Artistas frente al Ministerio de Cultura de Cuba este 27 de enero (Foto Reynier Leyva Novo)

En la tarde del 15 de noviembre de 2020 se pudo ver en una directa de la periodista Iliana Hernández en CiberCuba Noticias cómo algunos jóvenes cubanos partían desde San Isidro hacia Paseo del Prado para llevar a cabo lo que podría considerarse una especie de “caminata poética” improvisada. Mientras iban caminando, leían algunos poemas a modo de protesta y a favor de la liberación del rapero Denis Solís González, joven perteneciente al Movimiento San Isidro (MSI) que, según han explicado los miembros del movimiento y algunos activistas, fue detenido el 9 de noviembre, sometido a juicio sumario y condenado a ocho meses de cárcel sin el debido y justo proceso judicial. Desde el principio de la transmisión, se les ve nerviosos, atentos a todo lo que se mueva alrededor, conscientes de que, en cualquier momento, como ya es costumbre, aparecerán una o más patrullas, y se los llevarán detenidos, para muchos de ellos, por enésima vez. El artivista Luis Manuel Otero Alcántara, la historiadora del arte Anamely Ramos González, la poeta Katherine Bisquet Rodríguez, el rapero contestatario Maykel Castillo, el periodista Esteban Rodríguez y la propia Iliana son los que van, Paseo abajo, leyendo poesía. Al mismo tiempo que las lecturas de distintos poemas van teniendo lugar, Iliana explica cómo van siendo rodeados por la Seguridad del Estado que se les aproxima cada vez más.

Otero Alcántara declara en la directa que ellos han estado pensando y considerando que, ante la represión que padecen, el cuerpo de ellos es finito, “lo único que tenemos que verdaderamente nos salva es la poesía y el arte”, dice y agrega que, ya que él ha estado más de 60 veces en un calabozo, ese tiempo estando detenido podría dedicarlo a leer poesía, un acto que, reconoce, nos conecta con las energías creativas y liberadoras. Bisquet lo interrumpe, llena de energía, y comienza a mencionar y a mostrar a algunos de los poetas que irán leyendo: Quevedo, Dylan Thomas, Lorca, Vallejo, Rafael Alcides, Whitman y Sor Juana entre ellos. Seguidamente, con casi el mismo entusiasmo, Otero Alcántara dice que “mientras estemos en los calabozos, que sabemos que nos van a llevar para los calabozos, vamos a leer, vamos a aprovechar ese tiempo e inclusive vamos a leerle a los presos también”. Cerca ya de la bahía y del túnel de La Habana, una patrulla los detiene. Lo último que se escucha, entonces, en la directa, es la voz de Katherine Bisquet que, justo antes de que llegara la policía, había comenzado a leer estos versos de Rafael Alcides: “¿De dónde viene, quién lo manda, qué busca / entre nosotros este viento con olor a presidio / y a cementerio, a ceniza de hospitales / y a miseria? Retírate, oh viento de la desgracia, / respeta mis cuadros, mi lámpara, mis papeles, / deja en paz mis cacharros de cocina”. Que los detengan, los interrumpan, los repriman justo cuando Katherine Bisquet lee un poema de Alcides es todo un símbolo. Un símbolo triste y poderoso a la vez…

El divorcio entre poesía y disidencia, entre intelectualidad y oposición en Cuba durante las últimas décadas se ha ido resquebrajando cada vez más en los años recientes. Que artistas, críticos, académicos y escritores cada vez con más frecuencia se unan y se enfrenten al gobierno cubano, tanto dentro como fuera de la isla, evidencia un cambio fundamental dentro de la conciencia cultural cubana. En el libro Una medida inexacta, Reinaldo García Ramos salta de los años sesenta al presente para establecer una relación entre su generación (los jóvenes del grupo El Puente) y la obra de algunos jóvenes disidentes de los últimos años, como es el caso de Orlando Luis Pardo Lazo. A esa frontalidad con el poder se le suman proyectos como Poesía Sin Fin en Alamar que, desde una especie de activismo poético, proponía una forma diferente de relacionar lo lírico y lo social en el contexto cubano.

