En febrero pasado hicimos una proyección de una copia de trabajo de Conducta impropia. Entre los muchos invitados ese día se encontraba Jorge Semprún, el guionista de Z, la película de Costa-Gavras, y La guerra ha terminado, de Alain Resnais. Semprún, que hasta hace unos años que renunció y desde muy joven había militado en el Partido Comunista, hizo un comentario de particular interés: “Esto es un hueso duro de roer. Apuesto a que ellos [se refería a sus amigos comunistas] no pronunciarán ni una palabra”. Semprún continuó haciendo previsiones: “… a menos que tu película haga mucho ruido, y en ese caso, lanzarán una campaña de desinformación, profesional o inocente, entre los militantes y los simpatizantes del partido…”.

Bueno, Conducta impropia se estrenó en París en marzo pasado con críticas impresionantes a toda página desde el independiente izquierdista Liberation hasta el tradicional conservador Le Figaro. Solo L’Humanité, el periódico del Partido Comunista la ignoró; ni siquiera una línea, ni una sola palabra. La primera parte de la profecía de Semprún se hizo realidad. Luego nuestra película fue invitada a festivales internacionales y ganó varios premios, de entre ellos el más querido fue el Gran Premio de los Derechos Humanos en Estrasburgo.

Poco después, el 24 de mayo, Antena 2, que había coproducido la cinta transmitió una versión de una hora para televisión en Francia. La vieron casi dos milos de televidentes, lo cual representa aun el rating más alto para un documental transmitido en Francia. La popularidad del filme debió haber puesto nervioso a alguien en el Comité Central porque la segunda parte de la profecía de Semprún ya se está cumpliendo.

El silencio se vino a romper a partir de la inauguración del New Directors/ New Films de Nueva York: la reseña de J. Hoberman en el Village Voice y después el ataque de B. Ruby Rich en American Film demostraron que nuestra película había tenido suficiente repercusión antes de su estreno nacional como para provocar sus reacciones. Cervantes escribió: “Ladran, Sancho, señal que cabalgamos”.

El texto de Rich contiene exactamente cuatro líneas de crítica cinematográfica. El resto es retórica política redundante. Es por esto por lo que nos vemos obligados a contestarle en términos políticos, por más que no sea algo afortunado ni tampoco lo más apropiado siendo esta una revista cinematográfica. Conducta impropia no fue modelada al estilo de Leni Riefenstahl y su técnica del “montaje conmovedor”. Nuestra película es precisamente antimontaje. En otras palabras, nosotros rechazamos la escuela de Pudovkin-Balász y estamos más cerca de Jean Rouch o Marcel Ophuls. De hecho, Conducta impropia se burla del cine político demodé cuando incorpora un extracto de un documental cubano reciente sobre los días de la Embajada del Perú plagado de efectos de montaje conmovedores, trémolos musicales y títulos exclamatorios.

El texto difamatorio de B. Ruby Rich, que llega bajo el título ofensivo de “Bay of Pix”, es notable por su histeria, por su deliberada desinformación y por sus innúmeras falsedades. Aquí va nuestra respuesta, punto por punto.

Rich empieza reprochándonos que hicimos una proyección privada para el alcalde Ed Koch y William F. Buckley, Jr. Nosotros, en efecto, atendimos a su solicitud de ver la película, como también lo hicimos con otras tantas personas, incluyendo a un representante del gobierno cubano, el director de cine Tomás Gutiérrez Alea. ¿No están hechas las películas justamente para que las vea la mayor cantidad de gentes posible? Es más, si se nos permitiera, estaríamos encantados de hacer proyecciones de la película a lo largo de toda Cuba, incluso para el Comité Central del Partido Comunista.

Al menos Rich admite que los campos de concentración de las UMAP que existieron en Cuba a mediados de los sesenta fueron “un capítulo equivocado, brutal y deplorable de la historia de Cuba”. Reconocer los “equívocos” pasados es una técnica vieja bastante conocida para crear la ilusión de una nueva “justicia” y para validar y afirmar esa idea de que “sin duda, las cosas han cambiado para los homosexuales”. Rich también llega a admitir que durante el éxodo del Mariel de 1980 había “muchos homosexuales, en su mayoría hombres”. Pero si “la calidad de la vida de los hombres homosexuales y las lesbianas en Cuba” ha mejorado tanto, incluso antes del Mariel, como asegura Rich, ¿entonces por qué se fueron huyendo por el Mariel en un número tan desproporcionado?

