Los artistas e intelectuales firmantes han percibido en Cuba cuán estrechos son los lazos entre la cultura y la Revolución. La lucha revolucionaria del pueblo cubano tiende no sólo a obtener mejores condiciones materiales de vida para el conjunto del Tercer Mundo, sino a crear condiciones tales que cada cultura pueda alcanzar su completo florecimiento y que cada grupo humano afirme su existencia de ese modo.

Además, basta andar por La Habana o viajar por el interior de la Isla para comprobar que la Revolución Cubana (un ejemplo son los afiches, expresión gráfica y por imagen) literalmente hace que la poesía esté en la calle.

Del 4 al 11 de enero de 1968 debe celebrarse el Congreso Cultural de La Habana, reunión de intelectuales del mundo entero para discutir los problemas que se plantean respecto a la cultura en los países subdesarrollados. En esta época en que en Asia, América Latina y África, una lucha armada opone a los hombres contra los gobiernos ávidos de mantener la anacró­nica dominación de una clase privilegiada, los artistas e intelectuales no pueden sino tomar partido a favor de esos hombres lúcidos y valientes. A un pueblo oprimido, en efecto, se le impide desarrollar su cultura, y mientras existe la opresión, el mundo se encuentra privado de la inestimable riqueza que es el libre ejercicio del pensamiento. Si se quiere que la cultura viva, más allá del saber acumulado, se manifieste como una exigencia tan general y tan fundamental como la de vivir libremente, es necesario que los intelectuales de los países desarrollados se solidaricen, así como los de los países subdesarrollados, con todos los revolucionarios que han tomado las armas para hacer la revolución.

Que un Régis Debray, filósofo y escritor, se haya solidarizado con los guerrilleros de América Latina, y que esté encarcelado por un Barrientos, muestra hasta qué punto la cultura está ligada a la Revolución y hasta qué punto está hoy en peligro.

Frente a los problemas del mundo subdesarrollado, el intelectual occidental tiene una responsabilidad que rebasa la suya propia: esta responsabilidad es la de todos los hombres dotados de los medios para afirmarse, y que las potencias imperialistas niegan a los pueblos que dominan.
Papel de la cultura en la lucha revolucionaria, la cultura y los medios de información, las
relaciones entre la creación artística y la ciencia que ningún abismo debiera separar, el tránsito del hombre actualmente dividido y mutilado al hombre total: estos serán algunos de los temas que se tratarán en el Congreso Cultural de La Habana. Y es por esto que aportaremos todo nuestro apoyo a esta iniciativa de un país en el que hemos podido calibrar la inmensa voluntad que tiene el trabajo y la inteligencia a su grado más ardiente.

Firman:
Peter Weiss, Michel Leiris, Marguerite Duras, Maurice Nadeau, Wifredo Lam, Alain Jouffroy, Eduardo Arroyo, Augusto Thesee, Alain Gheerbrant, Pierre Guyotat, Philippe Hiquily, Piotr Kowalski, R.E. Gillet, Messagier, Rebeyrolle, Monory, Luigy, Luigi Carluccio, Catty, Jorge Semprún, Colette Semprún, Ezio Gribaudo, George Fall, Gilles Ehrmann, Mark de Rosny, A. Elde, K.S., Karol, Harald Szeemann, E. Alleyn, Dennys Chevallier, Feltrinelli, Edward Lucie-Smith, Antonio Recalcati, Irene Domínguez, Harry Mulisch, Lucio Muñoz, Ewan Phillips, Pierre Descargues, Georges Boudaille, Louise Leiris, Gassiot-Talabot, José Pierre, N. Pierre, Jean Schuster, Gherasim Luea, Jorge Camacho, M. Camacho, Couturier, Gilly, César Baldaccini, Monique Lange, Dionys Mascolo, Cárdenas, Van der Elsken, Rossana Rossanda, Juan Goytisolo, Georges Limbour, Lasse Söderberg, Gunilla Palmstierna-Weiss, L. Ozlok, De Wilde, Giorgio Upiglio, Jean Lemayre, Valerio Riva, N. Lilienstein, G. Erró, G. Aillaud, A. Sinet, A. Bitran, Cesare Peverelli, Rancillac, Golendorf, Comedle, Jacqueline Seltz, Y. Thaillandier, Anne Zemire.

La Habana, agosto de 1967.

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