En la reciente reunión de los jóvenes que se concentraron el pasado 27 de noviembre frente al Ministerio de Cultura, Amaury Pacheco, uno de los integrantes de ese proyecto y miembro actual del MSI, le dijo al viceministro de Cultura Fernando Rojas: “Yo era parte del proyecto Poesía Sin Fin y tú, Fernando, nos sacaste de la sede de la Casa de la Cultura de Alamar y cuando te hablamos de amor, de poesía, me dijiste, Fernando Rojas, «la orden está dada».” El gobierno cubano, por tanto, ha ahogado sistemáticamente todo intento de activismo que relacione cualquier posición contestataria con el arte y la poesía, de ahí que Tania Bruguera dijese en la misma reunión con el MINCULT: “No se reconoce el arte independiente en Cuba debido a la censura. Yo puedo exponer en el MoMA, pero no en mi país. El arte independiente no es enemigo, es un derecho; el artista es independiente por naturaleza”. Los intelectuales que desde las once de la mañana del 27 de noviembre fueron llegando al MINCULT y permanecieron allí hasta horas de la madrugada del próximo día para exigir explicaciones por la represión contra el MSI son evidencia de la inoperancia de organizaciones como la AHS y la UNEAC, instituciones domesticadas por el poder, que responden más a una militancia ideológica que al derecho de los artistas que supuestamente representan.

Sin embargo, si algo diferencia a parte de la nueva intelectualidad cubana (de dentro y fuera de la isla) que publica en espacios como Diario de Cuba, Cubanet, Rialta Magazine, Hypermedia, El Estornudo, CiberCuba, Árbol Invertido y demás espacios independientes es que han roto esa división entre oposición e intelectualidad que tan bien ha aprovechado e impuesto el gobierno cubano en los últimos 60 años. En una entrevista a Antonio José Ponte el 13 de noviembre, justo dos días antes de la directa de Iliana Hernández con la que he comenzado este artículo, el ensayista cubano reconocía precisamente esta diferencia entre su generación y los jóvenes de hoy: estos han ido rompiendo cada vez con más fuerza la división entre lo contestatario, el activismo político y lo artístico en la cultura vigilada insular.

A causa de las sucesivas detenciones de los activistas nucleados alrededor del MSI y su sede, vino la idea de encerrarse en la casa de Otero Alcántara y hacer lecturas poéticas virtuales (entre otras iniciativas) como protestas pacíficas por la liberación del rapero Denis Solís. Entonces comenzó un cerco policial que quiso impedir, al menos al inicio, que llegaran alimentos a la casa de Otero Alcántara, ubicada en la calle Damas 955, en el barrio de San Isidro. Enterrados en vida, con pocos alimentos, decidieron entonces ahorrar los suministros para que se alimentaran los más necesitados por cuestiones de salud. Ante las nuevas amenazas, un grupo de ellos comenzó el 18 de noviembre una huelga de hambre durante el encierro que terminaría el 26 de noviembre con la patada en la puerta de militares cubanos haciéndose pasar por médicos, cuya excusa para el allanamiento fue la llegada desde Estados Unidos del periodista Carlos Manuel Álvarez y la pandemia de la Covid. Pero, mientras esa huelga duró, yo pensaba en Antígona. Son Antígona, me dije, condenados al encierro y la muerte por un tirano de su propia sangre. Antígona clamando desde Damas 955. Precisamente, Katherine Bisquet le leyó a Otero Alcántara en su primer día de huelga un fragmento de Antígona de Sófocles. Semejante a la frase de la heroína trágica que dice al tirano “no he nacido para compartir el odio, sino el amor”, Otero Alcántara expresó en su declaración, al deponer la huelga de sed el 25 de noviembre, que “si la muerte me llega, que sea por un camino de amor y no de odio”.

