La artista cubana Carmen Herrera, que se hizo célebre después de cumplir 89 años, falleció el sábado en Nueva York, a la edad de 106, dejando una obra considerada hoy pionera de la abstracción geométrica y del modernismo latinoamericano. Su deceso fue confirmado a The New York Times por Antonio Bechara, su representante legal.
Herrera había nacido en La Habana en 1915. Hija de Antonio Xavier Herrera, editor del diario El Mundo, y de Carmen Nieto, periodista del propio medio y escritora, hizo su bachillerato en París y luego matriculó en la carrera de Arquitectura en la capital cubana. Pero tras casarse con un estadounidense en 1939, se mudó a Nueva York y estudió en la Art Students League.
Después de la Segunda Guerra Mundial el matrimonio residió en París, donde Herrera se vinculó a un grupo de artistas abstractos y llegó a exponer en el Salon des réalités nouvelles, junto a creadores como Josef Albers, Jean Arp y Sonia Delaunay, entre otros.
De vuelta a Nueva York, apenas encontró espacio en galerías de tiendas y exposiciones callejeras, puesto que el expresionismo abstracto imperaba como el estilo pictórico de moda. Pese a ello, Herrera sostuvo sus preferencias y consiguió abrir un lugar para su obra en el Museo Alternativo de East Village en 1984 y en El Museo del Barrio, en East Harlem, en 1998. Aunque por aquellas fechas su trabajo fue objeto de algunas reseñas elogiosas, la artista no conseguiría vender sus pinturas.
Su esposo, quien ejerció como profesor de inglés durante 45 años en la escuela secundaria Stuyvesant en Manhattan, falleció en el año 2000. El matrimonio no tuvo hijos.
En 2004, el también artista Antonio Bechara recomendó el trabajo de Herrera a Frederico Sève, brasileño propietario de una galería en Hudson Street en TriBeCa, quien organizaba presentar a tres artistas latinas en una exposición.
Tras la inauguración, el crítico Holland Cotter, del The New York Times, calificó así la obra de Herrera: “Su estilo declarativo, ingenioso y de vanguardia tiene puntos de contacto con Mondrian, Ellsworth Kelly y el Op Art, pero está conectado más inmediatamente con el trabajo neoconcreto de vanguardia de artistas como Lygia Clark y Hélio Oiticica que florecieron en Brasil después de la Segunda Guerra Mundial”.
De inmediato, la coleccionista cubana Ella Fontanals-Cisneros compró cinco de las pinturas de Herrera; igual cifra que la también empresaria Estrellita Brodsky; mientras que Agnes Gund, filántropa y presidenta emérita del Museo de Arte Moderno de Nueva York, compró varias y, junto con Bechara, donó una de las pinturas en blanco y negro de Herrera al MoMA.
A partir de entonces, la octogenaria artista cubana hizo exposiciones individuales en Nueva York y Londres, y una retrospectiva itinerante de su obra fue un éxito en Europa, mientras que piezas suyas entraron a formar parte de las colecciones permanentes del MoMA, el Museo Hirshhorn de Washington, la Tate Modern de Londres y el Walker Art Center de Minneapolis.
Si en 2009 una obra de Herrera costaba alrededor de 50 mil dólares, cinco años después se tasaban hasta en 160 mil.
“Nunca en mi vida tuve idea del dinero, y pensé que la fama era algo muy vulgar. Así que trabajé y esperé. Y al final de mi vida, recibo mucho reconocimiento, para mi asombro y placer, en realidad”, dijo al New York Times en 2009.
En 2016, su exposición personal Lines of Sight, en el Whitney Museum, reunió 50 pinturas suyas, realizadas mayormente entre 1948 y 1978.

“A los 101 años, la artista Carmen Herrera finalmente obtiene la exposición que el mundo del arte debería haberle dado hace 40 o 50 años: una muestra individual en un importante museo de Nueva York”, escribió entonces Karen Rosenberg en New York Times. “La muestra la presenta como una artista de formidable disciplina, consistencia y claridad de propósito, y una pieza clave en cualquier historia del arte de la posguerra”.
Por su parte, John M. Cunningham apuntó en un perfil de Herrera para la Encyclopaedia Britannica: “Los prejuicios que algunos galeristas tenían contra las mujeres y los artistas latinoamericanos la pusieron en desventaja, al igual que el hecho de que sus obras, algunas de los cuales prefiguraron las tendencias posteriores del Op Art y el minimalismo de vanguardia, estaban fuera de sintonía con la moda de la época para el expresionismo abstracto”.
En 2019, esculturas suyas se exhibieron en los jardines del Ayuntamiento de Nueva York como parte de la muestra Estructuras monumentales, curada por Daniel Palmer, del Fondo de Artes Públicas de la ciudad. “La contribución de Herrera al arte geométrico no tiene paralelo”, dijo a propósito la curadora Susanna V. Temkin. «Su legendaria perseverancia es una lección para todos.»
La carrera de la cubana, que había seguido pintando en una silla de ruedas, aquejada de artritis, fue reconocida en julio de 2021 por el gobierno francés, que la nombró Officier de L’Ordre des Arts et des Lettres.
Pocos días antes de su muerte, Herrera supo que la Galería Nacional de Arte de Washington había adquirido dos de sus obras.
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