Nuno Ramos

La figura del artista multimedia en el contexto de Brasil se puede entender como un resultado contemporáneo de la propia evolución de su vida cultural y de su creación artística, casi siempre abocada de forma irremediable a la transgresión vanguardista. Si seguimos un hilo imaginario que nos traslade desde la semana de Arte Moderno de Sao Paulo (1922), pasando por el manifiesto Pau Brasil (1924), la intensidad libertaria que acompañó toda la obra de Carlos Drummond de Andrade, el grito del bossa nova, la rebelión visual y sonora del concretismo y el neoconcretismo, la explosión tropicalista, llegamos a fenómenos dentro del Brasil creativo de las últimas décadas que sintetizan el alcance de esa energía y la proyectan hacia el futuro con gran capacidad de propagación. En ese sentido, esta energía de la tradición se concentra en figuras como Paulo Leminski (1944), y más recientemente Arnaldo Antunes (1960) y Nuno Ramos (1960).

Antunes, artista visual, compositor, performer y cantante, sin dudas, el artífice más poderoso con él que cuenta la poesía visual en ese país, igualmente es considerado como uno de los compositores imprescindibles dentro de la actual música popular brasileña, miembro de mítico grupo de rock Titâs, también poeta sobresaliente en la página escrita desde la que ha producido textos significativos que trascienden el ahora.

Nuno Ramos, de quien presentamos las traducciones siguientes, sin dudas, encarna ese imaginario del artista multimedia de forma contundente, como lo confirma su trabajo en disciplinas diversas como la literatura, el cine, el dibujo, y la música, entre otras, sin descuidarnos de su magia a la hora de producir instalaciones que le preservan un lugar destacado dentro del panorama de las artes plásticas brasileñas en la actualidad. Aunque en una entrevista reciente ha confesado: “ser escritor mucho antes de emprender cualquier proyecto como artista plástico”, su trabajo confirma la intención de crear una porosidad entre las disciplinas en las que interviene, a la vez que apuesta por defender con claridad cada género, “defender las cadencias de las ideas, independiente del calor de la expresión”.

Los textos traducidos en esta ocasión pertenecen al dosier “Escritos de artista”, publicado por los editores de Ars, con prólogo de Joao Bandeira.

De Cujo, 1993

Dos formas de inestabilidad: brillo (multiplicación de una superficie) y humedad (degradación o evolución de la superficie original en otra). La escultura ganará presencia a través de estos dos modos, o sea: a través de su posibilidad de degradación o evolución y de su capacidad de reflexión, de recibir la apariencia de otra superficie. Más allá de esto, en el límite, la escultura debe durar un instante. Si dura para siempre, no dura para nadie.

De O mau vidraceiro, 2010

Muñecos cambiados

Inflé los muñecos de noticia, pero la voz era de la muñeca del tiempo. Entonces con una aguja agujereé los dos muñecos de noticia, que salieron fluctuando por el cuarto. Rápidamente, inflé el muñeco de deportes, pero la voz era de los muñecos de noticia. Cansado de aquello, inflé el muñeco que comentaba política y oí en la noche toda su voz calma e irónica detallando los últimos acontecimientos en la Cámara de los Diputados. Al día siguiente, llamé al técnico, que vino a arreglar mis muñecos. Al ver los dos muñecos de noticia agujereados en el suelo, uno sobre otro, miró espantado para mí. ¿Por qué hizo eso?, preguntó. Por rabia. La voz estaba cambiada, ellos sólo anunciaban frentes de frío. Entonces, con una voz sutil me preguntó, ¿tú conoces a mi moza del tiempo?, y por un dinerito extra me suministró una muñeca que, en lugar del pronóstico del tiempo, sólo dice improperios.

De Sermões, 2015

Sermón de la luz

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Sermón del ahora

Abandono mi bazo
canta la moto en la calzada.
Que fue, quien fui
que hice yo de lo que me dirán, v
alió? Cuestiones graves.
Pero pronuncio, ahora y hasta el fin
el largo sermón de la luz,
páncreas canta – autora
confusa, borrando y fumando
el fondo y la figura
podrías por un solo
segundo, s
egundito, apagarte
para que yo contemple mejor lo que va adentro?
Lámpara sin vidrio
donadora de un horno
contagio entre lo hilado, lo l
indo y lo inalcanzado
peor
pronombre, más que dentro del incendio mi cornea
entona un himno extiende las antenas a todos los vecinos
— casi enloquecí haciendo eso
solo y sin acceso al manual de instrucciones.