A la iniciativa de estos activistas de compartir poemas a través de directas y posts en Internet, se le unieron otros en una serie de lecturas poéticas (llamadas “susurro poético”) en diversas zonas de La Habana y en varias plataformas digitales en Cuba y el mundo. A su vez, se han multiplicado los poemas y grabaciones de lecturas a favor del MSI en las redes: ejemplos de ello son los vídeos de Legna Rodríguez Iglesias en Miami, Francis Sánchez e Ileana Álvarez desde Madrid y Gioconda Belli en Nicaragua. Incluso, muchos han compartido en las redes varios poemas de los más diversos poetas, entre ellos, Nicolás Guillén, cuyos textos cobran nuevo sentido hoy ante los abusos policiales y la represión militar contra los artivistas. Un ejemplo de esos poemas guillenianos revitalizados en los últimos días ante los sucesos de San Isidro es su: “No sé por qué piensas tú, / soldado, que te odio yo, / si somos la misma cosa / yo, / tú. // Tú eres pobre, lo soy yo; / soy de abajo, lo eres tú; / ¿de dónde has sacado tú, / soldado, que te odio yo?” Por otra parte, muchos de los simpatizantes del MSI se han acercado a la poesía por primera vez a partir de la iniciativa de los jóvenes sitiados en Damas 955. Incluso algunos, como el científico Oscar Casanella, han sentido la profunda necesidad de escribir unas líneas a partir de su experiencia personal y compartirlas en directo, con la voz cortada, casi sin poder hablar.

Personalmente, me alivia y alegra que, en el proceso de maduración y articulación de los acontecimientos que van del hostigamiento padecido por estos jóvenes desde hace ya años hasta las huelgas de hambre recientes de Otero Alcántara y Maykel Castillo, la poesía los acompañe como modo superior de enfrentar al poder bruto y totalitario que los intenta someter y los asalta cada vez que, simplemente, intentan salir de sus casas. Ya no se trata o no debiera tratarse, según el mismo Otero Alcántara, de enfrentar al enemigo con su propio lenguaje machista, discriminatorio y amenazante, sino con la poesía, con un lenguaje diferente. De este modo, al deponer la huelga de sed, Alcántara expresó: “El sistema juega ya con pocos peones y se les va agotando su odio, su machismo y su violencia. Me di cuenta de que seguir el juego del macho alfa sólo conduce a más odio, ese odio que ha marcado a este país por décadas”.

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¿Qué vio Otero Alcántara durante su huelga, tirado horizontal en su colchoneta, cada vez más débil, que le llevó a estas reflexiones? La convivencia entre gente tan diversa y de pensamiento tan diferente, el estar rodeado de mujeres guerreras e independientes… Esto, sin duda, le llevó a replantearse incluso el modo en que se enfrentaba a sus represores. Y cuando, en su caso, se piensa en la poesía y el amor opuestos al odio, piénsese en Antígona y se comprenderá que no se trata en absoluto de dejarse vencer, sino de no luchar nunca más con las mismas estrategias ni el mismo lenguaje del tirano. Se trata, como dijo Fernando Pérez frente al MINCULT, del “inicio de un nuevo lenguaje que le hace falta a la cultura cubana y a este país”. La defensa frontal de ese “nuevo lenguaje” ante la maquinaria del poder y sus términos excluyentes y arrogantes fue lo que tuvo lugar la noche del 27 de noviembre durante la reunión de los jóvenes intelectuales con el MINCULT, a juzgar por la transcripción de las intervenciones.