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Rich procede con su “análisis” alegando que “la película nunca trata los primeros años de la Revolución cubana (1959-1965), ni el periodo entre los campamentos de las UMAP y el éxodo del Mariel (1967-1979), ni los años posteriores al Mariel”. La verdad es que debería volver a ver la película. ¿Tendrá ella cerumen en los oídos, problemas en la vista o anda con todos los sentidos bloqueados? Conducta impropia se concentra ampliamente en el periodo anterior a las UMAP. Varios testimonios (entre ellos los de G. Cabrera Infante y Carlos Franqui) se refieren a la Operación P, también conocida como “la noche de las tres P”, en la que prostitutas, proxenetas y pederastas fueron brutalmente acorralados y, siendo una fecha tan temprana como el invierno de 1961, enviados a los primeros campos de trabajo forzado cubanos situados en la península de Guanahacabibes.

Fue justo en esa redada que uno de los héroes de nuestra película, el gran escritor Virgilio Piñera, fue detenido y encarcelado por sus modales afeminados. Afortunadamente, pronto fue liberado gracias a la mediación de amigos influyentes. G. Cabrera Infante comenta en la película: “No todo el mundo tuvo su oportunidad, no todo el mundo tiene amigos bien colocados en el gobierno”, y miles de personas desprotegidas, sin las conexiones adecuadas, acabaron en estos campos.

Carlos Franqui, exdirector del periódico cubano Revolución, pone las cosas aún más en su sitio: “Así como las UMAP tuvo su antecedente con la Operación P, también posteriormente se crearon en Cuba nuevas UMAP como fue la ley contra la vagancia en el año 71 y otras persecuciones que han ocurrido en el país”. En nuestro documental la cámara pasa rápidamente por encima de algunos pasajes de las leyes que aparecieron después de 1971. Y se hizo rápidamente porque no queríamos aburrir al espectador y porque nuestra película atiende sobre todo a los rostros y las voces, y se centra en la experiencia humana del individuo.

Le recomendamos a Rich que, en su próximo fin de semana en La Habana, le eche un vistazo a esas increíbles leyes estalinistas que aparecieron después de las UMAP en la Gaceta Oficial de la República de Cuba (1 de marzo de 1979): leyes sobre conductas predelictivas (Artículos 76-80, 83, 84), leyes contra la homosexualidad, entendida como escándalo público (Artículo 359), o leyes sobre el desarrollo anormal de la familia (Artículo 360).

La narración en la película establece que, aunque los campamentos de la UMAP se disolvieron en 1969, tras cuatro años de existencia (no solo dos, como afirma Rich), debido a las protestas desde fuera y dentro de Cuba (por parte de gente como Franqui, que tuvo sus propios problemas más tarde), pronto se crearon nuevos campamentos con diferentes nombres. Esto ocurrió tras el Congreso de Educación y Cultura de 1971. La película habla entonces de las redadas en lugares públicos y de los nuevos campos de trabajo. Los dibujos del pintor Jaime Bellechasse son un testimonio de esta época.

¿Que no hay imágenes de estos campos? ¿Cómo podría haberlas? En Cuba no se ha autorizado ninguna inspección extranjera por parte de instituciones neutrales (Amnistía Internacional, Cruz Roja, etc.). Si el Eje no hubiera sido derrotado, tampoco habría imágenes de Auschwitz.

¿Quién inspiró y promovió estas leyes represivas en Cuba? Rich y otros como ella tienden a culpar al machismo predominante en toda América Latina; y este es el argumento para no responsabilizar a Castro ni a su gobierno. Sin embargo, en un intercambio entre Castro y el periodista Lee Lockwood en la Cuba castrista, hay pruebas de lo contrario. (Este texto puede cotejarse con la transcripción de las cintas depositadas en la Colección de Historia Oral de la Universidad de Columbia).

Lockwood: ¿Usted considera que si alguien es homosexual no puede ser revolucionario?

