El número tres de la revista ‘Sycorax’, otra vez contra el poder

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Diseño de portada de la revista ‘Sycorax’

El pasado 25 de abril, comenzó a circular el número tres de la revista Sycorax, una de las publicaciones hispanas más irreverentes y reflexivas, editada desde Ecuador por cinco mujeres escritoras, académicas, críticas literarias, dramaturgas y artistas, originarias de las ciudades de Quito y Guayaquil.

Esta revista de nombre shakespereano surgió a finales de 2018 animada por el deseo de “intervenir los presupuestos que sostienen y naturalizan las estructuras” políticas, sociológicas, económicas del medio ecuatoriano y, de este modo, entablar un diálogo actual, auténtico y renovado con el espacio latinoamericano y mundial.

Cada ejemplar se organiza en seis secciones que incluyen ensayos, debates, entrevistas, reseñas, exposiciones de trabajos fotográficos o visuales en general, y reacciones a temas de actualidad.

Sycorax ostenta, por encima de todo, una cualidad poco común en las publicaciones periódicas, la de un lenguaje no estereotipado, desprejuiciado, reflexivo, que se explica, sólo en la superficie, por su periodicidad espaciada, pues sus organizadoras y colaboradores se toman cuatro meses para entretejer cada número.

Pese a la urgencia de su enunciación política, si se tiene en cuenta que “nace de la necesidad de visibilizar, en particular, el pensamiento y la voz de intelectuales y artistas mujeres, especialmente ecuatorianas y latinoamericanas” –como puede leerse en la nota editorial de su primer número–, Sycorax se ha constituido en un espacio para respirar y pensar, lejos del panfleto, la denuncia, y ha optado por el ejercicio riguroso de la escritura y el pensamiento. De ahí que el territorio que marca sea fuertemente político, pero no invadido por los vicios que este ámbito instaura.

En la zona “Debate”, como ha venido sucediendo desde el inicio, toman la palabra las cinco fundadoras de la comunidad Sycorax para indagar sobre temas contemporáneos. En este último número, el debate se tituló “Frente a todo déspota”. Vemos así a Alicia Ortega Caicedo (Guayaquil, 1964), Gabriela Ponce Padilla (Quito, 1977), Bertha Díaz (Guayaquil, 1983), Daniela Alcívar Bellolio (Guayaquil, 1982) y María Auxiliadora Balladares (Guayaquil, 1980) ensayar ideas alrededor de los diversos modos en que las personas pueden resistir y enfrentar las situaciones límite, como serían el horror político o la amenaza de la enfermedad en tiempos de la Covid-19.

Debe decirse que, más allá de las circunstancias tan marcadas de su enunciación, esta revista logra desplegar un uso del pensamiento teórico –ya sea de la teoría feminista, sociocultural o estética– muy alejado de la esterilidad, y enfocado en la función de sensibilizar, abrir posibilidades de sentido y entendimiento para los lectores ante los diferentes fenómenos.

“¿Cómo se sostiene una conversación hoy, a finales de la sexta semana de aislamiento preventivo?”, se pregunta en la misma sección “Debate” la ensayista Daniela Alcívar Bellolio, en medio de indagaciones sobre la amistad, a un tiempo teóricas y personales –según Epicuro, Blanchot y su propia experiencia– para proponer el concepto de amistad no sólo como tópico, literario o teórico, sino como posibilidad dichosa y humana, en medio de la crisis ecuatoriana y mundial frente a la pandemia actual.

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La capacidad para la conversación, la escucha y el silencio ha ido adquiriendo por estos días de aislamiento nuevas resonancias. El silencio ha ido tomando, entre otros cuerpos, el de la postura disidente y de resistencia frente a la avalancha de información confusa que ofrecen en mayor o menor medida los políticos y los medios de masas. La posibilidad de diálogo y apertura del conocimiento (de la realidad del otro, de las cosas del mundo), que niegan el discurso del poder y su nuevo discurso aliado, el de la corrección política, es lo que abren publicaciones como Sycorax: algo así como el ejercicio de cantar a dúo o entre tres o cuatro, y que ha sido descrito en infinitud de ocasiones por los músicos como una experiencia amistosa, donde se está atento y en comunión con la voz del otro, su ritmo.

“En momentos de inmenso pesimismo colectivo, de sentimiento apocalíptico, y por fuera de cualquier moralina relativa a la bondad implícita de la humanidad o del universo, algo, una fuerza anónima, in-humana, un impulso, una marea –ajena e incesante como es el mar o la expansión de las galaxias–, nos aferra a la vida como posibilidad abierta a la alegría. Una de las formas más verdaderas de esa fuerza es el acontecimiento, extraño y fundamental, de la amistad”, anota en la sección “Debate” Alcívar Bellolio, quien dirige en la actualidad el Centro Cultural Benjamín Carrión, emplazado en Quito.

Asimismo, describe la figura del político déspota, de la que nos podemos apropiar para pensar el ascenso populista en el continente: “El déspota precariza la vida mientras predica sobre el bien común, aplasta derechos mientras recita moralinas sobre el trabajo, el esfuerzo y el mérito, manda a matar por medio de las fuerzas represivas mientras discurre sobre el amor a la Patria, propone aislamiento y abandono mientras exige una dudosa solidaridad colectiva que implica muerte para unos y paz de conciencia para otros.”

Otro de los textos a destacar en este número es un ensayo de la escritora chilena Lina Meruane, “Los hijos potenciales”, que pone sobre la mesa la presión que se continúa ejerciendo sobre el cuerpo femenino, mediante la retórica reproductiva contemporánea de la “reproducción asistida”, “los alquileres de vientres”, y un largo etcétera. El texto de Meruane dilucida este fenómeno biotecnológico complejo a partir de una investigación que recorre desde textos de los años treinta del siglo XX hasta ficciones más contemporáneas, y analiza, de igual modo, otras discursividades de orden sociológico, religioso, noticioso o político.

Dentro de este apartado, “Angela Davis y Toni Morrison: mujeres negras, política y literatura”, escrito por Alejandro Moreano, catedrático de la Universidad Andina, articula diferentes redes relacionales entre racismo, feminismo, escritura y política.

También leemos en este último número una reseña de la novela Caninos (Turbina, 2017) de la joven escritora ecuatoriana Mónica Ojeda y otra sobre Siberia, de Alcívar Bellolio, reeditada en 2019 por la editorial Candaya en Barcelona.

Cierra la revista la sección “Vitrinas”. Entre un grupo de imágenes diversas, se encuentran retratados por la cámara de Vanessa Terán Collantes “cuerpos de migrantes indígenas, de diferentes comunidades del Ecuador (Saraguros, Otavalos, Cañaris), que residen en Nueva York, Nueva Jersey y Massachusetts”, según explica en la nota introductoria a la muestra Alicia Ortega Caicedo, docente en el Área de Letras de la Universidad Andina Simón Bolívar. La exhibición de estas fotos pone en primer plano diferentes modos de asumir la diáspora, entre vestimentas autóctonas y los paisajes del exilio.

Sin duda, Sycorax instala en el campo intelectual latinoamericano una geografía hospitalaria para repensar la relación entre literatura, arte y política, sin esquematismos ni activismos llanos. Como ha dicho Margo Glantz, “la denuncia no es escritura”, y los autores de Sycorax escriben.

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