Cuando se habla de un nuevo lenguaje, ¿a qué se hace referencia? Si se entiende el lenguaje del gobierno cubano como algo completamente fosilizado, se podría afirmar que es relativamente fácil pensar fuera de ese discurso caduco que se basa en una serie de fórmulas que no se pueden transgredir. Cualquier mínima violencia rompe ese fósil sintáctico en el que se basa y del que se alimenta continuamente el gobierno cubano. La revolución y el estado totalitario en Cuba se autofagocita continuamente. Sería y es fácil hablar desde un afuera de ese canibalismo sintáctico insular. Un ejemplo reciente de ruptura frontal de ese discurso está en las acciones de Camila Ramírez Lobón y Katherine Bisquet al escribir en una sábana con el maquillaje a mano la frase “Trece días de privación ilegal de libertad, tenemos derecho a expresarnos libremente”. Esta vigilancia que denunciaban las jóvenes al colgar la sábana desde la azotea del alquiler de Bisquet, era una de las consecuencias posteriores a los sucesos de San Isidro y del 27N. Sitiadas por casi dos semanas, decidieron usar el cartel como denuncia. Poco después, la sábana escrita fue retirada por un vecino y un acto de repudio vino a intentar restablecer el proceso de canibalización del lenguaje propio del sistema cubano: los enviados por el régimen gritaban las consignas de siempre desde la calle. Y es que los actos de repudios que se han sucedido luego de los acontecimientos de noviembre vienen a intentar restablecer y reafirmar, de un modo autómata siempre, el necrolenguaje oficialista. Sobre las tradicionales “sábanas blancas” cubanas “colgadas en los balcones”, Camila y Katherine escriben una frase que atenta, a pesar de su literalidad y sencillez (o precisamente por ello mismo), contra todo el sistema insular automatizado a lo largo de más de sesenta años. Algo muy parecido sucedió con el joven Luis Robles Elizástegui al caminar por el bulevar de San Rafael en La Habana el 4 de diciembre de 2020 con un cartel pidiendo libertad, no más represión y la excarcelación de Denis Solís: fue detenido por la policía y todavía hoy se está enfrentando a un proceso penal arbitrario. Basta ser un ciudadano común, se tenga o no vínculo con la disidencia, tomar un pedazo de cartón y salir a la calle con cualquier frase sin que el gobierno lo oriente para ser visto como amenaza contra el sistema, para que tu integridad física y moral esté en total desprotección.

Pero el gobierno cubano siempre busca silenciar o deslegitimar cualquier intento de trasgresión de su retórica manida. A ello van encaminados todos los linchamientos mediáticos más recientes por parte de los medios de comunicación, todos en manos de la dictadura, contra muchos de los participantes en los sucesos de San Isidro y del 27N, así como para desacreditar también a los medios independientes. Porque tanto en el caso de los medios independientes como de los activistas e intelectuales involucrados en estos sucesos, lo que preocupa es la denuncia de los males sociales cubanos, lo cual exige el uso de un nuevo lenguaje. Contra ese lenguaje no domesticado se erige, una y otra vez, con todas sus armas mediáticas, el sistema oficial. Ya sea con una “tángana” o un noticiero.

Es interesante, sin embargo, cómo, al descalificar a periodistas independientes, activistas y artistas que cuestionan de manera abierta al poder totalitario cubano, también han dado visibilidad y voz a los mismos que marginan y descalifican. A pesar de las manipulaciones, de interrogatorios y grabaciones tomadas de las redes sociales, se ha visto en la televisión nacional a la periodista y activista Iliana Hernández decir, por ejemplo: “no queremos más dictadura”. Habrá que ver qué efectos contrarios a los esperados por el régimen tiene que estas figuras ganen una visibilidad inédita en los medios controlados por el gobierno. Ya se están viendo algunas reacciones populares de simpatía y solidaridad hacia los muchos difamados en los espacios televisivos. Esa empatía, generada tanto por un nuevo lenguaje que se abre paso como por el rechazo al anquilosamiento retórico del sistema cubano, es también parte del activismo poético que aquí se describe y analiza.

Por ello, merece la pena mirar lo poético como un fenómeno que va más allá de lo metafórico y tropológico. Incluye lo estético, pero no se trata sólo de eso en el caso cubano. La idea de un nuevo lenguaje desde el susurro poético multiplicado debiera relacionarse también, como hacen Camila y Katherine, con la vida cotidiana del cubano, con su falta de libertad de expresión. Carlos Manuel Álvarez, entre interrogatorios con la seguridad del Estado y abusos físicos padecidos por la policía política entre diciembre y enero, en una directa desde Cárdenas se refería a un “significante abierto”. En un mundo de metáforas gastadas, dominado por un canibalismo lingüístico zombi, la idea de un significante abierto permite multiplicar las posibilidades y los lenguajes. Un significante abierto se abre a todas las ideas por no estar, precisamente, capturado aún. La Revolución cubana misma en el 59 para algunos pudo parecer un tipo de significante abierto. Los sucesos de San Isidro y el 27N mostraron de nuevo la posibilidad o todas las posibilidades a la vez, no definidas o capturadas aún.

