
Galerie Atelier Herenplaats tiene dentro de sus instalaciones un estudio para artistas con discapacidad intelectual y brinda apoyo en aspectos financieros y comerciales relacionados con el ejercicio del arte. Los artistas a menudo operan fuera de su estudio, no solo en exposiciones, sino también en conferencias, presentaciones y talleres. Además trabajan en comisiones tanto de clientes privados como corporativos.
Art Brut Project Cuba es un proyecto de arte creado en Riera Studio con el propósito de promover y apoyar expresiones artísticas singulares que comparten una distancia estilística con la cultura visual existente basada en la formación académica y cuyos creadores no tienen conocimiento de cuestiones artísticas intelectuales. Es la única iniciativa cubana especializada en Art Brut y Outsider Art. Su tarea principal es el reconocimiento y promoción de los creadores brut cubanos y sus obras de arte, así como su reconocimiento por parte de la sociedad como personas creativas e independientes. Todos estos creadores trabajan desde sus propios ambientes cotidianos y, solo en algunos casos, asisten también al estudio para realizar sus obras. La premisa fundamental al trabajar con los artistas es no interferir de ninguna manera en sus procesos creativos.
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