El Festival Internacional de Cine de Berlín cerró su edición 73 el pasado 26 de febrero con una gala de premiaciones donde volvió a destacar el cine latinoamericano. Los curadores principales de esta Berlinale, Carlo Chatrian y Mariëtte Rissenbeekla, garantizaron una nómina capaz de recoger los perfiles estéticos más prominentes de la contemporaneidad, en la que no podía faltar, por supuesto, la creación de esta región. Mas con el anuncio de las obras y autores premiados en las secciones competitivas, se confirmó el esplendor cultural de la producción procedente de América Latina.
Entre las cinematografías laureadas del subcontinente, resaltó en espacial la mexicana. Tres películas del país azteca merecieron galardones, gracias a su vitalidad estética y, más que todo, a la integridad ética de sus historias. El eco, documental realizado por la reconocida directora Tatiana Huezo, conquistó los premios Mejor documental y Mejor dirección de la sección Encounters. Adolfo, ópera prima de Sofía Auza, se alzó con el Oso de Cristal a Mejor película en la sección Generation 14plus. Y Totem, segundo largometraje de Lila Avilés, conocida por su aplaudida La camarista, mereció el Premio Ecuménico del Jurado Independiente.
Estos galardones no sólo confirman la indiscutible solidez de la cinematografía mexicana, cuyo vanguardismo en América Latina es histórico. También llaman sustancialmente la atención sobre el liderazgo conseguido por las mujeres realizadoras. Que las tres películas tengan autoría femenina es síntoma indiscutible de la singularidad de sus miradas y de la inventiva con que están contribuyendo a enriquecer la creación audiovisual más reciente. Estas obras constituyen ejemplos de la atención a temáticas, individuos y situaciones muchas veces ignoradas por el imaginario masculino, además de ser adalides de la renovación e inventiva estética.
Aunque Totem –única representante de la región en la contienda por el Oso de Oro– no obtuvo ningún premio oficial, además del Premio Ecuménico, recibió comentarios elogiosos de la crítica especializada, que vio en ella un diestro manejo de los recursos expresivos del cine y una particular sensibilidad para retratar la subjetividad de una niña confinada por una trágica experiencia.
Avilés construyó en Totem una historia familiar, un drama que aprehende el cosmos de emociones, conflictos, antagonismos que conforman un núcleo filial, filtrado todo por los ojos de una niña que debe lidiar con la muerte inminente de su padre. Los preparativos y la celebración del cumpleaños del padre de Sol, que se encuentra postrado a causa de un cáncer, sirven de escenario a la directora para retratar el universo de tensiones, afectos, miedos, diferencias, vínculos e incomprensiones que existe al interior de una familia mexicana.
Con El eco, Huezo suma a su carrera otra producción caracterizada por una impecable realización y un profundo humanismo en el retrato de los personajes. Ahora, además, regresa al documental para aprehender otra vez la excepcionalidad de unos individuos impregnados por la violencia simbólica y cultural de sus circunstancias, seres capaces de resistir la embestida del tiempo a fuerza de emociones. Este filme se suma a otras dos contribuciones bastante premiadas de Huezo al género: El lugar más pequeño, dedicado a la guerra civil de El Salvador, su país originario, y Tempestad, una mirada al crimen organizado en México a través de la perspectiva de dos mujeres.
El jurado que confirió respectivamente los premios de Mejor documental y Mejor dirección a El eco y su autora destacó que este filme “profundamente afectuoso”, es “una pieza fascinante en el ya distinguido cuerpo de trabajo de la directora”. Huezo consuma acá una empresa formal que despunta por su planificada puesta en escena, la cual asume esquemas propios de la ficción. Desde un acento intimista, El eco retrata la vida, el tiempo doméstico y laboral, de un poblado rural homónimo del municipio de Chignahuapan en Puebla, donde observa las relaciones interpersonales, el ámbito laboral, las dinámicas familiares y sobre todo el universo infantil de esa comunidad campesina, condenada a una lamentable orfandad social e histórica.
“Esta película nace de una enorme necesidad de seguir hablando de México, de qué somos, pero desde un lugar diferente”, asegura la realizadora. “Quiero voltear la mirada hacia el cuidado de la tierra, la crianza de los niños y descubrir el mundo de los pequeños que crecen en el campo y se hacen adultos demasiado pronto […]”. La directora se aleja de la violencia del narco y mira ahora hacia la cotidianidad de un espacio golpeado por la violencia del clima, la precariedad económica y el extractivismo.
Por su parte, Sofia Auza se estrenó en el largometraje de ficción en esta convocatoria de la Berlinale. Al igual que las películas de Avilés y Huezo, la suya pone énfasis en el universo de los afectos, en el mundo interior de unos personajes apresados en una coyuntura angustiosa. Los encargados de premiar las obras incluidas en Generation 14plus, apreciaron en Adolfo el inteligente uso del humor y el matiz poético con que se busca reflexionar acerca de la superación del pasado y la construcción de un futuro. Con su debut, la autora mexicana demostró precisión caligráfica, y sensibilidad para ahondar en el mundo interior de sus personajes.
Graduada de cine en la Santa Fe University of Art and Sesing y de guion en la Vancouver Film School, esta directora entra al paisaje fílmico de América Latina con una conmovedora obra. Auza filma la historia de Hugo y Momo, dos jóvenes que se encuentran durante una noche, y mientras construyen una amistad dejan aflorar sus dilemas existenciales. Él se dirige al funeral de su padre mientras lidia con el dolor provocado por la pérdida y busca un nuevo hogar para su cactus Adolfo; ella acaba de salir de rehabilitación y lucha contra la adicción. El encuentro es un accidente que los cambia radicalmente, al dar un vuelco a muchas de sus perspectivas de la vida. Este reconocimiento en la Berlinale, en una sección que destaca obras de vanguardia consagradas a la representación de la niñez y la juventud, será un estímulo para Auza, que promete valiosos filmes en el futuro.
Estas no fueron todas las producciones latinoamericanas presentes en el palmarés de Berlín. En la propia sección Generation 14plus, se distinguieron otros tres filmes vinculados a la región: El documental Hummingbirds, dirigido por Silvia Del Carmen Castaños y Estefanía Contreras, obtuvo el Gran Premio del Jurado Internacional, mientras Infantry, del brasileño Laís Santos Araújo, y Mutt, del chileno Vuk Lungulov-Klotz, recibieron menciones especiales. A estos filmes se suma el argentino Adentro mío estoy bailando (The Klezmer Project), un interesante cruce de documental y ficción que dejó en manos de sus directores, Leandro Koch y Paloma Schachmann, el Premio a Mejor Ópera prima.
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