El 19 de diciembre de 2020 en una conversación con Juan Carlos Quintero-Herencia en Bonita Radio, junto a Camila Ramírez Lobón y a Gerardo Muñoz, el artista cubano Hamlet Lavastida se refería a una “nueva gramática”. Se trata de un proceso desmetaforizante que busca otras posibilidades de enunciación. Insisto en que es fácil salirse del necrolenguaje del régimen cubano, el problema está en la censura, el sitio, la vigilancia y el hostigamiento que, luego del 27N, han padecido activistas, intelectuales y periodistas. Es fácil resistirse a ese lenguaje muerto del que se alimenta el gobierno, pero hacer pública esa resistencia con la propuesta de otra forma de decir y hacer tiene consecuencias directas en las vidas y los cuerpos de quienes se atreven. Se trata de un nuevo lenguaje y un significante abierto que ahora mismo sangra en medio del debate social cubano y que se traduce en cuerpos jóvenes golpeados y heridos por intentar la articulación pública de ese significante abierto frente al sistema y su lenguaje muerto.

Existe una división entre la poesía escrita y publicada en Cuba y el discurso público o sociopolítico de muchos de los mismos poetas que en su obra lírica son más arriesgados que cuando se callan o cuando se expresan en espacios con otro tipo de visibilidad, como pueden ser las redes sociales. Espanta ver cómo algunos de los poetas que uno ha leído toda su vida tienen versos que encarnan el dolor de un país secuestrado y esos mismos autores son incapaces de hacerse cargo de lo que han escrito. A pesar de ello, hay un sector más o menos intelectual, con una variedad ya constatable en los sitiados de San Isidro, que está yendo más allá y están haciendo coincidir por primera vez desde hace muchísimos años en Cuba lo que se escribe y lo que se piensa. Lo defienden pública y oralmente. Los sucesos de San Isidro le han devuelto a la oralidad poética una fuerza cívica que personal y profesionalmente yo había descartado ya en el caso de Cuba. Es así como Rafael Alcides revive en sus propios versos mientras se abren las puertas de una patrulla para detener y silenciar a la poeta que los lee. Que el civismo tan mal llevado en un coloquialismo militante de los setenta renazca hoy en Cuba alejado de toda militancia horroriza y sorprende, a la vez que hace esperar algo distinto de ese sistema vivo, de multitud amorfa que despertó el 27N y que todavía en nuestras mentes sigue creciendo y desbordándose delante de las puertas de hierro del Ministerio de Cultura que representa lo más ofensivo, humillante y decadente del sistema.

Mucha de la poesía domesticada por el entramado editorial cubano (llamada a dormir el sueño de almacenes y distribuidoras y acomodada dentro de la red del mismo sistema) podría ser tan explosiva, incendiaria y disidente como las declaraciones más duras de cualquiera de los jóvenes de San Isidro. Imaginemos a alguien ahora mismo con un cartel en las calles de La Habana donde se lea: “Aquí todo es estrecho, mercadería y circo para el recién llegado” (fragmento de un poema de Caridad Atencio). ¿Qué le sucedería a esa persona? Los ejemplos de este tipo, sacados del sueño de la página impresa, podrían ser muchos. Las instituciones insulares no responden a la necesidad de los artistas, son simples prolongaciones, tentáculos del propio sistema totalitario cubano y persiguen domesticar el hecho poético, controlarlo, mantenerlo todo el tiempo vigilado, en la página que ellos mismo censuran, manejan e imprimen. Los sucesos de San Isidro y el 27N precisamente buscan oponerse a ese intento de domesticar o atrapar lo poético. Se proponen incluso llevarlo más allá: porque parten de la poesía en el sentido tradicional, de rescatar la oralidad inherente a lo poético para hacerlo coincidir y entrelazarlo con un posible receptor alejado del típico lector universitario. Persiguen que el poema antes domesticado se haga voz y llegue a un barrio común como San Isidro. Y que la voz de San Isidro se funda con esa poesía. Porque hay algo que une o debiera unir a lo poético y al activismo: la naturaleza no domesticable y disidente. Este proceso persigue ir más allá de lo lírico como hecho estético y se concentra en la vida de las palabras, en la verdad que el lenguaje nos entrega y que, al reflejarnos como individuos en toda nuestra indigencia social, nos golpea de un modo que no nos recuperamos nunca más.

