‘Regra 34’: Júlia Murat triunfa en Locarno con una estocada al conservadurismo estatal brasileño

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Fotograma de ‘Regra 34’, tomado de Cineuropa.
Fotograma de ‘Regra 34’, tomado de Cineuropa.

La 75 edición del Festival Internacional de Cine de Locarno, otro evento cinematográfico que en la actualidad defiende una noción del cine capaz de conciliar experimentación estética y militancia política, entregó su máximo galardón, el Leopardo de Oro, a la película brasileña Regra 34. Su directora, Júlia Murat, se consagra definitivamente en Locarno, después realizar otros dos largometrajes donde daba muestras ya de una productiva rebeldía expresiva.

El galardón otorgado en Locarno a este retador filme es de agradecer, sobre todo, porque visibiliza una película difícil por las ideas que maneja sobre la realidad. La discreta belleza de su arquitectura expresiva, sin dudas, abre paso a una aguda reflexión sobre el presente. Júlia Murat parece animada, simultáneamente, por la búsqueda de un paisaje estilístico inspirador, cuyo valor autónomo valide el gesto de la realización, y por la construcción de un discurso capaz de enfrentar/desmontar la lógica represiva del sistema patriarcal.

La articulación de ese doble código parece ser el camino más fructífero del cine contemporáneo, y de ello da fe el cine latinoamericano mejor posicionado en la actualidad. Este ingenioso ejercicio emprendido por la directora brasileña expande un poco más las posibilidades de articular artísticamente el abordaje de lo social. Mientras las salas comerciales en todo el mundo abrazan súper producciones complacientes, que sumergen a los públicos en discusiones estériles, muchos eventos fílmicos apuestan por obras como Regra 34, donde coexiste el ánimo rupturista de la experimentación estética y la estimulación, diríamos revolucionaria, de contribuir a la trasformación de la sociedad desde el cine.

Júlia Murat discute múltiples interrogantes caras a las dinámicas rectoras de la sexualidad en el mundo contemporáneo. Con sólo repasar el argumento se aprecia el cosmos de problemas a que se aboca el filme: Simone, una estudiante universitaria de derecho, comprometida con la defensa pública de las mujeres sometidas a violencia doméstica, abusos sexuales, marginación laboral, mantiene un trabajo de medio tiempo en un sitio pornográfico online, en el que es remunerada monetariamente por exhibir, en vivo, su cuerpo desnudo e interpretar juegos y situaciones sexuales.

La protagonista de Regra 34 desafía en el entorno académico el rol del Estado frente a la violencia de género, mientras en el entorno privado explora sus pulsiones eróticas e instintos sexuales, yendo cada vez más lejos en sus deseos por conocer los placeres de las prácticas sadomasoquistas.

La directora ha consumado una película contra las sensibilidades y los pensamientos conservadores. Al trazar esa suerte de doble vida mantenida por Simone –doble vida que, en buena lid, no es tal, al menos eso procura demostrar el filme–, la narración se pregunta por el papel regular de la ley pública y el Estado en la vida íntima de las mujeres, y en el control de sus cuerpos. Por supuesto, el consciente interés de la protagonista por exponer sus atributos sexuales en el entorno digital está articulado en función de reflexionar acerca de la dominación que la propia lógica del espacio virtual ejerce sobre el individuo y las consecuencias del desborde del deseo.

Y esas son apenas algunas de las cuestiones convocadas por la película, cuyo funcional argumento sorprende justo por la fluidez y organicidad con que se desenvuelve, a pesar de abrazar tantas líneas de reflexión. El primer acierto reside en amparar como legítimo el hecho de que Simone cargue con ambas experiencias de vida, y subrayar lo desafiante que ello resulta para el orden patriarcal, más que nada en un contexto como el brasileño, donde el conservadurismo de Estado castra directamente la determinación sexual de las mujeres, pone cerco a la liberación de sus deseos como expresión de identidades diferentes, y se desentiende de la seguridad de los cuerpos disidentes del patrón heteropatriarcal.