Castro: Nada impide que un homosexual profese la ideología revolucionaria y, en consecuencia, mantenga una posición política correcta. Un caso así no tiene por qué ser considerado como alguien negativo políticamente. Sin embargo, nunca llegaríamos a creer que un homosexual pudiera encarnar las condiciones y exigencias de conducta que nos permitieran considerarlo un verdadero revolucionario, un verdadero militante comunista. Una desviación de esa naturaleza choca con el concepto que tenemos de lo que debe ser un militante comunista… Te seré franco y te diré que los homosexuales no deberían ocupar puestos en los que puedan ejercer influencia sobre los jóvenes. En las condiciones en que vivimos, debido a los problemas a los que se enfrenta nuestro país, debemos inculcar en nuestra juventud un espíritu de disciplina, de lucha, de trabajo.

Suena familiar, ¿verdad? Pero la homofobia de Castro es un híbrido de tres especies muy resistentes: la educación jesuita, el machismo latinoamericano y el terror estalinista.

En Cuba no ha desparecido aún la homofobia, como sugiere B. Ruby Rich. Tampoco se han abolido las leyes represivas. Rich afirma que recientemente vio “una flamante multitud de hombres homosexuales que abarrotan regularmente el ballet” en La Habana. Esto solo puede indicar que están a punto de producirse nuevas redadas. La historia del “comportamiento antisocial” en Cuba ha sido una serie de congelaciones y descongelaciones. Los numerosos artículos de Reinaldo Arenas sobre la represión de los gais en Cuba que han aparecido en estos últimos años en la prensa occidental, así como nuestra película (cuya existencia es conocida por el gobierno cubano desde el principio), podrían estar haciendo la vida en la isla provisionalmente tolerable. Si B. Ruby Rich y los suyos fueran realmente amigos del pueblo cubano y de los gais y lesbianas cubanos, y no del gobierno, mantendrían una actitud más firme y más crítica. Sin embargo, estamos de acuerdo con Rich en que para los gais en la isla hay “un mundo de fiestas y redes que existe fuera de cualquier bar”. Estamos seguros de que lo mismo se aplica a Solidaridad en Polonia. Apostamos a que Rich no estuvo vagando por las calles de La Habana en busca de disidentes gais.

Las ideas de Castro sobre el “problema” gay no han cambiado; solo, quizás, su estrategia. Hace poco, una de las mejores películas latinoamericanas de la última década, Pixote, de Héctor Babenco, con sus constantes alusiones a la homosexualidad, fue rechazada por el Festival de Cine Latinoamericano de La Habana. Otro ejemplo: la televisión cubana emite a veces películas estadounidenses de reciente aparición pirateadas. Hace unos meses se transmitió Fama, de Alan Parker, y los censores eliminaron escena por escena al personaje homosexual, sin el cual la historia tenía poco sentido.

Lo que Rich no ve es que el tema central de nuestra película no es la persecución de los homosexuales en sí misma –lo que a menudo ha sido una excusa para detener a enemigos políticos potenciales–, sino que esta es solo un aspecto, quizá el más absurdo, de una represión mayor. La reciente excarcelación, por mediación del reverendo Jesse Jackson, de veintiséis presos políticos ha llamado la atención de la opinión internacional sobre los miles de presos olvidados que aún se pudren en las cárceles cubanas, y de la increíble duración de las condenas que cumplen (las más largas del bloque comunista).

B. Ruby Rich sostiene que Conducta impropia ignora “los avances en el nivel de vida, la educación, la salud y el acceso a la cultura” en la Cuba castrista. Los supuestos avances del pueblo cubano han sido extremadamente sobrevalorados y constituyen una de las mayores falacias perpetradas por la propaganda del país. Las estadísticas son suministradas siempre por el gobierno cubano, quien no permite que ningún grupo opositor dentro las verifique. Lo cierto es que Cuba, que en los años cincuenta ocupaba el tercer lugar entre las naciones latinoamericanas en ingreso per cápita, ahora, veinticinco años después, ocupa el decimoquinto lugar. El pueblo cubano ha pasado por un estricto y riguroso racionamiento desde 1962, y depende en gran medida del mercado negro para complementar su alimentación. La educación se ha convertido en sinónimo de adoctrinamiento; las medicinas son caras si es que se encuentran. Y el “acceso a la cultura” es una especie de broma, ya que algunos de los mejores escritores cubanos (Infante, Arenas, Sarduy), así como muchos autores extranjeros (Borges, Orwell, Koestler), no se pueden encontrar en las librerías y sus nombres ni siquiera se pueden mencionar.