Cuando me refería a imaginar a alguien que saliese a la calle con unos versos de Caridad Atencio, que podrían ser también de Nelson Simón (“Cargo con mi país como quien carga una pesada cruz”), o de Elvira Castillo (“No soy lo que quiero ser. No estoy donde quiero estar”), o de una infinidad de autores que ahora mismo viven y publican en Cuba, apuntaba a un asunto esencial que explica por qué estos poemas, publicados en la isla, no son un problema para el régimen, a pesar de ser, como toda verdad poética, disidentes. Se trata de la poca visibilidad y la casi ninguna oralidad de estos, de que raramente esa letra dormida llega a los mass media o a las calles y desborda lo estético para llevarlo a su verdadero fin que es el encuentro con el espíritu de la gente. El problema para el régimen está, por tanto, cuando ese discurso que se ha logrado domesticar en las publicaciones de Letras Cubanas o de Ediciones Unión va más allá de la página impresa y vigilada. Ese es uno de los grandes logros de los sucesos de San Isidro y del 27N. El gobierno cubano sabe que el lenguaje lo es todo: nos puede encerrar para siempre mientras rumiamos como autómatas las mismas frases ya desemantizadas por completo, o nos abre las puertas hacia todas las posibilidades.

Pero no hace falta mucha imaginación para comprobar lo que antes proponía sobre salir a la calle con ciertos versos en carteles y pancartas. Estas ideas sobre qué pasaría con alguien que decidiera mostrarse públicamente con impresos de versos de muchos de los poetas publicados hoy mismo en Cuba las compartí en el conversatorio titulado “Cuba: ficcionar un país”, organizado por Sergio Ramírez y Janet Batet que tuvo lugar el 21 de diciembre de 2020 como parte del Festival Centroamérica Cuenta. Menos de un mes después, el 16 de enero de 2021, Diario de Cuba reportaba desde Camagüey el caso del activista Bárbaro de Céspedes, quien fue arrestado por la policía “mientras recitaba la letra del Himno Nacional y tras repartir volantes con la imagen de José Martí y frases del independentista” y poeta.

Con la celebración del natalicio de Martí este 28 de enero de 2021, la situación simplemente ha ido a peor. En la mañana del 27 de enero, justo dos meses después del 27N, volvía a recrudecerse el acoso y la represión, se reactivaban con más fuerza las detenciones arbitrarias a la artista Tania Bruguera, a la periodista Camila Acosta, entre muchos otros. Esto llevó a que, otra vez, un grupo de jóvenes se presentara frente al Ministerio de Cultura a pedir la liberación de los detenidos. Mientras esperaban una respuesta, los allí reunidos leyeron, en reiteradas ocasiones, el poema “Dos patrias” de José Martí. “¿Por qué hay gente presa y por qué hay policía si no somos delincuentes?”, preguntaban algunos de los manifestantes al viceministro de Cultura Fernando Rojas. Pasamos entonces del 27N con la lectura de Vallejo frente al mismo ministerio al 27ENE con los versos de Martí. Esa expresión de lo martiano y lo poético fuera del cerco oficialista, la mezcla de poesía y activismo político en las calles, junto a los cuestionamientos directos a los funcionarios fueron suficientes para repetir con los manifestantes el guion básico en estos casos con el objetivo de silenciarlos y restablecer la maquinaria propagandística estatal: les llamaron gusanos, les dieron un acto de repudio y los violentaron físicamente para neutralizarlos. Es así como el ministro, seguido de un grupo de trabajadores del ministerio, respondió con violencia y golpes contra los jóvenes. Los manifestantes fueron subidos a un autobús a la fuerza, golpeados dentro y llevados lejos del Mincult. En el autobús se escucha cómo alguien exige a los manifestantes que “no hablen más”, al preguntárselo por qué, este grita que es “porque no me da la gana, no hablen más”, y seguidamente ejerce la violencia contra el que había preguntado y se quejaba de las ilegalidades cometidas y los golpes recibidos. Se trata, otra vez, del control del lenguaje, de no permitir ni una frase mínima fuera de la retórica oficial. Sin transición perceptible el funcionario público se vuelve entonces agresor; el alguna vez llamado poeta devenido comisario político se convierte en miembro de las brigadas de respuesta rápida, en actor de un acto de repudio rápidamente improvisado. De igual modo Nelson Simón, también poeta devenido comisario político, cuyos versos en un cartel en las calles cubanas podrían llevar a cualquiera a la cárcel, respalda desde su perfil de Facebook al Ministerio de Cultura, sus actos violentos y sus desmanes.