La protagonista de Regra 34 es una mujer negra, y su físico dista muchísimo de responder a las exigencias de la actual cultura fitness. Cuando oficia de cam girl, resuelta en la posesión de sus atributos, gozosa y plena en su creatividad sicosexual, Simone está trasgrediendo el orden normalizador del uso del cuerpo y de las relaciones de pareja.

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La vida sexual de Simone es tan descomplicada que empuja a Lucía y Coyote, sus compañeros universitarios y eróticos, al ejercicio del sadomasoquismo. El personaje es consciente del privilegio implícito en su condición universitaria, razón por la cual la vulnerabilidad en que la coloca el coqueteo cada vez mayor con los límites del sadomasoquismo –el exceso autodestructivo la ronda continuamente, hasta generar un dilema existencial bastante frágil– deviene examen de conciencia.

Durante sus prácticas laborales como consultora frente a casos de violencia doméstica, ella constata el arraigo de una masculinidad dominante, abusiva, castradora… En el aula universitaria, esta joven mujer no puede menos que cuestionar las posiciones defendidas por sus profesores, vistas como justificación al estatus legal de un país organizado estructuralmente en contra de la libertad de las mujeres.

Simone es una excelente profesional, qué dudas caben. Regra 34 convierte la exposición pornográfica y la exploración de los instintos sexuales, en espacio de rebasamiento de la sectorialización profesional, y en un mecanismo de liberación y resistencia contra el sistema. Y es ahí donde la película encuentra su singularidad: Júlia Murat hace del cuerpo negro de Simone un dispositivo político que se planta ante la rigidez del conservadurismo moral.

Vestida con elegancia en el salón universitario, una vez fuera, la protagonista se desnuda frente a cámara para despertar los instintos de sus seguidores. La realización grafica su desnudez, sus órganos sexuales, sus acrobacias eróticas, en un auténtico acercamiento cognitivo; la representación se consuma como evaluación cultural de la configuración de esos hábitat sexuales propiciados por las redes.

La articulación dramatúrgica desbroza ese camino con inteligencia: la alternancia entre las secciones académico-laborales y las situaciones erótico-sexuales, se presentan como caras de una misma moneda; las primeras parecieran corolarios reflexivos de las segundas, y las segundas expresiones del vacío de las teorías operadas por la institucionalidad en las primeras.

La experiencia personal de Simone, según la dibuja Regra 34, con una sensualidad y un carisma abrasador, resulta una estrategia para explorar los laberintos de un pensamiento en libertad. Esa es la distinción de la protagonista, dispuesta a cargar con las consecuencias de sus actos. La voracidad carnal de este personaje es un motor para su defensa de la emancipación de la mujer, para su enfrentamiento a las simplificaciones y manipulaciones de sus identidades, convertidas en fórmulas.

Piel negra, cuerpo de mujer, pornografía online, sadomasoquismo, bisexualidad, legalidad, son figuras que convergen en la construcción de la realidad de la protagonista de Regra 34. Su directora se cuida de todo efectismo expresivo que haga peligrar la legitimidad y funcionalidad comunicativa del discurso. Al despojar la relación auténtica de esta mujer negra con su cuerpo del trauma a que ciertas lógicas de poder lo empujan; al indagar en las conexiones entre el escenario porno online y las fantasías del sujeto; al transgredir el tabú del cuerpo perfecto y los obstáculos morales frente a las profesiones; al desalinear las relaciones eróticas de la dictadura de la pareja, Júlia Murat consigue una obra verdaderamente notable dentro del último cine latinoamericano.

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ÁNGEL PÉREZ
Ángel Pérez (Holguín, Cuba, 1991). Crítico y ensayista. Compiló y prologó, en coautoría con Javier L. Mora y Jamila Media Ríos, las antologías Long Playing Poetry. Cuba: Generación Años Cero (Casa Vacía, 2017) y Pasaporte. Cuba: poesía de los Años Cero (Editorial Catafixia, 2019). Tiene publicado el libro de ensayos Las malas palabras. Acercamientos a la poesía cubana de los Años Cero (Casa Vacía, 2020). En 2019 fue ganador del Premio Internacional de Ensayo de la revista Temas, en el apartado de Estudios de Arte y Literatura. Textos suyos aparecen en diversas publicaciones de Cuba y el extranjero. Vive en La Habana.

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