Ando por la arena no es arena, no hay arena, dejen quieta
a la arena
no es mujer, no hay mujer, dejen quieto, inmóvil
su cabello, me
locotón, mira, señor, no es mar, no hay mar, deje quieto al mar
no se sumerja, sermón de laxitud
no lea nada, sermón de la quietud
no envejezca, sermón de tener oxido
y antes de nosotros ese follaje
enraizado en el carbón
llevando mi caja debajo del brazo
y hablo alto, bien
alto. Oye, siri, escucha ahora mi sermón.
Escucho voces, la tuya inclusive, s
iri
y la tuya, señor,
detente, no golpee en mi banqueta inagotable l
engua-lengua, pero escucho
también
la grave declaración de bienes de la naturaleza
labrada en un registro pantanoso
en la jerga que tiene el lodo
cuando lame los muebles– un flujo
hidráulico, incontinente
que aparea madera y terciopelo
formando todo lo que hay haya! Sea!
debajo de la loza líquida (anís, a veces).

Veo desde aquí un bulbo
por ejemplo, una lámpara
humo con raíces subiendo.
A quién, señores, a quién
esas raíces buscan– y en qué s
entido? No sé exactamente lo que preguntan
esas voces casi minerales
pero sé que las transfiero físicamente, sí
(aproxímese a mí, señor
toque en mi ahora, sería en verdad
mejor me pueda lamer
como un chupete)
sé que transfiero esas preguntas
a los oídos de lagartos
lanzados al sol
–mi estimado público.
Venga, fie
recilla, bes
tia
la señora no paga nada
y no necesita tener miedo
de la semidesnudez
de un semicadáver
completamente vivido.
Son esas voces que rigen mis sermones.
Escucho allí, en la hora hache
como un ratón que encontró su queso
sujeto y predicado en cópula perfecta.
Canto entonces, junco frágil
perturbando el impasible rostro.
Ahí la multitud
dispuesta sobre la arena, allí está.
Juegan con sus cubitos
formando un coliseo.
Quieren bronce, sal, ventura.
Y yo aquí, solo y c
ontrapuesto, mi voz ensayando su disgusto.
Noble señor, aguante esta pregunta
qué
quiere
decir
ahora?

Comienzo por la a, después la hache, después la o, después la erre y
la a de nuevo.

Aguanten también, señores
mi respuesta
–ahora no quiere decir nada
es apenas un trofeo de lata, el nombre
de un campeón grabado.
Escucho la voz del ganado aho
gado, desconocido, sin forma o sentido.
Apunto el dedo al escarabajo súbito (ya d
esapareció
en su acumulación diaria).
Escucho la voz de los canes, cada miau
deletreado lentamente, para que yo entienda.
Sería la voz de la naturaleza
y es así que lo recibo, grato.
Y entiendo. Entiendo, sí. Entiendo perfectamente.
Tiene la gravedad pretérita de las estrellas
la profundamente sufrida de las estrías
un peso de arena cayendo en la ampolleta,
entonces pregunto a lo que desapareció, hay cauce aun
o ya se secó tu río
y los bichos, ahora
dónde se bañan esparciendo
alegrías, apenas se hunden?
Por mucho que enumere
la cresta aguda de cada gallo
incrustado en gestos
y pasos, sé que ahora no quiere decir nada.
Es simple así.
Cuidado, señores,
con mi frágil banqueta, ún
ico tareco que guardo en este mundo.
Mejor no dudar
ahora que me tiene a su frente
a merced de las dulces palabras
que escuchan perfectamente.
Ahora que sabemos, todos ya sabemos: no quiero decir
nada.
Escucho voces. Oigan las voces que escucho. Son esas
voces ahí.
Y desciendo de la banqueta.

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