A las lecturas vigiladas y reprimidas de los jóvenes que terminaron encerrados en Damas 955 se sumaron los “susurros poéticos” por distintos lugares de la ciudad, del mundo y del ciberespacio en solidaridad con los huelguistas, y también los jóvenes que, en la mañana del 27 de noviembre y durante el 27 de enero, se fueron reuniendo frente al Ministerio de Cultura de Cuba y leyeron a coro el poema “Masa” de César Vallejo y “Dos patrias” de José Martí. Pero piénsese incluso en el himno nacional como poema, cantado dos veces por todos los manifestantes del 27N frente al MINCULT y entonado por gente que no piensa igual, que incluso puede pensar desde las antípodas el futuro de Cuba, pero que respeta el derecho de todo cubano a ser parte de la vida de su país, más allá de cualquier ideología. Himno nacional que, por cierto, se hace eco de un verso horaciano universal: “pro patria mori” (“morir por la patria”), es decir, se trata de un himno que es continuidad de un sentido de la patria desde el pensamiento romano, filtrado por las guerras independentistas durante la colonia, y que para nada se reduce al totalitarismo instaurado en Cuba desde los años sesenta. Una de las más grandes lecciones que al menos yo confirmo en las lecturas poéticas de estos muchachos que iban Prado abajo el 15 de noviembre a las 4 y 30 de la tarde (la misma hora en que detuvieron a Denis Solís) es que, desde Whitman hasta Alcides, desde el himno hasta el rap, toda poesía es comprometida, y que el compromiso poético es siempre con la libertad, nunca con una militancia ideológica.

La poesía como arma ante el odio y la censura, alejada de toda ideologización, abierta a la mayor diversidad posible, sin el cinturón de fuerza del “dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada”, es también uno de los elementos que caracteriza (entre muchísimos otros) a lo que sucedió en Damas 955 y frente al MINCULT. Una poesía que, en el caso del MSI y con respecto a lo acontecido recientemente, incluye la denuncia, pero también el llamado al agresor para que deje de ser agresor y pare de reprimir a los suyos porque, soldado, “somos la misma cosa / yo / tú”. Una poesía que incluye a Eteocles (dentro de las murallas de la ciudad), pero también a Polinices que había abandonado la patria por diferencias con su hermano.

¿Cómo es aquel título de Gabriel Celaya leído tradicionalmente desde la izquierda y el compromiso político, pero que merecería ser visto de modo mucho más amplio y desideologizado?: “La poesía es un arma cargada de futuro”. Pues eso, porque: “cuando se miran de frente / los vertiginosos ojos claros de la muerte, / se dicen las verdades: / las bárbaras, terribles, amorosas crueldades […]. / Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan / decir que somos quien somos, / nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno. / Estamos tocando el fondo.”


*Este texto es una versión aumentada y actualizada de uno publicado con anterioridad por el autor en la revista Árbol Invertido.

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YOANDY CABRERA
Yoandy Cabrera (Pinar del Río, 1982). Poeta, crítico y profesor universitario. Doctor en Estudios Hispánicos por la Universidad Texas A&M. Es además licenciado en Letras con perfil en Filología Clásica por la Universidad de La Habana. Ha cursado estudios de Maestría en Filología Hispánica en CSIC-UNED y de Filología Clásica en la Universidad Complutense de Madrid. Ha sido profesor de Lenguas y Literaturas Clásicas, Gramática Española, Literatura Colonial y Poesía Contemporánea en la Universidad de La Habana, el Colegio San Gerónimo y la Televisión Cubana. Ha realizado la edición crítica de la poesía de Delfín Prats y de Félix Hangelini (ambas en Editorial Hypermedia, 2013). Actualmente enseña Español y Clásicas en Rockford University.

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