Las demandas que Rich y otros hacen para contrarrestar lo expuesto en nuestra película con las “ventajas” de la vida cubana nos hacen pensar en aquellos que ven como circunstancias atenuantes en Mussolini el hecho de que “los trenes habían sido programados por primera vez en Italia”, o en el caso de Hitler que “los nacionalsocialistas habían construido muy buenas autopistas y habían acabado con el desempleo”.

Rich nos critica por no incluir suficientes hombres negros en nuestra película, pero, curiosamente, no parece importarle que el gobierno cubano, que se califica a sí mismo de revolucionario y antirracista, tenga un presidio compuesto casi en su totalidad por blancos, a pesar de que más del cincuenta por ciento de la población es negra o mulata.

B. Ruby Rich también afirma que presentó “un análisis del cine gay en un simposio oficial en La Habana”. Pero la pregunta es, ¿cuán oficial y cuán abierto fue este simposio? Allen Young cuenta una historia muy diferente en su libro Gays Under the Cuban Revolution. Ahí habla de un viaje a La Habana en los años setenta con un grupo de simpatizantes estadounidenses, una de las Brigadas Venceremos. El grupo había propuesto hacer un taller sobre la cuestión gay, y sí, se llegó a celebrar, aunque a puertas cerradas. A los cubanos no se les permitió participar.

Pero el punto más despiadado de la invectiva de Rich es cuando ve en nuestra secuencia sobre la Pequeña Habana de Miami un “homenaje” a la derecha emigrada e incluso a grupos terroristas. Esta calumnia es demasiado ridícula para ser tomada en serio por alguien; es justo en ese momento de su artículo donde su mala fe y su ceguera son más evidentes. En ninguna parte del texto menciona que la película fue coproducida por la televisión francesa Antenne-2 y por Les Films du Losange (la compañía de Eric Rohmer y Barbet Schroeder). Cualquiera puede ver que esta secuencia de la Pequeña Habana estaba pensada como una salida agridulce y humorístico (divertidos anuncios de televisión, farsas teatrales, inútiles alegatos políticos) sobre una comunidad de exiliados perdidos en su propio microcosmos, nuevas víctimas de una sociedad de consumo desenfrenado incapaces de resolver la gran tragedia de su patria a solo noventa millas al sur.

Pero Rich no se detiene aquí. En sus venenosas insinuaciones en otro párrafo asegura que hace dos años las reuniones del Comité de Intelectuales por la Libertad de Cuba en Washington “fueron filmados nada menos que por Orlando Jiménez-Leal”. Y en efecto, este evento se estaba filmando para un especial de televisión llamado L’Altra Cuba (La otra Cuba), que producía la televisión italiana. Era un trabajo; parte de la cobertura de una televisión europea. ¿Qué hay de malo en esto?, preguntamos nosotros. ¿Y qué hacía B. Ruby Rich en Washington en esa reunión con esos “terribles” intelectuales cubanos a los que ella califica de terroristas? ¿Cuál era su misión allí?

A los partidarios de Castro, incluida B. Ruby Rich, les encantaría pensar que sus detractores son todos terroristas de derecha y trogloditas, pero Conducta impropia viene directo del jardín izquierdo. Los intentos de Rich por desplazar la película hacia la derecha son inútiles. Nuestro consuelo es que George Orwell y Arthur Koestler también fueron acusados en su tiempo de ser de derechas por haber criticado “demasiado pronto” los métodos estalinistas.

Así las cosas: con apenas un par de semanas en La Habana ya B. Ruby Rich es una experta en el tema. Algo bueno sin dudas se ha procurado con su artículo: las próximas vacaciones de invierno las pasará en la Perla de las Antillas con un trato VIP garantizado.

* Traducción de Rialta Staff.


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